Los señores de la instrumentalidad (80 page)

BOOK: Los señores de la instrumentalidad
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Por primera vez el señor del Espacio atisbo una sombra de burla en la sonrisa del hombre-pájaro.

—Desde luego. —A'duard bajó la vista, los ojos viejos y tristes—. Era un hermano mío. Nos empollaron en el mismo nido, pero yo fui escogido para ser codificado genéticamente como subpersona y él no. Nuestros sentimientos son un poco diferentes de los sentimientos de las personas verdaderas, pero somos capaces de amor y lealtad, y también de tristeza...

El señor Kemal evocó el ave elegante y rauda que había visto esa mañana durante su cabalgata, y sintió la tristeza de A'duard. Sí, podía creer en los sentimientos de las subpersonas. A'duard le cogió la mano.

—Noté que sufrías por él sin conocer las circunstancias. Ésa es una de las razones por las que quise que me vieras esta noche. —De pronto su actitud cambió—. Ante todo debemos encargarnos de los arois.

—He oído la palabra, pero ignoro qué significa —admitió el señor del Espacio.

—No me sorprende. Los arois llevan una vida de placer: cantan y bailan, actúan y practican una suerte de sacerdocio. Hay tanto hombres como mujeres entre los arois, y se los respeta y honra. Pero para unirse a ellos hay que cumplir un siniestro requisito.

El señor del Espacio no disimuló su curiosidad.

—Hay que sacrificar a todos los descendientes vivos de la pareja actual de la persona que se una a los arois. O bien la pareja debe morir. Así, si hay más de un vástago de esa unión, también debe morir un número equivalente de otros voluntarios.

El señor Kemal comprendió:

—Conque ésa es la razón por la cual la madre de Lari se ahogó en el Mar sin Sol... para salvar a su hijo. ¿Pero por qué el viejo gobernador se unió a los arois?

—¿No lo entiendes? Con Kuat como gobernador y el viejo gobernador con los arois, ese par de conspiradores ejerce un poder absoluto sobre el planeta...

—Conque fue una conspiración desde el principio.

—Por supuesto. Kuat era el hijo de la primera esposa del gobernador, el que había tenido en la flor de la juventud. En la vejez quiso perpetuar su poder pero, por así decirlo, con ayuda de un virrey.

—¿Y los muertos diehrs del laboratorio?

—Esa es la razón de nuestra urgencia. Están totalmente desarrollados y son casi sensitivos. Hay que destruirlos antes de que los originales sean sustituidos y muertos.

—Supongo que no hay otro camino, pero casi parece un asesinato.

A'duard manifestó su desacuerdo.

—La sustitución es un asesinato físico y espiritual. Esos muertos diehrs son como robots sin alma... —Reparó en la débil sonrisa del señor del Espacio—. Sé que no crees en la Vieja Religión Fuerte, pero creo que entiendes a qué me refiero.

—Entiendo, No son, en el sentido que tú dices, seres vivientes. No tienen albedrío.

—Los arois están a dos aldeas de distancia, a unos cien
lis.
Tras haber representado su celebración en esas aldeas, vendrán aquí. Ésa será la señal para que comience la cosecha del fruto del buah y la sustitución de los seres vivos por los muertos diehrs que los imitan. Entonces no habrá oposición a Kuat en el planeta, y él podrá dar rienda suelta a su crueldad... y planear la conquista de otros mundos. Su hermano Lari será una de sus víctimas, pues Kuat teme la popularidad del muchacho entre las multitudes.

—Pero las dos personas por las que ha manifestado verdadero afecto —replicó incrédulamente el señor Kemal— son Lari y Madu.

—No obstante, uno de los muertos diehr del laboratorio es una réplica de Lari.

—¿Y no se opondrá el padre, el viejo gobernador?

—Quizá, aunque es improbable que intervenga: se unió a los arois sabiendo qué precio debería pagar en términos humanos.

—¿Y Madu?

—La mantendrá como es, por el momento, y tratará de moldearla según su voluntad. Kuat respeta tan poco la individualidad que, en caso contrario, obtendrá un fragmento de su carne y la sustituirá por un muerto diehr. Se contentaría con una réplica física sin preocuparse por la ausencia de la
persona.

El señor del Espacio sintió que su fatigada mente intentaba ingerir más de lo que era posible en un solo bocado. A'duard comprendió.

—Te he retenido demasiado tiempo. Debes descansar. Estaremos en contacto. Y no te preocupes; la barrera mental de Kuat también lo afecta a él; sólo quedan exentas las subpersonas y los animales, y todos estamos mancomunados.

Al regresar a sus aposentos, el señor bin Permaiswari reparó nuevamente en el silencio, la total ausencia de actividad humana en el palacio. Se preguntó cuánto tiempo habría pasado desde que había salido de su habitación para buscar al señor-Stokley-de-Boston en los establos. Lamentó no haberse acordado de preguntar a A'duard cómo había adquirido ese raro nombre. De inmediato oyó la voz de A'duard en la mente.


Me fue otorgado por un pequeño servicio que presté a la Instrumentalidad en la vieja Cuna del Hombre.

El señor del Espacio dio un respingo. Había olvidado que no había barreras espaciales para el lenguaje mental si dejaba la mente abierta.

—Gracias
—pronunció, y luego cerró su mente.

3

Cuando despertó de un sueño tumultuoso, el señor del Espacio sentía una fatiga que A'duard sin duda habría llamado cansancio del alma. No había manera de comunicarse con la Instrumentalidad. La próxima nave con destino al puerto espacial de Xanadú partiría en un futuro demasiado lejano como para ser de alguna utilidad en el asunto de los muertos diehrs ilegales. A'duard tenía razón. La sustitución debía detenerse antes de que comenzara. ¿Pero cómo? Le parecía un poco humillante, en su condición de señor del Espacio, tener que depender de una subpersona. El único consuelo era que esa subpersona era un descendiente del gran A'telekeli. Mientras comían la primera comida del día, Madu parecía desanimada; Lari no estaba presente. El señor Kemal, con la voz más agradable de que era capaz, preguntó a Kuat por el muchacho.

—Fue a Raraku a bailar con los arois —dijo Kuat. Luego pareció advertir que el señor del Espacio debía de ignorar la palabra «aroi»—. Es un grupo de bailarines y actores de Xanadú —explicó amablemente.

Kemal sintió un frío en el corazón.

No veía el momento de comunicarse con A'duard.

—Lari no está —dijo en cuanto estuvo seguro de que Kuat no reparaba en sus palabras.

—Todos los muertos diehrs están todavía en su lugar, según informan nuestros exploradores —respondió A'duard—. Trataremos de encontrarlo y de comunicarnos contigo.

Pero el tiempo pasó y las subpersonas sólo pudieron asegurar al señor Kemal que Lari no estaba con los arois ni en Raraku, y que su réplica diehr todavía ocupaba su sitio en el laboratorio. Parecía haberse esfumado del planeta.

Madu había tomado literalmente la afirmación de Kuat; ahora estaba mucho más callada, pero aparentemente creía que Lari estaba bailando con los arois. El señor del Espacio la sondeó con prudencia.

—Por lo que oí decir, entendía que los arois constituían un grupo cerrado al cual uno debía unirse para participar.

—Oh sí, para participar plenamente —dijo Madu—, pero antes de la cosecha se permite que los mejores bailarines dancen con los arois, sean miembros o no. Ahora no falta mucho tiempo. Los arois se han trasladado de Raraku a Poike. Luego vendrán aquí. Me alegrará ver de nuevo a Lari; siempre lo echo de menos cuando se va a correr o bailar.

—¿Lari se ha ido antes para bailar? —preguntó el señor del Espacio.

—Bien, no a bailar. A correr, pero no para bailar. Pero es muy bueno. En realidad, antes no tenía la edad suficiente.

—¿Y hay otros festejos de la cosecha además del baile —preguntó el señor del Espacio, buscando todavía una pista sobre el paradero del desaparecido Lari.

La sonrisa de Madu recobró parte de su esplendor.

—Oh, sí. En esta ocasión tenemos las carreras de caballos que te he mencionado. Es el deporte favorito de Kuat. Aunque temo que esta vez —la cara de Madu se ensombreció— su caballo no tendrá muchas oportunidades de ganar. Gogle ha corrido demasiado y en condiciones muy exigentes; las patas traseras se le están desgastando. El veterinario habló de hacerle un trasplante muscular en cuanto consiguieran un donante adecuado, pero dudo que lo hayan encontrado.

Pero la perspectiva de ver pronto a Lari parecía devolver a Madu la alegría que el señor del Espacio asociaba con la muchacha. Salieron a cabalgar, y el señor Kemal gozó nuevamente de esa abrumadora sensación de asombro y placer mientras él y la gata Griselda se convertían en un solo ser. Los sentimientos de ambos estaban tan íntimamente ligados que el señor del Espacio no tenía que apretar las rodillas ni chascar para que Griselda obedeciera cada uno de sus deseos. Por primera vez en muchos días, el señor bin Permaiswari pudo olvidarse de A'duard y los muertos diehr'syde su preocupación por Lari y de su temor a que la Instrumentalidad no aprobara su alianza con el hombre-pájaro.

Y se preguntó, también por primera vez, cuánto se querrían Madu y Lari. Ahora que tenía a Madu para él solo, sentía más que nunca la fuerte atracción que la muchacha ejercía sobre él. En todos los mundos que había conocido, jamás había sentido semejante atracción por una mujer. Y —tal era su honor— pensó que era aún más imperativo encontrar a Lari sano y salvo antes de expresar a Madu sus sentimientos. Intentó comunicarse mentalmente con A'duard.

—Nada —dijo el hombre-pájaro—. No hemos encontrado rastros suyos. La última vez que uno de los nuestros lo vio, estaba en las inmediaciones del palacio y se dirigía a los establos. Eso es todo.

El día anterior a la cosecha, el señor del Espacio, con Griselda como pretexto, fue nuevamente a los establos.

A'duard trabajaba afanosamente, como el señor-Stokley-de-Boston. Miró gravemente al señor del Espacio, pero no abrió la mente. No habló. El señor bin Permaiswari se sintió ofendido. Abrió la mente y dijo:

—¡Bah animales!

A'duard hizo una mueca pero no contestó nada.

El señor del Espacio, pidió disculpas.

—Lo lamento. No iba en serio.

Esta vez A'duard respondió.

—Sí, lo has dicho en serio. Y somos animales. ¿Pero por qué tanto desprecio? Cada cual es lo que es.

—Me ha molestado que me cerraras la mente a mí, un señor del Espacio. Pero tienes derecho a cerrar la mente ante cualquiera. Te pido disculpas.

A'duard aceptó gentilmente la declaración.

—Había una razón para que cerrara la mente —dijo—. Trataba de resolver cómo contarte algo. Y necesitaba conocer bien tus verdaderos sentimientos sobre Madu y Lari antes de hablar con libertad.

El señor bin Permaiswari sintió un poco de embarazo; no se había comportado como un señor del Espacio sino como un niño. Trató de ser completamente franco.

—Estoy sinceramente preocupado por Lari. En cuanto a Madu, debes saber que existe una fuerte atracción, pero ante todo debo averiguar dónde está el muchacho y ver cuáles son los sentimientos de ella.

A'duard cabeceó.

—Hablas como yo esperaba que lo hicieras. Hemos hallado a Lari. Ha quedado inválido para siempre.

El señor Kemal inspiró, y el aire le quemó la garganta.

—¿A qué te refieres?

—Kuat ordenó a su veterinario que cortara al muchacho los músculos de los tobillos y los trasplantara a Gogle, su caballo favorito. El caballo podrá correr una carrera más a toda velocidad, burlando a quienes apuesten en contra de Kuat. Es improbable que una intervención quirúrgica consiga que el muchacho camine de nuevo, y mucho menos que corra o baile.

El señor del Espacio tenía la mente en blanco. Advirtió que A'duard todavía se dirigía a él.

—Tendremos al muchacho en una silla de ruedas mañana, en la carrera de caballos. Necesitarás la ayuda de Madu. Entonces podrás decidir qué hacer.

Hasta el día siguiente, hasta el momento de la carrera, el señor Kemal se sintió como en un sueño, observando desapasionadamente sus movimientos. A'duard se comunicó con él una sola vez.

—Hay que destruir de inmediato a los muertos diehrs —le dijo—. Mañana será el momento, después de la carrera, cuando todos estén de fiesta. Mantén ocupado a Kuat y yo me encargaré del asunto.

Temeroso e infeliz, sintiéndose más débil que nunca desde Styron IV, el señor Kemal bin Permaiswari acompañó a Madu y al gobernador Kuat hasta la carrera de caballos. En el palco estaba Lari, pálido, delgado, avejentado y en una silla de ruedas.

—¿Por qué? —gritó mentalmente el señor del Espacio.

La voz de A'duard le llegó con mucha más calma.

—Kuat pensó que le hacía un favor. Lisiado, el muchacho no puede ser el héroe corredor que ha sido. Kuat pensó que así no tendría que sustituirlo por un muerto diehr. No advirtió que lo ha privado de su principal razón para vivir; es casi como si lo hubiera reemplazado por un muerto diehr.

Madu sollozaba. Kuat, en lo que pretendía ser una tosca amabilidad, le acarició el pelo.

—Cuidaremos de él. ¡Y, por Venus, hoy burlaremos a los apostadores! Creen que Gogle no puede correr más. ¡Se llevarán una sorpresa! ¡Claro que será sólo por esta carrera, pero valdrá la pena!

«Valdrá la pena», pensó el señor del Espacio. Valdrá el resto de la vida de Lari, lisiado, incapaz de hacer lo que más amaba.

«Valdrá la pena», pensó Madu. No bailar, no correr más, no sentir el viento en el pelo mientras las multitudes lo aclamaban.

«Valdrá la pena», pensó Lari. Qué importa ahora.

Gogle ganó por medio cuerpo.

Kuat, eufórico, dijo a los demás:

—Os veré en el salón principal del palacio. Tengo que recaudar mis apuestas.

La cara de Madu parecía tallada en mármol mientras conducía a Lari hacia un carro especial, tirado por dos gatos, que lo había llevado al estadio. El señor Kemal, sin una palabra, montó en Griselda. Necesitaba estar solo, al menos por un rato.

Se alejaron, en callada comunicación, de las murallas de la ciudad. El señor Kemal oyó un grito desde las puertas de la ciudad, pero no le prestó atención. Pensaba en Lari. De nuevo el grito. Otro brinco. De pronto Griselda tambaleó, rodó, se desplomó. El señor del Espacio cayó de bruces junto a la cara de la gata. Los ojos de Griselda estaban vidriosos. El señor Kemal vio el dardo que atravesaba el pescuezo de la gata. Pisang. Ella intentó lamerle la mano; él la acarició con lágrimas en los ojos. La gata soltó un suspiro enorme y desgarrador, escudriñó al señor Kemal, se estremeció y murió. Una parte de él murió con ella.

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