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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Historia

La formación de América del Norte (4 page)

BOOK: La formación de América del Norte
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Por un tiempo, durante la época mongol, pareció que el comercio por tierra entre las naciones del Atlántico y las del Pacífico se hacía más directo, aumentaba y florecía. Puede imaginarse fácilmente que los Polo fueron seguidos por otros.

Pero en 1368 menos de medio siglo después de la muerte de Marco Polo, los mongoles fueron expulsados de China. En su lugar gobernó una dinastía nativa, la cual puso en claro que los extranjeros ya no serían bien recibidos allí. Por esa época, también, Tamerlán, un descendiente de Gengis Kan, inició una carrera de conquistas que puso a todo el Asia occidental bajo su dominio. Su reino se extendía entre Europa y el Lejano Oriente, y tampoco él quería extranjeros.

El Lejano Oriente, que por un momento había sido expuesto ante los ojos de Europa de tentadora manera, fue nuevamente inaccesible, y la ruta por tierra a las Indias
[9]
quedó cerrada y nunca volvería a abrirse realmente. Nunca los gobernantes de Europa occidental y los del Asia oriental volverían a estar tan cerca y tan libres de intermediarios como en la era mongol.

Pero eso era por tierra. ¿Qué ocurría con el mar? Marco Polo había hecho un viaje por mar a lo largo de las costas de China e India. ¿No habría una ruta marítima por la cual llegar a esas costas desde Europa?

El mar mejor conocido por los europeos era el Mediterráneo. Este mar llevaba hacia el Este, pero no tenía ninguna abertura en su parte oriental. Dirigiéndose hacia la parte sudeste del Mediterráneo y cruzando la península del Sinaí, se podía pasar al mar Rojo y desde allí se llegaba fácilmente a las Indias por mar. Pero el problema era que la península del Sinaí y, en verdad, toda la costa meridional y oriental del Mediterráneo estaban dominadas por los musulmanes. Entre éstos y los cristianos de Europa occidental sólo había enemistad, y había poca probabilidad de hallar un camino práctico desde Europa hasta el Lejano Oriente si ese camino debía atravesar territorio musulmán.

En tal caso, ¿había alguna posibilidad de evitar totalmente el mar Mediterráneo? Supóngase que los barcos entraban en el Atlántico, navegaban hacia el Sur y luego giraban hacia el Este. Podían circunnavegar África y evitar totalmente el mundo musulmán en su viaje al Lejano Oriente.

La parte de Europa que estaba más al Oeste y más al Sur, y por ende tenía una ventaja inicial en todo plan de circunnavegación de África, era la península Ibérica. En el Siglo VIII, la Península había sido capturada por los «moros» musulmanes del norte de África, pero subsistían principados cristianos en la cadena montañosa septentrional; el prolongado contraataque comenzó casi de inmediato. A comienzos del Siglo XIV, la mayor parte de la Península había sido reconquistada, y el poder musulmán quedó confinado al reino de Granada, lejos, en el Sur.

La parte cristiana de la Península nunca había estado unida, sino que estaba formada por reinos separados, cada uno de los cuales se aferraba celosamente a su independencia y a menudo guerreaban entre sí.

La parte más oriental de la península Ibérica constituía el reino de Aragón. Su costa marítima estaba totalmente sobre el Mediterráneo, y miraba hacia el Este —no hacia el Atlántico— en busca de expansión. Se convirtió en una potencia mediterránea, y por el 1300 poseía grandes partes de Italia y varias de las islas situadas entre Aragón e Italia.

La parte central de la Península la ocupaba el reino de Castilla. Abarcaba más de la mitad de toda la Península y tenía costas en el Mediterráneo y en el Atlántico. Pero al Sur estaba Granada, y muchas de las energías de Castilla fueron dedicadas a la continua lucha contra los musulmanes.

El reino que ocupaba la parte más occidental de la Península había nacido en 1095. Por entonces, una región ubicada a lo largo de la desembocadura del río Duero fue otorgada a Enrique de Borgona, un caballero aventurero de origen francés. La región había sido llamada
Cale
en tiempos romanos, y la ciudad situada en la desembocadura del Duero era
Portus Cale
. El nombre de la ciudad fue deformado y dio «Oporto», y el de la región fue alterado de otro modo para dar «Portugal». Gradualmente, los gobernantes descendientes de Enrique de Borgona expandieron sus dominios hacia el Sur a expensas de los moros. En 1249 los portugueses se habían apoderado de toda la franja de costa atlántica al sur de sus posesiones originales, y Portugal (el nombre fue aplicado a todo el país) llegó a sus límites actuales
[10]
.

Después de 1249 Portugal, como Aragón, ya no tenía un enemigo musulmán en sus fronteras. Como Aragón, también, daba al mar, pero no al Mediterráneo. Portugal tiene solamente costa atlántica y, desde su parte más meridional, oscura y brumosamente se divisa África en el horizonte.

Portugal lindaba por tierra con el reino considerablemente mayor de Castilla, lo cual, por supuesto, representaba un peligro. Castilla había absorbido el pequeño reino septentrional de León, y Portugal podía sufrir el mismo destino.

El peligro se hizo más agudo después de la muerte de Fernando I de Portugal, en 1383. Fernando era el último descendiente masculino de Enrique de Borgona, y no dejó hijos varones. Su única hija, Beatriz, estaba casada con Juan I de Castilla. Naturalmente, Juan declaró que Portugal ahora estaba bajo el gobierno de Beatriz y que su hijo, Enrique, gobernaría ambos países después de la muerte de sus padres.

Los portugueses no querían saber nada de esto. El difunto Fernando I tenía un hermano, también llamado Juan, cuyo único inconveniente consistía en que era ilegítimo. Pero los portugueses decidieron que era preferible para ellos ser gobernados por el hijo ilegítimo de un rey portugués que por el hijo legítimo de un rey castellano. Juan fue proclamado rey con el nombre de Juan I de Portugal, y esto, claro está, significaba la guerra entre él y Juan I de Castilla.

En agosto de 1385 Juan I condujo su ejército a Portugal y el 14 de agosto se libró una gran batalla en Aljubarrota, a unos cien kilómetros al norte de Lisboa. Juan de Castilla fue derrotado rotundamente; su ejército fue aplastado y dispersado, y él mismo apenas pudo escapar.

Un factor de la victoria fue la ayuda que Inglaterra brindó a Portugal. Inglaterra se hallaba por entonces en guerra con Francia y, puesto que Castilla era aliada de Francia, Inglaterra estaba dispuesta a ayudar a los enemigos de Castilla.

De hecho, en 1386 fue enviada una expedición inglesa a invadir Castilla. Estaba bajo el mando de Juan de Gante, duque de Lancaster. Era tío de Ricardo II, por entonces rey de Inglaterra, e hijo del anterior rey inglés, Eduardo III. La expedición fue un completo fracaso, pero antes de retornar a su país, Juan de Gante concertó un matrimonio entre su hija Felipa y Juan I de Portugal.

De su esposa inglesa, Juan I tuvo cuatro hijos y una hija. El hijo mayor fue llamado Eduardo (Duarte, en portugués), en homenaje a su abuelo inglés, y gobernó Portugal después de la muerte de Juan I. El tercer hijo de Juan, nacido en 1394, fue llamado Enrique y es conocido en la historia como Enrique el Navegante.

La victoria de Portugal sobre Castilla elevó su moral hasta el cielo, y anhelaba nuevas victorias y triunfos. Derrotada Castilla, el lugar más próximo donde los portugueses podían hallar un enemigo era en África, al otro lado del estrecho que separa a este continente de la península Ibérica.

Se reunió una flota. El objetivo de la primera aventura ultramarina de Portugal era Ceuta, ciudad situada en el extremo más septentrional de lo que es hoy Marruecos. Juan y sus hijos acompañaron a la flota y, el 24 de agosto de 1415, Ceuta fue atacada y tomada. El príncipe Enrique se distinguió particularmente, y su estandarte fue el primero en ser izado sobre la muralla de la ciudad.

Aguas abajo por la costa de África

En el curso de la expedición contra Ceuta, el príncipe Enrique quedó seducido por África; se convirtió en su único y exclusivo interés. Desde ese momento y durante cuarenta y cinco años, hasta su muerte, en 1460, sólo tuvo un objetivo, que era explorar las costas de África, hallar un modo de bordear el continente y dominar la ruta marítima hacia las Indias.

En 1420, después de retornar de una segunda expedición a Ceuta destinada a ayudar a la guarnición portuguesa de esta ciudad a sobrevivir ante un asedio, fundó un centro para la navegación en Sagres, en la punta sudoccidental de Portugal. Se convirtió en un refugio para navegantes experimentados, en un lugar donde se construían barcos de acuerdo con nuevos diseños, donde se contrataba y entrenaba a las tripulaciones y donde se equipaba cuidadosamente las expediciones.

Año tras año, el príncipe Enrique envió barcos a navegar aguas abajo por la costa atlántica de África, y cada uno trataba de llegar más lejos que el anterior. Fue una especie de cabo Kennedy del siglo XV. El proyecto africano de la época era tan excitante como el proyecto de llegar a la Luna de nuestro tiempo.

El primer fruto del esfuerzo de Enrique llegó aun antes de que éste estableciese su centro en Sagres, pues en 1418 un pequeño grupo de islas, situadas a 930 kilómetros al sudoeste de Portugal y a 640 kilómetros de la costa de África, fueron descubiertas por un navegante portugués, João Gonçalves Zarco. Hizo el descubrimiento después de haber sido alejado de la costa africana por una tormenta. (Tales descubrimientos debidos a tormentas tuvieron lugar tanto antes como después de la época de Zarco). Zarco llamó a la isla mayor «Madeira», palabra portuguesa que significa «madera», porque era muy boscosa.

Quizá Madeira haya sido vista por viajeros anteriores, pues en un mapa italiano que se remonta a 1350 figuran unas islas en el lugar de Madeira. Pero sólo después del descubrimiento portugués Madeira entró de lleno en la conciencia europea y permaneció en ella. Cuando Zarco llegó a la isla estaba deshabitada. Enrique el Navegante tomó medidas para establecer una colonia en ella e hizo talar los bosques para que se pudiese dedicar la tierra a la agricultura. La isla es portuguesa hasta el día de hoy.

A 500 kilómetros al sur de Madeira hay un grupo mucho mayor de islas, a sólo 80 kilómetros frente a la costa de África. Aparentemente estas islas eran conocidas por los romanos, que las llamaban «Canaria», de la palabra latina que significa «perro», porque se decía que había perros salvajes en ellas. Hoy las llamamos las Islas Canarias
[11]
.

Varios navegantes de tierras diversas habían divisado esas islas antes de la época del príncipe Enrique. Aventureros que trataron de establecerse en ellas apelaron a la ayuda de Castilla y, por la época en que el príncipe Enrique inició sus exploraciones por la costa africana, Castilla se había afirmado en las islas. En 1425 Enrique, temiendo la interferencia castellana en sus expediciones costeras, envió una expedición para conquistarlas. Pero fracasó y, pese a repetidos esfuerzos portugueses, las islas Canarias siguieron siendo castellanas.

A 1.300 kilómetros de Madeira, en pleno océano Atlántico, hay aun otro grupo de islas, que al parecer figuraban en mapas italianos de un siglo antes. El príncipe Enrique quizá vio tales mapas o escuchó de boca de marinos relatos sobre ellas, pues en 1431 envió una expedición al Oeste para localizarlas. Gonçalvo Velho Cabral, que comandaba la expedición, halló las islas y, por los halcones que vio en ellas, las llamó las Açores, la palabra portuguesa que significa «halcones». Nosotros las llamamos las Azores.

Las Azores, deshabitadas por la época del descubrimiento portugués, fueron colonizadas por ellos y siguen siendo de Portugal hasta el día de hoy.

Al enviar hombres a las Azores, el príncipe Enrique, aunque no lo sabía, les había hecho hacer la tercera parte del camino a través del Atlántico hacia América, pero no era su principal interés explorar el Oeste. Quería circunnavegar África, y el principal objetivo de sus expediciones era el Sur.

Año tras año, los osados navegantes portugueses avanzaron cada vez más por la costa africana. En 1433 habían navegado por casi 1.600 kilómetros a lo largo de las costas del continente, y en la década siguiente avanzaron 1.300 kilómetros más. Entonces, se llegó a cierta especie de mojón. A lo largo de todos esos 2.900 kilómetros de costa, los portugueses habían pasado delante de tierras relativamente áridas, pues bordearon el límite occidental del gran desierto del Sahara. Pero, finalmente, se llegó a los límites meridionales del desierto y, en 1444, el navegante Nunho Tristão llegó a la desembocadura de un gran río. Era el río Senegal.

Al año siguiente, Dinis Dias avanzó 200 kilómetros más y llegó al cabo Verde, así llamado por su color, tan diferente del color pardo del Sahara. Y el cabo Verde fue otro mojón. Durante más de un cuarto de siglo las expediciones se habían desplazado constantemente aguas abajo por la costa africana, a lo largo de casi 3.200 kilómetros; pero siempre, a través de toda esa extensión costera, habían avanzado hacia el
Sudoeste
. Cada kilómetro llevaba a los barcos más lejos del Este, más lejos de las riquezas de las Indias. Cuando se llegó al cabo Verde, los barcos estaban a 800 kilómetros al oeste de Portugal.

Pero el cabo Verde es la parte más occidental del continente africano. Más allá de ese cabo la costa corre directamente hacia el Sur y luego empieza a dirigirse cada vez más hacia el
Sudeste
. De allí en adelante los barcos empezaron a desplazarse hacia la meta final, en vez de alejarse de ella.

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