La divina comedia (34 page)

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Authors: Dante Alighieri

Tags: #clásicos

BOOK: La divina comedia
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en que murió Palante por su reino.

Sabes que en Alba tuvo su morada

más de trescientos años, hasta el día

que por él combatieron tres y tres

Y sabes lo que obró en siete reinados,

del mal de las Sabinas a Lucrecia,

venciendo en torno a los pueblos vecinos.

Y lo que obró llevado contra Breno

por los magnos romanos, contra Pirro,

y las otras repúblicas y príncipes;

donde Torcuato y Quincio, a quien dio nombre

su pelo descuidado, Fabios, Decios

ganaron fama que con gusto incienso.

Luego humilló el orgullo de los árabes

que tras Aníbal las alpestres rocas

de las que bajas tú, Po, atravesaron.

Bajo aquél, siendo aún jóvenes, triunfaron

Escipión y Pompeyo; y a ese monte

a cuyo pie naciste, le fue amargo.

Luego, cercano el tiempo en el que el cielo

quiso ordenar el mundo a su manera,

César por gusto de Roma lo obtuvo.

Y lo que obró desde el Varo hasta el Rin,

lo vio el Isara, el Era y lo vio el Sena

y los ríos que al Ródano engrandecen.

Lo que obró luego al marcharse de Rávena

y cruzó el Rubicón, fue tan aprisa

que ni pluma ni lengua alcanzarían.

Luego marchó con sus tropas a España,

luego a Durazzo, y tal golpe en Farsalia

dio, que hasta el Nilo se dolió del daño.

A Antandro y al Simoes, patria suya,

vio otra vez, y el lugar que a Héctor sepulta;

y partió para mal de Tolomeo.

De allí fue como un rayo contra Juba;

y desde allí se volvió al occidente

donde escuchó la trompa pompeyana.

Por lo que obró en las manos del siguiente,

en el infierno ladran Bruto y Casio,

y se dolieron Módena y Perugia.

Aún lo llora la triste de Cleopatra,

que, escapando de aquél, con la culebra

se dio la muerte atroz e inesperada.

Con él llegó a la orilla del mar Rojo,

con él en tanta paz al mundo puso,

que las puertas de Jano se cerraron.

Mas lo que el signo del que estoy hablando,

hizo primeramente y luego haría,

por el reino mortal al que subyuga,

se vuelve en apariencia oscuro y poco,

si en manos del tercer César la vemos

con vista clara y con afecto puro;

pues la viva justicia que me inspira,

le concedió, en las manos del que digo,

la gloria de vengar su santa cólera.

Y asómbrate de lo que digo ahora:

corrió después con Tito a hacer venganza

de la venganza del pecado antiguo.

Y al morder los lombardos a la Santa

Iglesia con sus dientes, Carlomagno

la socorrió, venciendo, con sus alas.

Ahora puedes juzgar a esos que antes

me escuchaste acusar, y sus pecados,

que son causa de todas vuestras penas.

Uno al signo común los amarillos

lirios opone, y otro se lo apropia,

y es difícil saber quién más se engaña.

Urdan los gibelinos, urdan tretas

bajo otro signo, que mal sigue a éste

aquel que de él aparta la justicia;

y que este nuevo Carlos no lo abata

con sus güelfos, mas tema de sus garras

que a leones más fuertes han vencido.

¡Muchas veces los hijos han llorado

por las culpas del padre, y no se crea

que Dios cambie su emblema por las lises!

Esta pequeña estrella se engalana

de los buenos espíritus activos

para que fama y honra les alcance;

y cuando a esto dirigen sus deseos,

desviándose así, más apagados

del verdadero amor los rayos sienten.

Mas comparar los méritos y el premio

de nuestra dicha también forma parte,

no viéndolos mayores ni menores.

Tal nos endulza la viva justicia

el afecto, y por ello no se puede

ya a la malicia nunca desviarlo.

Diversas voces cantan dulces notas;

tal los diversos grados de esta vida

dulce armonía en estas ruedas forman.

Y dentro de esta perla en la que estamos

luce la luz de Romeo, de quien

fue su gran obra mal agradecida.

Pero sus enemigos provenzales

no ríen; pues camina erradamente

el que se duele del bien de los otros.

Cuatro hijas tuvo, y las cuatro reinaron,

Raimundo Berenguer, y esto lo hizo

Romeo, un hombre humilde y peregrino

Y luego las calumnias le movieron a

pedirle las cuentas a este justo,

quien devolvió siete y cinco por diez,

tras de lo cual partió, viejo y mendigo;

y si el mundo supiera su coraje

mendigando su vida hogaza a hogaza

mucho lo alaba, y más lo alabaría.

CANTO VII

«Ossanna, sanctus Deus sabaoth,

superilunstrans claritate tua

felices ignes borum malacth!»

De este modo, volviéndose a sus notas,

escuché que cantaba esa sustancia,

sobre la cual doble luz se enduaba;

y reemprendió su danza con las otras,

y como velocísimas centellas

las ocultó la súbita distancia.

Dudoso estaba y me decía: «¡Dile!

Dile, dile —decía— a mi señora

que mi sed sacie con su dulce estilo.»

Mas el respeto que de mí se adueña

tan sólo con la B o con el IZ,

como el sueño la frente me inclinaba.

Poco tiempo Beatriz consintió esto,

y empezó, iluminándome su risa,

que aun en el fuego me haría dichoso:

«Según mi parecer siempre infalible,

cómo justa venganza justamente

ha sido castigada, estás pensando;

mas yo desataré pronto tu mente;

y escúchame, porque lo que te diga

te hará el regalo de una gran certeza.

Por no poner a la virtud que quiere

un freno por su bien, el no nacido,

se condenó a sí mismo y su progenie;

por lo cual los humanos muchos siglos

en el error yacieron como enfermos,

hasta que al Verbo descender le plugo,

y la naturaleza extraviada

de su creador, añadió a su persona,

sólo por obra de su amor eterno

Ahora atiende a lo que ahora se razona:

a su hacedor unida esta natura,

cual fue creada fue sincera y buena;

mas desterrada fue del Paraíso

estando sola, pues torció el camino

de la verdad y de su propia vida.

Y así la pena de la cruz, medida

con la naturaleza que asumiera,

aplicóse más justa que ninguna;

y así ninguna fue tan injuriosa,

si a la persona que sufrió atendemos,

a la que se juntara esa natura.

Mas tuvo un acto efectos diferentes:

plació una muerte a Dios y a los judíos;

hizo temblar la tierra y abrió el cielo.

Ya no te debe parecer extraño,

al escuchar que una justa venganza

castigó luego un justo tribunal.

Mas ahora veo oprimida tu mente

de un pensamiento en otro por un nudo,

que ardientemente desatar esperas.

Te dices: "Bien comprendo lo que escucho;

mas porque Dios quisiera, se me esconde,

de redimirnos esta forma sólo."

Sepultado está, hermano, este decreto

a los ojos de aquellos cuyo ingenio

en la llama de amor no ha madurado.

Y en verdad, como en este punto mucho

se considera y poco se comprende,

diré por qué este modo fue el más digno.

La divina bondad, que de sí aparta

cualquier rencor, ardiendo en sí, destella

las eternas bellezas desplegando.

Lo que sin mediación de ella destila

luego no tiene fin, porque su impronta

nunca se borra en donde pone el sello.

Lo que sin mediación llueve de ella

del todo es libre porque no depende

de la influencia de las nuevas cosas.

Más le placen, pues más se le asemejan;

que el santo amor que toda cosa irradia,

es más brillante en la más parecida.

Tiene ventaja en todos estos dones

la humana criatura, y si uno falta,

privada debe ser de su nobleza.

Sólo el pecado es el que la encadena

del sumo bien haciéndola distinta,

por lo que con su luz poco se adorna;

y a aquella dignidad ya nunca vuelve

si no llena el vacío de la culpa

con justas penas contra el mal deleite.

Vuestra naturaleza, al pecar tota

en su simiente, de estas dignidades,

como del paraíso, fue apartada;

sin poder recobrarla, si lo piensas

bien sutilmente, por ningún camino

que por estos dos vados no atraviese:

o que Dios solo generosamente

perdonara, o el hombre por sí mismo

diese satisfacción de su locura.

Ahora clava la vista en el abismo

del eterno saber, a mis palabras

cuanto puedas atentamente fijo.

No podría en sus límites el hombre

satisfacer, pues no puede ir abajo

luego con humildad obedeciendo,

cuanto desobediente quiso alzarse;

y es esta la razón que incapacita

a reparar al hombre por sí mismo.

A Dios, pues, convenía con sus medios

al hombre devolver la vida entera,

con uno digo, o con los dos acaso.

Mas pues la obra es tanto más querida

por quien la hace, cuanto más nos muestra

el pecho bondadoso del que sale,

la divina bondad que el mundo sella,

de proceder por todos sus caminos

gustó para volvernos a lo alto.

Y entre la última noche y el primero

de los días, un hecho tan sublime

por uno y otro, ni hubo ni lo habrá:

pues fue más generoso al darse él mismo,

para hacer digno al hombre de elevarse,

Dios, que si hubiera sólo perdonado;

y ningún otro modo le bastaba

a la justicia, si el Divino Hijo

no se hubiese humillado al encarnarse.

Ahora para calmar cualquier deseo,

vuelvo para aclararte sólo un punto

para que puedas, como yo, entenderlo.

Tú dices: "Veo el fuego, y veo el agua,

la tierra, el aire y sus combinaciones

que se corrompen y que duran poco;

y creadas han sido sin embargo;

por lo que, si es verdad lo que me has dicho

de corrupción debieran verse libres."

Los ángeles, hermano, y este puro

país en el que estamos, fueron hechos

tal como son, en su entera existencia;

pero los elementos que has nombrado

y aquellas cosas que proceden de ellos

de creada potencia toman forma.

Creada fue la materia que tienen;

creada fue la potencia formante

en los astros que en torno suyo giran.

Las luces santas sacan con su rayo

de su virtualidad y con sus giros

el alma de las plantas y los brutos;

pero sin mediación la vuestra exhala

la suprema bondad, y la enamora

de sí, tal que por siempre la desea.

Y deducir aún puedes de este punto

vuestra resurrección, si otra vez piensas

cómo la humana carne fue creada

al ser creados los primeros padres.»

CANTO VIII

Solía creer el mundo erradamente

que la bella Cipriña el amor loco

desde el tercer epiciclo irradiaba;

y por esto no honraban sólo a ella

con sacrificios y votivos ruegos

en su antiguo extravío los antiguos;

mas a Dione honraban y a Cupido,

por madre a una, al otro como hijo,

y en el seno de Dido lo creían;

y por la que he citado en el comienzo,

le pusieron el nombre a aquella estrella

que al sol recrea de nuca o de frente.

Hasta ella ascendí sin darme cuenta;

pero me confirmó que en ella estaba

el ver aún más hermosa a mi señora.

Y cual la chispa se observa en la llama,

y una voz se distingue entre las voces,

si una se para y otra el canto sigue,

en esa luz vi yo otras luminarias

dar vuelta más o menos velozmente,

acordes, pienso, a su visión interna.

De fría nube vientos no descienden,

tan raudos, ya visibles, ya invisibles,

que ni lentos ni torpes pareciesen

a quien hubiese esas luces divinas

visto venir, dejando aquella danza

que empezaba en los altos serafines;

y en los primeros que se aparecieron

tal hosanna se oía, que las ansias

de escucharlo otra vez nunca he perdido.

Entonces uno se acercó a nosotros

y dijo: «Estamos todos preparados

para darte placer y recrearte.

Girarnos con los príncipes celestes

con un mismo girar y una sed misma,

de la cual tú en el mundo ya cantaste:

«Los que moveis pensando el tercer áeio»;

y tal amor nos colma, que no menos

dulce, por complacerte, es el pararnos.»

Luego de haber mis ojos reverentes

puesto en mi dama, y que ella les hubiera

satisfecho mostrando su aquiescencia,

volviéronse a la luz que una tan grande

promesa había hecho, y: «Quiénes sois»

dijo mi voz de gran afecto llena.

¡Y cuánto y cómo vi que se crecía

con esta dicha nueva que aumentaba

su dicha, al dirigirle mi pregunta!

Dijo, así transformada: «Poco tiempo

del mundo fui; y si más hubiera sido,

muchos males que habrá, no los habría.

Mi contento no deja que me veas

porque brillando alrededor me oculta

como animal en su seda encerrado.

Mucho me amaste, y tuviste motivos;

pues si hubiese vivido, hubieras visto

de mi cariño más que sólo hojas.

Aquella orilla izquierda que al mezclarse

bañan el río Ródano y el Sorga,

por señor a su hora me esperaba,

Y aquel cuerno de Ausonia limitado

por Catona, por Baria, por Gaeta,

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