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Authors: Georges Perec

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La vida instrucciones de uso (71 page)

BOOK: La vida instrucciones de uso
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La señora Trévins tardó varios años en escribir aquella historia, aprovechando los escasos ratos de respiro que le dejaba la señora Moreau. Fue muy meticulosa en la elección de su seudónimo: un nombre tan levemente evocador de algo cultural y un apellido doble uno de cuyos miembros es de una trivialidad ejemplar mientras que el otro recuerda una personalidad célebre. Esto no bastó para convencer a los editores, que no sabían qué hacer con una primera novela escrita por una solterona de 85 años. De hecho la señora Trévins sólo tenía ochenta y dos años, pero para los editores el problema era el mismo, y la señora Trévins, desanimada, acabó haciéndose imprimir un ejemplar único, que se dedicó a sí misma.

Capítulo XC
El portal, 2

Parte derecha del portal de la casa. Al fondo el arranque de la escalera; en primer término, a la derecha, la puerta de la vivienda de los Marcia. En segundo término, debajo de un gran espejo con marco de molduras doradas en el que se refleja imperfectamente la figura, vista de espaldas, de Ursula Sobieski de pie delante de la portería, una gran arca para leña cuya tapa forrada y almohadillada con terciopelo amarillo hace las veces de asiento. Tres mujeres están sentadas en ella: la señora Lafuente, la señora Albin y Gertrude, la antigua cocinera de la señora Moreau.

La primera, la que está más a la derecha con relación a nosotros, es la señora Lafuente: aunque son cerca de las ocho de la noche, la asistenta de la señora de Beaumont no ha concluido aún su jornada. Iba a marcharse cuando ha llegado el afinador del piano: la señorita Anne estaba con su gimnasia, la señorita Béatrice estaba arriba y la señora se había echado un ratito antes de cenar. De modo que la señora Lafuente ha tenido que atender al afinador y mandar al nieto a sentarse a la escalera con un tebeo para que no volviera a hacer las diabluras de la vez pasada. Después la señora Lafuente ha abierto la nevera y ha visto que sólo quedaban tres yogures silueta-delgada-sabor-búlgaro para cenar: la señorita Anne había liquidado la fruta y las sobras de asado y de pollo que debían constituir lo esencial de la cena; pese a lo intempestivo de la hora y aunque los lunes tienen cerrado casi todos los tenderos del barrio, en particular aquellos de los que es parroquiana, ha bajado corriendo a comprar huevos, jamón y un kilo de cerezas a
La parisienne
, de la calle de Chazelles. Cuando volvía con su bolsa, se ha encontrado a la señora Albin, que regresaba de su visita diaria a la tumba de su marido, de palique con Gertrude en el portal, y, como llevaba varios meses sin ver a Gertrude, se ha parado a saludarla. Pues Gertrude, que fue durante diez años la temida cocinera de la señora Moreau, la que le preparaba sus comidas monocromas y que todo París le envidiaba, acabó cediendo a las proposiciones que se le hacían, y la señora Moreau, que ha renunciado definitivamente a sus grandes cenas, la dejó marchar. Gertrude sirve ahora en Inglaterra. Su señor, lord Ashtray, se enriqueció con la recuperación de metales no ferrosos, y ahora se gasta su fortuna llevando, en su gigantesca propiedad de los alrededores de Londres, Hammer Hall, la vida fastuosa de un gran señor.

Gacetilleros y visitantes se han quedado muchas veces boquiabiertos delante de sus muebles Regency de palo de rosa, sus divanes de cuero de cuya pátina se han responsabilizado ocho generaciones de nobles auténticos, sus parquets tabicados, sus 97 lacayos de librea color canario y sus artesonados en los que se repite con profusión el curioso emblema que toda su vida ha asociado con sus actividades: una manzana roja cordiforme atravesada de parte a parte por un largo gusano y rodeada de llamas cortitas.

Las estadísticas más desconcertantes circulan sobre este personaje: se dice que tiene empleados con jornada completa a cuarenta y tres jardineros, que hay tantas ventanas, puertas vidrieras y espejos en su propiedad que ha encargado de su limpieza a cuatro criados y que, no consiguiendo que le cambiasen los cristales a medida que se rompían, ha solucionado el problema adquiriendo simplemente la fábrica de cristales más próxima.

Hay quien dice que posee once mil corbatas y 813 bastones, y está suscrito a todos los diarios de lengua inglesa del mundo entero, no para leerlos, cosa que hacen sus ocho documentalistas, sino para hacer los crucigramas, de los que es tan amante que, cada ocho días, le empapelan de arriba abajo su habitación con parrillas ideadas especialmente para él por el cruciverbista que más aprecia, Barton O’Brien, de la
Auckland Gazette and Hemisphere
. Es también un ferviente aficionado al rugby y ha formado un equipo privado que entrena él en secreto desde hace meses con la esperanza de verlo desafiar victoriosamente al próximo vencedor del torneo de las Cinco Naciones.

Según otros, aquellas colecciones y aquellas manías son añagazas destinadas a proteger las tres verdaderas pasiones de lord Ashtray: el boxeo (dicen que en su casa se entrena Melzack Wall, el challenger al título mundial de los pesos mosca); la geometría del espacio: sufraga las investigaciones de un profesor que lleva veinte años dedicado a una obra sobre los poliedros de la que le quedan por escribir todavía veinticinco tomos; y, sobre todo, las mantas de caballo indias: se dice que ha reunido doscientas dieciocho y que todas han pertenecido a los mejores guerreros de las mejores tribus: White-Man-Runs-Him y Rain-in-the-Face de los Crows; Hooker Jim de los mohocs; Looking Glass, Yason y Alikut de los narices horadadas; Chief Winnemucca y Ouray-the-Arrow de los paiutes; Black Beaver y White Horse de los kiowas; Cochise, el gran jefe apache; Gerónimo y Ka-e-te-na de los chiricachuas; Sleeping Rabbit, Left Hand y Dull Knife de los cheyenas; Restroom Bomber de los saratogas; Big Mike de los katchinas; Crazy Turnpike de los fudges; Satch Mouth de los grooves; y varias decenas de mantas sioux, entre ellas las de Sitting Bull y de sus dos mujeres, Seen-by-her-Nation y Four Times, y las de Old-Man-afraid-of-his-Horse, Young-Man-afraid-of-his-Horse, Crazy Horse, American Horse, Iron Horse, Big Mouth, Long Hair, Roman Nose, Lone Horn y Packs-his-Drum.

Cabía pensar que un personaje así impresionara a Gertrude. Pero la robusta cocinera de la señora Moreau estaba curada de espantos y por algo llevaba sangre borgoñesa en las venas. A los tres días de servir en su casa, y a pesar del reglamento muy estricto que le había entregado al llegar el primer secretario de lord Ashtray, fue a ver a su nuevo amo. Estaba en su sala de música, donde asistía a uno de los últimos ensayos de la ópera cuyas primicias pensaba ofrecer a sus huéspedes la semana siguiente,
Assuérus
, obra desconocida de Monpou (Hyppolyte). Esther y quince coristas, inexplicablemente vestidas de alpinistas, iniciaban el coro que cierra el segundo acto

Cuando Israel salió de Egipto

cuando irrumpió Gertrude. Sin preocuparse del trastorno que causaba, le tiró al lord su delantal a la cara diciéndole que los productos que le suministraban eran una porquería y que ni hablar de que guisara con aquella basura.

Lord Ashtray tenía tanto más interés en aquella cocinera cuanto que aún no había probado prácticamente su comida. Para conservarla, aceptó sin vacilar que hiciera ella misma la compra donde le apeteciera.

Así que, una vez por semana, cada miércoles, viene Gertrude a la calle Legendre y llena una camioneta de mantequilla, huevos del día, leche, nata líquida, verduras, aves y condimentos diversos; aprovecha, cuando le queda un poco de tiempo, para hacer una visita a su antigua señora y tomarse una taza de té con la señora Trévins. Hoy ha venido a Francia no a hacer la compra —además no hubiera podido hacerla por ser lunes— sino para asistir a la boda de su nieta, que se casa en Burdeos con un subinspector de pesos y medidas.

Gertrude está sentada entre sus dos antiguas vecinas. Es una mujer de unos cincuenta años, gorda, de cara colorada y manos gordezuelas; lleva una blusa de seda negra con visos y un conjunto de cheviot verde que le sienta muy mal. En el ojal izquierdo lleva una aguja con un camafeo que representa una joven pura de fino perfil. Se la regaló el viceministro de comercio exterior de la Unión Soviética para darle las gracias por una cena roja especialmente pensada en su honor:

Huevos de salmón

Bortsch helado

Timbal de cangrejos de río

Solomillo de Buey Carpaccio

Ensalada de Verona

Edam al vapor

Ensalada con las Tres Frutas Rojas

Charlotte al Cassis


Vodka a la Guindilla

Bouzy rojo

Capítulo XCI
Sótanos, 5

Sótanos. El sótano de los Marquiseaux.

En primer término, colocadas en un mueble metálico dividido en compartimentos, cajas de botellas de champán que llevan una etiqueta abigarrada en la que un monje viejo alarga una botella a un gentilhombre vestido a lo Luis XIV y acompañado de numeroso séquito: una diminuta leyenda precisa que se trata de Dom Pérignon, cillerero de la abadía de Hautvillers de Epernay, que ha descubierto un procedimiento para hacer espumoso el vino de Champagne y hace probar a Colbert el resultado de su invento. Encima, cajas de whisky
Stanley’s Delight
: la etiqueta representa un explorador de raza blanca, tocado con casco colonial, pero vestido con el traje nacional de los escoceses: kilt con predominio del amarillo y el rojo, ancho tartán de cachemira, cinturón de cuero claveteado del que cuelga una bolsa con flecos, puñalito pequeño metido en el calcetín a la altura de la pantorrilla; avanza al frente de una columna de 9 negros cada uno de los cuales lleva sobre la cabeza una caja de
Stanley’s Delight
cuya etiqueta reproduce la misma escena.

Detrás, al fondo, en desorden, diversos muebles y objetos que proceden de los suegros Echard: una jaula de pájaros oxidada, un bidet plegable, un viejo bolso con cierre cincelado en el que está incrustado un topacio, un velador y una bolsa de yute del que emergen varios cuadernos de colegial, cuartillas cuadriculadas, fichas, hojas de clasificador, libretas encuadernadas con espiral, carpetas de papel kraft, recortes de prensa pegados en hojas sueltas, postales (una de ellas representa el consulado alemán de Melbourne), cartas y unos sesenta fascículos ciclostilados, muy delgados, que llevan por título

BIBLIOGRAFÍA CRÍTICA

DE LAS FUENTES RELATIVAS A LA

MUERTE DE ADOLFO HITLER

EN SU BUNKER

EL 30 DE ABRIL DE 1945

★ ★

primera parte: Francia


por

Marcelin ECHARD

antiguo jefe de almacén

de la Biblioteca Central del Distrito 18

Del gigantesco trabajo llevado a cabo por Marcelin Echard en los últimos quince años de su vida sólo se publicó este fascículo. El autor examina severamente todas las noticias de prensa, declaraciones, comunicados, libros, etc. en lengua francesa que dan por seguro el suicidio de Hitler y demuestra que se apoyan en una creencia implícita basada en despachos de origen incierto. Los seis fascículos siguientes, que quedaron en estado de fichas, habrían analizado con el mismo espíritu crítico las fuentes inglesas, americanas, rusas, alemanas, italianas y de otras procedencias. Después de probar así que no estaba demostrado que Adolfo Hitler (y Eva Braun) hubieran muerto en su bunker el treinta de abril de 1945, el autor habría emprendido una segunda bibliografía, tan exhaustiva como la primera, dedicada a los documentos tendentes a demostrar la supervivencia de Hitler. Luego, en una obra titulada
El castigo de Hitler. Análisis filosófico, político e ideológico
, el autor, abandonando la estricta objetividad del bibliógrafo para asumir la visión caballera del historiador, habría intentado estudiar las influencias decisivas de aquella supervivencia en la historia internacional desde 1945 hasta nuestros días, demostrando cómo las infiltraciones en las altas esferas estatales nacionales y supranacionales de individuos adictos a los ideales nazis y manipulados por Hitler (Foster Dulles, Cabot Lodge, Gromyko, Trygvie Lie, Singman Rhee, Attlee, Tito, Beria, sir Stafford Crips, Bao Dai, MacArthur, Coudé du Foresto, Schuman, Bernadotte, Evita Perón, Gary Davis, Einstein, Humphrey y Maurice Thorez, para no citar más que algunos) habían permitido saborear deliberadamente el espíritu pacifista y conciliador definido en la Conferencia de Yalta y fomentar una crisis internacional, prólogo a una tercera guerra mundial, que sólo la sangre fría de los Cuatro Grandes había logrado evitar en febrero de 1951.

Sótanos. El sótano de la señora Marcia.

Es un batiburrillo de muebles, objetos y bibelots más ostensiblemente inextricable aún que el que reina en la trastienda.

Algunos objetos más identificables emergen acá y allá de aquel maremágnum: un goniómetro, especie de transportador de madera articulado, con fama de haber pertenecido al astrónomo Nicolas Kratzer; una
marinette
—compañera del marino— aguja imantada que señalaba el norte, sostenida por dos briznas de paja en la superficie del agua de un frasquito medio lleno, instrumento primitivo, antepasado del verdadero compás que no apareció, provisto de una rosa de los vientos, hasta tres siglos más tarde; un escritorio de barco, de fabricación inglesa, enteramente desmontable, que presenta todo un juego de cajones y largueros; una página de un viejo herbario con varios ejemplares de vellosillas (vellosilla auricula,
Hieracium pilosella, Hieracium aurantiacium
, etc.) protegidos por una placa de vidrio; una vieja distribuidora de cacahuetes, medio llena aún, cuyo cuerpo de vidrio lleva la inscripción «GOLOSINA EXTRA PARA DELICIA DE LAMINEROS»; varios molinillos de café; diecisiete pececillos de oro con inscripciones grabadas en sánscrito; todo un lote de bastones y paraguas; sifones; una veleta rematada por un gallo bastante oxidado, una bandera metálica de lavadero, una antigua zanahoria de estanco
85
; varias cajas de galletas, rectangulares, de metal pintado: en una, una imitación de
El Amor y Psiqué
de Gérard; en otra, una fiesta veneciana: máscaras con trajes de marqueses y marquesas aplauden, desde la terraza de un palacio iluminado
a giorno
, una góndola brillantemente decorada; en primer término, encaramado en uno de esos palos a los que van a amarrarse las embarcaciones, un monito contempla la escena; en una tercera caja, titulada
Ensueño
, se ve, en un paisaje de copudos árboles y grandes extensiones de césped, a una pareja joven sentada en un banco de piedra: la mujer lleva un vestido blanco y un gran sombrero rosa y su cabeza se apoya en el hombro de su compañero, un joven alto y melancólico vestido con traje gris perla y camisa con chorrera; por último, en una estantería, toda una colección de juguetes pequeños: instrumentos de música para niños, saxofón, vibráfono, percusión formada por un
tom
y un
high-hat
; juegos de cubos, juegos de las siete familias, enano amarillo, caballitos y una panadería de juguete con un mostrador de hojalata y estantes de latón presentando panes minúsculos en forma de coronas, hogazas y barras. La panadera está detrás del mostrador y le devuelve el cambio a una señora acompañada de una niña que está comiendo un
croissant
. A la izquierda se ve al panadero y a su aprendiz metiendo panes por la boca de un horno del que salen unas llamas pintadas.

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