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Authors: Martin Gardner

Tags: #Ciencia, Ensayo

¿Tení­an Ombligo Adan y Eva? (8 page)

BOOK: ¿Tení­an Ombligo Adan y Eva?
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El reportero del
New Yorker
estaba impresionado. Ninguno de los físicos consultados por la revista había oído hablar del equilibramiento de huevos en el equinoccio, y a ninguno se le ocurría una razón para que se equilibraran. El mago James Randi le aseguró a la revista que los huevos se equilibraban con igual facilidad cualquier otro día, pero el reportero del
New Yorker
no se lo creyó. Dos días después, el periodista llevó una docena de huevos al parque Ralph J. Bunche y lo intentó durante veinte minutos, sin conseguir poner en pie ni un solo huevo.

Este autoengaño no es difícil de entender. Si uno está convencido de que un huevo se equilibrará con más facilidad un día concreto, lo intentará con más ahínco, será más paciente y tendrá un pulso más firme. Si uno no cree que los huevos se equilibran los demás días, esta convicción se transmitirá subconscientemente a las manos. Es el antiguo fenómeno del tablero Ouija.

Incluso The
New Yorker
admitía esta posibilidad:

El problema puede haber consistido en que no queríamos que el huevo quedara en equilibrio, en que deseábamos que Donna Henes tuviera razón. Una cosa que nos dijo poco después del equinoccio sigue dándonos vueltas en la cabeza: «Cuando cojo un huevo en ese momento preciso, siento como si el universo entero estuviera en la palma de mi mano. Y cuando se queda en equilibrio, cuando se queda ahí, resulta muy relajante. Me siento muy protegida. Es como si todo el universo funcionara bien». Que un huevo se quede en equilibrio o no depende de muchas condiciones, además de la firmeza de las manos. Los principales factores son la rugosidad del extremo del huevo y la rugosidad de la superficie sobre la que se coloca el huevo. Una superficie de hormigón, por ejemplo, es tan irregular que no resulta difícil encontrar un punto en el que se pueda equilibrar cualquier huevo.

Además, debido a las ligeras irregularidades de la propia cascara del huevo, a veces se puede poner vertical incluso sobre una mesa lisa. Sin embargo, si se lija el extremo del huevo hasta dejarlo perfectamente pulido, resulta imposible equilibrarlo sobre cristal o fórmica.

La ceremonia de equilibramiento de huevos de Donna Henes se repitió muchos años más. En 1984, cinco mil personas participaron en el acontecimiento, que tuvo lugar en la plaza del World Trade Center. Scott Morris, en su columna mensual de
Omni
(marzo de 1987), cubrió el décimo ritual anual de Henes. «No sé por qué funciona —le dijo Henes a Morris—, pero funciona. Tal vez se deba a que durante el período que rodea al momento exacto del equinoccio, el Sol se encuentra directamente encima del ecuador y la Tierra está en equilibrio con el universo». Nadie le preguntó a Henes por qué sale tan bien en China el 4 y el 5 de febrero. Los fanáticos de la astrología encuentran dificultades similares para explicar por qué la astrología funciona tan bien en China e India, donde no se parece en nada a la astrología occidental. ¡No es posible que las tres astrologías sean correctas! Algunos creyentes aseguran que los huevos se equilibran también, con igual facilidad, en el equinoccio de otoño, hacia el 23 de septiembre, pero el equinoccio vernal sigue siendo la fecha más popular. No sé si aún se sigue celebrando un rito anual en Manhattan. El informe más reciente que he podido encontrar en el
New York Times
era de 1988. Un editorial del 19 de marzo llevaba el título «Es primavera, vaya a poner en pie un huevo». Al día siguiente, el
Times
decía que docenas de personas pensaban reunirse el 21 de marzo ante el World Trade Center para empezar a poner en pie huevos en el momento exacto en que comenzara el equinoccio. En el
Times
del 21 de marzo aparecía una fotografía del acto.

Robert Novick, físico de la Universidad de Columbia, aparecía citado, diciendo que las fuerzas gravitatorias son demasiado débiles para ejercer alguna influencia sobre los huevos. Morris me ha dicho que Henes se ha mudado a San Francisco. Le escribí una carta, pero no me ha respondido.

Los magos tienen un sistema para equilibrar huevos sobre superficies duras y blancas, pero con trampa. Se hace un montoncito de sal, se equilibra el huevo sobre el montoncito —se puede hacer incluso por el extremo delgado— y se sopla con cuidado la sal. Quedan unos pocos granos indetectables que mantienen el huevo en pie.

La historia de Cristóbal Colón poniendo en pie un huevo fue contada por primera vez por Girolamo Benzoni en su
Historia del Nuevo Mundo
(1565). Se dice que Colón asistió a una fiesta en la que alguien le dijo que, aunque él no hubiera descubierto las Indias, algún español las habría descubierto tarde o temprano. Colón pidió un huevo y desafió a todos los presentes a ponerlo en equilibrio. Cuando todos hubieron fracasado, él equilibró el huevo aplastando un extremo. Con ello quería decir que cuando una cosa está ya hecha, resulta fácil ver cómo se hace.

Quince años antes, Giorgio Vasari había contado una historia similar en su libro
Vidas de los más eminentes pintores, escultores y arquitectos
(1550). El arquitecto italiano Filippo Brunelleschi había diseñado una cúpula para una catedral de Florencia llamada Santa María del Fiore. Las autoridades de la ciudad exigieron ver la maqueta, pero él se negó. En cambio, retó a un grupo de arquitectos a poner en pie un huevo. Aquel que lo consiguiera, les dijo, podría encargarse de construir la cúpula. Después de que todos fallaran, demostró cómo se podía hacer, dando un golpe con el huevo sobre una mesa de mármol para aplanar un extremo. «Los arquitectos protestaron, diciendo que ellos podrían haber hecho lo mismo, pero Filippo respondió que también habrían podido construir la cúpula si hubieran visto su maqueta. Y así se decidió que sería él el encargado de realizar la obra». Cuando por fin se construyó la iglesia, años antes de que Colón emprendiera su viaje, la cúpula tenía forma de medio huevo, ligeramente aplanada por arriba.

Hay un rompecabezas mecánico popular que es un huevo que sólo se puede equilibrar si descubres su secreto. Jerry Slocum, de Beverly Hills (California), que posee la mayor colección del mundo de rompecabezas mecánicos, me proporcionó una historia de los huevos equilibrables. Me envió diecisiete páginas de antiguos catálogos en los que se anunciaban estos huevos, empezando por el «Huevo de Colón» de Montgomery Ward, de 1894. También envió las primeras páginas de dieciocho patentes estadounidenses —la primera, de 1891— para equilibrar huevos. Sus mecanismos interiores varían mucho. Los hay con pesas que deben manipularse, con mercurio que hay que hacer pasar por tubos, y con bolas de acero que hay que hacer rodar en trayectorias espirales hasta el centro del huevo, o guiar a través de un laberinto.

El «Profesor Hoffmann», en
Puzzles Old and New
(Londres, 1893), describe un Huevo de Colón que contiene un cono hueco con un agujero en lo alto. El rompecabezas se resuelve haciendo rodar una bola por un surco ascendente hasta que cae dentro del cono y se asienta en la base. Se puede ver una fotografía de este huevo en la edición del libro de Hoffmann publicada de manera particular por L. E. Hordem (Londres, 1993), profusamente ilustrada con fotografías de rompecabezas de la colección de Hordem.

El coleccionista de rompecabezas Robert Darling, de Johnson City (Tennessee), me dio un curioso huevo que se vende actualmente en Alemania, fabricado por una empresa llamada Pussycat. Sólo se mantiene en equilibrio si se sujeta con el extremo delgado hacia arriba durante veinticinco segundos y después se invierte rápidamente. Entonces se equilibra sobre el extremo delgado durante quince segundos, y después cae.

Por último, debo mencionar el célebre superhuevo de Piet Hein, que se comenta en el capítulo 18 de mi libro
Mathematical Carnival
(1977, Random House). Se equilibra perfectamente sobre cualquier extremo, sin ningún truco.

Addendum

Monty Vierra me escribió desde Taiwán diciendo que allí también se ponen en pie huevos, no el primer día de primavera, sino el quinto día del quinto mes lunar, llamado
duan wu jie
, que viene a caer en alguna fecha de nuestro mes de junio.

Donna Henes, que se anuncia como «chamán y ceremonialista urbana», sigue organizando rituales de equilibramiento de huevos en Manhattan cada primavera. Además, mantiene una actividad incansable en los círculos de la Nueva Era desde su Mamma Donna's Tea Garden and Healing Haven, PO Box 380403, Exotic Brooklyn, NY 11238-0403. Dicha tienda vende una gran variedad de «instrumentos rituales multiculturales y artículos ceremoniales, incluyendo tés mezclados especialmente». Por 75 dólares la hora, cualquiera puede tener una consulta privada con Mamma Donna (un mínimo de dos horas para la primera cita).

El libro de Henes,
Celestial Auspicious Occasions: Seasons, Cycles and Celebrations
se publicó en 1996, editado por Perigee.

En 1998, Henes empezó a publicar un informativo trimestral titulado
Always in Season: Living in Sync with the Cycles
. En febrero de 1998, Henes organizó una expedición a la isla antillana de Antigua para ver el último eclipse total de Sol de este siglo en el hemisferio occidental. El precio era 729 dólares por persona. Según un anuncio que recibí, habría tambores, danzas y cánticos en la playa. La astróloga Geraldine Hannon estaría disponible para ofrecer información, y la psíquica Patricia Einstein hablaría sobre los efectos de los eclipses sobre «el subconsciente creativo, el mito y el símbolo».

6. La energía del punto cero y Harold Puthoff

Siempre me dan escalofríos cuando la gente habla de partículas virtuales.

VÍCTOR WEISSKOPF
citado por K. C. COLÉ,
Science as a Metaphor

Se echa de menos un nuevo Einstein que, en un relámpago de inspiración, nos devuelva nuestra amada nada.

LEÓN LEDERMAN
The God Particle

En el
Scientific American
de diciembre de 1977, el artículo del escritor de plantilla Philip Yam «Exploiting Zero-Point Energy» («Cómo explotar la energía del punto cero») está dedicado a los diez años de esfuerzos del físico Harold E. Puthoff por construir un aparato capaz de aprovechar la fluctuante energía del supuestamente vacío espacio-tiempo. El programa de televisión de la PBS
Scientific American Frontiers
emitió el mes anterior un episodio titulado «Más allá de la ciencia», que también dedicaba una parte al ambicioso programa de investigación de Puthoff.

Lo que el
Scientific American
no revelaba, ni en el excelente artículo de Yam ni en su programa de televisión, era que este Puthoff no es otro que aquel mismo Harold Puthoff que hace veinte años corroboró los poderes psíquicos de Uri Geller. En 1976, Puthoff y su amigo Russell Targ formaban parte del personal de lo que entonces se llamaba Instituto de Investigación de Stanford (SRI) y ahora se llama
SRI International
. Su libro
Mind-Reach
(1976) intentó convencer al mundo de que la percepción extrasensorial, la psicoquinesis y la precognición han pasado a ser, gracias a sus valerosos esfuerzos, fenómenos plenamente demostrados. Margaret Mead escribió la entusiasta introducción al libro.

La mayor parte del libro de Puthoff y Targ estaba dedicado a lo que ellos llamaban «visión remota»: la capacidad que tienen los psíquicos de «ver» escenas a cualquier distancia, tal vez incluso de ver por visión remota las superficies de otros planetas. El capítulo 7 describía experimentos que, según ellos, demostraban que el mago israelí Uri Geller tenía grandes poderes psíquicos. En artículos posteriores, Puthoff y Targ comunicaban el asombroso éxito logrado con una máquina de adiestramiento para la percepción extrasensorial. También aseguraban haber confirmado la capacidad de Uri Geller para adivinar correctamente cómo había caído un dado agitado dentro de una caja cerrada.

El manuscrito original de Mind-Reach incluía vanas páginas en las que se esbozaba algo que, según insistían los autores, era una técnica infalible para ganar grandes sumas de dinero en las mesas de ruleta utilizando la precognición. Aunque Mead creía firmemente en los poderes paranormales, se opuso tan enérgicamente a la inclusión de este método de apuesta en el libro que hubo que eliminarlo de la versión publicada, aunque no de las pruebas enviadas a los comentaristas.

Antes de trabajar en el SRI, Puthoff era un activo adepto a la Cienciología. Había sido declarado, según la terminología de la secta, una persona «clara», es decir, libre de «engramas». Se supone que los engramas son registros de memoria del cerebro del embrión, formados mucho antes de que se desarrollen los oídos, pero que conservan grabado lo que dice u oye la madre embarazada. Se dice que estos registros son causa de neurosis y psicosis en la vida adulta. Cuando Puthoff contrajo matrimonio, la ceremonia fue oficiada por un sacerdote de la Cienciología. La Iglesia de la Cienciología publicó con orgullo una carta de Puthoff validada ante notario, escrita en 1970, cuando era un físico de Stanford especializado en investigación sobre láser y coautor de un libro de texto sobre el tema. Cinco años antes había obtenido el doctorado en ingeniería eléctrica por Stanford.

«Aunque los críticos que ven el sistema [la Cienciología] desde fuera puedan formarse la opinión de que la Cienciología es sólo uno de los muchos "programas" medio educativos y medio científicos —decía Puthoff en su carta—, lo cierto es que se trata de un sistema muy sofisticado y de alta tecnología, más típico de los mejores ejemplos de planificación empresarial moderna y tecnología aplicada». La carta continúa elogiando el «É-metro» de la Cienciología, un sencillo aparato electrónico que los «auditores» utilizan para descubrir los engramas del paciente. «En el colectivo técnico de Stanford tenemos en marcha proyectos en los que se utilizan las técnicas desarrolladas por la Cienciología». Puthoff añade que la Cienciología es «un sistema practicable de conceptos para mejorar a la persona, que combina lo mejor de las tradiciones oriental y occidental. Después de ver esas técnicas en funcionamiento y experimentarlas por mí mismo, estoy convencido de que con el tiempo serán incorporadas a gran escala a la sociedad moderna, a medida que ésta progrese en preparación y nivel de conciencia».

L. Ron Hubbard, el escritor de ciencia-ficción que inventó la Cienciología y se convirtió en su gurú, escribió un libro titulado
Scientology: A Religion
. Puthoff aportó el prefacio. En él arremete contra la FDA (Foods and Drugs Administration) por haber dicho que el É-metro no servía para nada. Compara los ataques a la Cienciología con los ataques contra Harvey, Galileo, Semmelweiss y Copérnico. «No obstante —concluye— los pioneros de los nuevos avances tienen el deber de proclamar sus descubrimientos frente a cualquier oposición». Después de dejar el SRI en 1987, Puthoff fue contratado por un think tank (centro de generación de ideas) de Austin (Texas) llamado Instituto de Estudios Avanzados (sin relación alguna con el instituto del mismo nombre existente en Princeton, Nueva Jersey). El 28 de mayo de 1987, en una conferencia que tuvo lugar en Austin, Puthoff pronunció un discurso titulado «Cien años de visión remota», en el que ensalzaba la utilidad de la precognición para hacer predicciones sobre la Bolsa y la capacidad de los videntes remotos para detectar características astronómicas de los planetas antes de que dichas características fueran observadas por telescopios o sondas espaciales.

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