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Authors: Michael Crichton

Tags: #Ciencia Ficción

Rescate en el tiempo (18 page)

BOOK: Rescate en el tiempo
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»Pero he ahí el problema: se trata
sólo
de una descripción matemática. Se reduce a un conjunto de ecuaciones. Y los físicos no podían visualizar el mundo que se insinuaba en esas ecuaciones: era demasiado irregular, demasiado contradictorio. A Einstein, por citar un caso, eso no le gustaba. Lo interpretaba como un error de la teoría. Sin embargo, la teoría continuaba constatándose, y las cosas fueron de mal en peor. Al final, incluso científicos galardonados con el Premio Nobel por sus aportaciones a la teoría cuántica tuvieron que admitir que no la entendían.

»Esto, pues, creó una situación fuera de lo común. Durante la mayor parte del siglo
XX
hemos dispuesto de una teoría del universo que todos usamos, y todos coincidimos en que es correcta; pero nadie es capaz de explicar qué nos dice esa teoría acerca del mundo.

—¿Qué relación guarda todo eso con los universos múltiples? —preguntó Marek.

—A eso voy —respondió Gordon.

—Muchos físicos han intentado explicar las ecuaciones —dijo Gordon—. Todas esas explicaciones fracasaban por una u otra razón. Y de pronto, en 1957, un físico llamado Hugh Everett propuso una explicación nueva y audaz. Everett sostenía que nuestro universo, el universo que vemos, el universo compuesto de rocas y árboles y seres humanos, y galaxias en el espacio exterior, era sólo uno entre un número infinito de universos coexistentes.

»Cada uno de esos universos se dividía continuamente, de modo que había un universo en el que Hitler perdía la guerra y otro en el que la ganaba; un universo en el que Kennedy moría y otro en el que seguía con vida. Y también un mundo donde uno se lavaba los dientes por la mañana y otro en el que no lo hacía. Y así indefinidamente. Una cantidad infinita de mundos.

»Everett definió esto como la interpretación de los «muchos mundos» de la mecánica cuántica. Su hipótesis concordaba con las ecuaciones cuánticas, pero a los físicos les resultó difícil de aceptar. No les entusiasmaba la idea de un sinfín de mundos dividiéndose sin cesar. Les parecía inconcebible que la realidad adoptara esa forma.

»La mayoría de los físicos se niega aún a aceptarla —añadió Gordon—, pese a que nadie ha conseguido refutarla.

»Everett, a su vez, mostraba poca paciencia con las objeciones de sus colegas. Sostenía que la teoría era válida les gustara o no. Si alguien no daba crédito a la teoría, se debía, según él, a su rigidez y sus ideas anticuadas, actitud idéntica a la de los científicos que en su día no daban crédito a la teoría copernicana que situaba al Sol en el centro del sistema solar… y que también entonces se consideró inverosímil. Porque Everett afirmaba que el concepto de «muchos mundos» era
sin duda cierto
. Existían realmente universos múltiples. Y discurrían paralelos al nuestro. Con el paso del tiempo, esos universos múltiples recibieron el nombre de «multiverso».

—Un momento —intervino Chris—. ¿Quiere decir que eso es verdad?

—Sí —contestó Gordon—. Es verdad.

—¿Cómo lo sabe? —preguntó Marek.

—Se lo demostraré —dijo Gordon, y cogió una carpeta marrón con un rótulo donde se leía
TECNOLOGÍA ITC/CTC
.

Sacó una hoja en blanco y empezó a dibujar.

—Es un experimento muy sencillo. Lleva realizándose desde hace doscientos años. Colocamos dos paredes, una frente a otra. La primera pared tiene una única hendidura vertical.

Les mostró el dibujo.

—Ahora proyectamos un haz de luz sobre la hendidura. En la pared de detrás verán…

—Una línea blanca —apuntó Marek—, resultante de la luz que pasa por la hendidura.

—Correcto. Tendría poco más o menos este aspecto —contestó Gordon, y extrajo una fotografía pegada a una cartulina.

Siguió dibujando.

—Ahora tenemos una pared con
dos
hendiduras verticales en lugar de una. Proyectamos un haz de luz sobre ellas, y en la pared de detrás verán…

—Dos líneas verticales —dijo Marek.

—No. Verán una serie de franjas alternas de luz y sombra. Les mostró el efecto:

—Y si se proyecta el haz de luz sobre
cuatro
hendiduras —continuó Gordon—, aparecen la mitad de franjas que antes. Porque una de cada dos franjas se oscurece.

Marek frunció el entrecejo.

—¿Más hendiduras producen menos franjas? ¿Por qué?

—La explicación habitual es lo que he dibujado: la luz, al pasar por las hendiduras, actúa como dos ondas que se superponen. En algunas zonas se suman la una a la otra, y en otras zonas se anulan mutuamente. Y eso crea una imagen de franjas alternas de luz y sombra en la pared. En este caso, decimos que las ondas se interfieren entre sí, y al resultado lo llamamos «figura de interferencia».

—¿Y qué? —preguntó Chris Hughes—. ¿Qué problema hay con todo eso?

—El problema —respondió Gordon— es que acabo de ofrecerles una explicación del siglo
XIX
. Era totalmente admisible cuando todo el mundo creía que la luz era una onda. Pero desde Einstein sabemos que la luz se compone de unas partículas llamadas fotones. ¿Cómo se explica que unos cuantos fotones generen una figura como ésta?

Se produjo un silencio. Todos movieron la cabeza en un gesto de incomprensión.

David Stern habló por primera vez.

—Las partículas no son tan simples como usted las ha descrito. En determinadas situaciones, las partículas poseen propiedades ondulatorias. Las partículas pueden crear interferencias entre sí. En este caso, los fotones del haz de luz se interfieren unos a otros y producen la misma figura.

—Ésa parece la respuesta lógica —dijo Gordon—. Al fin y al cabo, un haz de luz consta de millones y millones de pequeños fotones. No es difícil imaginar que interactúen entre sí de algún modo y creen la figura de interferencia.

Todos asentían. En efecto no era difícil imaginarlo.

—Pero ¿es así realmente? —preguntó Gordon—. ¿Es eso lo que ocurre? Una manera de averiguarlo consiste en eliminar cualquier clase de interacción entre los fotones. Veamos cómo se comportan los fotones uno a uno. Eso se ha llevado a cabo experimentalmente. Se proyecta un haz de luz tan débil que emite sólo un fotón cada vez. Y detrás de las hendiduras se colocan detectores muy sensibles, tan sensibles que son capaces de captar la incidencia de un único fotón. ¿Entendido?

Todos asintieron, esta vez de manera menos enérgica.

—Ahora no puede haber interferencia alguna de otros fotones, porque trabajamos con un solo fotón. Los fotones, pues, pasan uno a uno. Los detectores registran el punto al que llega cada fotón. Y transcurridas unas horas obtenemos el resultado, algo así.

»Lo que vemos —continuó Gordon— es que los fotones independientes inciden sólo en ciertas zonas, y nunca en otras. Se comportan exactamente igual que en un haz de luz corriente. Pero ahora son emitidos uno a uno. Ningún otro fotón interfiere su trayectoria. No obstante,
algo
interfiere, ya que producen la habitual figura de interferencia. ¿Qué interfiere, pues, el movimiento de un único fotón?

Silencio.

—¿Señor Stern?

Stern negó con la cabeza.

—Si se calculan las probabilidades…

—No nos refugiemos en las matemáticas. Quedémonos en la realidad. Al fin y al cabo, este experimento se ha realizado ya, con fotones reales incidiendo en detectores reales. Y algo interfiere su trayectoria. Y yo pregunto: ¿Qué es ese algo?

—Tienen que ser otros fotones —aventuró Stern.

—Sí —confirmó Gordon—, pero ¿dónde están? Disponemos de detectores, y no detectamos ningún otro fotón. ¿Dónde están, pues, los fotones que causan la interferencia?

Stern suspiró.

—De acuerdo —dijo, levantando las manos.

—¿Cómo que «de acuerdo»? —preguntó Chris—. ¿Con qué estás de acuerdo?

Gordon dirigió un gesto de asentimiento a Stern.

—Explíqueselo.

—Lo que quiere darnos a entender es que la interferencia en ese fotón aislado demuestra que la realidad no se reduce a lo que vemos en nuestro universo. Esa interferencia se produce, pero no encontramos la causa en nuestro universo. Por lo tanto, los fotones que la generan deben de estar en otros universos. Y eso, a su vez, demuestra la existencia de los otros universos.

—Correcto —confirmó Gordon—. Y en ocasiones interactúan con nuestro universo.

—Perdone —dijo Marek—. ¿Podría repetir eso? ¿Por qué otros universos interfieren con nuestro universo?

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