Dejando Huércanos a la derecha y Alesón a la izquierda, entraréis en Nájera atravesando el puente de siete arcos que construyó San Juan de Ortega sobre el río Najerilla y podréis alojaros, como la otra vez, en el noble monasterio de Santa María la Real, fundado a principios del milenio por el rey Don García I el de Nájera. A fuer de ser sincero, cada vez que oigo, leo o escribo tu antiguo nombre, me vienen a la cabeza las circunstancias por las que tuviste que cambiarlo, y no dejo de sentir una cierta ira al pensar que el joven García Galceráñez dejó de existir al ser adoptado por su abuelo para que la Iglesia y la Orden del Hospital de San Juan no sospecharan que seguíamos vivos. Ciertamente, jamás hubiéramos dejado de ser unos miserables prófugos, temerosos de ser descubiertos en cualquier momento por los esbirros papales o los caballeros hospitalarios —que, a no dudar, hubieran seguido nuestro rastro sin desfallecer hasta encontrarnos—, si la Orden de los Caballeros de Cristo no hubiese hecho aparecer oportunamente, en un acantilado de la costa gallega, los cuerpos sin vida de un hombre, una mujer y un joven que fueron tomados por nosotros, lo que nos permitió empezar una nueva vida con otras identidades. Ahora te llamas en verdad Jonás, pues tomaste por nombre propio el apelativo que yo te daba mientras te buscaba en el cenobio de Ponç de Riba, en recuerdo, no ya del Jonás que entró débil y temeroso en el vientre de la ballena, sino del que salió de ella, libre y renovado, pues tal era mi objetivo contigo.
¡Oh, Nájera, Nájera…! ¡Qué buenos recuerdos me trae esa ciudad! Allí fue donde encontramos a Sara después de muchos días de duro viaje, alojada en la sedería de Judah Ben Maimón, uno de los principales
muccadim
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de la gran aljama najerense, a quien, por cierto, deberás visitar y saludar en mi nombre y en el de Sara. Al contrario que en otras muchas ciudades de la cristiandad, en Nájera los judíos son estimados de manera que su aljama es próspera y han podido, sin temor a ser agraviados, establecer comercios en todos los barrios y en las calles principales, especialmente en la plaza del mercado y el palacio de Doña Toda. Recordarás el placer de pasear por las ceñidas calles de la judería, con sus casas de puertas abiertas que permiten ver los patios interiores, las ventanas con hermosas rejas de madera, el olor a especias y sus magníficos baños públicos. También fue aquí donde, por fin con ayuda de un fuerte depurativo para el vientre, conseguimos desprendernos de Nadie, cuya irritante presencia obstaculizaba nuestro ya de por sí difícil peregrinaje.
Dejareis Nájera con pesar, estoy seguro, pero forma parte de la experiencia del Camino despedirse de las personas, las cosas y los lugares para seguir avanzando. Y eso es lo que deberéis hacer: continuar la ruta jacobea en dirección a Azofra, situada en lo alto de una pequeña colina, y, desde allí, siguiendo el trazado del río Tuerto, marchar hacia Alesanco, Villar de Torre y Berceo para terminar en San Millán de la Cogolla. Ya sabes que San Millán no es un único monasterio sino dos, separados por un bosquecillo: San Millán de Suso —de Arriba— y San Millán de Yuso —de Abajo—. En el de arriba, Suso, en cuya explanada hay una hermosa iglesia de ejecución visigótica y mozárabe, se crió y vivió el célebre poeta Gonzalo, llamado de Berceo, que escribió los famosos
Milagros de Nuestra Señora
,
Vida de Santo Domingo de Silos
,
Vida de San Millán
y, por supuesto, el
Poema de Santa Oria
, compañera espiritual de San Millán. El mérito y fama de Gonzalo le vienen de haber sido el primero en escribir sus obras en la lengua vulgar del pueblo y no en el acostumbrado latín culto:
«QUIERO FER UNA PROSA EN ROMÁN PALADINO, EN CUAL SUELE EL PUEBLO FABLAR A SU VECINO, CA NON SON TAN LETRADO POR FER OTRO LATINO, BIEN VALDRÁ COMO CREO UN VASO DE BON VINO».
Una vez en San Millán,
frey
Estevão y tú buscaréis acomodo en el albergue de Yuso, el de abajo, y os dispondréis a pasar la noche en vela, pues en San Millán, Jonás, deberás realizar el tercer grado del ritual que te ocupa en tu peregrinación. A la hora de maitines
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saldréis de la hostería y, subiendo la ladera, atravesaréis el bosquecillo alumbrados por lamparillas de sebo, de manera que llegaréis a San Millán de Suso sin ser advertidos, dejaréis atrás la tumba de alabastro negro del santo, entraréis en el templo a través de la galería de los sepulcros, cruzaréis las naves en dirección al ábside y utilizaréis las escaleras de madera para acceder a los restos del antiguo monasterio, donde se hallan las criptas en las que se enterraban en vida los primeros monjes de aquel cenobio. Sin duda, habrás adivinado que te estoy conduciendo hacia la cripta de la pobre o, quizá, inexistente santa Oria, pues forma parte de las habilidades de la Iglesia de Roma crear santos que nunca fueron tales.
No puedo quitarme de la cabeza la cara de espanto de la pobre Sara cuando aquel benedictino nos explicó, lleno de orgullo y admiración, que Oria, la compañera espiritual de san Millán, era una inocente niña de nueve años que fue emparedada viva —supuestamente, a petición propia— hasta que murió a los veinte años de edad. Curiosamente, una
Tau
casi invisible aparecía tallada en la piedra que cubría su cripta, lo que me llevó a entender, por primera vez, la clave templaria según la cual las
Taus
aparecían en lugares donde las santas o mártires se llamaban Orosia, como en Jaca, y Oria, como en San Millán, nombres que procedían de sus antecesores latinos Aurosea, «del color del oro» y Áurea, «de oro», derivados ambos, a su vez, de Aureus, «oro», y, por tanto, del «Tau-Aureus» templario. El esbirro de Su Santidad, el conde Joffroi de Le Mans, vació la cripta antes de que yo llegase aquella noche y pudiera estudiar los documentos y objetos, dejando unos tablones de madera por toda cubierta y montones de escombros en los alrededores. Por fortuna, los caballeros de Cristo, que nos vigilaban sin que lo supiéramos, reconstruyeron la cripta de la niña inmediatamente, impidiendo que nadie se apercibiera del desastre y descubriera el escondite.
Pero, además, los
freyres
hicieron otra cosa. Arreglaron de nuevo la bóveda secreta donde se ocultaba el tesoro y la ampliaron, de manera que ahora se puede acceder al lugar que, aunque vacío, permite celebrar allí determinadas ceremonias. Sigue exactamente las instrucciones de
frey
Estevão y aprende las frases del rito tal y como deberás pronunciarlas llegado el momento. Esa noche, Jonás, en presencia de varios caballeros que serán prevenidos de vuestra llegada, quedarás investido con los ropajes blancos que simbolizan la decencia e integridad de alma que deberás mantener a partir de ese día, sin emitir nunca un juicio falso ni ser cómplice de traición. Y no es éste, como el de la corte, un ritual vacío y carente de sentido. Tras el baño purificador en Tiermas y el sueño vigorizante en Eunate, sabrás ya que la honestidad a la que te obligan las ropas blancas no responde a un deseo de tu voluntad, sino que se convertirá en una condición de tu carácter que ya no podrás alterar.
Vuestra siguiente parada será Santo Domingo de la Calzada, a los pies de las nevadas cumbres de la Sierra de la Demanda. Recuerda rendir devoción al santo ante su sepulcro, pues era un maestro constructor iniciado que dedicó su vida al Camino de la Gran Perdonanza levantando puentes, fundando hospitales y, lo más importante, creando un nuevo y excelente trazado entre Nájera y Redecilla para mejor servir a los peregrinos. No te olvides de prestar atención a la gallera con las dos aves de corral de plumaje blanco pues, si cantan al tiempo que tú estás en el templo, según la leyenda, tendrás buena suerte en adelante para el Camino.
Cruzaréis el puente sobre el Oja a la salida de Santo Domingo y seguiréis su calzada hasta Redecilla y, después, alcanzaréis Belorado, Tosantos, Villambista, Espinosa y San Felices. Un nuevo río, que lleva el ya conocido y arcano nombre de Oca, y un nuevo puente se atravesarán en vuestro camino antes de que consigáis descansar en Villafranca, la
Auca
u Oca de los romanos, en la que podréis alojaros en el hospital de Santiago o en la hospedería de la iglesia, no sin antes hacer una visita a la ermita de la Virgen llamada, naturalmente, de Oca.
Al día siguiente reemprenderéis vuestro camino adentrándoos en Castilla por los boscosos Montes de Oca. De Castilla dice Aymeric en el
Codex Calixtinus
: «Es una tierra llena de tesoros, de oro, plata, rica en paños y vigorosos caballos, abundante en pan, vino, carne, pescado, leche y miel». Y de ocas, añadiría yo sin ánimo de insistir en lo evidente. Llegaréis a los páramos de la Pedraja atravesando un espeso bosque de pinos y abetos en el que, además de lobos, abundan también los salteadores. Llevad, pues, cuidado y te repito lo que antes te dije: no intentes probar tu valía como caballero enfrentándote con unos pobres bellacos hambrientos. En el hospital de Valdefuentes podréis descansar y rellenar vuestras calabazas con el agua fresca y limpia del manantial que allí brota. Tenéis San Juan de Ortega a un tiro de piedra, así que no perdáis el tiempo y lanzaos al galope por el intrincado sendero que cruza la floresta hasta llegar a aquel lugar del que tantos y tan extraños recuerdos guardamos.
Como sabes, entraréis por la parte posterior del edificio y tendréis que rodear el ábside de la iglesia y, allí mismo, en la gran explanada, encontraréis la hostería. Lamento profundamente la muerte del viejo monje que con tanta cordialidad y simpatía nos recibió la otra vez. Era cuentista y lenguaraz, pero no merecía morir como murió, a manos del funesto Joffroi. En fin, te recomiendo prudencia en San Juan de Ortega, puesto que el clérigo que suplantó a aquel desventurado era uno de los hombres del conde. Puede que, como nos dan por muertos desde hace cinco años, hoy ocupe su lugar un auténtico hospedero, pero, por lo que pudiera pasar, te pido que no hables más de lo debido ni menciones que ya has estado antes en el lugar. Supongo, hijo mío, que tu aspecto habrá cambiado mucho en estos años en los que no te he visto y, aunque los rasgos de tu cara y el color de tus ojos son los de tu madre y tu tío Manrique de Mendoza, estoy seguro de que habrás seguido creciendo y es probable, incluso, que hayas superado mi alta estatura, lo que no es sino un grave inconveniente porque podría delatar tu origen. Por eso, andad con cuidado
frey
Estevão y tú, y, sólo si os sentís seguros, visitad la tumba de san Juan de Ortega —en el mundo Juan de Quintanaortuño—, otro pontífice y arquitecto iniciado que construyó el puente de Logroño, reconstruyó el del río Najerilla, levantó el hospital de Santiago de aquella ciudad y edificó la iglesia y la hospedería que llevan su nombre. Pero, además, como santo taumaturgo, se hizo famoso ni más ni menos que por resucitar muertos. Así lo afirma al menos la leyenda. Tú observa bien en recuerdo mío el capitel de la Anunciación, ése sobre el que un rayo de sol incide en los solsticios para señalar el báculo en forma de
Tau
del viejo san José.
Ego sum lux…
, decía erradamente la cartela del capitel de Eunate en el que se representaba la resurrección de Lázaro. En el mismo capitel de la iglesia gemela de Eunate, la de Torres del Río, aparecía la resurrección de Cristo, con aquellas dos mujeres que parecían cadáveres y la misteriosa fumarola que salía del Santo Sepulcro en forma de espirales. Todo aquello adquirió sentido en San Juan de Ortega para ayudarnos a encontrar el tesoro escondido en la tumba del santo, así como para salvarnos de los vapores venenosos que dejó escapar la cripta en cuanto apartamos la losa de piedra. No nos sirvió, en cambio, para librarnos de Le Mans pero, siquiera por confortarnos, fue allí donde hallé el importante rollo de cuero con las claves secretas que luego pude utilizar en Las Médulas y en el
Finisterrae
.
Vivimos en un mundo extraño, Jonás, en el que junto a los valores más nobles cohabitan los peores vicios y maldades y todos estamos en ambos bandos a la vez, en mayor o menor medida. Por eso no debes juzgar sin haber reflexionado antes sobre todos y cada uno de los movimientos de la partida. Y te digo esto no sólo porque fuesen los
milites Templi
, nuestros protectores de hoy, quienes preparasen las trampas mortales que casi acaban entonces con nuestras vidas, sino también para que lo tengas muy en cuenta cuando llegues a Burgos, la próxima parada de vuestro viaje.
Tendréis que atravesar una nueva zona de boscaje antes de entrar en la magnífica y soberbia capital del reino de Castilla. Burgos es deslumbrante y avasalladora para el jacobípeta que, después de múltiples penalidades, avanza con paso cansado por la larga vía empedrada que cruza la ciudad de un lado a otro y que forma parte del propio Camino del Apóstol. A diestra y siniestra la rúa está flanqueada por numerosas tiendas en las que se venden todo tipo de mercaderías, así como por cuantiosos obradores de artesanos cristianos, judíos y moriscos, sin hablar de las bullangueras posadas y de los ruidosos mesones. También esta vez te alojarás en el opulento albergue del Hospital del Rey, regido, como sabes, por las dueñas bernardas del Real Monasterio de las Huelgas, donde vive tu madre.
Tienes muchas visitas que hacer durante tus pocos días de estancia en Burgos. No olvides presentar tus respetos a Don Samuel, el pariente de Sara, que se alegrará mucho de volver a verte. Don Samuel sigue siendo el rabino principal de la grande y próspera aljama de la ciudad, aunque nos han dicho que últimamente su fuerte salud se ha deteriorado. Recuerda que fue almojarife mayor del rey don Fernando IV, así que, para satisfacerle a él y traerme información a mí, pregúntale por la situación de la hacienda de Castilla. También deberás saludar a tu tío Manrique y a su esposa, Leonor de Ojeda, y así conocerás a tu primo que, aunque sólo tiene un par de años más que Saura, vendrá pronto a servir como paje en la corte del rey Don Dinis de Portugal, pues ése es el deseo de su padre, y tú tendrás que hacerte cargo aquí de él como tus primos De Born se hicieron cargo de ti en la corte de Barcelona.
Frey
Estevão tiene asuntos que tratar con tu tío, de modo que, mientras ellos permanezcan reunidos, tú puedes, si así lo deseas, visitar el Monasterio de las Huelgas para conocer a tu madre. Obra en poder de
frey
Estevão una dispensa especial que te permitirá acceder a la clausura. Debo admitir que tu tío Manrique lo desaconseja vivamente, pero yo respetaré tu decisión cualquiera que ésta sea. Creo que, al menos, debes tener la oportunidad de verla y hablar con ella pero, si no quieres, aprovecha el tiempo visitando la monumental catedral de Burgos, paradigma de la inmensa belleza que puede crear el hombre con su inteligencia y sus manos.