Superviviente (31 page)

Read Superviviente Online

Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Humor, Relato

BOOK: Superviviente
13.94Mb size Format: txt, pdf, ePub

—El avión tiene que estrellarse en Australia —dice Fertility—. Nunca me equivoco.

Un guardia de seguridad grita:

—¡Quieto!

Repetimos:
última llamada para el vuelo 2039 con destino a Sidney
.

Seguridad nos tiene rodeados cuando la urna se abre. Los restos mortales de Trevor Hollis se desparraman. Cenizas a las cenizas. A los ojos de todos. Polvo al polvo. Directo a los pulmones. Las cenizas de Trevor se esparcen en una nube sobre nosotros. La pistola de Adam cae, sorda, sobre la moqueta.

Cojo la pistola antes que Fertility, antes que los de seguridad, antes de que el avión deje la pista. Agarro a Fertility. Vale, vale, vale, vale, lo haremos a su manera, digo, y le pongo la pistola contra la cabeza.

Caminamos de espaldas hacia la puerta.

Les grito que no se mueva nadie.

Me detengo para dejar que la azafata parta la tarjeta de embarque y señalo con la cabeza la urna abierta y el lío que ha armado Trevor desparramado sobre la moqueta.

Les digo que si podría alguien recoger todo eso y dárselo a esta señora. Es que es su hermano.

Todo el equipo de seguridad está de rodillas y me apunta a la frente, mientras la azafata mete la mayor parte de Trevor en la urna y se la entrega a Fertility.

—Gracias —dice Fertility—. Esto es embarazoso.

Vamos a entrar en el avión, digo, y vamos a despegar.

Avanzo de espaldas por la pista y me pregunto quién será el secuestrador de los que están a bordo.

Cuando le pregunto a Fertility, se ríe.

Cuando le pregunto por qué, me dice:

—Esto es muy irónico. Ya te darás cuenta de quién es el secuestrador.

Le digo que me lo diga.

La gente del avión se ha apiñado en la mitad posterior y están agachados y se tapan las cabezas. Sollozan. En el pasillo, cerca de cabina, están en un montón las carteras y los relojes y los ordenadores portátiles de todo el mundo, los teléfonos móviles, los minicasetes, los cedes portátiles y los anillos de boda.

La gente está adiestrada.

Como si esto fuese con ellos.

Como si aquí se tratase de dinero.

Le digo a la tripulación que cierren las puertas. Con lo de ir de estadio a estadio, he estado en un par de aviones. Les digo que se preparen para el despegue.

En los asientos más próximos hay un tío gordo de aspecto paquistaní en traje de negocios. Una pareja de universitarios blancos. Un tío de pinta china.

Le pregunto a Fertility cuál es. ¿Cuál es el secuestrador?

Ella está arrodillada junto al montón de ofrendas y va seleccionando, y se queda con un bonito reloj de señora y un collar de perlas.

—Descúbrelo tú mismo, Sherlock —me dice.

Dice:

—Yo sólo soy un rehén inocente —y se abrocha una pulserita de diamantes en la muñeca.

Pido a gritos que todos estén tranquilos, tienen que saber que hay a bordo un peligroso terrorista asesino que pretende estrellar el avión.

Alguien chilla.

Pido silencio, por favor.

Le digo a todo el mundo que hasta que descubra quién es el terrorista todo el mundo permanecerá quieto.

Fertility saca un solitario de entre las ofrendas y se lo encaja en el dedo.

Digo:

—Uno de ustedes es el secuestrador. Aún no sé quién, pero hay alguien aquí que planea estrellar el avión.

Fertility no puede parar de reír.

Tengo la horrible impresión de que me estoy perdiendo un chiste gordo.

Les pido que por favor mantengan la calma.

Le digo a la azafata que vaya a la cabina y hable con el capitán. No quiero hacer daño a nadie, pero tengo que salir del país. Tenemos que despegar y aterrizar en algún sitio seguro de camino a Australia. Allí desembarcará todo el mundo.

Le digo a Fertility, que sigue riendo a mi lado, que ella también se bajará.

Vamos a completar el viaje, les digo, pero sólo yo y un piloto. Y en cuanto estemos en el aire por segunda vez, dejaré que el piloto se tire en paracaídas.

Le pregunto si está claro.

Y la azafata, con la pistola apuntándole a la cara, dice que sí. Este avión se va a estrellar en Australia, digo, y sólo una persona va a morir.

Y entonces empiezo a darme cuenta. Puede que no haya otro secuestrador. Puede que yo sea el secuestrador.

A nuestro alrededor, la gente ha empezado a cuchichear. Me han reconocido. Soy el genocida de la tele, soy el Anticristo. Soy el secuestrador.

Y me echo a reír.

Le pregunto a Fertility:

—Tú me liaste, ¿no?

Y ella sigue riendo y dice:

—Un poco.

Y sigo riendo y le pregunto si de verdad está embarazada.

Y ella sigue riendo y dice:

—Me temo que sí, pero de verdad que no tenía ni idea. Sigue siendo un auténtico milagro.

Las compuertas se cierran, y el avión comienza a alejarse de espaldas a la terminal.

—Mira —me dice ella—. Toda tu vida te ha hecho falta alguien que te dijera qué tenías que hacer, tu familia, tu iglesia, tus jefes, tu asistente, tu agente, tu hermano...

Me dice:

—Pues ahora nadie puede ayudarte en esta situación.

Me dice:

—Lo único que sé es que sabrás salir de este lío. Encontrarás la manera de dejar atrás el fracaso que ha sido tu vida. Morirás para todo el mundo.

Los motores de reacción comienzan su zumbido, y Fertility me alcanza una alianza de hombre.

—Y cuando hayas contado la historia de tu vida y salgas airoso —me dice Fertility—, después de eso empezaremos una nueva vida juntos, y seremos felices para siempre.

2

En algún punto del viaje hacia Port Vila, en las Nuevas Hébridas, para mi última cena sirvo la comida como siempre soñé.

Si pillo a alguien untando mantequilla en el pan antes de partirlo, juro que le pego un tiro.

Si pillo a alguien bebiendo con comida aún en la boca, también le pegaré un tiro.

Si pillo a alguien mordiendo la cuchara le pegaré un tiro.

Si pillo a alguien sin servilleta en el regazo...

Si pillo a alguien que empuja la comida con los dedos...

Si pillo a alguien que empieza a comer antes de que todos estén servidos...

Si pillo a alguien soplando la comida para que se enfríe...

Si pillo a alguien hablando con la boca llena...

Si pillo a alguien bebiendo vino blanco con la copa cogida por arriba, o a alguien bebiendo tinto con la copa cogida por el talle...

Cada uno se llevará una bala en la cabeza.

Estamos a diez mil metros sobre el suelo, vamos a 730 kilómetros por hora.

Estamos en la cúspide del progreso humano, y vamos a comer una comida como seres civilizados.

1

Y ésta es mi confesión.

Probando, probando, uno, dos tres.

Y según Fertility, con sólo que supiera cómo escapar... Podría escaparme de estar aquí arriba. Podría escapar a la colisión. Podría escapar de ser Tender Branson. Podría escapar de la policía. Podría escapar de mi pasado, de la historia retorcida, miserable y enrevesada que ha sido mi vida hasta ahora.

Fertility me dijo que el truco estaba en contar la historia de cómo llegué a este punto, y que se me ocurriría una salida.

Ojalá pudiese irme, y dejar atrás la vieja historia de mi vida.

Si sobreviviese, me dijo, podríamos esforzarnos en follar mejor.

Podríamos esforzarnos en llevar una nueva vida juntos. Podríamos asistir a clases de baile.

Me dijo que siguiese contando mi historia hasta el momento mismo en que el avión chocase contra el suelo. Así el mundo creerá que he muerto. Me dijo que empezase por el final.

Probando, probando. Uno, dos, tres.

Probando, probando. Uno, dos, tres.

Puede que esto esté funcionando. No lo sé. No sé siquiera si me podéis oír.

Pero si podéis oírme, escuchad. Y si estáis escuchando, lo que habéis encontrado es la historia de todo lo que salió mal. Esto es lo que se llama el registro de vuelo del vuelo 2039. La caja negra, lo llama la gente, aunque es naranja, y dentro tiene un bucle de cable que es el acta permanente de todo lo que queda. Lo que han encontrado es la historia de lo que pasó.

Y venga, adelante.

Ya pueden calentar este cable al rojo vivo, que seguirá contándoles la misma historia.

Probando, probando. Uno, dos, tres.

Y si estáis escuchando, sabréis que los pasajeros desembarcaron en Port Vila, en la República de Vanuatu, a cambio de media docena de paracaídas y unas cuantas botellitas de ginebra.

Y cuando volvimos a estar en el aire, de camino a Australia, el piloto se lanzó en paracaídas a la libertad.

Voy a repetirme, pero es la verdad. No soy un asesino.

Y estoy solo aquí arriba.

Los cuatro motores se han apagado, y estoy en fase de descenso controlado, en el picado hacia el suelo. Ésta es la
fase terminal
de mi descenso, que es cuando aceleras nueve metros por segundo derechito a Australia; mi
velocidad terminal
.

Probando, probando, uno, dos, tres.

Una vez más: estáis escuchando el registro de vuelo del vuelo 2039.

Y escuchad, a esta altitud, y a esta velocidad, con el avión vacío, ésta es mi historia. Y mi historia no se estampará en un millón de cachitos sanguinolentos ni arderá en medio de mil toneladas de avión en llamas. Y cuando el avión se estrelle, la gente buscará el registro de vuelo. Y se sabrá mi verdad.

Y viviré para siempre.

Y si supiera qué quiso decir Fertility, me salvaría. Pero no lo sé. Soy imbécil.

Probando, probando, uno, dos, tres.

Así que ésta es mi confesión.

Ésta es mi plegaria.

Mi historia. Mi conjuro.

Oídme. Vedme. Recordadme.

Metepatas amado.

Mesías chapucero.

Aspirante a amante. Redimido a Dios.

Estoy atrapado en el picado, en mi vida, en la cabina de un vuelo de reacción, y el amarillo plano del desierto australiano se acerca rápido.

Y hay muchas cosas que quisiera cambiar, pero no puedo. Ya está todo hecho. Ahora no es más que una historia. He aquí la vida y muerte de Tender Branson, y ahora voy y salgo de ella.

Y el cielo es azul y justo en todas direcciones.

El sol es total y ardiente, y está ahí, quieto, y hoy hace un día precioso.

Probando, probando. Uno, dos...

[1]
«Tender» es el encargado de atenderte.

[2]
«Biddy» es la que te
obedece
.

Other books

The Bones in the Attic by Robert Barnard
Woman Hollering Creek by Sandra Cisneros
Dead Even by Mariah Stewart
Overkill by Castillo, Linda
Peas and Carrots by Tanita S. Davis
Endless Summer Nights by Donna Hill, Grace Octavia, Delansy Diamond
Hearts Racing by Hodgson, Jim
Alien 3 by Alan Dean Foster
Seized by Love by Susan Johnson
Forbidden by Rachel van Dyken, Kelly Martin, Nadine Millard, Kristin Vayden