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—No se lo va a creer, comandante…

La radiante sonrisa que había estado iluminando el rostro de Corran murió en cuanto vio a Salm.

Los dos hombres se pusieron firmes.

—Perdone, general, pero…

—Descansen, tenientes. —Salm entrelazó las manos detrás de la espalda—. ¿Qué significa esto?

La mirada de Corran fue de Wedge a Salm para acabar volviendo a Wedge.

—Emetrés acaba de informarme de que el comandante Antilles se encontraba aquí, señor. No mencionó que éstos fueran sus alojamientos, general.

Salm miró a Wedge.

—¿Sus oficiales entran en su alojamiento sin haber recibido una invitación previa?

—Hasta el momento nunca lo han hecho. Quizá debería empezar a utilizar un poco de esa disciplina de la que me estaba hablando antes, general Salm. —Wedge se levantó y fulminó a Corran con la mirada—. ¿Trae noticias sobre nuestros compatriotas ingresados en la unidad médica?

—No, señor.

Wedge ya se había dado cuenta de que Corran estaba ardiendo en deseos de hablar, y comprendió que el piloto corelliano no podría seguir conteniéndose durante mucho tiempo.

—Más le vale que se trate de algo realmente bueno, señor Horn.

—Sí, señor. —Corran volvió la mirada hacia Salm—. Con el permiso del general…

Salm asintió.

—Adelante.

La sonrisa de Corran volvió a florecer.

—Si realmente queremos conquistarla, Luna Negra es nuestra.

—¿Qué?

El joven oficial corelliano asintió.

—Silbador, mi androide astromecánico, recogió muchos datos mientras estábamos ahí fuera y ha estado pasándolos por los programas que usábamos en la Fuerza de Seguridad de Corellia para analizar las bases de los contrabandistas y saber dónde podíamos encontrarlos.

El rostro se Salm se endureció.

—Estamos hablando de una base imperial, no del escondite de algún bandido.

Page meneó la cabeza.

—Discúlpeme, señor, pero el androide ha descubierto un montón de paralelismos con las bases de los contrabandistas, y eso nos proporciona algunas opciones nuevas. Silbador también indicó la situación de Luna Negra a partir de una carta estelar, y está obteniendo muchos más datos de los que nos proporcionaron en nuestras reuniones. Luna Negra puede caer.

Wedge meneó la cabeza.

—Buen trabajo, caballeros, pero ahí fuera hay un Destructor Estelar Mark II de la clase Imperial que debemos incluir en el escenario. Y eso lo cambia todo, ¿verdad?

Salm alzó una mano.

—Quizá no, comandante.

—¿No?

No del todo. —Salm se cruzó de brazos—. ¿Quién más está al corriente de esta información aparte de ustedes dos, tenientes?

Horn reflexionó durante unos segundos antes de responder.

—Que yo sepa, sólo la conocemos Page, mi R2, la unidad 3PO y yo mismo.

—Quiero que confirme ese hecho. A partir de ahora se encuentran bajo juramento de mantener en secreto dicha información. Si cualquiera de esos datos llega a ser conocido por alguien más, tendrá que empezar a llevar a cabo misiones en solitario contra las fortalezas de los ssi-ruuk. ¿Ha quedado claro?

—Sí, señor.

Wedge sonrió.

—Me parece que eso es toda una muestra de clemencia por su parte, ¿no, señor?

—Tal vez lo sea, pero creo que ahora saben que hablo en serio. —Los labios de Salm se curvaron en una sonrisa llena de confianza y determinación—. Bien, caballeros, vamos a ver qué es lo que han descubierto… Luna Negra fue elegida como el mejor paso que podíamos dar para echar a andar por el camino que lleva a Coruscant. A menos que no quede otro remedio, no hay ninguna razón por la que debamos renunciar a ese objetivo.

28

Kirtan Loor alzó una mano para protegerse los ojos de la pequeña tormenta de polvo causada por las toberas de descenso de la lanzadera. La
Sifario
descendió en un aterrizaje impecable, con sus luces de descenso creando parpadeos estroboscópicos en el anochecer de Borleia. El zumbido de los motores llenó el aire, ocultando los sonidos de la pasarela que estaba surgiendo de la quilla de la nave.

El agente de inteligencia volvió la cabeza hacia el general Derricote, que acababa de subir el tramo de peldaños de la plataforma de descenso, y le sonrió.

—¿Ha venido a despedirme? Me siento muy honrado.

Derricote le devolvió la sonrisa.

—Su presencia aquí no me ha resultado tan insoportable como tal vez se esté imaginando, agente Loor. —El general le alargó una botella—. Un recuerdo de su visita.

Kirtan la aceptó.

—Whisky corelliano…, y Reserva de Whyren, nada menos. —Examinó el tapón y el holograma impositivo—. Parece auténtico. ¿Lo es, o pretende envenenarme y eliminar así a alguien que podría acabar creándole problemas?

Derricote extendió las manos.

—Si quiere abrirlo y beber un sorbo, le acompañaré. Es auténtico, y altamente costoso, pero cuento con ciertas conexiones que han hecho que me resultara posible obtenerlo. Ah, y no está envenenado porque se lo entrego en señal de agradecimiento. Si usted no hubiera venido aquí, los rebeldes quizá me habrían pillado desprevenido. Creo que el resultado final hubiera sido bastante parecido al que presenciamos, pero… Bueno, nunca se sabe. El que haya utilizado las influencias de que dispone para transferir un escuadrón de cazas estelares TIE del
Eviscerador
hasta que mis cazas puedan ser sustituidos también se merece un cierto agradecimiento.

La franqueza del general dejó un poco sorprendido a Kirtan.

—¿No cree que el que me hayan ordenado volver al Centro Imperial supone una amenaza para su pequeña operación secreta?

Derricote se encogió de hombros.

—Soy demasiado realista para imaginar que podría mantenerla en secreto eternamente. Confío en que utilizará lo que sabe acerca de ella en beneficio propio, lo cual debería significar que no seré sacrificado meramente porque sí. Esta operación tiene su utilidad, evidentemente. De hecho, me inclino a pensar que Ysanne Isard tal vez la considere más valiosa que cualquier lección que pueda proporcionar a otras personas destruyéndonos a ella y a mí. —Los ojos de Derricote se endurecieron—. Y además, si realmente le considerase una amenaza…, bueno, en ese caso habría muerto durante el ataque rebelde.

«No lo dudo», pensó Kirtan mientras asentía lentamente.

—Acepto su regalo con el mismo espíritu con el que ha sido ofrecido.

«Pero haré que lo analicen antes de tomar el primer trago…».

—También espero que sepa enfocar esta invitación desde el punto de vista del espíritu con el que es ofrecida. —Derricote extendió los brazos como si quisiera abarcar el planeta entero—. El Imperio ha muerto. No sé qué surgirá para sustituirlo, pero el Núcleo se irá calentando poco a poco y el Centro Imperial acabará asándose vivo. Los rebeldes, los señores de la guerra. Cualquiera de ellos podría encargarse del trabajo. El viejo Borleias ya ha pasado por su prueba de fuego, y yo seguiré aquí cuando el Centro Imperial ya no exista. Si necesita un refugio cuando todo empiece a derrumbarse, recuerde que estoy aquí.

Kirtan irguió la cabeza.

—Gracias, general. No le olvidaré, créame… Espero que no tenga que utilizar su invitación, pero en caso de que deba terminar recurriendo a ella, ahora ya sé dónde encontrarle.

—Que tenga un buen viaje al Centro Imperial, agente Loor.

Kirtan alzó la botella en un gesto de saludo.

—Hasta que volvamos a vernos.

**

Wedge estaba sintiendo un aleteo de nerviosa impaciencia en el estómago que no había vuelto a experimentar desde los días de Endor. Volvió la mirada hacia el general Salm, que estaba sentado al otro lado de la mesa de reuniones y tenía los ojos cerrados y asentía para sí mismo mientras ensayaba lo que le iba a decir al almirante Ackbar. El plan que habían trazado a lo largo de la semana podía dar resultado, pero era arriesgado y altamente dependiente del tiempo.

La puerta de la sala de reuniones se abrió y Ackbar cruzó el umbral. Dirigió una inclinación de cabeza a los dos hombres y después ocupó el asiento situado en la cabecera de la mesa ovalada.

—¿Qué es lo que han tramado, señores?

Salm sonrió y pulsó unas cuantas teclas en su cuaderno de datos. El pequeño aparato envió información al disco de proyección holográfica instalado en el centro de la mesa, y un panorama estelar empezó a relucir y a girar lentamente por encima de ella.

—Hemos encontrado una forma de tomar Luna Negra.

El mon calamariano se recostó en su asiento.

—No recuerdo que se les haya dicho a qué mundo corresponde ese nombre en código.

Wedge meneó la cabeza.

—No se nos ha dicho. Tal como estipulaban las órdenes, las coordenadas fueron introducidas en todos nuestros androides astromecánicos y ordenadores de navegación antes de la operación y fueron borradas después. Infortunadamente para la seguridad operacional, uno de los androides astromecánicos de mi unidad dispone de un paquete especial de circuitos forenses y de investigación criminal. Ese sistema va recopilando pruebas y evidencias y, en este caso, el material acumulado incluía una carta estelar del área.

Un leve temblor recorrió las espinas faciales de Ackbar.

—Habrá que hacer algo para corregir esa situación.

—Estoy totalmente de acuerdo con usted, almirante —dijo Salm—, pero ese androide del escuadrón del comandante Antilles nos ha proporcionado una información preciosa que deja muy claro por qué fuimos derrotados y cómo podemos tomar Borleias.

—Y hay más, señor. —Wedge señaló el panorama estelar—. Ordenador, aísla la tríada.

El panorama estelar creció y las estrellas fueron desapareciendo de los bordes de la imagen. Tres estrellas empezaron a brillar con más intensidad en el centro, y delicadas líneas verdes surgieron de la nada para unirlas. Una pequeña flecha que apuntaba hacia abajo en el punto inferior del triángulo indicaba la dirección que había que seguir para llegar al Núcleo y a Coruscant.

—Estos tres sistemas son, por orden descendente, Mirit, Venjagga y Pyria. El del centro, Venjagga, está siendo utilizado como base de operaciones por el
Eviscerador
. El navío emplea Jagga-Dos como base, y se encuentra allí para proteger las instalaciones de producción de cohetes de alta potencia explosiva. El nivel de producción está considerado como pequeño para los patrones imperiales, pero el hecho de que ese mundo esté produciendo dichos cohetes lo hace digno de ser protegido.

Salm señaló el sistema situado más arriba, el que se encontraba al final de una línea prácticamente recta iniciada en Borleias.

—Ord Mirit se encuentra en el sistema de Mirit. El Imperio abandonó esa base poco después de la batalla de Endor, y trasladó a la guarnición a Corellia para que contribuyera a defender sus astilleros. En realidad, Ord Mirit se encuentra demasiado lejos de cualquier cosa verdaderamente sustancial desde nuestro punto de vista para que pueda ser utilizado en calidad de base, tal como hemos hecho con Ord Pardron. Aun así, forma parte del sector que se le ha encomendado defender al
Eviscerador
.

»Y finalmente tenemos Borleias. —Salm presionó un botón de su cuaderno de datos, y el panorama estelar se disolvió para ser sustituido por la imagen del planeta—. Cuando estuvimos allí, descubrimos que las estimaciones del nivel de generación de energía efectuadas para el planeta se habían quedado cortas por un mínimo de la mitad y dos escuadrones de cazas, formados nada menos que por interceptores, aparecieron sin ninguna advertencia previa. Todos los datos acerca del planeta de que disponíamos habían sido robados de los archivos imperiales por los descifradores bothanos. Desgraciadamente para nosotros, dicha información era incompleta.

Wedge asintió.

—Lo que hicimos fue retroceder en el tiempo y consultar viejos ficheros sobre Borleias, y esos datos nos proporcionaron las respuestas a preguntas que nunca llegaron a formularse antes de la primera operación. Antes de que el Imperio existiera, Biótica de Alderaan estableció un centro de investigaciones en el otro lado del planeta. Dicho complejo incluía una central generadora geotérmica y un espaciopuerto local. Todo se encontraba situado en la parte norte del planeta, por lo que las instalaciones fueron construidas en el subsuelo a fin de evitar las complicaciones que hubiese ocasionado la dureza de los inviernos. Localizar todas esas estructuras desde el espacio hubiese requerido llevar a cabo una serie de exámenes sensores del planeta.

—Lo que dice el comandante Antilles es totalmente cierto, señor…, y el esfuerzo necesario para localizar esas bases desde el espacio hubiese revelado nuestro interés por el planeta al Imperio.

El mon calamariano recibió el comentario de Salm con una inclinación de cabeza.

—¿Y por qué no había ninguna información sobre ese sitio en los archivos imperiales, general?

—La instalación fue clausurada hace años. Sospechamos que el actual comandante de la base, Evir Derricote, volvió a abrirla y que la ha estado utilizando para producir artículos, principalmente alimenticios, que luego son vendidos a la población refugiada de Alderaan a través del mercado negro. Como mínimo sus superiores imperiales considerarían que eso supone proporcionar ayuda y consuelo al enemigo, por lo que el ocultarles la existencia de las instalaciones parece la solución más lógica.

—¿Sospechan que esas instalaciones y su generador fueron la fuente de la energía utilizada para reforzar los escudos de la base?

—Sí, señor. —Wedge señaló una línea roja que unía la base militar con el complejo biótico—. Un túnel de un kilómetro y cuarto de longitud une los dos grupos de instalaciones, conectándolas por debajo de la superficie del planeta. Existe un valle en el que un conducto de ferrocreto une el túnel de un lado a otro. Ése es el punto débil: el generador está enterrado a tal profundidad que los torpedos protónicos no podrían afectado, y si tenemos intención de adueñarnos del planeta entonces resulta evidente que el destruirlo no tendría ningún sentido.

Ackbar asintió, y después se acarició el labio inferior con la punta de una mano-aleta.

—Si cortan la conexión con la base militar, nos devuelven a las estimaciones originales de las defensas obtenidas por los bothanos. Si volvemos a enviar nuestras naves al objetivo, deberíamos ser capaces de derribar los escudos tal como hicimos antes. Podríamos tomar la base, pero después el
Eviscerador
aparecería y la destruiría.

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