—Aquí tenemos a la Madre de Cristo —dijo la muchacha—. María, sin pecado concebida. Dios es tan grande y terrible que siempre tengo miedo delante de su altar, pero aquí podemos venir como a nuestra Madre. Y tenemos estatuillas de nuestras santas: Magdalena, que amaba a Jesús y le secó los pies con su cabello, y Marta, que cocinó para él. Y aquí, una estatua muy antigua que nos dio nuestro obispo; es una santa de su tierra natal, llamada Brígida…
Al observar la estatua de Brígida, Morgana percibió el poder que manaba de ella, grandes oleadas que impregnaban la capilla.
«Pero Brígida no es una santa cristiana —pensó, inclinando la cabeza—, aunque así lo crea Patricio. Ésta es la Diosa tal como la adoran en Irlanda. Estas mujeres, aunque piensen otra cosa, sienten el poder de la Inmortal. Por mucho que la destierren, Ella prevalecerá. La Diosa jamás se apartará de la humanidad.»
Y Morgana, con la cabeza gacha, susurró la primera oración sincera que había pronunciado en una iglesia cristiana.
—Oh, mirad —dijo la novicia, cuando salieron nuevamente a la luz del día—, aquí también tenemos espinos santos, aunque no es el que plantasteis en la tumba de vuestra parienta.
«¿Y yo creí que podía mediar en esto?», se dijo Morgana. Así como todo lo consagrado se mudaba de Avalón al mundo de los hombres, donde era más necesario, así había llegado esa planta sagrada.
—Sí, tenéis el Santo Espino. Y en días venideros, mientras perdure este país, todas las reinas lo recibirán en Navidad, como prenda de quien reina tanto en el Cielo como en Avalón.
—No sé de qué estáis hablando, madre, pero os agradezco la bendición —dijo la joven novicia—. La abadesa os espera en la casa de huéspedes para desayunar con vos. Pero tal vez queráis rezar un rato en la capilla de la Señora. A veces la Santa madre puede aclararnos las cosas, si una está sola con Ella.
Morgana asintió sin poder hablar.
—Muy bien —dijo la muchacha—. Cuando estéis dispuesta, no tenéis más que ir a la casa de huéspedes.
Morgana volvió a la capilla y, con la cabeza inclinada, se dejó caer finalmente de rodillas.
—Perdóname, Madre —susurró—, por haber creído que tenía que hacer lo que, ahora bien lo veo, puedes obrar por ti misma. La Diosa está dentro de nosotros, sí, pero ahora sé que también estás en el mundo, ahora y siempre, así como en Avalón y en el corazón de todos los hombres y mujeres. Vive ahora también en mí y guíame: dime cuándo tengo que dejar que sólo se haga tu voluntad.
Pasó largo rato en silencio, de rodillas, con la cabeza inclinada. Por fin levantó la mirada, como si algo la obligara. Tal como la había visto en el altar de la antigua hermandad cristiana de Avalón, tal como la viera entre sus manos en el salón de Arturo, divisó una luz en el altar, y en las manos de la Señora… y la sombra, sólo la sombra de un cáliz.
«Está en Avalón, pero también aquí. Está en todas partes. Y quienes necesiten de un signo en este mundo lo verán siempre.»
Percibió un dulce perfume que no provenía de las flores. Y por un instante le pareció oír la voz de Igraine que le susurraba…, pero no distinguió las palabras… Y eran las manos de Igraine las que le tocaban la cabeza. Al levantarse, cegada por las lágrimas, cayó súbitamente sobre ella algo parecido a un torrente de luz:
«No, no fracasamos. Lo que dije a Arturo para consolarlo en su agonía era la verdad. Yo ejecuté la obra de la Madre en Avalón, hasta que quienes llegaron después de nosotros pudieron, por fin, traerla a este mundo. No fracasé: hice lo que Ella me había asignado. No fue Ella, sino yo, en mi orgullo, quien creí que podría haber hecho más.»
Fuera de la capilla el sol calentaba la tierra y había un fresco aroma de primavera en el aire. Cuando la brisa matinal movió los manzanos, Morgana vio que las flores darían fruta a su tiempo.
Volvió la cara hacia la casa de huéspedes. ¿Tenía que ir a desayunar con las monjas, hablar quizá de los viejos tiempos en Camelot? Morgana sonrió ligeramente. No; le despertaban la misma ternura que los manzanos en flor, pero aquel tiempo había pasado. Volvió la espalda al convento y descendió hacia el lago por el viejo camino de la costa. Por allí había un sitio donde el velo que separaba ambos mundos se volvía más sutil. Ya no necesitaba invocar la barca: le bastaba con cruzar aquellas brumas para entrar en Avalón. Su obra había concluido.
MARION ZIMMER BRADLEY, (3 de junio de 1930 - 25 de septiembre de 1999) fue una prolífica escritora de novelas de fantasía y ciencia ficción como
Las Nieblas de Avalón
o la saga de
Darkover
, con frecuencia con una perspectiva feminista.
Nacida en una granja en Albany, Nueva York, durante la Gran Depresión, empezó a escribir en 1949 y vendió su primera historia a Vortex, en 1952. Se casó con Robert Alden Bradley en octubre de 1949 hasta su divorcio el 19 de mayo de 1964. Tuvieron un hijo, David Robert Bradley (1950 - 2008). Durante los años 50 se introdujo en un grupo de lesbianas culturales, Las Hijas de Bilitis. Después de su divorcio, se casó rápidamente con Walter Breen en junio de 1964. Tuvieron una hija, Moira Breen. Se separaron en 1979 aunque continuaron casados y mantuvieron una relación de negocios y vivieron en la misma calle alrededor de una década. Se divorciaron oficialmente el 9 de mayo de 1990, el año en que Breen fue detenido por cargos de abuso de menores.
En 1965 Bradley se graduó con una Licenciatura en Artes en la Hardin Simmons University en Abilene, Texas. Después, se mudó a Berkeley, California, para cursar estudios de posgrado en la Universidad de Berkeley entre 1965 y 1967. En 1966 ayudó a fundar la Society for Creative Anachronism y estuvo involucrada en el desarrollo de varios grupos locales, incluso en Nueva York después de su traslado a Staten Island.
Su salud fue declinando hasta que murió en el Alta Bates Medical Center en Berkley. Sus cenizas fueron esparcidas en Glastonbury Tor, (Somerset, Inglaterra).
Su primer hijo David Bradley y su hermano Paul Zimmer han publicado obras de fantasía y ciencia ficción, en su misma línea. Su hija Moira Breen es artista y cantante profesional.
Fue editora de la larga serie
La Espada y las Hechiceras (Sword and Sorceress)
. Animó a varios autores a escribir en sus historias heroínas no tradicionales y animó sobre todo a autoras que no se atrevían a incluir mujeres en sus antologías. Mercedes Lackey fue, justamente una de los muchos escritores que primero aparecieron en sus antologías. Bradley editó el final una semana antes de su muerte.
Creó el planeta
Darkover
como marco de la saga de
Darkover
, escribiendo una gran número de novelas e historias cortas, primero ella sola y después en colaboración con otros autores, de fantasía y ciencia ficción.
Aparte de las series, sus novelas más conocidas son
"Las Nieblas de Avalón",
recreación de la leyenda artúrica desde el punto de vista femenino (en el que la narración corre a cargo de Morgana le Fay) y
"La antorcha"
historia de la guerra de Troya narrada por Cassandra (sus protagonistas femeninas siempre fuera del considerado rol de la mujer). En 1990, junto con Julian May y André Norton, escribió
"El Trillium Negro"
, novela en la que tres princesas deben encontrar la mágica flor del trillium negro. Con los seudónimos de Morgan Ives, Miriam Gardner, John Dexter y Lee Chapman, produjo en los años 60 una serie de novelas de tema gay y lésbico, que llegó incluso a ser considerado pornográfico. En el año 2000 le fue otorgado póstumamente el World Fantasy Award por el conjunto de su carrera.