«Se trataba, sin duda, de niños abandonados y sin trabajo, de esos que generalmente abundan en las grandes ciudades, de esos que se nutren del vicio y la desvergüenza, y que están siempre dispuestos a cualquier cosa.»
El papa Inocencio III también creía que aquellos niños iban a Palestina y se sentía conmovido: «¡Estos niños están despiertos mientras nosotros dormimos!», decía. Pero la mayoría de aquellos niños fueron embarcados en Marsella, y cerca de la mitad perdieron la vida en naufragios. La otra mitad llegaron al norte de África, donde fueron vendidos.
Sin embargo, resulta que, a causa de un malentendido, algunos niños fueron enviados a Génova, donde no había ningún barco de esclavos que los esperara. Allí, unas buenas gentes les dieron de comer y los alojaron para, después de charlar amablemente con ellos, darles un poco de dinero, muchos consejos y devolverlos a sus casas.
—¡Hurra por la buena gente de Génova! —exclamó Mary O’Hare.
Aquella noche dormí en uno de los dormitorios de los niños. O’Hare había dejado sobre la mesita de noche un libro para mí. Era
Dresde: historia, arte y paisaje
, de Mary Endell, publicado en 1908. La introducción empezaba así:
«Existe la esperanza de que este libro sea útil. Intenta dar a los lectores de habla inglesa una noción a vista de pájaro de cómo Dresde llegó a ser lo que es arquitectónicamente, y de cómo creció musicalmente a través del genio de unos pocos hombres, hasta su presente florecimiento. También pretende llamar la atención sobre ciertas obras de arte permanentes que hacen de su museo el refugio de quienes buscan impresiones duraderas.»
Más adelante, leí algo de su historia:
«En 1760, Dresde fue sitiada por los prusianos. El 15 de julio empezaron a disparar los cañones. El museo pictórico se incendió, y a pesar de que muchas de las telas habían sido trasportadas al Königstein, algunas de ellas fueron gravemente dañadas por los cascos de metralla, sobre todo el "Bautismo de Cristo" de Francia. Además, la antigua torre de Kreuzkirche, desde la cual se habían estado vigilando los movimientos del enemigo de día y de noche, fue pasto de las llamas para derrumbarse poco después. En contraste con el doloroso destino de la Kreuzkirche, la Frauenkirche se mantuvo, con sus duras cúpulas de piedra que hacían rebotar las bombas prusianas como si de lluvia se tratara. Finalmente, Federico se vio obligado a abandonar el sitio, al enterarse de la caída de Glatz, el punto clave de sus nuevas conquistas. "Debemos correr hacia Silesia así no lo perderemos todo", dijo.
La devastación de Dresde no tuvo límites. Cuando Goethe visitó la ciudad, siendo un joven estudiante, encontró aún tristes ruinas y escribió: "Desde la cúpula de la iglesia de Nuestra Señora contemplé los montones de escombros esparcidos por toda la ciudad. El sacristán me ponderó el genio previsor del arquitecto que proyectó la cúpula y la iglesia construyéndolas a prueba de bombas y terremotos. El buen sacristán me señalaba ruinas por todas partes y, vacilando, exclamó lacónicamente: ¡Esto es lo que ha hecho el enemigo!»
A la mañana siguiente, las dos niñas y yo cruzamos el río Delaware por el mismo lugar en que lo había hecho George Washington, y fuimos a visitar la Feria Mundial de Nueva York. Allí vimos lo que había sido el pasado según la Ford Motor Company y Walt Disney, y también lo que sería el futuro según la General Motors.
Y yo me interrogué sobre el presente: ¡cuán amplio era, cuán profundo y cuán al alcance de mi mano estaba el conservarlo!
Después de eso estuve enseñando, durante un par de años, creación literaria en la famosa Escuela de Escritores de la Universidad de Iowa, donde me metí en maravillosas dificultades, de las que ya me he librado. Daba clase por las tardes, y por las mañanas escribía. No se me podía molestar. Estaba trabajando en mi famoso libro sobre Dresde.
Y fue allí donde un hombre excelente llamado Seymour Lawrence me ofreció un contrato por tres libros. Entonces le dije:
—Está bien; el primero de ellos será mi famoso libro sobre Dresde.
Ahora le he dicho (los amigos de Seymour Lawrence le llaman Sam):
—Sam, he aquí el libro.
Mira, Sam, si este libro es tan corto, confuso y discutible, es porque no hay nada inteligente que decir sobre una matanza. Después de una carnicería sólo queda gente muerta que nada dice ni nada desea; todo queda silencioso para siempre. Solamente los pájaros cantan.
¿Y qué dicen los pájaros? Todo lo que se puede decir sobre una matanza; algo así como
«¿Pío-pío-pi?»
Les he enseñado a mis hijos que jamás tomen parte en matanza alguna bajo ningún pretexto, y que las noticias sobre el exterminio y la derrota de sus enemigos no deben producirles ni satisfacción ni alegría.
También les he inculcado que no deben trabajar en empresas que fabriquen máquinas de matar, y que deben expresar su desprecio por la gente que las cree necesarias.
Como antes dije, recientemente volví a Dresde con mi amigo O’Hare. Lanzamos millones de carcajadas en Hamburgo, en Berlín Oeste, en Berlín Este, en Viena, en Salzburgo, en Helsinki y también en Leningrado. Para mí fue vital, ya que viví con autenticidad las bases para varios posibles libros. Uno de ellos se llamará:
Ruso barroco
, otro
Sin besos
, otro
Bar Dólar
y otro, quizá,
Si la casualidad lo permite
, etcétera.
Y así sucesivamente.
El vuelo Filadelfia-Boston-Frankfurt lo realizaba un aparato de Lufthansa, que O’Hare cogería en Filadelfia y yo en Boston, con objeto de hacer el viaje juntos. Pero Boston estaba imposible, y el avión se dirigió directamente a Frankfurt, desde Filadelfia. Entonces me convertí en un ser sin personalidad sumergido en la niebla de Boston, y la Lufthansa me colocó en un autocar, junto con otros seres sin personalidad, que me llevó a un motel para pasar una noche que no fue noche.
El tiempo no pasaba. Alguien debía de estar manipulando los relojes, y no tan sólo los eléctricos sino también los de cuerda, pues la segundera de mi reloj de pulsera hacía un tic, dejaba transcurrir un año, y finalmente hacía el tac.
Pero lo peor era que uno no podía hacer nada. Como cualquier terrestre vulgar, debía creer en los relojes y en los calendarios.
Llevaba conmigo dos libros, para leerlos en el avión. Uno era
Palabras para el viento
, de Theodore Roethke, en el que encontré lo siguiente:
Despierto mientras duermo, despierto lentamente.
Siento mi destino en lo que no puedo temer.
Y aprendo por el camino adonde tengo que acudir.
El otro libro era de Erika Ostrovsky, titulado
Céline y su sueño
. Céline era un valiente soldado francés al que, durante la Primera Guerra Mundial, le rompieron el cráneo. Después de eso no podía dormir, y sentía como si su cabeza estuviera llena de ruidos. Estudió medicina y se dedicó, durante el día, a curar a la gente pobre, y por la noche, a escribir novelas. El arte no es posible si no baila como pareja de la muerte, escribía.
Y también:
«La verdad es la muerte. Yo he luchado valientemente contra ella, tanto como he podido…, he bailado con ella, la he abrazado…, la he cubierto de flores…, la he adornado con cintas…»
El tiempo le obsesionaba. La Ostrovsky me recordaba la sorprendente escena de
Muerte a plazos
, cuando Céline quiere detener el bullicio de una calle llena de gente. Grita, en el papel:
«¡Deténlos…, no dejes que puedan moverse…! ¡Ahí mismo, congélalos… de una vez para siempre…! ¡Así no desaparecerán!»
Busqué una historia de destrucción entre las páginas de la Biblia que había en la habitación del motel. Leí:
Al tiempo que el sol salía sobre la tierra, llegó Lot a Segor. Entonces, Yavé hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde su cielo. Y destruyó estas ciudades y toda la llanura, todos los habitantes de las ciudades y toda la vegetación del suelo
.
Eso es.
Como ya es sabido, ambas ciudades estaban llenas de gente vil. El mundo seguiría mejor sin ellos.
Y desde luego, a la esposa de Lot le dijeron que no mirara hacia atrás, donde habían estado todas esas gentes y sus hogares. Pero ella se volvió para mirar, y eso fue lo que me gustó. ¡Es tan humano!
Como castigo quedó convertida en estatua de sal. Eso es.
La gente no debe mirar hacia atrás. Ciertamente, yo no volveré a hacerlo. Ahora que he terminado mi libro de guerra, prometo que el próximo que escriba será divertido.
Porque éste será un fracaso. Y tiene que serlo a la fuerza, ya que está escrito por una estatua de sal, empieza así:
Oíd:
Billy Pilgrim ha volado fuera del tiempo…
y termina así:
¿Pío-pío-pi?
Oíd:
Billy Pilgrim ha volado fuera del tiempo.
Billy se ha acostado siendo un viejo viudo y se ha despertado el día de su boda. Ha entrado por una puerta en 1955 y ha salido por ella en 1941. Ha vuelto a traspasar esa puerta y se ha encontrado en 1963. Ha visto su nacimiento y su muerte muchas veces, según dice, y viaja al azar hacia cualquier momento de su vida. Eso dice.
Billy es espástico en cuanto al tiempo; no puede controlar lo que va a sucederle y sus excursiones no siempre son divertidas. Vive en constante temor, dice, pues no sabe nunca qué parte de vida le va a tocar representar al momento siguiente.
Billy nació en 1922 en Ilium, Nueva York, hijo único del barbero del lugar. Fue un niño de aspecto gracioso, que se convirtió en un joven de gracioso aspecto, alto y delgado, con el cuerpo en forma de botella de cocacola. Terminó sus estudios en la Escuela Superior de Ilium, quedando entre el tercio superior de la clase, y asistió a las clases nocturnas de la Escuela de Óptica de Ilium durante un semestre, antes de que fuera requerido para el servicio militar, durante la Segunda Guerra Mundial. Su padre murió en un accidente de cacería, en el curso de la guerra. Así fue.
Billy prestó servicio en infantería y, destacado en Europa, fue hecho prisionero por los alemanes. Después de su honrosa licencia del ejército en 1945, Billy volvió de nuevo a la Escuela de Óptica de Ilium. Durante el segundo año de sus estudios se prometió con la hija del fundador y dueño de la escuela, y luego sufrió una leve depresión nerviosa.
Estuvo bajo tratamiento en un hospital de veteranos cercano a Lake Placid. Y cuando finalmente le dejaron marchar, se casó con su prometida, terminó sus estudios y su suegro le montó un negocio en Ilium. Aquélla es una ciudad particularmente buena para los ópticos, puesto que allí se encuentra la Compañía General de Forja y Fundición. Todo empleado tiene la obligación de estar en posesión de unas gafas de seguridad y de llevarlas mientras esté trabajando en la fábrica. Pues bien, la GF & F tiene sesenta y ocho mil empleados en Ilium…, lo cual representa muchas lentes y muchas monturas.
El dinero está en las monturas.
Billy se hizo rico y tuvo dos hijos, Barbara y Robert. A su tiempo Barbara se casó con otro óptico, a quien Billy montó un negocio, y Robert… Bueno, el hijo de Billy tuvo muchos problemas en la escuela superior. Pero después se alistó en los famosos Boinas Verdes, sentó la cabeza, se convirtió en un agradable muchachote y luchó en Vietnam.
A principios de 1968 un grupo de ópticos, entre los que estaba Billy, fletaron un avión para que les llevara de Ilium a Montreal, donde había una convención internacional de óptica. El avión se estrelló en la cima del monte Sugarbush, en Vermont, y murieron todos menos Billy. Así fue.
Mientras Billy se recuperaba en un hospital de Vermont, su esposa murió de un envenenamiento accidental de monóxido de carbono. Así fue.
Cuando finalmente Billy volvió a su casa de Ilium, después del accidente de aviación que le dejó una terrible cicatriz en la parte superior del cráneo, estuvo tranquilo durante algún tiempo. No reemprendió su trabajo. Contrató un ama de llaves, aparte de que su hija iba a visitarle casi diariamente.
Fue entonces cuando, de improviso, sin advertencia alguna, Billy se marchó a Nueva York y acudió a un programa nocturno de radio dedicado a temas diversos. Dijo lo de que vivía fuera del tiempo, y también lo de que había sido raptado por un platillo volante en 1967. El platillo, explicó, procedía del planeta Tralfamadore, adonde le llevaron para exhibirle desnudo en un zoo y aparejarle, en público, con una estrella de cine terrestre llamada Montana Wildhack.
Algunas lechuzas nocturnas de Ilium oyeron a su conciudadano por la radio, y una de ellas llamó a la hija de Billy, Bárbara, que se sintió muy disgustada. Ella y su marido fueron a Nueva York y se llevaron a Billy a su casa. El hombre insistía mansamente en que todo lo que había dicho por la radio era verdad. Explicó que había sido raptado por los tralfamadorianos la noche del día de la boda de su hija. No lo habían echado de menos, afirmó, porque aquellos seres extraplanetarios lo condujeron a través de la urdimbre del tiempo, de manera que él había podido estar en Tralfamadore durante años, y aun así ausentarse de la Tierra solamente por espacio de un microsegundo.
Pasó otro mes sin incidencias, hasta que Billy escribió una carta al
News Leader
de Ilium, que fue publicada. En ella describía a las criaturas de Tralfamadore.
Decía que medían sesenta centímetros de altura, que eran verdes y que tenían una forma como si hubieran sido hechos por algún fontanero. Sus remaches o ventosas descansaban sobre el suelo, y sus tuberías, que eran extremadamente flexibles, apuntaban generalmente al cielo. Además, en el extremo de cada una de estas tuberías o cañerías había una pequeña mano con un ojo verde en la palma. Esas criaturas eran amistosas, podían ver en cuatro dimensiones —por lo que compadecían a los terrestres, que no pueden ver más que en tres— y tenían muchas cosas maravillosas que enseñarnos, especialmente sobre el tiempo. Billy prometía hablar de alguna de esas cosas maravillosas en su próxima carta.
Todavía estaba Billy trabajando en esta segunda carta, cuando fue publicada la primera. La segunda carta empezaba así:
«Lo más importante que he aprendido en Tralfamadore es que cuando una persona muere, sólo muere
aparentemente. Continúa
estando muy viva en el pasado, y por lo tanto es muy estúpido que la gente llore en su funeral. Todos los momentos, el pasado, el presente y el futuro, siempre han existido y siempre existirán. Los tralfamadorianos pueden contemplar todos los momentos diferentes de la misma forma que usted, por ejemplo, puede observar cualquier trecho de las Montañas Rocosas, Se dan cuenta de la permanencia de todos los momentos, y pueden contemplar cualquiera de ellos que les interese. Aquí en la Tierra creemos que un momento sigue a otro, como los guisantes dentro de la vaina, y que cuando un momento pasa ya ha pasado para siempre, pero no es más que una ilusión.