—Pero… —dijo ella.
—El de las entradas pudo advertirla de que estabas allí —dije. Salí y le abrí la portezuela, y nos dirigimos a la oficina—. O ella pudo vernos entre el público… tú no eres la única famosa. Mi foto aparece en todos los carteles psíquicos de los más buscados de la Costa Oeste… y ella decidió animar un poco la representación añadiendo otra entidad. Para impresionarme.
—Eso no puede ser.
Abrí la puerta.
—¿Por qué no?
—Porque sucedió al menos dos veces antes —dijo entrando y sentándose en la única silla buena—. En Berkeley y en Seattle.
—¿Cómo lo sabes?
—La novia del ex novio de mi publicista la vio en Berkeley… fue así como mi publicista supo de Ariaura, y dijo que Isus estaba hablando de tribulaciones y de que vos eras el universo, y de pronto esa otra voz dijo: «¡Vaya un montón de patochadas!». Ella dijo que así fue como supo que Ariaura canalizaba de verdad, porque si era una farsante no hubiese insultado a su público.
—Bien, ahí tienes la respuesta. Lo hace para que el público la crea.
—Ya viste, ya la creen —dijo Kildy—. Y si es eso lo que hace, ¿por qué no está en la cinta de Berkeley?
—¿No está?
Negó con la cabeza.
—La he visto seis veces. Nada.
—¿Estás segura de que la novia del ex novio de tu publicista lo vio realmente? ¿Que no la estabas induciendo con tus preguntas?
—Estoy segura —dijo indignada—. Además, le pregunté a mi madre.
—¿También estaba allí?
—No, pero sí dos amigas suyas, y una de ellas conocía a alguien que vio el seminario de Seattle. Todas dicen básicamente lo mismo, excepto esa parte de hacerlas creer. De hecho, una me dijo: «Creo que tenía las tarjetas desordenadas», y me dijo que no malgastase el dinero, que debería ir a ver a Angelina Black Feather. —Me sonrió y luego se puso seria—. Si Ariaura lo estuviese haciendo a propósito, ¿por qué iba a eliminarlo? ¿Y por qué el maestro de ceremonias y los acomodadores parecían tan alterados?
Ella también se había dado cuenta.
—Quizá no les advirtiese que iba a hacerlo. O, lo más probable, que formase parte de la representación, para hacer que la gente creyese en su autenticidad.
Kildy agitó la cabeza dubitativa.
—No creo. Creo que es otra cosa.
—¿Como qué? No creerás que realmente canaliza a ese tipo, ¿no?
—No,
claro
que no, Rob —dijo indignada—. Es sólo que… tú dices que lo hace para obtener publicidad y multitudes mayores, pero como me dijiste, la primera regla del éxito del negocio psíquico es decirle a la gente lo que quiere oír, no llamarlos idiotas. Viste a la mujer que tenías al lado… estaba dispuesta a irse, y la observé después. No firmó para una audiencia privada de iluminación, y tampoco lo hicieron muchas otras personas, y oí cómo el maestro de ceremonias le contaba a alguien que todavía quedaban muchas entradas libres para el siguiente seminario. El de la semana pasada estaba vendido al completo con un mes de antelación. ¿Por qué iba a hacer algo que dañase a su negocio?
—Tiene que hacer algo para superarse, para hacer que los clientes sigan viniendo, y el nuevo espíritu crea expectación. Espera y verás, la semana que viene estará anunciando «La batalla de los antiguos». Es una estratagema, Kildy.
—Entonces no crees que debamos volver a verla.
—
No
. Eso es lo peor que podríamos hacer. No queremos darle publicidad gratis, y si lo hizo para impresionarnos, aunque no parece probable, entonces estaríamos haciendo exactamente lo que quiere. Si no es así, y el espíritu aleja a los clientes como dices tú, entonces lo dejará y se inventará otro. O conseguirá quedarse sin negocio. En cualquier caso, no tenemos que hacer nada. No es noticia. Puedes olvidarte de ella.
Lo que demuestra que jamás podría dedicarme al negocio psíquico. Porque incluso antes de haber terminado de hablar, la puerta de la oficina se abrió de golpe y Ariaura entró aullando para agarrarme por las solapas.
—¡No sé lo que haces o cómo lo haces! —gritó—, ¡pero quiero que pares ahora mismo!
«Posee una capacidad enorme y muy poco común para los pronunciamientos provocadores…»
H. L. M
ENCKEN
No había dado crédito a la habilidad como actriz de Ariaura. Puede que su representación de Isus fuese inexpresiva y falsa, pero ofreció un retrato bastante convincente de una psíquica loca de atar.
—¡Cómo te
atreves
! —aulló—. Te demandaré y te sacaré todo lo que tienes.
Se había quitado la túnica sinuosa y se había puesto un traje color lila que Kildy más tarde me dijo que era un Zac Posen, y le resonaban el collar y los pendientes llenos de diamantes. Prácticamente vibraba de furia, aunque no eran las vibraciones positivas que había declarado necesarias para la aparición de espíritus.
—Acabo de ver el vídeo del seminario —chilló con el rostro a cinco centímetros del mío—. ¡Cómo te
atreves
a hipnotizarme y dejarme por estúpida delante de…!
—¿Hipnotizar? —dijo Kildy. (Yo estaba demasiado ocupado intentando soltarla de las solapas para decir nada)—. ¿Cree que Rob la hipnotizó?
—Oh, no te hagas la inocente —dijo Ariaura mirándole—. Hoy os vi a los dos entre el público, y sé todo lo que hay que saber sobre vosotros y esa revistucha desagradable y desdeñosa. Sé que los incrédulos no os detendríais ante nada para evitar que difunda la Verdad Superior, pero no creía que fueseis a llegar tan lejos, ¡hipnotizándome contra mi voluntad y haciéndome decir esas cosas! Isus me dijo que no debería permitiros entrar en el auditorio, que presentía peligro en vuestra presencia, pero yo dije: «No, que los incrédulos se queden y experimenten tu realidad. Que sepan que vienes de la Existencia Más Allá para ayudarles, para traernos palabras de Sabiduría Superior», pero Isus tenía razón, no tramabais nada bueno.
Soltó una mano de una solapa el tiempo suficiente para agitar en mi dirección una uña pintada de lila.
—Bien, tu plan de hipnotismo no surtirá
efecto
. He trabajado duro para llegar a donde estoy, y no voy a dejar que una pareja de incrédulos de mente estrecha como vosotros se interponga en mi camino. No tengo intención… ¡Sabiduría Superior, pamplinas! —bufó—. Yo lo llamaría Disparate Superior.
Kildy, sorprendida, me miró.
—Oh, la parafernalia es mucho más llamativa, lo admito —dijo Ariaura con la voz grave que habíamos oído en el seminario.
Como antes, el cambio se había producido sin pausa en medio de una frase. Me tenía agarrado por las solapas y al momento siguiente recorría la habitación, con las manos a la espalda, murmurando:
—El auditorio es mucho más elegante, y es una gran mejora con respecto al césped de un tribunal, y 20 grados menos. —Se sentó en el sofá, con las manos sobre las rodillas separadas—. Y los pedruscos que lleva harían que una gran piedra de los caballeros de Zoroastro pareciese carente de gracia, pero es la misma mentecatada de siempre y los mismos Boobus Americanus tragándosela.
Kildy se acercó cuidadosamente a mi mesa, metió la mano en el bolso e hizo algo que no pude ver, y luego regresó a su punto de origen, mirando en todo momento fijamente a Ariaura, que despotricaba contra el seminario.
—¡Nunca vi una variedad igual de simios boquiabiertos en un mismo lugar! Excepto por el hecho de que los paletos tienen que sentarse en el suelo, ¡y pagar por ese privilegio!, es la viva imagen de una tienda baptista. Diles lo que quieren oír, haz un par de trucos de magia, y luego pasa el platillo de las limosnas. ¡Y se lo siguen tragando! —Se puso en pie y volvió a caminar—. Sabía que debería haberme quedado. Igual que esa vez en Dayton… creo que todo ha terminado y me voy, ¡y mira lo que pasa! Dejan que los charlatanes y los estafadores se queden con todo, como esa Aimee Semple MacPherson. No es más vidente que… ¡consentir que destruyáis todo por lo que he trabajado! Yo… —miró perpleja a su alrededor— … ¿qué?… Yo… —Se detuvo…
Debía admitirlo. Era buena. Había cambiado a su propia voz sin vacilar, y luego había ofrecido una imitación impresionante de alguien que no sabía qué estaba pasando.
Me miró confusa, luego a Kildy y de vuelta a mí.
—Ha sucedido otra vez, ¿no? —preguntó con un estremecimiento en la voz, y se volvió para apelar a Kildy—. Él lo ha vuelto a hacer, ¿no es así? —y empezó a retroceder hacia la puerta—. ¿
No es
así?
Me señaló acusadoramente.
—¡Mantente
alejado
de mí! —chilló—. ¡Y mantente alejado de mis seminarios! Si
intentas
volver a acercarte a mí, ¡obtendré una orden judicial! —dijo y salió rápidamente cerrando la puerta de un golpe.
—Bien —dijo Kildy después de un minuto—. Ha sido interesante.
—Sí —dije mirando a la puerta—. Interesante.
Kildy se acercó a mi mesa y sacó la Hasaka de su bolso.
—Lo tengo todo —dijo, sacando el disco, metiéndolo en el ordenador y sentándose frente al monitor—. Esta vez había muchas más pistas. —Empezó a teclear órdenes—. Debería haber lo suficiente para que pudiésemos deducir de quién se trata.
—Sé de quién se trata —dije.
Kildy dejó de teclear.
—¿De quién?
—El Alto Sacerdote de la Irreverencia.
—
¿Quién?
—El Santo Terror de Baltimore, el Apóstol del Sentido Común, el Azote de Estafadores, Creacionistas, Curanderos y los Bobos —dije—. Henry Louis Mencken.
«En pocas palabras, es un fraude.»
H. L. M
ENCKEN
—¿H. L. Mencken? —dijo Kildy—. ¿El periodista que cubrió el juicio Scopes? —(ya dije que era demasiado buena para ser de verdad).
—¿Por qué iba a canalizarle Ariaura? —preguntó después de comparar las palabras y frases que habíamos recogido con los escritos de Mencken. Todos cuadraban, desde «bobería» hasta «primates boquiabiertos» acabando con «patria de los imbéciles y los idiotas».
—¿A qué se refería con lo de irse antes de Dayton? ¿Pasó algo en Ohio?
Negué con la cabeza.
—Tennessee. En Dayton se celebró el juicio Scopes.
—¿Y Mencken se fue antes?
—No lo sé —dije y me acerqué a la estantería para coger mi ejemplar de
The Great Monkey Trial
—, pero sé que durante el juicio hizo tanto calor que lo trasladaron al exterior.
—A eso se refería con el comentario sobre el césped del tribunal y que hiciese 20 grados menos —dijo Kildy.
Asentí.
—La semana del juicio tuvieron cuarenta grados y un noventa por ciento de humedad. Definitivamente se trata de Mencken. Inventó el término «Boobus Americanus».
—Pero ¿por qué iba Ariaura a canalizar a H. L. Mencken, Rob? Él
odiaba
a la gente como ella, ¿no?
—Eso lo puedes tener por seguro. —Había sido la perdición de charlatanes y curanderos durante los años veinte, escribiendo textos cáusticos sobre todo tipo de fraudes, desde la curación por la fe, la quiropráctica y el creacionismo, atacando incesantemente todo tipo de «abracadabras» y a favor de la ciencia y el pensamiento racional.
—Entonces, ¿por qué iba a canalizarle? —preguntó Kildy—. ¿Por qué no alguien que tuviese simpatías por los psíquicos, como Edgar Cayce o Madame Blavatsky?
—Porque sería sospechoso. Al canalizar a un enemigo de los psíquicos, consigue que parezca más creíble.
—Pero nadie ha oído hablar de él.
—Tú. Yo.
—Pero nadie más entre el público de Ariaura.
—Exacto —dije buscando
The Great Monkey Trial
.
—¿Crees que lo hace para impresionarnos?
—Evidentemente —dije examinando los títulos—. ¿Por qué si no iba a llegarse hasta aquí para dedicarnos su pequeña representación?
—Pero… ¿qué hay del seminario de Seattle? ¿O del de Berkeley?
—Pruebas. O esperaba que nos enterásemos y fuésemos a verla. Cosa que hicimos.
—No fue así —dijo Kildy—. Yo fui porque mi publicista quería que fuese.
—Pero tú vas a muchos actos espiritualistas, y hablas con mucha gente. Tu publicista estaba allí. Incluso si no hubieses ido, ella te lo hubiese comentado.
—Pero ¿qué sentido tendría? Eres escéptico. No crees en la canalización. ¿Creería realmente que podría convencerte de que Mencken era de verdad?
—Quizá —dije—. Es evidente que se ha tomado muchas molestias para hacer que el espíritu suene como él. Y piensa en el triunfo que representaría. ¿«Escéptico afirma que el espíritu canalizado es real»? ¿Has oído hablar de Uri Geller? Causó sensación en los setenta afirmando ser capaz de doblar cucharas con la mente. Recibió mucha atención después de que un par de científicos del Stanford Research Institute dijesen que no era un truco, que realmente lo hacía.
—¿Era así?
—No, claro que no, y con el tiempo quedó demostrado que era un fraude. Lo hizo Johnny Carson. Geller cometió el error de ir al
Tonight Show
y hacerlo delante de él. Aparentemente había olvidado que Carson había sido mago al comienzo de su carrera. Pero lo importante es que llegó hasta el
Tonight Show
. Y lo que le convirtió en famoso fue tener el apoyo de científicos reputados.
—Y si tú apoyases a Ariaura, si dijeses que crees que realmente se trata de Mencken, ella también sería famosa.
—Exacto.
—Bien, ¿qué hacemos?
—Nada.
—¿Nada? ¿No vas a intentar demostrar que es un fraude?
—Canalizar no es lo mismo que doblar cucharas. No hay pruebas que se puedan verificar de forma independiente. —La miré—. No vale la pena, y tenemos piezas mayores que cobrar Como Charles Fred. Está ganado
demasiado
dinero para ser un médium que sólo cobra doscientos dólares por representación, y acierta demasiadas veces para ser lectura en frío. Tenemos que descubrir cómo lo hace, y de dónde viene el dinero.
—Pero ¿no deberíamos ir al menos al próximo seminario de Ariaura para ver si vuelve a pasar? —insistió Kildy.
—¿Y tener que explicarle al periodista de
L.A. Times
, que casualmente andará por allí, por qué nos interesa tanto Ariaura? —dije—. ¿Y por qué hemos vuelto tres veces?
—Supongo que tienes razón. Pero ¿y si consigue el apoyo de otro escéptico? ¿O algún profesor inglés?
No se me había ocurrido. Ariaura había echado el anzuelo en cuatro seminarios que supiésemos. Era posible que lo hubiese hecho en más, y
The Skeptical Mind
estaba en Seattle, Carlyle Drew en San Francisco, y había muchos escépticos aficionados que asistían a actos espiritualistas.