La música del mundo (55 page)

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Authors: Andrés Ibáñez

Tags: #Fantasía, Relato

BOOK: La música del mundo
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—¿qué me dices de esto? dijo Jaime con ojos brillantes… ¡es el mismo edificio!… es una segunda oportunidad… una vez estemos dentro, nos perderemos de nuevo, buscaremos de nuevo…

—el edificio quedó libre, especuló Block, un poco asustado por la pasión aventurera de Jaime… y el gobierno estoniano lo ha comprado o alquilado, y ha establecido aquí la embajada… nada más… simple casualidad

—sí, simple casualidad, dijo Jaime

Estrella había ido hasta el extremo de la calle para ver si aparecían Mencía y Carlos; les había encontrado saliendo de un taxi y venía ahora con ellos, los tres del brazo

todos se besaban y abrazaban, Carlos les dio la mano a Jaime y a Block estrechándola con demasiada fuerza

—queridos, qué vergüenza, les dijo Mencía, estamos borrachos… hemos estado cenando con unos amigos y ha sido imposible evitarlo, completamente imposible, dijo abrazándoles y besándoles a los tres… ah, Block no esperaba un abrazo tan perfumado, tan cálido y lleno de vida…

la fiesta se desarrollaba en los salones y pasillos de la embajada, la única parte de la casa que Jaime y Block no habían tenido tiempo de explorar en su anterior visita al lugar… terciopelo color sangre, arañas levitando como naves extraterrestres de observación, ángeles músicos con diademas de perlas, coronas de acebo, perfilados ojos de diablesa, vestidos de noche, medias de flores o de pájaros negros, una orquesta tocando, máscaras de carnaval, todos los olímpicos, faunos, ninfas, frutas y flores derramados por la cornucopia en cuyo azogue Jaime y Block se miraban ahora a los ojos, sin saber por dónde empezar…

—bien, dijo Jaime… antes que nada, un tequila

dejaron a Estrella, Mencía y Carlos bailando en la pista de baile y se acercaron al bar

—¿está segura de que no quiere un poco de alegría en su zumo de grosella, señora? preguntaba el camarero a una máscara de plumas

—y ¿quién me lleva luego a casa? decía ella llena de sugerencias

—oh, dijo Jaime mirando al camarero muy sorprendido

tenía el pelo más largo, y había engordado ligeramente desde el verano… sonreía y bromeaba; su nuevo trabajo parecía haberle sentado muy bien… Jaime vació su tequila de un trago y pidió otro, sin dejar de mirarle

—intentemos una explicación racional, dijo Block cuando el camarero se alejaba hacia el otro extremo de la barra…

—es Cosmeta, dijo Jaime… el mismísimo Cosmeta

—sí, dijo Block, pero intentemos una explicación racional… sabemos que Cosmeta no era más que un pobre diablo… liquidado su anterior trabajo aquí, fuera cual fuera, se las arregla para quedarse en la embajada como camarero…

—no sabemos si era un pobre diablo, dijo Jaime… no sabemos nada de toda esa gente… además, entrar a trabajar en una embajada no es tan fácil… observemos, Block, observemos…

se perdieron de nuevo entre la multitud… pasaron frente a la puerta de la sala de proyecciones, donde se pasaban diapositivas sobre la historia de Estonia ilustradas musicalmente con el concierto para balalaika y orquesta de Tubin; en las hileras de asientos había un par de parejas románticas y un misterioso fumador solitario y hundido entre las sombras, traicionado por un rizo levantado como un dragón rampante en el aire e iluminado por el haz tornasolado del proyector…

al otro extremo del edificio, en otro salón más pequeño amenizado por una banda de música popular estoniana, estaban el embajador,
Monsieur
Celacantus, que caminaba saludando a unos y a otros del brazo de una joven mulata muy elegante, y un nutrido grupo de notables y famosos entre los que se encontraban, entre varias estrellas de la canción o de la pantalla, Agustín Montoliu… un camarero paseaba con una bandeja llena de copas de champán; también se acercó a Jaime y Block, pero ninguno de los dos quería beber más champán esa noche —a pesar de lo cual se quedaron mirando con interés al camarero, que también les resultaba conocido…

—¡Matienka! dijo Jaime cuando se alejaba… la bandeja cargada de vasos parecía flotar por los aires, su técnica era aparentemente perfecta, ¿habían estado, quizá, entrenándose durante meses para realizar todos aquellos trabajos? entonces, lo que habían sorprendido aquella tarde de verano, ¿no eran sino los prolegómenos de una conspiración? ah, pero ellos habían pensado en una conspiración de signo bien distinto…

—Matienka, desde luego, dijo Block…

—ah, cómo me gustaría seguirle… ya se nos escapó una vez con su paquete de libros, esta vez no se nos puede escapar

—¿libros? preguntó Block sorprendido

—sí, dijo Jaime haciendo una seña a Montoliu, que acababa de verles… sí, porque estoy convencido de que las entregas se siguen realizando… estoy convencido de que todo sigue funcionando igual que antes

—Jaime y Block, los inseparables, dijo Montoliu acercándose a ellos… estaba muy alegre y expansivo, debía de llevar toda la noche bebiendo

—¿qué tal, Agustín?

—venid, dijo, voy a presentaros al embajador

—¿quién es esa belleza que va con él? preguntó Jaime

—¡
Mme
. Celacantus! susurró Montoliu, ¿no habéis oído hablar de ella?
Mme
. Celacantus,
née
Dalia Soupantin… y la historia: una bella aventurera francesa, nacida en Le Prêcheur, un pueblecito de Martinica, en las Indias Occidentales francesas… habréis visto máscaras en la fiesta, supongo, bellas
diablesses
danzando de acá para allá: son las diablesas del
Vaval
, el Carnaval de Martinica… normalmente las celebraciones comienzan justo después del Año Nuevo y duran seis semanas, pero Mme. Celacantus ha decidido, al parecer, que el primer
zouk
sea esta misma noche…

—oh, dijo Jaime mirando nerviosamente en dirección a Matienka

—¿qué es un
zouk
? preguntó Block

—una noche de fiesta, una fiesta sin fin…

Montoliu les presentó…
Monsieur
Celacantus era un afable personaje monumentalmente obeso, que les dio la mano con suavidad femenina y les ofreció una copa de Berzhovska;
Madame
Celacantus, veinte años más joven que él, llevaba en el pelo un luminoso hibisco rojo recién cortado, y era muy hermosa, alta y huesuda, con piel color chocolate y largas y espesas pestañas; ambos se sintieron muy interesados al enterarse de que Block era súbdito de Tristenia, el desdichado país de las cacerías del alce, las rosas salvajes y los príncipes turcos de los cuentos infantiles, y
Monsieur
Celacantus, que se preciaba de conocer a la mayoría de las familias reales de Europa, se interesó por la salud de su padre; luego le preguntó a Block qué era lo que hacía en Países… ¿estudiar? oh, Países parecía haberse puesto de moda últimamente como lugar de estudio; Saaremaa, la sobrina predilecta de
Monsieur
Celacantus había decidido también venir a estudiar a Países… ¿no la habían conocido?… una jovencita muy lista… debía de estar por ahí…

—pero querido, dijo
Madame
Celacantus con un fuerte y delicioso acento francés… ellos no se van a divertir con Saaremaa… Saaremaa es casi una niña…

—¿casi una niña? se sorprendió
Monsieur
Celacantus

mientras, en otro lugar de la fiesta, otra escena muy diferente estaba teniendo lugar: un hombre y una mujer estaban sentados en un sofá, debajo de la escalera

—lo siento, lo siento, lo siento, decía la mujer… también ella era mucho más joven que él

—pero ¿por qué me lo has tenido que decir esta noche? ¿por qué precisamente ahora? preguntó él…

—cualquier momento era malo, dijo ella… cualquier momento era tan malo que pensé que… pero no quería decírtelo ahora, ha sido algo repentino

—sí, dijo él… pero no llores… no eres tú la que tiene que llorar… ahora eres libre

—¿libre? dijo ella levantando la cara… no sé qué quieres decir con eso… ¿por qué tienes una manera tan rara de entender las cosas, Otón?… yo siempre he sido libre…

—eso es evidente, dijo él con sarcasmo

—lloro porque odio hacerte daño

—oh, claro, dijo él con tono sarcàstico… bueno, al fin y al cabo es todo culpa mía… fui yo el que empezó todo esto, fui yo el que te buscó

—Dios mío, Dios mío, cómo entiendes las cosas… no fuiste tú… fui yo la que te buscó… nada es culpa de nadie, pero fui yo la que empezó, claro que fui yo…

—¿tú? dijo él levantándose, mirándola con extrañeza… sus grandes manos estaban abiertas, los brazos caídos a ambos lados del cuerpo…

—Otón, eres tan cómico, dijo ella riéndose en medio de las lágrimas que caían por sus mejillas, los brazos caídos a ambos lados del cuerpo

—no entiendo nada, dijo él mirándola de reojo, sin atreverse a posar sus ojos en ella… no te entiendo… lo mejor es que nos digamos adiós…

—¿seguimos siendo amigos?

—¿amigos? no sé… me siento enfermo… no puedo seguir hablando ahora… perdona…

—espera, dijo ella levantándose también… espera un segundo

—no, dijo él alzando las manos para detenerla… no, no…

desapareció, caminando como un sonámbulo, en dirección al salón principal de la fiesta…

Jaime y Block habían logrado por fin desembarazarse de Montoliu después de presentárselo a Mencía, que estaba desfallecida en un sofá, agotada de tanto bailar, y volvían de nuevo a la carga…

—espera, dijo Block cogiendo a Jaime de la manga… creo que acabo de ver a Otón…

—sí, dijo Jaime… más tarde hablaremos con él

—estaba muy raro, dijo Block… iba caminando como un zombi

—luego, Block, luego, dijo Jaime… mira, dime a quién ves asomándose desde detrás de esa cortina

era la señora Claramonte, una señora Claramonte muy avejentada y temblorosa, con el rostro amarillento y grandes bolsas bajo los ojos… estaba asomada detrás de una cortina que se abría a un pasillo a oscuras que debía conectar con la parte de la casa no utilizada para la fiesta… Jaime y Block se acercaron hacia allá, y casi se tropezaron con Matienka, que surgía de la oscuridad del pasillo con la gran bandeja plateada en lo alto…

—está en la sala de proyecciones, le dijo Matienka a la señora Claramonte… le he dicho que suba al segundo piso, y que allí podrá atenderle el doctor

—¿tú te encargas de todo? dijo ella

—sí, por supuesto… pero allí arriba no hay nadie… está todo muy tranquilo

—id a la biblioteca, dijo la mujer nerviosa viendo que Jaime la miraba… id a la biblioteca

—perdone, ¿alguien se ha puesto enfermo? le preguntó Jaime muy amablemente a la señora Claramonte

—no, que yo sepa… ¿por qué me lo pregunta?

—por nada… feliz año nuevo

—feliz año nuevo, señor

—es evidente que estás muy satisfecho contigo mismo, dijo Block cuando caminaban en dirección a la sala de proyecciones

—la sala de proyecciones… ¿quién diablos es el que está en la sala de proyecciones?

cruzaron el salón principal de nuevo y volvieron a atravesar las cortinas negras… la sala de proyecciones estaba vacía; en la pantalla se veía la palabra FIN; sólo quedaba el misterioso fumador en un rincón, la columna de humo brillando suspendida en el aire: entonces se encendieron todas las luces eléctricas y vieron que bajo la nube de humo no había nadie en absoluto: el misterioso espectador había aprovechado el último instante de oscuridad para escabullirse…

—no tenemos suerte, dijo Jaime… ¿por qué no tenemos suerte?

entraron en el salón de fumar, que estaba desierto y con todas las puertaventanas abiertas de par en par y dejando entrar la brisa helada del jardín… había casi silencio

—no entiendo qué hace Otón en esta fiesta, dijo Block

—olvídate de Otón… estoy intentando pensar

había muebles estilo imperio en el salón de fumar, espejos dorados y jarrones con varas de gladiolo… uno de los juerguistas, que seguramente había bebido demasiado, reposaba en un sofá, un brazo y una pierna colgando… al fondo había una monumental estufa francesa de porcelana verde, conectada al antiguo sistema de calefacción del edificio por medio de un grueso tubo de porcelana que descendía desde el techo…

—espera, dijo Jaime… un ruido

quedaron en silencio… el juerguista dormido reposaba apaciblemente

—allí, dijo Jaime… en la estufa

—¿en la estufa?

—hay alguien dentro de la estufa

se acercaron, y Block miró a través de la rejilla…

—¿hay alguien ahí? dijo Jaime


help me out
, dijo una voz femenina muy asustada…
aidé moi

je vous prie

—¿quién eres? dijo Jaime

—Saaremaa, dijo la voz

la mujer que estaba sentada en el sofá que había debajo de la escalera, hecha un ovillo, sus costados ondulando como una superficie de agua, luego secándose los ojos, cansada de llorar, suspirando con fuerza, secándose los ojos con el borde de la blusa de seda, contempla, al otro lado del pasillo, a través de una puerta entreabierta, cómo dos invitados de la fiesta abren la rejilla de una monumental estufa de esmalte, y ayudan a salir de allí a una muchachita vestida con un traje blanco de gasa todo lleno de manchas de hollín… la muchachita se mira el vestido, uno de los tirantes está roto, el borde del vestido está rasgado en varios lugares… ahora les está explicando cómo es que ha aparecido allí dentro… su lenguaje de gestos es enormemente expresivo: alguien la empujó, ella cayó a un lugar sin salida, buscó la salida en la oscuridad, de pronto cayó por un tubo de porcelana hasta dar a parar en el interior de la estufa… la mujer que contempla la escena suspira… le gustaría comprender qué es lo que sucede… luego la muchachita señala hacia la escalera, y los dos invitados la siguen… la mujer se hunde en las sombras, pero los zapatos de tacón, las piernas desnudas y un vuelo de gasa color violeta quedan a la luz…

—¿Zoé? dice uno de los invitados acercándose con paso titubeante, mientras los otros dos suben por la escalera

—hola, dice ella… ya os he visto… pero ahora no puedo hablar

—¿pasa algo? dice él

—no, espera, dice ella cubriéndose el rostro… tengo todo el maquillaje corrido, dice intentando reír… no pasa nada… no quiero que me veas

Block se reunió con Jaime y Saaremaa, que le esperaban al pie de la escalera…

—Saaremaa, dijo Jaime… ¿sabes dónde está la biblioteca?

—oh, sí, yo sé… ¿por qué quieres ir a biblioteca? exigió Saaremaa…

—esta fiesta es tan aburrida, dijo Jaime fingiendo que ahogaba un bostezo… quiero leer un libro

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