Read La música del mundo Online

Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

La música del mundo (12 page)

BOOK: La música del mundo
13.09Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

las recién descubiertas grutas habían sido bautizadas según el nombre de su descubridor, Agustín Garudi, uno de los obreros que participaban en las obras, un emigrante iraní de 37 años que había cristianizado su nombre de pila y había adaptado su apellido, en el cual vivía un gran pájaro sagrado, un dios de Oriente Medio, para hacerlo tolerable a la dulce cerrazón del oído paiseño

como sucedía siempre entre los Dormidos, la conversación derivó en seguida de lo particular a lo general, de lo factual a lo especulativo, del orden al desorden, para ingresar acto seguido en el caos… las recién descubiertas grutas de Garudi eran motivo de interrogación y sorpresa para la mayoría de los paiseños; una de las implicaciones del descubrimiento, y no la menor, era la posibilidad de visitarlas, descender, ponerse una rebeca, pasar un poco de miedo, comprobar la perseverancia de las estalactitas, maravillarse de la porosidad del planeta, y disfrutar así al tiempo de una visión oblicua de las obras de la Exposición Universal y de un agradable día de campo —ahora que los días comenzaban a acortarse visiblemente y se aproximaba el hermosísimo final del verano… los académicos, sin embargo, despreciaron toda implicación humana, todo rasgo de curiosidad, toda posibilidad de esparcimiento, y se dedicaron a examinar el tema de la manera más fría y científica posible, los tres académicos intentando demostrar (ante Block, que permanecía callado) su dominio sobre el tema LOS ORÍGENES HISTÓRICOS DEL VALLE DE PAÍSES y no paraban de citar a autores antiguos, desde el anónimo autor de la
Ora Marítima
, que fue el primero en dar unos cuantos nombres de pueblos de la costa («Punalfar» era Bolante, según Jaime, y en contra de otras muchas escuelas filológicas, y «Curdana» era nada menos que Otradna) hasta Estrabón, Tiburcio y Columecio, mientras un canario cantaba dentro de su jaula en una ventana cercana, el viento movía los elefantiásicos castaños de Indias que había sobre sus cabezas y ellos iban vaciando por turnos, trago tras trago, los vasos multicolores que había sobre la mesa…

—esas grutas debían de resultar mucho más accesibles en tiempos de la colonización romana, dijo Jesús, y seguramente Tiburcio se refería a ellas cuando habla de «lagos subterráneos, a través de los cuales puede cruzarse el país casi de un lado a otro, sin ser advertido por los que están en el exterior…»

—Tiburcio nunca estuvo en estas tierras, dijo Jaime, y tenía mucha imaginación

—Tolón de Apidauro habla de un «país doble» al oeste, dijo Jesús, no sé si conocéis su
Receptáculo Universal
… es un país doble porque consiste en un país en la superficie, con ríos, árboles y caminos, y un país subterráneo compuesto por enormes cavernas, lagunas y ríos que discurren bajo tierra

un país doble al oeste

la «prueba» para Tolón de Apidauro, eran dos caballos puestos al galope… imaginad, dice, que un caballo se lanza al galope a través de este país, imaginad que ni él ni su jinete sufren hambre ni cansancio, que galopan sin parar durante días… imaginad ahora que, al mismo tiempo, un caballo echa a correr en el «país doble» (i.e. el país subterráneo), también inmune al cansancio, montado por un jinete también incansable… bueno, ¿qué caballo llegaría antes? la inexplicable afirmación de Tolón de Apidauro es que llegaría antes el caballo que corre por el país doble, ya que «no hay allí cosas, sino trasuntos de las cosas; no hay allí sino sombras, y no existe el halago de la luz, sus dulces mentiras; se pasa antes por las cosas, sobreviene antes el hastío y parecen más pálidos los placeres; las mismas distancias parecen más breves, y el tiempo del sueño parece apenas una parte de un sueño, en lo cual, soñando, y entre sombras, ensoñado, entre pálidas impresiones, inmune a la intensa felicidad, llega antes este jinete que el que cabalga por el país del exterior…»

—es cierto que las distancias parecen menores en las regiones subterráneas, observó Jaime… basta una sencilla prueba: contemplar una calle desde la acera y después descender al paso subterráneo que la cruza bajo tierra, y siempre parece que en el paso subterráneo hay menos distancia que de una acera a otra

—pero ¿por qué un caballo? preguntó Pedro… ¿qué significan para un caballo las sombras, el hastío, las mentiras o la felicidad? quizá lo más importante de esa historia no sea el caballo, sino el jinete…

—Patonio observa que en las lagunas subterráneas de Menandria habitan hombres que pueden pasarse días enteros bajo el agua, dijo Jesús… Ortelano en
De Spificione
lamenta que el emperador haya mandado cerrar las cuatro puertas de piedra que, en un extenso parque del oeste, comunicaban con el «Mundo subterráneo», aunque el frívolo comentador medieval Filobosco piensa que ese «Mundo subterráneo» no era sino un burdel…

en este punto, el exceso de erudición de Jesús hizo que los tres quedaran en silencio… los cuatro se pusieron a mirar en direcciones distintas, a puntos situados todos fuera del círculo… a Block le parecía la conversación de tres locos…

oh, angustia, pensaba Block, oh angustia: dulcísima, le crecía por el pecho, por la garganta… pidieron otra copa, otra copa de oporto frente a él, sangre temblorosa dentro del cristal; las luces se encendían en lo alto, balcones privados, arcos voltaicos municipales, y el café comenzaba a llenarse; ¿llegaré alguna vez a mirarles como amigos míos? se preguntaba mirando a Pedro, a Jaime, a Jesús, ¿será posible que alguna vez pueda mirarles sin que me resulten unos extraños?… eran alegres, volátiles, ingeniosos, bienhumorados, y sin embargo, como sucede a menudo con las personas de otro país, le resultaban extrañamente fríos y distantes, vagamente crueles: oh angustia, dulcísima… los ojos de Jaime eran oscuros, los ojos de Jesús eran verde ámbar… hacían planes para esa noche, miraban a su alrededor, soplaba la brisa y un aroma incitante y sexual descendía de los castaños… no eran como él se había esperado (y había esperado tanto, soñado tanto: sus noches del Sur, sus noches en Países la bella), no hablaban de las cosas que él había esperado que hablaran, las cosas no eran tan mágicas, tan nuevas, en esta Países del Sur como él había esperado que fueran…

bien entrada la noche, Jaime propuso que fueran a Clamores a oír
jazz
, y por alguna razón la idea de oír
jazz
sedujo a todo el mundo… se trataba, simplemente, de una cuestión de romanticismo, una de esas formas en que una generación se reconoce o se inventa a sí misma, ya que había algo irresistible en las palabras «vamos a oír
jazz
»; en realidad, las posibilidades de disfrutar realmente de la música, o de penetrar siquiera unos pocos pasos en su secreto, parecían cuando menos remotas, pero la vida está compuesta tan sólo de racimos de secretos inviolables y placeres remotos, y lo inalcanzable y lo inaudible no nos detienen de confiar en la belleza de las cosas, somos ecuánimes, caminamos a ciegas y con una sonrisa de confianza en los labios por ese mundo de cosas que deseamos aceptar, a pesar incluso de que no logremos comprenderlas ni amarlas, porque aceptarlas es, en realidad, lo único que podemos
hacer
con nuestro deseo… perdieron a Jesús por el camino, y desandando los pasos le encontraron charlando dentro de un café con una ex compañera de tesis; se lo llevaron junto con la ex compañera, también embrujada como una cobra frente a una mangosta por la alocución mágica «vamos a oír
jazz
» —pero no lograron que dejaran de hablar de Angelo Poliziano y de Baltasar Castiglione… discutían sobre el concepto del concepto en la teoría literaria renacentista; hasta el momento (era intolerable) todos los que habían estudiado el tema se habían equivocado, y ya era hora de poner las cosas en claro; Jesús citaba como un poseso a Robortello y a Minturno, y la ex compañera le miraba con ojos de éxtasis… cuando llegaron a Clamores, los dos quedaron en silencio…

había un grupo tocando, se llamaba Out of Nowhere; Jaime parecía conocer a varios de los músicos… se sentaron cerca del escenario; como siempre, la música que estaba sonando les descorazonaba vagamente, ya que no se parecía en nada a lo que ellos habían esperado… ya estaban oyendo
jazz
… en el escenario, el saxo tenor atravesaba con dificultades un incómodo pasaje en mi mayor, poco ayudado por los poliacordes hiperintelectualizados del pianista… el saxo tenor resolvió su paso azaroso por la selva de sostenidos con una escala de blues y luego entró en
fa mayor
, saltando de acá para allá en una de esas frases esquizoides y tridimensionales que llevaban toda la noche brotándole de los dedos (se había pasado la tarde comiendo tostadas con queso y oyendo discos de Bransford Marsalis)… estaban oyendo
jazz

durante el solo de contrabajo, pudieron hablar con más comodidad

—no, no me gusta el
jazz
, decía Block; la ex compañera le miró con gesto de desilusión, como si acabara de decir algo de pésimo gusto o se hubiera reído de una deformidad física o una minoría étnica


some like it hot, but I prefer classical music
, dijo Pedro, amante del cine americano

al cabo de un rato, por las escaleras de la entrada del local descendieron dos flores, una rubia, otra morena; se detuvieron al pie de la escalera, como sorprendidas de que nadie se acercara a recibirlas con un ramo de flores envuelto en celofán… eran Lalene y Defonselle

—sentaos un rato, les dijo Jaime: por supuesto, las conocía; se las presentó a los demás, y ellas parecieron muy felices de conocer a tanta gente nueva…

—no recuerdo quién es Lalene y quién es Defonselle, dijo Block, corriéndose en el banco de terciopelo para hacer sitio a las recién llegadas, que le miraban sonriendo

—eso depende, dijo Lalene, o quizá Defonselle

—ahora conocemos a casi todos los músicos de
jazz
de Países, le decía Defonselle, o quizá Lalene, a Pedro…

tenía los hombros desnudos, los brazos cubiertos de pelusa rubia; varias pulseras de plástico color rosa y verde danzaban en su muñeca, entrando y saliendo unas de otras

—el otro día, decía Lalene, estuvimos oyendo a Malik… absolutamente fantástico… guerra a muerte al
pattern
… eso es, verdaderamente, la improvisación… guerra a muerte al
pattern

Block no sabía lo que era un
pattern

—Defonselle, dijo dirigiéndose a la flor rubia, me gustan tus pulseras…

—gracias, dijo Defonselle mostrándoselas y moviendo la mano como una danzarina egipcia… son de Lalene… me las ha regalado esta tarde… nos gustan las cosas baratas, añadió

—el plástico es el único material que nos queda, dijo su amiga con un suspiro de tristeza… es, realmente, lo último…

—también está el látex, decía Pedro

—oh,
nasty boy
, decían las dos arrugando la nariz…
nasty, nasty boy

la amiga de Jesús las miraba con expresión de asombro, parecía a punto de preguntarles qué pensaban sobre el concepto del concepto

llegó el intermedio; los músicos dejaban sus instrumentos plateados o dorados en sus soportes y desenchufaban los amplificadores, salían del escenario rumbo a la barra y a sus dos consumiciones gratuitas, en los altavoces comenzó a sonar
Africa/Brass
de Coltrane, y Lalene y Defonselle desaparecieron para charlar con sus amigos músicos…

—¿las ves a menudo? le preguntó Block a Jaime

—no, no, dijo Jaime con vaguedad, siempre en sitios así

pero las pulseras de plástico, pensó Block, círculos y espirales universales; los dobles conos opuestos cuyo giro obsesionaba a Yeats, anillos anulares, médulas medulares… una muñeca femenina, extendida sobre el borde de piedra… Ariosto, la poesía de las verdes arboledas, la ninfa perseguida, el sátiro burlado, el dios amor, la luna…

todos terminaron en casa de Jaime; Pedro se marchó en seguida; Jesús y la ex compañera se besaban pensativamente mirándose a los ojos con atención al mismo tiempo, Jaime y Block se besaban con Lalene y Defonselle en distantes lugares del apartamento… Jaime había puesto una cinta de
Cascadas y petirrojos
, caían las cascadas, cantaban los petirrojos generando sonidos de amor y paz universales… oh, la vida extraña, oh, detente, Tiempo, oh instante, el Sur, las rosas del sur, las palmas y el azul mar de los Sargazos, la vida perdurable, la vida extraña, nuestro paso de sueño por este planeta, la carroza que se lleva la juventud, las figuras pintadas en un tapiz, la vida extraña, la ternura del interior de los muslos, las sorpresas del cuerpo enemigo, venas azules, tendones, pliegues de grasa y sin embargo qué hermosa era la noche, la hermosa, hermosa noche, de ciervos y oros, de relojes y rosas, oh noche alegre, noche venal y efímera..

EL EFECTO MONTOLIU, I
MONTOLIU, KARMIN, UN GORRIÓN, MARFIRA III

Jaime empujó la puerta y entró en la habitación: justo enfrente, las verdes cortinas entreabiertas dejaban caer sobre la mesa llena de libros y sobre la alfombra turca, un retorcido dragón de sol con las alas extendidas, cuyas fauces entreabiertas parecían querer devorar las zapatillas de Block, que asomaban tímidamente bajo los flecos de la cama… Block estaba metido en la cama, recostado sobre un par de almohadones enormes parecidos a las nubes de un dios de teatro y con un libro abierto sobre las rodillas…

—¿todavía en la cama? dijo Jaime

—siéntate por ahí, dijo Block, esto está un poco desordenado

Jaime quitó los libros que había en una de las sillas, los colocó sobre la mesa junto con el periódico que traía bajo el brazo y se sentó con un suspiro… la clase de Montoliu era a las once, y Block no se molestaba en asistir a las clases anteriores; en cuanto a Jaime, él sólo asistía a las clases de Montoliu… duermes demasiado, dijo Jaime, ¿o es que acaso has empezado a escribir?… no, por el momento sólo leo, ya ves el desorden en que está la habitación… ayer, después de las clases de la tarde me fui a esa gran librería del centro de Países y compré todo lo que ves ahí… en la mesa no sólo había libros: también un par de blocs abiertos, con apuntes escritos con lápiz muy afilado (ésta era, para Jaime, una de las típicas «costumbres inglesas» de Block), un par de lápices, gomas de borrar, quebradizas volutas orladas de rojo y verde que surgían de un sacapuntas metálico, un par de vasos con posos en el fondo, una
kettle
eléctrica, una lata de té color granate con peonías en flor surgiendo en cada una de sus caras, un molde de plástico naranja para dibujar parábolas y líneas onduladas, una bandeja de papel encerado espolvoreado de migas, un par de gemelos de ámbar, una caja de esmalte que representaba a un caballo volador surgiendo entre nubes de fuego, una rosa seca, Block solía vivir siempre en un desorden parecido, un desorden no premeditado pero atractivo por alguna razón, un desorden elegante, Jaime envidiaba en secreto este hermoso desorden de Block… en el desorden de Block nunca aparecían calcetines ni pañuelos, ningún libro de contraportadas satinadas era torturado por pesados monstruos (una maceta, un candelabro): hermosos libros aparecían artísticamente entreabiertos aquí y allá, una flor seca insinuaba un perfume inexistente, un trozo de cartón perteneciente a un mapamundi descolorido mostraba el encanto de lo incompleto…

BOOK: La música del mundo
13.09Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

Boswell by Stanley Elkin
Song of Sorcery by Elizabeth Ann Scarborough
Stories in Stone by David B. Williams
Miss Match by Erynn Mangum
Sketchy Behavior by Erynn Mangum
Steal the Night by Lexi Blake