Incansable (9 page)

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Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

BOOK: Incansable
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—¿Hay algún rastro del campo de prisioneros de guerra en el tercer planeta?

La consultora de operaciones asintió.

—Sí, señor. Sigue ahí y permanece ocupado. Estamos captando un intercambio de mensajes que indica que todavía hay prisioneros de la Alianza en él.

—En ese caso, tendremos que visitar el tercer planeta una vez que hayamos despachado a las flotillas síndicas.

Los sectores medios del sistema estelar Heradao estaban desiertos, salvo por algunos asteroides y la nave síndica. Más allá, el siguiente planeta era un supergigante gaseoso situado a más de tres horas luz de la estrella. Como estaba rodeado por sus correspondientes lunas, parecía un sistema estelar independiente, y tenía el tamaño adecuado como para haberse convertido en una estrella enana marrón. Al parecer, el coloso había absorbido todos los demás cuerpos que ocupaban las regiones exteriores del sistema estelar. Geary se preguntó si las lunas de mayor tamaño, que seguían órbitas más amplias, habrían sido en otro tiempo planetas independientes, antes de que el coloso las capturara.

Se apreciaba una frenética actividad síndica alrededor del gigante gaseoso, que ahora orbitaba al otro lado de la estrella de Heradao respecto a la flota de la Alianza, lo cual indicaba que se estaban llevando a cabo importantes actividades de minería y fabricación fuera del planeta. Sin embargo, desviarse hasta el gigante gaseoso, para saquear sus minas en busca de materias primas con las que llenar los almacenes de las naves auxiliares, implicaría alejar demasiado la flota de la ruta al punto de salto hacia Padronis.

—¿Tenemos que luchar? —preguntó Rione de pronto—. ¿No podemos limitarnos a dejar atrás las defensas síndicas? Según me dijo, una velocidad superior a dos décimas de la velocidad de la luz origina una distorsión relativista que los sistemas de selección de objetivo, que utilizan tanto la Alianza como los síndicos, no pueden compensar con la precisión suficiente para garantizar que el disparo alcance el blanco. Si esta flota se dirige al punto de salto hacia Padronis a una velocidad lo suficientemente elevada, los síndicos no podrán hacernos daño.

—Ni nosotros a ellos —murmuró Desjani de forma que Rione no pudiera oírla.

Geary consideró la idea y, después, sacudió la cabeza.

—Sería demasiado sencillo. —Antes de que Rione, incrédula, tuviera ocasión de decir nada más, Geary señaló el visualizador—. Los síndicos saben que estamos desesperados por alcanzar ese punto de salto. Podríamos intentar atravesar su barrera a gran velocidad, pero habrán tenido tiempo de prepararse para algo así.

—¿Y qué podrían haber hecho? —preguntó Rione antes de adoptar un gesto grave—. ¿Colocar minas?

—Exacto. Minas. Fíjese en esa pequeña flotilla situada ahí, entre el grueso de los síndicos y el punto de salto hacia Padronis. Se encuentra en una posición perfecta para seguir nuestra trayectoria una vez que dejemos atrás a la flotilla principal y, así, colocar minas en nuestro camino. Si avanzáramos a una velocidad tal que los sistemas de selección de objetivo síndicos no pudieran alcanzarnos, también iríamos demasiado rápido para que nuestros sistemas detectasen las minas, o las que ya pudieran estar colocadas en nuestras posibles rutas entre la salida del salto y el punto de salto hacia Padronis. Podrían llegar a saturar de minas nuestro camino.

Desjani hizo una mueca.

—No creo que les queden tantas minas para eso, aunque podrían haber transferido a esa pequeña flotilla los pertrechos de los otros buques de guerra.

—Si nos introdujéramos en un campo de minas, no sabemos qué naves podrían sufrir daños —añadió Geary—, y, cuanto mayor fuera la velocidad del impacto, más potente sería la explosión.

Rione atravesó a Geary con la mirada, un tanto irritada. No hacía falta que dijese explícitamente que el
Intrépido
podría caer en un ataque de ese tipo, pero esa nave debía llegar a casa.

—Y entonces, ¿cuál es su plan?

—Todavía no lo sé.

—Contemplaba la posibilidad de que nos encontrásemos con los síndicos aquí. Debería haber pensado alguna estrategia.

Geary notó que una vez más empezaba a dolerle la cabeza; mientras, sin que Rione se percatara, Desjani entornaba los ojos.

—Señora copresidenta, sabía que los síndicos podrían estar aquí, pero no en qué número ni con qué distribución. A menos que los encontrásemos esperando en la salida del salto y hubiéramos de empezar a luchar de repente, sabía que tendría que pensar en un plan una vez que comprobara cuál era la situación.

—¿Cuánto tiempo le llevará eso? —preguntó Rione con impaciencia.

—Señora copresidenta, ¿alguna vez le ha dicho alguien que puede llegar a ser extremadamente exigente?

Rione sonrío con falsa dulzura.

—Gracias por el cumplido, pero no estamos hablando de mí, sino de su plan.

—La mantendré informada. Tenemos tiempo para pensar y quiero aprovecharlo. —Geary se levantó y señaló a Desjani con la cabeza—. Continuaremos rumbo al punto de salto hacia Padronis. Voy a dar un paseo para pensar con más calma. Si se le ocurre alguna idea o si los síndicos reaccionan de alguna manera ante nuestra presencia, avíseme.

—Sí, señor.

Geary miró a Desjani con ojos inquisitivos, pero su «sí, señor» no parecía haber sido formulado con ninguna otra intención que la de expresar su conformidad con la orden recibida.

Geary recorrió los pasillos del
Intrépido
devolviéndoles el saludo a los tripulantes con los que se cruzaba, aunque con aire ensimismado. El problema fundamental residía en que los síndicos habían estado observando sus tácticas y habían aprendido de ellas. No podía seguir contando con que atacarían a ciegas el núcleo de la formación de la Alianza, lo que permitiría a la flota dirigir toda su potencia de fuego hacia donde él deseaba.

Por supuesto que había formas de evitarlo, formas de confundir y superar tácticamente a los síndicos, pero, para poner en práctica esos métodos, era preciso consumir más células de combustible. En teoría, no era deseable que una flota llegara a reducir tanto las reservas de células de combustible, sin embargo, al igual que con otras muchas cosas que se suponía que no deberían ocurrir, tenía que asumir la realidad.

Sus pasos lo condujeron por multitud de pasillos; recorrió la nave a lo ancho más de una vez, pasó por las zonas de descanso y junto a las baterías de lanzas infernales, pero no se le ocurría nada. Desjani tampoco lo avisó para proponerle una estrategia. Pensó que, de alguna manera, la capitana seguía confiando demasiado en él, que estaba demasiado segura de que el gran Black Jack Geary se las ingeniaría, con la única ayuda de las mismísimas estrellas, para sacar otro conejo de la chistera cuando más falta hacía un milagro.

Finalmente, Geary se detuvo, miró a su alrededor para orientarse y se encaminó hacia el único lugar donde podría recibir el consejo que ningún miembro de la flota parecía dispuesto a ofrecerle.

Allí abajo, en el compartimento más recóndito del
Intrépido
, tan protegido como cualquier otro lugar de la nave, se encontraban las pequeñas habitaciones en las que podría relajarse y buscar ayuda. Geary no sabía muy bien por qué acudía a ese lugar. Tampoco era algo malo que la tripulación observara en el comandante de la flota la devoción que se esperaba de él, aunque nunca le agradó que la gente pudiera pensar que profesaba algún tipo de adoración. Además, el gesto podría jugar en su contra si la flota llegaba a la conclusión de que, más allá de la fe, lo que estaba era desesperado por que alguien lo orientara un poco; algo que, en parte, era verdad.

Entró y cerró la puerta de una de las diminutas habitaciones privadas. Encendió una vela, para reconfortar a los espíritus de sus ancestros, y se sentó en un banco de madera tradicional con los ojos puestos en la llama titilante.

—Por lo que sé —dijo por fin en voz alta—, ninguno de vosotros fue un comandante militar legendario. Yo todavía no entiendo por qué me han asignado este título. La situación es muy desfavorable; las reservas de combustible de la flota están en unos niveles tan bajos que no puedo permitirme recurrir a ningún truco para barrer a los síndicos. Además, no me cabe duda de que el enemigo ha estado analizando mi comportamiento en las batallas anteriores y ahora intenta actuar en consecuencia. Creo que la mejor opción sería atacar con toda nuestra fuerza; así nuestra flota vencería, aunque terminase diezmada. Y en el peor de los casos…

Se encogió de hombros.

—Necesito hacer algo distinto. Algo inesperado. Lo único que se me ocurre, dadas nuestras posibilidades logísticas, es sorprender al enemigo con un ataque de los que esta flota solía realizar: directo al corazón de la flotilla síndica. Pero, aunque algo así saliera bien, el coste sería excesivo. Mis cruceros de batalla no pueden librar este tipo de combates teniendo en cuenta los daños que ya han recibido, y tampoco tengo suficientes acorazados con los que formar un escudo para los cruceros de batalla.

Geary permaneció sentado en silencio durante unos instantes, observando cómo la vela disminuía de tamaño.

—Ojalá pudiera lanzar los acorazados contra los síndicos, aunque a ellos también habría que protegerlos de la inmensa potencia de fuego del enemigo. Los cruceros de batalla deberían encontrarse justo a su lado, pero no tendría sentido que se introdujesen en ese avispero. Sin embargo, a pesar de mis órdenes, temo que los capitanes de los cruceros de batalla adopten esta estrategia de todos modos, ya que creen que su honor está en juego. Necesito que los cruceros de batalla eviten cargar directamente contra nuestro oponente; tengo que atacar a los síndicos con los acorazados, y debo conseguir que el enemigo no sospeche nada. Pero ¿cómo puedo hacerlo sin complicar más aún el combate? En Cavalos perdí el control de la situación; me dejé abrumar por la complejidad de la batalla y no fui capaz de tomar decisiones firmes. Si eso se repite esta vez, los resultados serán todavía peores. Necesito un enfoque nuevo.

Un enfoque nuevo. Pero ¿basado en qué? ¿Qué factores jugaban a su favor? El número de naves, la potencia de fuego, la munición y el combustible eran claramente insuficientes. Además, no había ninguna base aliada cerca que pudiera apoyarlos. Técnicamente, los buques de guerra síndicos eran similares a sus homólogos de la Alianza, aunque las naves de caza asesinas de los síndicos eran mucho más pequeñas y menos potentes que los destructores de la Alianza. Sin embargo, los síndicos solían disponer de un mayor número de naves de caza asesinas, puesto que eran más pequeñas y baratas. Los buques de guerra de la Alianza estaban mejor equipados para controlar los daños y efectuar reparaciones, si bien se requería tiempo para completar estas últimas antes de que los síndicos alcanzaran de nuevo una nave de la Alianza dañada gravemente.

En menos de un minuto Geary encontró una de las ventajas de la flota de la Alianza.
La pericia de mis tripulantes es envidiable. Tienen más experiencia de la que ha sido habitual durante las últimas décadas, cuando muchos tripulantes morían antes de adquirir un mínimo de destreza. Pero yo he mantenido vivos a mis hombres.

A la mayoría.

Y lucharán con coraje hasta el final. Además, algunos de mis subordinados son buenos líderes. Ahora todos los comandantes de las naves me escucharán. Sé que acatarán mis órdenes, dentro de un límite.
Geary interrumpió su meditación en busca de más argumentos, y recordó la flotilla de guardias síndicos que destruyó la puerta hipernética de Lakota cuando la flota de la Alianza se encontraba a varias horas luz de distancia. Además, los síndicos me temen.
Lo cierto es que eso juega a nuestro favor. Esperan que haga algo inesperado, algo que a nadie más se le ocurriría hacer.

¿Cómo podría aprovechar esa ventaja? ¿Qué maniobras inesperadas podrían intentarse todavía, considerando las limitaciones a las que tengo que enfrentarme? Lástima que no se me ocurra ninguna manera inteligente de librar el tipo de batalla que esta flota estaba acostumbrada a entablar antes de que yo asumiese el mando: cargar directamente contra el enemigo. Después de observar cómo he conducido los enfrentamientos en las distintas estrellas, desde Kaliban hasta Cavalos, los síndicos nunca se esperarían que…

¿Podría hacer algo así?

Miró cómo bailaba la llama de la vela mientras las distintas estrategias se enmarañaban en su cabeza. Podría haber un modo. El consumo de células de combustible se dispararía, pero todas las demás opciones implican pagar precios más altos. Si las naves y los sistemas de maniobra lo soportan. Y si consigo planificar las órdenes necesarias antes de que nos encontremos con los síndicos.

Y si Desjani no me mata cuando descubra lo que mi plan significa para el Intrépido.

Gracias, ancestros. Os he escuchado.

Finalizada la meditación, Geary se puso de pie y se inclinó ante la vela, que apagó antes de regresar a toda prisa a su camarote. Tenía muchas pruebas que hacer con el simulador.

Tardó un buen rato. Tuvo que experimentar una y otra vez con diferentes estrategias, y las maniobras eran demasiado complicadas para que un humano hubiera podido resolverlas sin la ayuda de los sistemas de combate de la flota. Cuando observó las órdenes de las maniobras resultantes, la mezcla mareante de vectores y cambios de velocidad no parecía tener ningún sentido. Pero, cuando ejecutó los comandos del producto final a través del simulador, los resultados parecían lógicos, pese a que su experiencia profesional y su formación no le recomendaban que un montón de naves se pasearan las unas entre las otras a gran velocidad momentos antes del combate. Aun así, todo entraba dentro de las capacidades de rendimiento de sus naves, incluidas las pesadas naves auxiliares de la flota y los buques de guerra dañados, ya que había minimizado los cambios que debían hacer en su rumbo y velocidad.

Se imaginó qué pensarían de su plan sus antiguos profesores.
La idea es demasiado simple; y la ejecución, demasiado complicada.
Si les hubiera respondido que se trataba de la mejor opción que le quedaba, habría tenido que aguantar los dramáticos sermones que le dirían que tendría que haber evitado llegar a una situación en la que la mejor alternativa era algo así. Y ese consejo estaba muy bien en teoría, o en la práctica de los tiempos de paz; pero el universo de verdad, un siglo de guerra y la larga retirada del sistema estelar nativo síndico lo obligaban a enfrentarse a la cruda realidad de la práctica.

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