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Authors: Isaac Asimov

Tags: #Ciencia Ficción

Los Anillos de Saturno (3 page)

BOOK: Los Anillos de Saturno
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Wess sonrió. Por tradición, los consejeros evitaban la publicidad y los oropeles de la fama; pero la aprobación de los colegas del Consejo era cosa que todos apetecían sobremanera.

—Yo me adelanto —continuo Lucky—. Ordena a una nave que mantenga relación de masas conmigo.

Lucky anulo el contacto visual, y sus manos fuertes y bien formadas se cerraron en gesto casi acariciador sobre los mandos de su nave...

su Shooting Starr, que era en muchos sentidos el navío más perfecto del espacio La Shooting Starr poseía los micro reactores protónicos más potentes que se pudieran adaptar a una nave de su tamaño; unos reactores lo bastante potentes para acelerar a un crucero de batalla a ritmo de vuelo de ataque; unos reactores suficientemente potentes para realizar el Salto por el hiperespacio. La nave poseía un impulse iónico que eliminaba la mayor parte de los efectos aparentes de la aceleración, actuando simultáneamente sobre todos los átomos de a bordo, incluidos los que formaban los cuerpos de Lucky y Bigman.

Hasta poseía un Agrav (neutralizador de la gravedad) recién inventado y todavía en estado experimental, que le permitía maniobrar libremente en los intensos campos gravitacionales de los planetas mayores.

Y ahora los poderosos motores de la Shooting Starr zumbaban suavemente aunque subiendo de tono hasta llegar a un agudo apenas audible, y Lucky sintió la leve presión de la fuerza de retroceso que no quedaba completamente neutralizada por el impulso iónico. La nave saltaba adelante hacia los más lejanos confines del Sistema Solar, con mayor velocidad a cada instante...

Pero el Agente X seguía conservando la delantera, y la Shooting Starr no acortaba la distancia suficiente. Con el cuerpo principal del cinturón de asteroides allá lejos, muy atrás, Lucky decía:

—Esto se pone feo, Bigman. Este puso cara de sorpresa.

—Le alcanzaremos, Lucky.

—Lo que temo es la dirección que toma. Estaba seguro de que pondría rumbo a una nave nodriza siriana que le aguardaría y, cuando lo hubiese recogido, daría el Salto hacia sus lares. Pero una nave tal o había de esperar muy lejos del piano de la eclíptica o aguardaría escondida en el cinturón de asteroides. En ambos casos, podría contar con que no la detectaríamos. Y el Agente X permanece en la eclíptica y se dirige mas allá de los asteroides.

—Quizá trate de librarse de nosotros, antes de poner rumbo hacia la nave que le espera.

—Quizá —concedió Lucky—, y quizá los sirianos tengan una base en los planetas exteriores.

—¡Vamos, Lucky! —El pequeño marciano soltó el cacareo de una risita irónica—. ¿Ante nuestras propias barbas?

—A veces cuesta trabajo ver lo que se tiene delante de las propias barbas de uno. El Agente X sigue una trayectoria que apunta directamente a Saturno.

Bigman consulto las computadoras de la nave, que llevaban un control constante del rumbo de la otra.

—Oye, Lucky —afirmo—, el amiguito sigue todavía una trayectoria balística. No ha tocado sus motores en treinta y dos millones de kilómetros. Quizá se le haya terminado la energía.

—Y quizá la guarde para maniobrar en el sistema de Saturno. Allí estará sometido a un fuerte tirón gravitacional. Al menos yo deseo que la este guardando. ¡Gran Galaxia, como lo deseo! —La faz delgada y hermosa de Lucky se había puesto muy seria y tenia los labios fuertemente apretados.

Bigman le miro atónito.

—¡Arenas de Marte, Lucky! ¿Por qué?

—Porque si existe una base siriana necesitamos que el Agente X nos lleve hasta ella. Saturno posee un satélite enorme, ocho bastante considerables y docenas de trozos de mundos.

Nos ayudaría mucho saber donde tienen su refugio, exactamente.

—El amiguito no será tan tonto como para conducirnos allí —murmuro Bigman, arrugando el ceño.

—O caso que nos dejara cogerle..., Bigman, calcula su curso hasta el punto de intersección con la órbita de Saturno.

Bigman obedeció. Era solo un momento de trabajo para la computadora. Lucky pregunto:

—¿Y en qué posición estará Saturno en el momento de la intersección?, ¿A qué distancia estará Saturno de la nave del Agente X?.

Hubo la breve pausa necesaria para consultar los datos de la órbita de Saturno en las Tablas Astronómicas, y luego Bigman los suministro a la computadora. Unos segundos de cálculos, y Bigman se puso en pie alarmado.

—¡Lucky! ¡Arenas de Marte! Lucky no tuvo necesidad de preguntar los detalles. Afirmo:

—Estoy pensando en la posibilidad de que el Agente X haya decidido escoger la única manera de no guiarnos hacia su base siriana. Si continua exactamente en la trayectoria balística que lleva ahora, irá a chocar contra Saturno... y morirá inevitablemente.

3 - MUERTE EN LOS ANILLOS

A medida que transcurrieron las horas no tuvieron la menor duda. Hasta las naves de guardia lanzadas a la persecución, muy alejadas todavía de la Shooting Starr, demasiado atrás para conseguir enfoques completamente exactos en sus detectores de masa, estaban preocupadas.

El consejero Wessilewsky se puso en contacto con Lucky Starr.

—¡Por el Espacio! Lucky —exclamo—, ¿adónde va?

—Al mismo Saturno, parece —contesto Lucky.

—¿Supones que podría esperarle una nave en Saturno? El planeta tiene miles de kilómetros de atmósfera con presiones de millares de toneladas, y sin motores Agrav no podrían...

¡Lucky!, ¿Supones que tienen motores Agrav y burbuja s de campos de fuerza?

—Supongo que acaso se estrelle, simplemente, para evitar que le cojamos. Wess replico secamente:

—Si tiene tantas ganas de morir, ¿por qué no da media vuelta y lucha, obligándonos a destruirle y quizá llevándose consigo a un par de nosotros?

—Entiendo —respondió Lucky—, o ¿por qué no formar un cortocircuito en sus motores, dejando Saturno a ciento cincuenta millones de kilometres lejos de la trayectoria? La verdad es que me desconcierta que atraiga la atención hacia Saturno de este modo. —Y se sumió en un silencio pensativo.

—Bien, ¿puedes cerrarle el paso, Lucky? —le interrumpió Wess—. ¡Por el Espacio!, ellos saben que nosotros estamos todavía demasiado lejos.

Bigman grito desde su puesto en el cuadro de mandos:

—¡Arenas de Marte, Wess! Si generamos suficiente rayo iónico para cogerle, adquiriremos demasiada velocidad para poder maniobrar y apartarle de Saturno.

—Haced algo.

—He ahí una orden inteligente, ¡por todos los Espacios! —tronó Bigman—. Realmente provechosa. Haced algo.

—Sigue actuando, Wess —ordeno Lucky—. Haré algo. —Rompió el contacto y se volvió hacia el hombrecito—: ¿Ha contestado a nuestras señales, Bigman?

—Ni palabra.

—Olvida eso por el momento y concentra toda tu atención en espiar su rayo de comunicación.

—No creo que emplee ninguno, Lucky.

—Es posible que en los últimos instantes lo haga. Tendrá que exponerse al riesgo, si ha de comunicar algo. Entretanto, vamos por él.

—Con mísiles. Solo unas perdigonadas.

Ahora le toco el turno de inclinarse sobre la computadora. Mientras la Net of Space se moviera por una órbita inercial, no se precisaban muchos cálculos para disparar un proyectil en el momento precise y con la velocidad adecuada para dar contra la nave.

Lucky dispuso el misil, que no estaba preparado para estallar. No era precise que estallara.

Tenía solo unos seis milímetros de diámetro, pero la energía de la micropila protónica lo lanzaría adelante a una velocidad de ochocientos kilometres por segundo. Nada en el espacio disminuiría esta velocidad y el proyectil atravesaría el casco de la Net of Space como si se tratase de una capa de mantequilla.

Lucky no esperaba que sucediera así, sin embargo, el misil era bastante grande como para que los detectores de masa de su presa notaran su presencia, la Net of Space corregiría el rumbo automáticamente para evitar el proyectil, y eso alteraría su marcha directa hacia Saturno. El tiempo perdido por el Agente X en computar el curso nuevo y corregirlo después para reanudar el viejo, acaso permitiera todavía que la Shooting Starr se acercase lo suficiente para emplear un arpón magnético.

Todo esto constituía apenas una leve posibilidad, quizá vaporosa de tan leve; pero no parecía haber otra manera de actuar.

Lucky toco un contacto. El proyectil salió disparado sin producir el menor sonido, y las manecillas del detector de masas de la nave dieron un salto, para inmovilizarse luego rápidamente, mientras el misil se alejaba.

Lucky volvió a sentarse. El proyectil tardaría dos horas en establecer contacto... o en fallar por poco. Se le ocurrió que quizás el Agente X estuviera completamente falto de energía; que los mandos automáticos podían proceder a un cambio de rumbo que ellos no pudieran seguir; que acaso el misil penetrase, volara la nave, quizás, y en todo caso dejara su rumbo inalterado, siempre apuntando hacia Saturno.

Pero desecho la idea casi inmediatamente. Seria increíble suponer que el Agente X se quedara huérfano de la ultima pizca de energía en él precise momento en que la nave averiguase la trayectoria precisa para la colisión. Era muchísimo más probable que le quedara alguna.

Las horas de espera se cargaban de una angustia mortal. Hasta Héctor Conway, allá lejos, en la Tierra, se irritaba esperando los boletines periódicos y estableció contacto directo por el subéter.

—Pero ¿en qué parte del sistema saturniano suponéis que podría estar la base? — preguntaba ansioso.

—Si tal base existe —respondió Lucky con cautela—, si la conducta del Agente X no representa un esfuerzo tremendo por desorientarnos, yo diría que indiscutiblemente el lugar ha de ser Titán. Es el satélite más grande de Saturno, con triple masa que nuestra Luna y doble superficie. Si los sirianos se han enclavado en el subsuelo, el tratar de rastrear todo Titán en su busca exigiría muchísimo tiempo.

—Cuesta creer que se atrevieran a una acción semejante. Seria virtualmente un acto de guerra.

—Quizás sí, tío Héctor; pero no hace mucho tiempo que probaron de establecer una base en Ganímedes...

Bigman grito vivamente:

—¡Lucky, se está moviendo! Lucky levantó la vista sorprendido.

—¿Quien se mueve?

—La Net of Space, nuestro buen amigo siriano.

Lucky agrego apresuradamente:

—Me pondré en comunicación contigo después, tío Héctor. —Y anulo el contacto—. Pero, no puede cambiar de rumbo, Bigman. No puede haber detectado el proyectil, todavía.

—Mira, y lo veras por ti mismo, Lucky. Te digo que se mueve.

De una zancada, Lucky estuvo junto al detector de masas de la Shooting Starr, que desde hacía rato tenia localizada su presa. Lo habían ajustado para seguir la trayectoria inercial de la nave por el espacio, y la burbuja que representaba a la masa detectable había sido como la imagen de una estrellita brillante en la pantalla.

Pero ahora la serial se movía. Formaba una línea corta.

La voz de Lucky tenía una suavidad vehemente.

—¡Por supuesto, Gran Galaxia! Ahora ya tiene lógica. ¿Cómo pude pensar que su primer deber consistiría meramente en evitar que le capturásemos? Bigman...

—Dime, Lucky. ¿Qué? —El pequeño marciano estaba dispuesto a lo que fuese.

—Nos está haciendo una jugarreta. Ahora hemos de destruirle, aunque para ello tengamos que aplastarnos contra Saturno nosotros mismos. —Por primera vez desde que habían instalado a bordo de la Shooting Starr los reactor es de rayos iónicos, el ano anterior, Lucky añadió los impulsores de emergencia a la tracción principal. La nave se encabrito cuando hasta el último átomo de energía que transportaba se convirtió en un empuje gigantesco que estuvo a punto de inflamarla.

Bigman hacía esfuerzos por recobrar el aliento.

—Pero ¿qué pasa, Lucky?

—Que no se dirige a Saturno, Bigman. Solo aprovechaba al máximo la potencia de su campo gravitatorio para poder mantenerse alejado de nosotros. Ahora se pone a dar vueltas alrededor del planeta para entrar en órbita. Se dirige a los anillos. A los anillos de Saturno.

—La tensión alargaba el rostro del joven consejero—. Sigue atento a ese rayo de comunicación, Bigman. Ahora tiene que hablar. Ahora o nunca.

Bigman se inclino sobre su analizador de ondas con el corazón latiéndole aceleradamente, aunque ni por su vida habría podido comprender la causa de que la idea de los anillos de Saturno alarmase tan terriblemente a Lucky.

El proyectil de la Shooting Starr no paso cerca de su blanco, ni se aproximo a menos de ochenta mil kilometres. Pero ahora era la misma Shooting Starr que se había constituido en misil, lanzándose a la colisión. Y también este considerable proyectil erraría el objetivo.

Lucky gimió:

—No lo conseguiremos. No nos queda espacio suficiente para conseguirlo.

Ahora Saturno era un gigante en el firmamento, y los anillos semejaban una estrecha cuchillada en su superficie. El globo amarillo de Saturno se veía casi entero, mientras la Shooting Starr se lanzaba hacia él como una exhalación viniendo de la parte del Sol.

Y Bigman estallo súbitamente:

—¡Vaya con el amiguito! Se está confundiendo dentro de los anillos, Lucky. Ahora veo la ojeriza que les tenias tu a los dichosos anillos.

Y se afanaban furiosamente en el detector de masas; aunque sin esperanza. A medida que una de las innumerables masas sólidas que los componían formaba su propia mancha estelar en la pantalla. Esta se volvió de un blanco puro, y la Net of Space desapareció. Lucky meneaba la cabeza.

—No es un problema insoluble. Ahora estamos bastante cerca para tratar de localizarlo visualmente. Lo que estoy seguro que se avecina es otra cosa muy diferente.

Pálido y abstraído, Lucky tenía la pantalla visora bajo el aumento telescópico máximo. La Net of Space era un diminuto cilindro de metal oscurecido, pero no escondido por la materia de los anillos, cuyas partículas individuales no eran mayores que una tosca gravilla y se manifestaban únicamente como centellas al recoger y reflejar la luz del lejano Sol.

—¡Lucky! —grito Bigman—. He captado su rayo de comunicaciones... No, no, espera... Si, si, lo tengo.

En el cuarto de control sonaba ahora una voz ondulante y cascada, oscura y alterada. Los expertos dedos de Bigman trabajaban en el seleccionador, tratando de sincronizarlo lo mejor posible con las desconocidas características del sistema de mezcla de ondas de los sirianos.

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