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Authors: Charles Bukowski

Tags: #Erótico, Humor, Relato

La máquina de follar (14 page)

BOOK: La máquina de follar
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—¿por qué vino a verte? —preguntó él.

—no sé.

—¿y qué dijo?

—no recuerdo lo que dijo. lo único que recuerdo es que llevaba un lindo vestido azul y que tenía los ojos de un maravilloso azul resplandeciente.

—¿no te acuerdas de lo que dijo?

—en absoluto.

—¿te la tiraste?

—claro que no. Dorothy tiene que vigilar mucho con quién se va a la cama. piensa en la mala publicidad si involuntariamente se acostase con un agente del FBI o con el dueño de una cadena de zapaterías. supongo que Jackie Kennedy debe seleccionar también cuidadosamente sus ligues.

—claro. la Imagen. no creo que ella se acostase nunca con Paul Krassner.

—me gustaría estar allí si lo hiciera.

—¿sujetando las toallas?

—sujetando las piezas —dijo él.

y los ojos de Dorothy Healey tenían aquel maravilloso azul resplandeciente...

los tebeos hace ya mucho que se han hecho serios, y desde entonces son en realidad más cómicos que nunca. las historietas dibujadas han sustituido en cierto modo a los antiguos seriales radiofónicos. ambas cosas tienen en común el que tienden a proyectar una realidad sería, muy seria, y en eso radica su humor: su realidad es tan claramente artilugio de plástico de saldo que no puedes por menos de reírte un poco si no tienes demasiados problemas digestivos.

en el último número de Los Angeles Times (cuando escribo esto) tenemos una historia hippie-beatnik y su desenlace. ha aparecido el rebelde universitario, barbudo y con jersey de cuello alto, escapándose con la reina de la universidad, una rubia de larga melena y figura perfecta (casi me corro mirándola). lo que el rebelde de la universidad defiende es algo de lo que nunca podemos estar del todo seguros, salvo en unos cuantos discursitos que dicen muy poco. de cualquier modo, no te aburriré con el argumento de la historia. termina con el gran papi malo, corbata y traje caro y cabeza calva y nariz aguileña, haciéndole al barbudo un sermoncito de su cosecha, y ofreciéndole luego un trabajo en bandeja, para que pueda así tener como es debido a su cachonda hija. el hippie-beatnik se niega al principio y desaparece de la página y el papi y la hija están haciendo el equipaje para abandonarle, para dejarle allí en su propio fango idealista, cuando, de improviso, vuelve. « ¡Joe!... ¿qué has hecho?» dice la cachonda hija. y Joe entra SONRIENDO Y AFEITADO: «pensé que debías verle bien la cara a tu marido, querida... ¡antes de que fuese demasiado tarde! » . luego se vuelve a papá: «también pensé, señor Stevens, que una barba sería más un inconveniente que una ayuda... ¡PARA UN AGENTE INMOBILIARIO! » . «¿significa esto que ha recuperado usted por fin EL JUICIO, joven» pregunta papá. «significa que quiero pagar el precio que usted pone a su hija, caballero» (¡ay, el sexo, ay el amor, ay la JODIENDA!) «pero», continúa nuestro ex hippie, «aún pienso combatir la INJUSTICIA... ¡donde quiera que la encuentre!». bien, eso es magnífico, porque nuestro ex hippie va a encontrar mucha injusticia en el negocio inmobiliario. luego, en un aparte, papá nos dice: «vaya sorpresa que te vas a llevar, amigo... ¡cuando descubras que nosotros los viejos retrógrados queremos también un mundo mejor! ¡sólo que no somos partidarios de QUEMAR la casa para librarnos de las termitas!».

pero, viejos retrógrados, piensa uno inevitablemente. ¿qué demonios estáis haciendo? luego pasas al otro lado de la página, a APARTAMENTO 3-G, y allí hay un profesor universitario que analiza con una chica muy rica y muy bella el amor que ella siente por un joven médico pobre e idealista. este médico ha incurrido en arrebatos temperamentales muy desagradables: tiró el mantel, los platos y las tazas en el club nocturno, tiró por el aire los emparedados de huevo, y, si no recuerdo mal, zurró a un par de amigos. le enfurece que su hermosa y rica dama no haga más que ofrecerle dinero, pero pese a tanta furia ha aceptado un fantástico automóvil nuevo, un consultorio lujosamente decorado en la zona residencial y otros artículos. ay, si este médico fuese el vendedor de periódicos de la esquina, o el cartero, no recibiría nada de esto, y me gustaría verle entrar en un club nocturno y tirar cena y vino y tazas de café y cucharas y demás al suelo y luego volver y sentarse y no disculparse siquiera. desde luego, no me gustaría nada que ESE médico me operase de mis hemorroides crónicas.

así que cuando lees las historietas ríes ríes ríes, y sabes que es ahí en parte, donde estamos.

pasó ayer a verme un profesor de una universidad. no se parecía a Dorothy Healey, pero su mujer, una poetisa peruana, estaba la mar de buena. el objeto era que estaba cansado de las mismas inútiles reuniones de supuesta NUEVA POESIA. la poesía sigue siendo aún, dentro de las artes, el mayor reducto de fatuos pretenciosos, con grupillos de poetas luchando por el poder. supongo que el mayor fraude que se inventó fue el viejo grupo de Black Mountain. y a Creeley aún le temen dentro y fuera de las universidades (le temen y le reverencian) más que a ningún otro poeta. luego tenemos a los académicos que, como Creeley, escriben muy cuidadosamente. en suma, la poesía generalmente aceptada hoy, tiene una especie de cristal por fuera, suave y deslizante, y dentro sólo hay una articulación embutida palabra a palabra en una suma o agregado, en general inhumano y metálico, una especie de perspectiva semisecreta. es una poesía para millonarios y hombres gordos con tiempo libre por lo que recibe respaldo y sobrevive, porque el secreto es que los que están en el ajo lo están de veras y al diablo el resto. pero es una poesía torpe, muy torpe, tan torpe que la torpeza se toma por significado oculto... el significado está oculto, no hay duda, tan bien oculto que no hay ningún significado. pero si TU no puedes encontrarlo, careces de alma, de sensibilidad, etc., así que es MEJOR QUE LO DESCUBRAS O NO ESTAS EN EL AJO. y si no lo descubres, NO MOLESTES.

entretanto, cada dos o tres años, alguien de la academia, deseando conservar su puesto en la estructura universitaria (y si piensas que Vietnam es un infierno deberías ver lo que pasa entre esos supuestos cerebros en sus combates, intrigas y luchas por el poder dentro de sus propias cárceles) saca la misma vieja colección de poesía vidriosa e insulsa y la etiqueta LA NUEVA POESIA o LA NOVISIMA, pero sigue siendo la misma baraja marcada.

bueno, este profesor era un jugador evidentemente, dijo que estaba harto del juego y que quería sacar a la luz algo fuerte, una creatividad nueva. tenía ideas propias, pero luego me preguntó quién creía yo que estaba escribiendo la nueva poesía ACTUAL, qué muchachos eran y qué material. no pude contestarle, francamente. al principio mencioné algunos nombres: Steve Richmond, Doug Blazek, Al Purdy, Brown Miller, Harold Norse, etc., pero luego me di cuenta de que a la mayoría los conocía personalmente, y si no personalmente, por correspondencia. me dio un escalofrío. si los etiquetaba como grupo, sería otra vez una especie de BLACK MOUNTAIN... otra nueva capilla. así empieza la muerte. una especie de muerte personal gloriosa, pero de todos modos una mierda.

así que, rechacemos a ésos; rechacemos a los chicos de la vieja poesía-vidriosa, ¿qué nos queda? una obra de mucho vigor, la obra vivida y colorista de los jóvenes que empiezan ahora a escribir y a publicar en pequeñas revistas que sacan adelante otros jóvenes llenos también de fuerza y ánimo. para éstos, el sexo es algo nuevo y la vida también bastante nueva y también la guerra, y eso está muy bien, resulta refrescante. aún no están «atrapados». pero, por otra parte, escriben un buen verso y catorce malos. a veces, te hacen añorar hasta el cuidadoso chisporroteo y el catarro de un Creeley y suenan todos igual. y añoras a un Jeffers, un hombre sentado detrás de una roca, tallando la sangre de su corazón entre paredes. dicen que no hay que confiar en el que pase de los treinta, y porcentualmente es una buena fórmula: la mayoría de los hombres se han vendido ya por entonces. así que, en realidad, ¿COMO VOY A CONFIAR YO EN UN HOMBRE DE MENOS DE TREINTA? lo más probable es que se venda.

bueno, quizás sea cuestión de épocas. tal como está la poesía (y esto incluye a un tal Charles Bukowski), sencillamente, en esta época, sencillamente no TENEMOS arietes, faltan los innovadores audaces, los hombres, los dioses, los grandes muchachos, que podrían levantarnos de la cama de un golpe o mantenernos en movimiento en el infernal pozo oscuro de fábricas y calles. los T. S. Eliot han desaparecido. Auden se ha parado; Pound está esperando la muerte; Jeffers dejó un hueco que jamás llenará ningún Love-In del Gran Cañón; hasta el viejo Frost tenía cierta grandeza de espíritu; Cummings no nos deja dormirnos; Spender, «este hombre es vida agonizando» ha dejado de escribir; a D. Thomas le mató el whisky norteamericano, la admiración norteamericana y la mujer norteamericana; hasta Sandburg, hace ya mucho tiempo escaso de talento, que entra en las aulas norteamericanas con su pelo blanco mal cortado, su mala guitarra y sus ojos vacíos, hasta Sandburg ha recibido la patada en el culo de la muerte.

admitámoslo: los gigantes han muerto y no han aparecido gigantes que los sustituyan. quizás sean los tiempos. quizás ahora les toque a Vietnam, a Africa, a los árabes. quizás la gente quiera más de lo que dicen los poetas. quizás la gente acabe siendo el último poeta... ojalá. Dios lo sabe, a mí no me gustan los poetas. no me gusta sentarme con ellos en la misma habitación. pero es difícil dar con lo que a uno le gusta. las calles parecen huecas. el hombre que me llena el depósito en la gasolinera de la esquina parece la más nefanda y odiosa de las bestias. y cuando veo fotos de mi presidente, o le oigo hablar, me parece una especie de gran payaso seboso, una criatura torpe y repugnante a la que se ha otorgado decisión sobre mi vida, mis posibilidades, y las de todos los demás. y yo no lo entiendo. y lo que pasa con nuestro presidente pasa con nuestra poesía. es casi como si le hubiésemos formado con nuestra falta de espíritu, y en consecuencia lo mereciéramos. Johnson está perfectamente a cubierto de las balas de un asesino, no por el aumento de las medidas de seguridad, sino porque produce poco placer o ninguno matar a un hombre muerto.

lo que vuelve a llevarnos al profesor y a su pregunta: ¿a quién incluir en un libro de poesía verdaderamente nueva? yo diría que a nadie. que es mejor olvidarse de tal libro. es casi imposible. si quieres leer un material decente, humano y fuerte, sin falsedades ni fingimientos, yo diría Al Purdy, el canadiense. pero, ¿qué es en realidad un canadiense? sólo alguien subido en la rama de un árbol, apenas allí, gritando hermosas canciones de fuego desde dentro de su vino casero. el tiempo, si lo tenemos, nos lo dirá, nos hablará de él.

así que, profesor, lo siento, pero no puedo ayudarle. quizás sea culpa de alguna rosa de mi ojal (¿ROSA TIERRA?) el que nos hayamos perdido, y eso incluye a los Creeley, a ti, a mí, a Johnson, a Dorothy Healey, a C. Clay, a Powell, al último disparo de Hem, a la gran tristeza de mi hija pequeña que corre por el piso hacia mí. todos sentimos cada vez más esta maldita pérdida de espíritu y de dirección. e intentamos avanzar más y más hacia algún mesías antes de la Catástrofe, pero ningún Ghandi, ningún PRIMER Castro se ha adelantado. sólo Dorothy Healey la de ojos como el cielo. y es una sucia comunista.

así que, veamos. Lowell rechazó la invitación de Johnson a una especie de fiesta al aire libre. esto estuvo bien. esto fue un principio. pero, por desgracia, Robert Lowell escribe bien. demasiado bien. está atrapado entre una especie de poesía tipo vidrio y una dura realidad, y no sabe qué hacer: por tanto, mezcla ambas y muere de ambos modos. a Lowell le gustaría muchísimo ser un ser humano. pero le castran sus propias concepciones poéticas. Ginsberg, mientras da gigantescos y extrovertidos saltos mortales ante nuestra vista, comprende el vacío e intenta llenarlo. al menos sabe lo que está mal... pero carece sencillamente de la capacidad artística necesaria para llenar ese vacío. así que, profesor, gracias por la visita. a mi puerta llama mucha gente extraña. demasiados extraños. no sé qué será de nosotros. necesitamos muchísima suerte. y últimamente la mía ha sido muy mala. y el sol está acercándose. y, la Vida, tan fea como parece, quizá merezca vivirse tres o cuatro días más. ¿crees que lo conseguiremos?

Notas sobre la peste

Peste, s. (del latín pestis, plaga, peste; de donde pestilente, pestífero; la misma raíz que perdo, destruir [PERDICION].) Una plaga, pestilencia o enfermedad epidémica y mortífera; toda cosa nociva, maligna o destructiva; persona destructiva y maligna.

la peste es, en cierto modo, un ser muy superior a nosotros: sabe dónde encontrarnos y cómo... normalmente en el baño o en plena relación sexual, o dormidos. Hace muy bien también lo de cazarte en el cagadero a media cagada. si ella está a la puerta, puedes gritar: « ¡por Dios, espera un momento, no fastidies, ahora mismo salgo!». pero el sonido de una dolorida voz humana no hace más que alentar a la peste: su llamada, su campanilleo, se hace más animado. la peste suele llamar y campanillear. has de dejarla entrar. y cuando se va (al fin), estás enfermo una semana. la peste no sólo te mea el alma... hace también magníficamente lo de dejarte su agua amarillenta en la tapa del water. deja apenas lo suficiente para que se vea; no sabes que está allí hasta que te sientas y es demasiado tarde.

a diferencia de ti, la peste tiene tiempo de sobra para fastidiarte. y todas sus ideas son contrarias a las tuyas, pero ella nunca lo sabe porque habla constantemente y aun cuando aproveches una oportunidad para discrepar, la peste no oye. la peste jamás ove tu voz, en realidad. sólo es para ella una vaga zona de ruptura, después prosigue su diálogo. y mientras la peste prosigue, te preguntas cómo es que siempre consigue meter sus sucios morros en tu alma. la peste tiene también muy clara conciencia de tus horas de sueño y te telefoneará una y otra vez cuando duermes y su primera pregunta será: «¿te desperté?» _. o irá a tu casa y estarán todas las persianas echadas, pero ella llamará y llamará salvaje, orgiásticamente. si no contestas, gritará: «¡sé que estás ahí! ¡he visto el coche fuera!».

esos destructores, aunque no tienen la menor idea de tu forma de pensar, perciben que les detestas, pero por otra parte esto no hace más que estimularles. comprenden también que eres un determinado tipo de persona: es decir, ante la disyuntiva de herir o ser herido, aceptarás lo último, y las pestes corren detrás de los mejores filetes de humanidad. saben dónde está la buena carne.

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