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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia, Ensayo

Las amenazas de nuestro mundo (34 page)

BOOK: Las amenazas de nuestro mundo
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Uno de los cambios se relacionaba con la diminuta
radiolaria,
que había vivido en el océano durante el medio millón de años que se estaba investigando. Los radiolarios son protozoos de una célula, con esqueletos diminutos y elaborados, que después de su muerte, se depositan en el fondo del mar como una especie de légamo. Hay numerosas especies de radiolarios, algunas de las cuales necesitan de más calor que otras. Se distinguen fácilmente unas de otras por la naturaleza de sus esqueletos, y, por tanto, se puede progresar por los núcleos de sedimento, milímetro a milímetro, estudiando la naturaleza de los esqueletos de radiolarios y extrayendo conclusiones de ellos sobre la temperatura del agua del océano en una época determinada. De este modo, se puede
trazar
una curva de la temperatura del océano en las diversas épocas.

También pueden conocerse los cambios de temperatura del océano, anotando el radio de dos variedades de átomos de oxígeno: oxígeno-16 y oxígeno-18. El agua que contiene oxígeno-16 en sus moléculas, se evapora más fácilmente que el agua que contiene oxígeno-18.

Esto significa que el agua de lluvia o la nieve que cae sobre la Tierra está compuesta de moléculas más ricas en oxígeno-16 y más pobres en oxígeno-18 que el agua del océano. Si cae una gran nevada en la Tierra y queda presa en los glaciares, el agua del océano restante sufre un déficit considerable de oxígeno-16 mientras que se acumula el oxígeno-18.

Ambos sistemas para juzgar la temperatura del agua (y la preponderancia de hielo en la tierra), dieron idénticos resultados, aunque diferían ampliamente en naturaleza. Y lo que es más, el ciclo producido por estos sistemas era muy semejante al ciclo calculado por los cambios en la órbita de la Tierra y en su inclinación axial.

Así pues, parece que, por el momento, y siempre que no surja posterior evidencia, el concepto Milankovich de las Grandes Estaciones es válido.

El océano Ártico

Si las eras glaciales siguen a las Grandes Estaciones, podríamos predecir exactamente cuándo comenzará la próxima era glacial. Sería dentro de unos 50.000 años a partir de ahora.

Por supuesto, no hemos de suponer que la causa de las eras glaciales es unitaria en su naturaleza. Pueden existir diversas causas. Por ejemplo, los cambios orbitales y axiales pueden fijar el período básico, pero otros efectos podrían tener una influencia menos regular. Los cambios en la radiación solar, o en la cantidad de polvo en el espacio entre la Tierra y el Sol, o en el contenido de dióxido de carbono en la atmósfera, pueden, por sí solos, o conjuntamente, afectar el ciclo reforzándolo algunas veces y neutralizándolo otras.

Si dos o más efectos coinciden, podría presentarse una era glacial mucho peor de lo normal. Si los cambios orbitales y axiales quedan neutralizados por un espacio extraordinariamente claro, o un contenido demasiado elevado en dióxido de carbono, o un sol anormalmente activo, podría haber una era glacial más bien suave o quizá podría no suceder.

En el caso presente podríamos esperar lo peor, ya que dentro de 50.000 años no sólo llegaremos al «Gran Invierno», sino que, además (como ya se ha indicado anteriormente en este capítulo), podemos penetrar en una nube cósmica que reduzca la radiación solar que ahora estamos recibiendo.

Sin embargo, podríamos estar por completo equivocados. Después de todo, las oscilaciones orbital y axial deberían haber ocurrido con absoluta regularidad por toda la duración del Sistema Solar en su estructura presente. Cada cien mil años aproximadamente, debería haberse presentado una era glacial durante la historia de la vida.

Pero no ha sido así. Las eras glaciales sólo han venido ocurriendo durante el último millón de años más o menos. Antes de eso, y durante un período de unos doscientos millones de años, al parecer no existieron las eras glaciales en absoluto. Es posible que incluso ocurran períodos sucesivos de eras glaciales durante un par de millones de años, separados por intervalos de dos mil quinientos años.

En ese caso, ¿por qué los intervalos? ¿Por qué no ocurrían eras glaciales durante esos largos intervalos, si las oscilaciones orbital-axial continuaban durante ese tiempo exactamente como ahora? La razón puede hallarse en la configuración tierra-mar de la superficie terrestre.

Si una región polar consistía en una vasta extensión de mar, habría algunos millones de kilómetros cuadrados de mar helado, no muy grueso, girando alrededor del polo. El mar de hielo será más grueso y más extenso durante el invierno, y más delgado y menos extenso durante el verano. Hacia fines de la era glacial de la oscilación orbital-axial, el mar de hielo sería, en su conjunto, más grueso y más extenso durante el invierno y el verano, aunque no mucho más. Existen corrientes oceánicas que continuamente aportan aguas más calientes procedentes de las regiones templadas y tropicales, y esto contribuye a mejorar la temperatura polar, incluso durante una era glacial.

Y, además, si una región polar consistía en un continente con el polo más o menos situado en su centro, y un mar compacto a su alrededor, es de suponer que el continente estaría cubierto por una gruesa capa de hielo que no se fundiría durante el verano muy fresco y que iría acumulándose un año tras otro.

Sin embargo, el hielo no se acumularía para siempre, naturalmente, ya que el hielo flota bajo la presión de un peso considerable, según demostró Agassiz hace siglo y medio. El hielo flota gradualmente hasta el océano que le rodea, rompiéndose en forma de grandes icebergs. Los icebergs, junto con el mar helado, flotarían alrededor del continente polar y se derretirían gradualmente al ser arrastrados hacia latitudes más templadas. Durante una era glacial, los icebergs se multiplicarían y durante los períodos interglaciales disminuirían, pero el cambio no sería importante. El océano que le rodea, gracias a las corrientes marinas, mantendría su temperatura muy cerca de la normal, con era glacial o no.

Semejante caso existe realmente en la Tierra, pues la Antártida está cubierta por un grueso casquete de hielo y el océano que la rodea está preso en el hielo. Sin embargo, la Antártida ha tenido ese casquete de hielo durante unos veinte millones de años, y poco le ha afectado la aparición y desaparición de las eras glaciales.

No obstante, imaginemos un océano polar, pero
no
uno muy extenso. Supongámoslo pequeño, casi cercado de tierra, semejante al océano Glacial Ártico. El océano Glacial Ártico, que no es mayor que el continente de la Antártida, está rodeado casi por entero por las enormes masas continentales de Eurasia y Norteamérica. La única conexión notable entre el océano Glacial Ártico y el resto de las aguas mundiales es un estrecho de 1.600 kilómetros (1.000 millas) de anchura, entre Groenlandia y Escandinavia, e incluso este estrecho está bloqueado en parte, por Islandia.

Es la tierra del norte la que establece toda la diferencia. Durante el período previo a una era glacial, la nieve adicional que cayese durante un invierno suave, lo haría sobre la tierra y no en el mar. En el océano, la nieve sencillamente se fundiría, porque el agua posee una gran capacidad calorífica y porque, aunque la nieve acumulada fuese capaz de hacer descender la temperatura del océano hasta el punto de congelación, las corrientes de agua más cálidas se lo impedirían.

Sin embargo, en la tierra firme los copos de nieve tienen mejor suerte. La tierra posee una capacidad calorífica inferior, de manera que se enfría mucho más rápidamente bajo un determinado peso de nieve. Además, no existen corrientes algunas que puedan mejorar la situación, de manera que el suelo se endurece al helarse. Y si durante el verano el calor no es suficiente para derretir toda la nieve, esa nieve se convertirá en hielo y los glaciares comenzarán su marcha.

La presencia de las grandes zonas de tierra que rodean el Polo Norte, proporciona una gran zona receptora de nieve y de hielo, y el océano Glacial Ártico (sobre todo antes de que el avance de la era glacial lo cubra de mar helado) proporciona la fuente de agua. La combinación océano-continente en el hemisferio septentrional puede llevar el efecto de la era glacial a su punto máximo.

Pero la combinación océano-continente en el hemisferio septentrional no es algo permanente. Cambia constantemente como resultado de las plataformas tectónicas.

Por tanto, se deduce que mientras la superficie terrestre esté dispuesta de modo que las regiones polares son un océano abierto o un continente aislado, rodeado por el océano abierto, no hay que esperar eras glaciares espectaculares. Únicamente cuando los estratos en movimiento dan como resultado una combinación, según existe en la actualidad en las regiones polares, que el ciclo orbital-axial nos trae el tipo de eras glaciales que ya conocemos. Y al parecer, eso, sólo sucede una vez en el transcurso de doscientos cincuenta millones de años aproximadamente.

Pero ésta es la situación actual, y ciertamente, la disposición de los continentes no cambiará de manera notable durante un millón de años más o menos, así que no sólo estamos próximos a una era glacial, sino a toda una serie de ellas.

El efecto de glaciación

Supongamos que aparece una era glacial. ¿Hasta dónde podría llegar el desastre? Después de todo, han transcurrido millones de años durante los cuales los glaciares han estado apareciendo y desapareciendo, y aún estamos todos aquí. Eso es cierto, y si nos detenemos a pensar en ello los glaciares se arrastran lentamente. Necesitan millares de años para avanzar, e incluso en el período de máxima glaciación, es sorprendente los pocos cambios sufridos en las partes importantes del Globo.

En este mismo momento, existen unos veinticinco millones de kilómetros cúbicos (6 millones de millas cúbicas) de hielo en la superficie de diversas tierras, del mundo, principalmente en la Antártida y Groenlandia. En el punto máximo de glaciación, había una enorme capa de hielo que cubría la mitad septentrional de América del Norte y capas más pequeñas de hielo en Escandinavia y el norte de Siberia. En esa época, había sobre la superficie terrestre un total de quizá setenta y cinco millones de kilómetros cúbicos (18 millones de millas cúbicas) de hielo. Esto significa que, en el punto máximo de glaciación, cincuenta millones de kilómetros cúbicos (12 millones de millas cúbicas) de agua, que ahora se encuentra en los océanos, se hallaba entonces sobre la tierra firme.

Sin embargo, el agua sustraída de los océanos para alimentar los glaciares era, incluso en el punto máximo de la glaciación, únicamente un 4 % del total, lo cual significa que hasta en el punto máximo de la glaciación, el 96 % del océano se hallaba justamente en el mismo lugar que hoy día.

Por tanto, desde el punto de vista de espacio exclusivamente, la vida marina no debía experimentar ninguna disminución en su ambiente. Es evidente que el agua del océano debía de ser, por lo general, algo más fría que en la actualidad, pero, ¿y qué? El agua fría disuelve más oxígeno que el agua caliente, y la vida marina depende del oxígeno tanto como nosotros. Por este motivo, las aguas polares son mucho más ricas en seres vivos que las aguas tropicales, y explica por qué las aguas polares pueden alimentar a los gigantescos mamíferos que se alimentan de animales marinos: como las grandes ballenas, los osos polares, los elefantes marinos, etc.

Si, durante una era glacial, el agua del océano es más fría que ahora, tal circunstancia estimularía la vida.
Ahora
es precisamente cuando la vida marina podría sentir la opresión, y no entonces.

La situación sería muy diferente en tierra firme, en donde las cosas podrían resultar mucho más desastrosas. En el momento actual un 10 % de la superficie de la tierra firme está cubierta de hielo. En el punto máximo de glaciación, ese aumento se triplicó; un 30 % de la actual superficie de tierra firme quedó cubierta de hielo. Esto significa que el área disponible para la vida en la tierra quedó reducida simplemente de unos ciento diecisiete millones de kilómetros cuadrados (45 millones de millas cuadradas) de suelo libre de hielo, por lo menos durante el verano, a unos noventa millones de kilómetros cuadrados (35 millones de millas cuadradas). Sin embargo, ésa no es una descripción exacta de lo que realmente sucede.

En el punto máximo de glaciación, la pérdida del 4 % del agua líquida del océano significa un descenso en el nivel del mar de hasta 150 metros (490 pies). Esto no cambia en mucho al propio océano, pero alrededor de cada continente hay unas franjas submarinas de escasa profundidad al borde de los océanos. Estas franjas con menos de 180 metros (590 pies) de agua por encima, son las llamadas «plataformas continentales». Al descender el nivel del agua del mar, la mayor parte de las plataformas continentales quedan al descubierto lentamente, abiertas a la invasión de la vida de tierra firme.

En otras palabras, a medida que los glaciares avanzan y se apoderan de la tierra, el nivel del mar desciende y deja al descubierto nueva tierra. Los dos efectos pueden equilibrarse grandemente. Dado que los glaciares avanzan con extrema lentitud, la vegetación se desplaza muy despacio hacia el sur, invadiendo las plataformas continentales al descubierto, a la cabeza de los glaciares, y la vida animal, naturalmente sigue a la vegetación.

A medida que los glaciares avanzan, el cinturón tempestuoso también retrocede hacia el sur, llevando la lluvia a las zonas más calurosas de la Tierra que no estaban acostumbradas a ella anteriormente (y tampoco después). Resumiendo, lo que ahora son desiertos, no eran desiertos durante la era glacial. Con anterioridad a la última retirada de los glaciares, lo que ahora es el desierto del Sahara consistía en fértiles tierras de pasto.

Aunque resulte paradójico, el hecho es que, al quedar expuestas las plataformas continentales y reducidos los desiertos, el área total de tierra firme abierta a una rica saturación de las formas de vida era mayor durante la culminación de una era glacial de lo que es en este momento. Especialmente, durante la última era glacial, los seres humanos, no nuestros antepasados homínidos, sino el propio
Homo sapiens,
se trasladó hacia el sur a medida que los glaciares avanzaban, y al norte cuando éstos retrocedían y progresaron.

Por tanto, ¿cómo podría ser diferente una era glacial en el futuro? Por ejemplo, supongamos que los glaciares estuvieran ahora iniciando un nuevo avance. ¿Hasta dónde podría resultar desastroso?

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