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Authors: Edgar Allan Poe

Tags: #Fantástico, Terror

Las aventuras de Arthur Gordon Pym (19 page)

BOOK: Las aventuras de Arthur Gordon Pym
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En 1803, los capitanes Kreutzenstern y Lisiausky fueron enviados por Alejandro de Rusia con el propósito de circunnavegar el globo. Al intentar avanzar hacia el sur, no pudieron pasar más allá de los 59º 58' y de los 70º 15' de longitud oeste. Allí encontraron fuertes corrientes en dirección oriental. Abundaban las ballenas, pero no vieron hielos. Con relación a este viaje, Mr. Reynolds observa que, si Kreutzenstern hubiese llegado allí en una estación menos avanzada, habría encontrado hielos: fue en marzo cuando alcanzó la latitud especificada. Los vientos dominantes, cuando soplaban del sur al oeste, habían arrastrado los extensos campos de hielo flotantes, ayudados por las corrientes, hacia esa región de hielos limitada al norte por Georgia, al este por la Tierra de Sandwich, al sur por la isla Orkneys y al oeste por las islas Shetland del sur.

En 1822, el capitán James Wedell, de la Armada Británica, con dos barcos muy pequeños, penetró más lejos hacia el sur que cualquier otro navegante anterior, sin encontrar dificultades extraordinarias. Afirma este marino que, aunque estuvo frecuentemente rodeado de hielos antes de alcanzar el paralelo 72, al llegar a él no volvió a descubrir ni un solo témpano, y que, al llegar a los 74º 15' de latitud, no vio bancos de hielo, sino tan sólo tres islas. Es bastante notable que, aunque hubiese visto grandes bandadas de aves y otros indicios habituales de tierra, y aunque al sur de las Shetland el vigía observase costas desconocidas que se extendían hacia el sur, Weddell desecha la idea de que pueda existir un continente en las regiones polares del sur.

El 11 de enero de 1823, el capitán Benjamín Morrell, de la goleta americana Wast, se hizo a la vela desde la tierra de Kerguelen con el propósito de adentrarse lo más posible hacia el sur. El 1 de febrero se encontraba a 64º 52' de latitud sur, y a 118º 27' de longitud este. El siguiente pasaje está tomado de su diario de aquella fecha.

«
El viento refresca muy pronto, convirtiéndose en una brisa de once nudos, y aprovechamos esta oportunidad para dirigirnos hacia el este; pero estando convencidos de que cuanto más avanzáramos hacia el sur pasando los 64º de latitud, menos tendríamos que temer a los hielos, navegábamos un poco hacia el sur, hasta que cruzamos el círculo antártico, y estuvimos a 69º 15' de latitud este. En esta latitud no había ningún banco de hielo, y muy pocas islas de hielo a la vista
».

Con fecha 14 de marzo encuentro también esta anotación:

«
El mar estaba completamente libre de bancos de hielo, y no hay más que una docena de islas de hielo a la vista. Al mismo tiempo, la temperatura del aire y del agua era por lo menos trece grados más alta (más suave) que la que habíamos encontrado entre los paralelos 60º y 62º sur. Estábamos, pues, a 70º 14' de latitud sur, y la temperatura del aire era de 47º, y la del agua 44º. En esta situación, vi que la variación era de 14º 27' hacia el este, por acimut… He pasado varias veces el círculo antártico, por diferentes meridianos, y he observado constantemente que la temperatura, tanto la del aire como la del agua, era cada vez más templada a medida que avanzaba más allá de los 65º de latitud sur, y que la variación decrecía en la misma proporción. Mientras me hallaba al norte de esta latitud, es decir, entre los 60º y 65º sur, solíamos encontrar muchas dificultades para abrir paso al barco la reina inglesa. Estos detalles fueron puestos a conocimiento de la Royal Geographical Society de Londres, la cual concluyó que existe un trecho continuo de tierra que se extiende desde los 47º 30' de longitud este hasta los 69º 29' de longitud oeste, recorriendo el paralelo entre los 66º y 67º de latitud sur
».

Respecto a esta conclusión, Mr. Reynolds observa:

«
No estamos de acuerdo con su exactitud, ni los descubrimientos de Briscoe justifican tal deducción. Dentro de estos límites avanzó Weddell hacia el sur siguiendo un meridiano al este de Georgia, de la Tierra Sandwich, de las Orkney del sur y de las islas Shetland
».

Mi propia experiencia, como se verá, atestigua más directamente la falsedad de la conclusión a que llegó la mencionada sociedad científica.

Éstos son los principales intentos realizados para penetrar en las remotas latitudes del sur, viéndose ahora que quedaban, antes del viaje de la Jane, cerca de trescientos grados de longitud en el círculo antártico que no habían sido cruzados. Naturalmente, se extiende ante nosotros un ancho campo por descubrir, y oí con más vivo interés al capitán Guy expresar su decisión de avanzar resueltamente hacia el sur.

Capítulo XVII

Mantuvimos nuestro rumbo hacia el sur durante cuatro días, después de haber renunciado a la búsqueda de las islas de Grass, sin encontrar nada de hielo. El 26, a mediodía, nos hallábamos a 63º 23' de latitud sur y a 45º 25' de longitud oeste. Entonces vimos varias grandes islas de hielo y un banco que no era por cierto de gran extensión. Los vientos soplaban generalmente del sudeste o del norte, pero eran muy flojos. Siempre que teníamos viento del oeste, lo que sucedía raras veces, iba acompañado invariablemente de rachas de lluvia. Todos los días nevaba algo. El día 27, el termómetro marcaba 35º.

1º de enero de 1828. Este día nos encontramos rodeados completamente por los hielos, y nuestras perspectivas parecían en realidad muy tristes. Un fuerte vendaval sopló durante toda la mañana, procedente del nordeste, y lanzó contra el timón y la bovedilla grandes témpanos con tal violencia, que todos temblábamos por las consecuencias. Al anochecer, cuando el vendaval soplaba aún con furia, un gran banco de hielo se rompió frente a nosotros y pudimos, haciendo fuerza de vela, abrirnos paso entre los pedazos más pequeños hasta más allá del mar abierto. Mientras nos acercábamos a este lugar, fuimos arriando gradualmente las velas y, cuando al fin nos vimos libres, nos pusimos al pairo con una sola vela de trinquete con rizos.

2 de enero. Tenemos un tiempo bastante tolerable. Al mediodía nos hallábamos a 69º 10' de latitud sur y a 42º 20' de longitud oeste, habiendo cruzado el círculo Antártico. Vimos muy pocos hielos hacia el sur, aunque grandes bancos de hielo se divisaban a popa. Este día hemos aparejado unos utensilios de sonda, utilizando un gran puchero de hierro de una capacidad de veinte galones, y un cable de doscientas brazas. Encontramos la corriente que se dirigía hacia el norte, a casi un cuarto de milla por hora. La temperatura del aire era hoy de unos 33º. Hemos comprobado que la variación era de 14º 28' hacia el este, por acimut.

5 de enero. Seguimos avanzando hacia el sur con grandes impedimentos. Sin embargo, esta mañana, cuando nos hallábamos a 73º 15' de latitud sur y a 42º 1O' de longitud oeste, nos encontramos de nuevo ante una inmensa extensión de hielo firme. No obstante, vimos más abierto el mar hacia el sur, y no nos cabía duda alguna de que llegaríamos a alcanzarlo. Manteniéndonos hacia el este a lo largo del borde del banco de hielo, llegamos por último a un paso de casi una milla de ancho, a través del cual nos abrimos camino al ponerse el sol. El mar en el cual nos hallábamos estaba en aquel momento densamente cubierto de islas de hielo; pero como no había bancos, avanzamos resueltamente como antes. El frío no parecía aumentar, aunque nevase con frecuencia y de cuando en cuando cayesen rachas de granizo de gran violencia. Inmensas bandadas de albatros volaron hoy sobre la goleta, yendo de sudeste a noroeste.

7 de enero. El mar permanece tranquilo, casi despejado, de modo que proseguimos nuestra ruta sin dificultad. Hacia el oeste vimos algunos icebergs de un tamaño increíble, y por la tarde pasamos muy cerca de uno cuya cima no tendría menos de cuatrocientas brazas sobre la superficie del océano. Su contorno era probablemente, en la base, de tres cuartos de legua, y varias corrientes de agua pasaban por las grietas de sus costados. Durante dos días tuvimos esta isla a la vista y solamente la perdimos al desaparecer ésta durante una niebla.

10 de enero. Esta mañana temprano hemos tenido la desgracia de perder a un hombre por la borda. Era un americano llamado Peter Vredenburgh, natural de New York, y uno de los mejores marineros a bordo de la goleta. Al pasar por la proa resbalaron sus pies y cayó entre dos masas de hielo, sin volver a aparecer más. Al mediodía de hoy estábamos a 78º 30' de latitud y a 40º 15' de longitud oeste. El río es ahora excesivo y tenemos continuamente rachas de granizo que vienen del norte y del este. En esta dirección también hemos visto varios icebergs inmensos, y todo el horizonte hacia el este parecía estar bloqueado por un campo de hielo, elevándose y sobreponiéndose en masas como un anfiteatro. Durante la noche vimos algunos bloques de madera flotando, y una gran cantidad de aves revoloteaban por encima, entre las cuales hay nellies, petreles, albatros y un voluminoso pájaro de un brillante plumaje azul. Aquí, la variación, por acimut, era menor que la precedente al pasar el círculo Antártico.

12 de enero. Nuestro paso hacia el sur vuelve a parecer dudoso, pues sólo vemos en dirección al polo un banco ilimitado en apariencia, respaldado por una verdadera cordillera de hielo, en la que un precipicio se elevaba toscamente sobre otro. Navegamos hacia el oeste hasta el día 14, con la esperanza de hallar una entrada.

14 de enero. Esta mañana hemos alcanzado el extremo oeste del banco que nos había impedido el paso y, doblándolo, llegamos a mar abierto, sin un témpano. Al sondar con un cable de doscientas brazas descubrimos una corriente en dirección sur a una velocidad de media milla por hora. La temperatura del aire era de 47º; la del agua, de 34º. Navegamos hacia el sur sin encontrar ninguna interrupción de momento, hasta el día dieciséis, en que, al mediodía, nos hallábamos a 81º 21' de latitud y a 42 de longitud oeste. Aquí sondeamos de nuevo, y descubrimos una corriente que se dirigía también hacia el sur, y a una velocidad de tres cuartos de milla por hora. La variación por acimut ha disminuido, y la temperatura del aire es suave y agradable, marcando el termómetro hasta 51º. En este período no se veía ni un témpano.

Toda la gente de a bordo está ahora segura de alcanzar el polo.

17 de enero. Este día ha estado lleno de incidentes. Innumerables bandadas de aves revoloteaban sobre nosotros hacia el sur, y a varias las hemos disparado desde cubierta; una de ellas, una especie de pelícano, nos ha proporcionado un alimento excelente. Hacia mediodía, el vigía vio un pequeño banco de hielo por el lado de babor, y sobre el cual parecía hallarse algún animal voluminoso. Como el tiempo era bueno y estaba casi en calma, el capitán Guy ordenó que echasen dos botes al agua para ver qué clase de animal era.

Dick, Peter y yo acompañamos al primer piloto en el bote más grande. Al llegar al banco de hielo, vemos que está ocupado por un gigantesco oso polar, cuyo tamaño excedía en mucho del mayor de estos animales. Como vamos bien armados, no vacilamos en atacarle en seguida. Se dispararon varios tiros en rápida sucesión, la mayoría de los cuales le alcanzaron, al parecer, en la cabeza y en el cuerpo. Sin desfallecer, no obstante, el monstruo se arrojó al agua desde el hielo, y nadando con las fauces abiertas se dirigió al bote en que estábamos Peter y yo. Debido a la confusión que se originó entre nosotros ante el inesperado giro de la aventura, nadie estaba listo para disparar inmediatamente un segundo tiro, y el oso logró apoyar la mitad de su corpulenta masa sobre nuestra borda, y agarrar a uno de los hombres por los riñones, antes de que se tomase ninguna medida eficaz para rechazarlo. En este trance tan peligroso, sólo nos salvó de la muerte la prontitud y agilidad de Peter. Saltando sobre el lomo de la enorme bestia, hundió la hoja de su cuchillo por detrás del cuello, alcanzando de un golpe la médula espinal. La bestia cayó al mar muerta y sin luchar, arrastrando a Peter en su caída. Éste se recobró rápidamente, le arrojamos una cuerda y ató con ella al animal antes de entrar en el bote. Entonces volvimos en triunfo a la goleta remolcando nuestro trofeo. Después de medido, este oso resultó que tenía sus casi cinco metros en su mayor longitud. Su pelaje era completamente blanco, muy áspero y rizado. Los ojos eran de un color rojo de sangre, más grandes que los del oso polar; el hocico, también más redondeado, y se parecía al de un bulldog. La carne era tierna, pero excesivamente rancia y de olor a pescado, aunque los hombres la devoraron con avidez y la calificaron de excelente.

Apenas habíamos llevado nuestra presa a bordo, cuando el vigía lanzó el alegre grito de: «¡Tierra a estribor!». Todos los marineros se pusieron alerta, y habiéndose levantado una brisa muy oportunamente del norte y este, nos acercamos pronto a la costa. Resultó ser un islote bajo y rocoso, como de una legua de circunferencia, y totalmente desprovisto de vegetación, exceptuada una especie de chumbera. Al acercarnos por el norte, vimos un singular arrecife que avanzaba en el mar y tenía un gran parecido con las balas de algodón para encordelar. Rodeando este arrecife hacia el oeste encontramos una pequeña bahía, en cuyo seno nuestros botes pudieron amarrar cómodamente.

No necesitamos mucho tiempo para explorar todos los parajes de la isla; pero, con una sola excepción, no encontramos nada digno de ser observado. En el extremo sur, recogimos cerca de la orilla, medio sepultado en una pila de piedras esparcidas, un trozo de madera que parecía haber sido la proa de una canoa. Evidentemente, habían intentado tallar algo en ella, y el capitán Guy creyó descubrir la figura de una tortuga, pero el parecido no me convenció del todo. Aparte de esta proa, si es que lo era, no encontramos ningún otro indicio de que un ser vivo hubiese estado allí nunca antes. Alrededor de la costa, descubrimos algunos témpanos, pero éstos eran muy escasos. La situación exacta del islote (al cual el capitán Guy le dio el nombre de Islote de Bennett, en honor de su asociado en la propiedad de la goleta) era de 82º 50' de latitud sur y 42º 20' de longitud oeste.

En este momento habíamos avanzado hacia el sur más de ocho grados más que todos los navegantes anteriores, y el mar se extendía aún completamente abierto ante nosotros. También advertimos que la variación disminuía uniformemente a medida que avanzábamos y, lo que era aún más sorprendente, que la temperatura del aire, y después la del agua, se hacían más suaves. El tiempo podía decirse que era agradable, y teníamos una brisa constante pero apacible, que soplaba siempre desde algún punto septentrional de la brújula. El cielo estaba despejado, por lo general; de cuando en cuando, un leve y tenue vapor aparecía en el horizonte meridional, pero era invariablemente de breve duración. Sólo dos dificultades se presentaban a nuestra vista: escaseaba el combustible, y se habían manifestado síntomas de escorbuto en varios hombres de la tripulación. Estas consideraciones comenzaban a influir en el ánimo del capitán Guy sintiendo la necesidad de regresar, y hablaba de ello a menudo. Por mi parte, confiado como estaba en la pronta llegada a tierra de alguna consideración en la ruta que seguíamos, y teniendo toda clase de razones para creer, por las presentes apariencias, que no hallaríamos el suelo estéril encontrado en las latitudes árticas más elevadas, defendí calurosamente la idea de perseverar, al menos durante unos días, en la dirección que habíamos seguido hasta entonces. Una oportunidad tan tentadora de resolver el gran problema respecto al continente antártico no se le había presentado aún a ningún hombre, y confieso que me sentí lleno de indignación ante las tímidas e inoportunas sugerencias de nuestro capitán. En realidad, creo que lo que no pude contenerme de decirle sobre este punto tuvo por efecto inducirle a seguir adelante. Por eso, aunque no pueda menos de lamentar los acontecimientos desdichados y sangrientos que acarreó inmediatamente mi consejo, debe permitírseme sentir cierta satisfacción por haber sido el instrumento indirecto, que reveló a los ojos de la ciencia uno de los secretos más intensamente emocionantes que hayan absorbido su atención.

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