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Authors: Javier Casado

Rumbo al cosmos (30 page)

BOOK: Rumbo al cosmos
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Muchos recordaremos las esbeltas líneas del avión espacial que, con las insignias de Pan-Am, surcaba el espacio llevando pasajeros a una estación orbital en los inicios de la película “2001, una odisea del espacio”. La idea no es exclusiva de la ciencia-ficción: en la realidad, el avión espacial siempre ha estado presente en las mesas de diseño de los ingenieros.

De los sueños de Hitler al Dyna-Soar

Uno de los primeros conceptos de avión espacial que fue tomado realmente en serio fue el “Silbervogel” del alemán Eugen Sänger. A finales de los años 30, este ingeniero colaborador de Von Braun y Hermann Oberth en la asociación de aficionados VfR de Berlín, publicó algunos artículos sobre la posibilidad de fabricar un avión propulsado por cohete que saliera de la atmósfera y fuera capaz de de dar la vuelta a la Tierra en poco tiempo. Estos trabajos llamaron la atención de los militares, que pronto lo pusieron a trabajar en un proyecto secreto para diseñar el que sería llamado “Amerika Bomber”, un bombardero orbital capaz de despegar desde Alemania para bombardear el corazón de los Estados Unidos y luego volver de nuevo a su base tras dar la vuelta entera a nuestro planeta.

Aunque el proyecto fue cancelado en 1942 por considerarse que no daría tiempo a terminarlo antes del fin de la guerra, no por ello la idea cayó en el olvido. Finalizada la contienda, Sänger marchó a trabajar a Francia, donde fue objeto de un intento de secuestro por parte de agentes soviéticos, que querían utilizar sus conocimientos técnicos para desarrollar el bombardero orbital en la URSS. Tras el fracaso, el proyecto fue asumido por técnicos rusos bajo la dirección del científico Mstislav Keldysh, pero la idea nunca llegaría a progresar más allá de la mesa de diseño.

Imagen: Maqueta para túnel de viento del Silbervogel de Eugen Sänger. (
Foto: archivos del autor
)

También en los Estados Unidos por aquella época existía un gran interés por los diseños de Sänger. Propuesto a sus superiores por los técnicos de Von Braun con el nombre de “Bombardero de las Antípodas”, el proyecto sería retomado para convertirse finalmente en el X-20 Dyna-Soar: un pequeño avión espacial militar concebido principalmente con objetivos de observación estratégica y como demostrador del concepto. Pero a pesar de que durante un tiempo se avanzó en este proyecto, sería finalmente abandonado por razones presupuestarias y ante la evidencia de que los satélites artificiales satisfacían muchas de las necesidades planteadas con un menor coste.

El Shuttle y el Buran

En la década de los 70 el concepto de avión espacial seguiría fresco en las mentes de los diseñadores espaciales a ambos lados del telón de acero. Una vez conseguido el hito de llegar a la Luna, Wernher von Braun proponía como próximo paso en los Estados Unidos el desarrollo de un avanzado transbordador espacial totalmente reutilizable impulsado por un avión nodriza en su primera etapa atmosférica. Es decir, un avión espacial de dos etapas.

Las realidades políticas y presupuestarias llevarían finalmente a la NASA a recortar considerablemente el proyecto, reduciéndolo al transbordador espacial parcialmente reutilizable que todos conocemos. Aún así, el Shuttle se veía como un gran paso adelante hacia el abaratamiento y la cotidianeidad en el acceso al espacio, y también como un interesante aparato de posible uso militar. Tanto es así que en la URSS se ordenó a sus ingenieros “copiar” el aparato norteamericano: si el Shuttle tenía alguna utilidad militar, los soviéticos no podían perdérsela. Así nacería el Buran, mientras otras iniciativas rusas como el Spiral o el MAKS no llegarían a pasar de la mesa de diseño.

Imagen: Maqueta del proyecto ruso de avión espacial Spiral, con una primera etapa constituida por un avión nodriza, del que más adelante se desprendería el orbitador. La apuesta norteamericana por el Space Shuttle y los temores rusos acerca de su posible uso militar, les llevaron a desecharlo a favor de una réplica más directa del transbordador norteamericano: el Buran. (
Foto: archivos del autor
)

Pero tras unas cuantas misiones del Shuttle pronto quedaría claro que las expectativas levantadas en torno al mismo, tanto económicas como militares, distaban mucho de hacerse realidad. Ante esta evidencia, el Buran soviético ni siquiera llegaría a entrar en servicio, cancelándose el proyecto tras un único y exitoso vuelo de pruebas. Aunque estos hechos hicieron que muchas personas involucradas en el programa espacial empezaran a mirar con escepticismo hacia los vehículos recuperables, la idea de ir más allá en busca del avión espacial ideal seguiría latente en la mente de muchos ingenieros aeroespaciales.

X-30 NASP, Tupolev 2000, HOTOL y Skylon

En la década de los 80, y sobre todo en la de los 90, los proyectos de avión espacial volvieron con fuerza. Primero fue el X-30, la resurrección por parte de la Fuerza Aérea del proyecto de avión de reconocimiento estratégico o bombardero espacial. Inicialmente concebido para sustituir al avión espía SR-71, sería anunciado por el presidente Ronald Reagan como “un nuevo Orient Express”, un futuro avión orbital capaz de ir de Nueva York a Tokio en sólo dos horas. El X-30 recibiría también el apelativo de “Avión Aeroespacial Nacional”, o NASP.

Imagen: El X-30 NASP (
Imagen: NASA
)

El X-30 sería un auténtico SSTO o vehículo orbital de etapa única, despegando como un avión y acelerándose a velocidad hipersónica dentro de la atmósfera gracias a nuevos motores “scramjet”, que idealmente serían capaces de acelerarlo hasta la velocidad orbital, dejando si acaso el empujón final para un pequeño motor cohete líquido convencional. Pero el NASP nunca pasaría de estudios teóricos, a pesar del interés del ejército, principal promotor del proyecto. Y es que a medida que se avanzaba en los análisis, se iba comprobando que los requisitos térmicos, propulsivos y de peso resultaban ser mucho más severos que lo inicialmente previsto. Esto conllevaría sucesivos aumentos del presupuesto y retrasos en la fecha prevista para su puesta en servicio. En paralelo, se multiplicaban las críticas en el Congreso y entre los propios militares que no veían con claridad la misión bélica que justificaría las posibles ventajas de un sistema así frente a los sistemas ya existentes. El resultado fue la cancelación del programa a mediados de los 90.

El X-30, mientras tanto, había levantado una expectación en la Unión Soviética similar a la que levantara anteriormente el Space Shuttle. Esto llevaría al lanzamiento de un programa paralelo en aquel país, el Tupolev-2000. El proyecto ruso moriría prácticamente a la vez que su contrapartida norteamericana, y por similares motivos, pero no sería el único: también los británicos habían arrancado un proyecto similar casi al mismo tiempo, el HOTOL. Enfrentado a similares problemas técnicos y presupuestarios que sus rivales, moriría también en paralelo con aquellos en los años 90. No obstante, uno de los participantes en el proyecto ha seguido desarrollando el concepto de forma privada hasta nuestros días, bajo el apelativo de “Skylon”.

Imagen: Proyecto privado británico Skylon, heredero del HOTOL (
Imagen: Reaction Engines Ltd
)

X-33 Venture Star y X-34

A mediados de los años 90, otros dos proyectos de vehículos SSTO nacían de forma casi simultánea en los Estados Unidos: el X-33 y el X-34.

El X-34 tenía la forma de un esbelto avión espacial. De hecho, se especulaba con posibles derivados futuros que cumpliesen exactamente esa función, la de subir al espacio en un vehículo tipo avión. Sin embargo, su verdadera misión era otra más simple: la de ensayar nuevas tecnologías avanzadas en vuelos hipersónicos a gran altura, como complemento al programa X-33.

El X-33 era una versión reducida, a escala 1/3, de lo que debía convertirse finalmente en el “Venture Star”: un vehículo espacial de etapa única (SSTO) de despegue vertical y aterrizaje horizontal, concebido con el propósito de reducir drásticamente el coste de acceso al espacio. El X-33 introducía un gran número de nuevas tecnologías, como motores cohete con una tobera lineal de alta eficiencia llamada “aerospike”, nuevos escudos térmicos, depósitos de propulsante ultraligeros, etc. Y, al contrario que proyectos anteriores, esta vez el programa iría más allá de la mesa de diseño, llegándose a ensayar en banco los nuevos motores e incluso a avanzarse bastante en la fabricación del primer prototipo, junto con lo que debía ser una nueva plataforma de lanzamiento. Pero al final terminaría como todos los demás: cancelado al cabo de unos cuantos años debido a los problemas técnicos encontrados durante el desarrollo, que continuamente incrementaban tanto los costes como los plazos para su entrada en servicio.

Imagen: El X-33, uno de los proyectos de SSTO en el que más se llegó a avanzar antes de su cancelación. (
Imagen: NASA
)

El fiasco del proyecto X-33 unido a la mala prensa que estaban adquiriendo los vehículos reutilizables por los problemas del Shuttle hizo que los proyectos de vehículos SSTO parecieran finalmente aparcados en el contexto del programa espacial norteamericano. Los rusos, por su parte, bastante tenían por entonces con la grave crisis económica que sobrevino a la caída del régimen comunista, aunque sobre sus mesas de diseño seguirían apareciendo nuevas ideas. Finalmente, la nueva estrategia de la NASA de sustituir al Shuttle por un vehículo tipo cápsula convencional parecía matar por el momento cualquier intento de resucitar el concepto SSTO.

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