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El escuadrón pasó a la velocidad lumínica y Wedge comprobó su nivel de combustible. Teniendo en cuenta los parámetros de la misión, la distancia entre la luna y el objetivo y el ritmo de consumo calculado, de momento lo estaba haciendo realmente bien. Durante el trayecto de la luna a Borleias empezaría a tomar combustible directamente del depósito auxiliar, utilizándolo para sustituir las pequeñas cantidades de combustible que el despegue de Noquivzor y los saltos hiperespaciales habían sustraído de su depósito principal. Eso le permitiría vaciar el depósito auxiliar más deprisa y desprenderse de él poco después de haber terminado el último tramo del recorrido hacia el objetivo. Los demás seguirían el mismo procedimiento, aunque el segundo y el tercer grupo se librarían de sus depósitos auxiliares antes de iniciar sus trayectorias por el valle.

Wedge confiaba en que su gente conseguiría destruir el túnel. Eso permitiría que los comandos, que llegarían al sistema siguiendo una dirección distinta y en un momento distinto, pudieran entrar en el área y hacer su trabajo antes de la llegada del Ala Defensora. No se le había informado del momento exacto en que los comandos llevarían a cabo su parte de la operación, pero Ackbar le había dicho que agradecerían que su gente pudiera echarles una mano. Wedge interpretó que eso significaba que los comandos y su llegada coincidirían con la operación del Escuadrón Rebelde pero, siendo realistas, la única ayuda que se podía esperar de sus pilotos consistía en que dispersaran a los cazas locales, y Wedge sabía que de todas maneras tampoco hubiese podido evitar que su gente lo hiciera.

—Somos buenos, estamos bien entrenados y sabemos que tenemos que conseguirlo. —Wedge sonrió y llenó su pantalla con una simulación visual del recorrido por el valle—. Con un poco de suerte y montañas de esfuerzo, nada podrá impedir que hagamos lo que hemos venido a hacer.

**

—¡Pero es que tiene que decirme dónde están, capitán Celchu! —exclamó Mirax mientras agitaba un cuaderno de datos delante del rostro del piloto—. Creo que el éxito de la misión corre un serio peligro.

Tycho meneó la cabeza.

—Eso es imposible.

Mirax alzó la mano para señalar la puerta de sus alojamientos con el pulgar.

—Claro, y los oficiales del servicio de seguridad que le vigilan me dijeron que no podía hablar con usted. Pero estoy aquí, ¿no?

—Supongo que existen varios grados de imposibilidad. —Tycho deslizó los dedos de su mano por entre sus cabellos castaños—. El problema estriba en que no puedo decirle adónde han ido…, porque no lo sé.

—¿Y cómo es eso? —Mirax le observó con gran atención—. Usted es el oficial ejecutivo de la unidad, así que tiene que saber adónde han ido.

—Lo siento.

—¿Quién sabe adónde han ido?

—¿Aquí? Emetrés.

—Pues tráigalo.

—Oiga, Terrik, ya sé que es amiga del comandante Antilles y también sé que él tiene mucha confianza en usted y que la aprecia muchísimo, pero…

Mirax alzó una mano.

—He venido a verle por la única razón de que creo que el éxito de la misión está en peligro, y porque pienso que tal vez estén a punto de meterse en una trampa. Si le estoy pidiendo que haga venir al androide es porque pienso que forma parte de todo el asunto. Se lo explicaré cuando haya llegado, y si no le gusta la explicación entonces podrá echarme a patadas y decirle al androide que se vaya por donde ha venido. Se lo ruego… No quiero que sus amigos y los míos mueran.

—Muy bien. Siéntese, por favor. —Tycho sacó un comunicador de su bolsillo—. Capitán Celchu a Emetrés: preséntate en mis alojamientos. Es urgente.

—Voy hacia allí, capitán.

Mirax se sentó en una silla de campaña de lona, sacó un montón de tarjetas de datos del contenedor para torpedos protónicos que Tycho usaba como mesita de trabajo y dejó su cuaderno de datos encima de él.

—¿Dispone de una placa holográfica para proyectar datos?

Tycho meneó la cabeza y recogió otro montón de tarjetas de datos de la mesa que había a los pies de su cama, y luego se sentó junto a ellas.

—Pero cuento con una buena imaginación. ¿Qué es lo que quiere enseñarme?

Mirax echó un vistazo al cuaderno de datos e intentó organizar un poco sus pensamientos.

—Poco después de que el Escuadrón Rebelde saliera del sistema hice que mi piloto obtuviera una lista de peticiones comerciales de Emetrés. La lista contiene un montón de material militar y algunos artículos del mercado negro. Había nuevas adiciones a la lista normal, y en todos los casos se trataba de productos que sólo podían obtenerse en Alderaan. Esos productos se han ido volviendo francamente raros durante los últimos cinco años, pero todos sus precios de venta eran ridículamente bajos.

Tycho entrecerró los ojos.

—Lo cual sólo tendría sentido si todavía los estuvieran produciendo, ¿verdad?

—Exacto. —Mirax se inclinó hacia adelante para dar más énfasis a sus palabras—. Y ahora escúcheme bien: ninguno de ellos tenía un precio de venta. A lo largo de los años he visto poner precio a sus mercancías a un montón de gente, y esta pauta me indica que Emetrés ha logrado encontrar una fuente de aprovisionamiento de dichos materiales de una naturaleza tan peculiar que en realidad los está obteniendo por muy poco dinero o totalmente gratis. Dado que nadie del Escuadrón Rebelde ha mencionado que hubiera descubierto algún almacén perdido de mercancías alderaanianas, y al tratarse de una lista actualizada y en vigor, he pensado que el androide estaba proyectando la disponibilidad de ciertos productos con posterioridad a esta misión.

Tycho se echó hacia atrás y frunció el ceño.

—Puedo entender cómo ha llegado a esa conclusión, pero…

—Pues únala a esto: últimamente había estado circulando un rumor sobre la existencia de una nueva fuente de artículos alderaanianos, pero los precios han sido prohibitivamente elevados. Di por sentado que el Imperio estaba dando salida a ciertos excedentes acumulados para hacerse con los créditos que siguen en manos de los expatriados alderaanianos, negándole así una fuente de dinero muy necesaria a la Rebelión. Pero si realmente existe una fuente, ya sea un almacén imperial o alguna otra cosa…, bueno, entonces creo que el Escuadrón Rebelde ha puesto rumbo hacia ella. Y teniendo en cuenta el número de alderaanianos condenados a llevar una existencia de nómadas a los que les encantaría recuperar un trocito de su mundo, no hace falta ser ningún genio para darse cuenta de que semejante sitio constituiría un objetivo de primera categoría para la Alianza.

—Cuénteme entre ellos. Ese almacén sería un objetivo altamente invitador para una incursión, y un emplazamiento lógico para una trampa imperial. —Tycho se pasó las manos por la cara y dejó escapar un prolongado suspiro—. Esto no tiene muy buen aspecto, ¿verdad?

—He hecho los trámites necesarios para adquirir todos los lotes de esos artículos que Emetrés puede llegar a proporcionar, por lo que han desaparecido de la lista. Nadie más puede tener acceso a ella. Que yo sepa nadie más conoce su existencia, así que ahora la filtración debería haber quedado eliminada.

—Aun así, sigue habiendo una probabilidad de que esa información ya se haya filtrado de alguna manera.

—Exactamente —dijo Mirax, y se levantó de un salto cuando la puerta se abrió y Emetrés entró en la habitación.

—Buenos días, capitán Celchu y señorita Terrik. ¿En qué puedo servirles?

Mirax cerró la mano sobre el brazo izquierdo del androide.

—Tienes que decirme hacia dónde se está dirigiendo el Escuadrón Rebelde.

—Me temo que esa información está considerada como alto secreto, señorita Terrik. Ni usted ni el capitán Celchu están autorizados a conocerla. Proporcionársela supondría poner en peligro el…

—La lista que me diste esta mañana ya pone en peligro el éxito de la misión, Emetrés.

—Me temo que lo que me pide es totalmente imposible.

Tycho se irguió.

—¿De dónde estás sacando todos esos artículos alderaanianos que pones a la venta?

El androide se estremeció, y el tono de su voz sufrió una ligera variación.

—Si revelo mis fuentes, entonces se quedarán con todo mi mercado. Ni lo sueñen.

Mirax le lanzó una mirada llena de incredulidad al androide y después volvió la cabeza hacia Tycho.

—¿Puede creérselo?

—No, de hecho no puedo.

—Sólo estoy protegiendo mi margen de beneficios.

—Se trata de una cuestión de vida o muerte, Emetrés.

—Oh, desde luego que sí. Se trata de la vida o la muerte de mi negocio, señorita Terrik.

Tycho se puso en pie.

—Cierra el pico, Emetrés.

El androide, inclinando la cabeza hacia un lado, le miró de una forma muy extraña.

—No estaba diciendo nada, señor.

—Su voz ha cambiado.

—Ya me he dado cuenta. —Tycho entrecerró los ojos—. Cierra el pico.

—¿Cómo dice, señor?

—Cierra el pico.

Los brazos del androide descendieron hacia sus costados con tal rapidez que Mirax perdió su presa sobre él. La cabeza en forma de concha se desplomó hacia adelante, haciendo que el androide doblara el cuello hasta que su mentón entró en contacto con su pecho. En la parte superior de su cuello, que anteriormente quedaba oculta por la cabeza. Mirax vio un botón rojo que relucía.

—¿Qué está pasando, capitán?

Tycho se encogió de hombros.

—Realmente no estoy seguro, pero el androide parece hallarse en un estado de espera. Descubrí este pequeño truco cuando lo estaba llevando al sistema de Talasea y no había forma de que dejara de hablar. Acabe gritándole que cerrara el pico y después de la tercera vez, esto es lo que ocurrió. Emetrés permanece en este estado hasta que se lo saca de él. Lo realmente importante en estos momentos es que hasta que pulsemos el botón rojo y lo reinicialicemos, queda reducido a poca cosa más que una especie de mando a distancia que tiene acceso a todo el contenido de la memoria de Emetrés.

—Lo cual me parece bastante peligroso para un androide que está llevando a cabo trabajos militares.

—Por razones obvias, no se trata de una modificación estándar. Hay unas cuantas cosas raras en este androide, y ese cambio que se produce en su voz cuando empiezas a interrogarle sobre las peticiones y las solicitudes no es precisamente la menor de ellas. Pero eso siempre puedo investigarlo más tarde. Ahora esta anulación forzada debería permitirnos obtener lo que usted quiere saber. Emetrés, quiero que me des el nombre del sistema en el que estará operando el Escuadrón Rebelde.

—Sistema de Pyria, Borleias, cuarto planeta, una luna que contiene una fortaleza imperial y varios complejos agrícolas e industriales que no obtuvieron el éxito necesario y fueron abandonados. —La voz cambió ligeramente—. También alberga una instalación de manufactura agrícola para productos agrícolas alderaanianos dotados de un alto valor de intercambio comercial reservado.

Mirax sintió que se le helaba la sangre.

—Emetrés, la lista de productos que se pueden obtener de esas instalaciones… ¿Cuántas personas han tenido acceso a ella?

—Su acceso ha sido el único, señorita Terrik.

—¿Y qué me dices de un experto en sistemas de desciframiento? ¿Hubiera podido obtener una copia sin que tú te enteraras?

El androide tardó un par de segundos en replicar.

—Es imposible determinar una respuesta a esa pregunta.

Mirax volvió la mirada hacia Tycho.

—El Imperio podría haber sido advertido. Tenemos que hacer algo.

—¿El qué? Si les enviamos un mensaje, hay tantas probabilidades de que advirtamos al Imperio de que están yendo hacia allá como de que avisemos a nuestra gente de que se dirigen hacia una emboscada.

—Pues entonces iremos allí. Dispongo de un medio de transpone bastante rápido, y quizá incluso podamos llegar antes que ellos.

—¿Para que nuestra presencia advierta al Imperio de la inminencia de la incursión? —Tycho meneó la cabeza—. Cualquier mensaje podría ser interceptado incluso si nos encontramos dentro del sistema y tratamos de enviárselo mediante un haz protegido. No, eso no serviría de nada…

Mirax apretó los puños y los dejó caer sobre sus muslos.

—Debemos hacer algo. No podemos quedarnos cruzados de brazos y no hacer nada.

—Por supuesto, pero lo que hagamos tiene que ser lo correcto. —Los labios de Tycho se fueron curvando en una lenta sonrisa, y su mano avanzó hacia el botón disimulado en la parte de atrás del cuello de Emetrés—. Y creo que ya sé qué es lo correcto…

34

Cuando el escuadrón volvió al espacio real, la bola oscura que apareció suspendida en el vacío delante de los cazas redujo Borleias a un delgado creciente lunar de un azul verdoso surcado por franjas blancas. La tenue atmósfera de la luna velaba la imagen de Borleias y la volvía hermosa, a pesar de que ésa no era la forma en que la recordaba Corran. El joven corelliano invirtió su ala-X y después alzó la mano derecha para accionar el interruptor que colocaría sus estabilizadores-S en posición de ataque. El ala-X de Wedge desplegó sus alas de manera similar delante de él, virando e iniciando el veloz descenso hacia la luna.

Los ala-X mantuvieron un silencio de comunicaciones absoluto mientras se iban nivelando y sobrevolaban la negra superficie lunar. Corran colocó su caza detrás del de Wedge y un poco a la derecha. Con sus sensores ajustados en la modalidad pasiva para evitar ser detectados, sólo captarían la presencia de aquellas amenazas cuyos sensores estuvieran activados y andaran buscando objetivos. Como resultado de ello, la observación visual llevada a cabo por los pilotos y los androides astromecánicos se convertía en la defensa principal contra cualquier posible emboscada.

—Aunque no debería haber mucho peligro de eso…

Las simulaciones habían representado aquella travesía como un abrirse paso a través de un anillo de asteroides esparcido alrededor de un planeta para permanecer escondidos, pero todos los parámetros utilizados habían sido tomados de Borleias. Que supieran, los imperiales no habían estacionado cazas o unidades de detección remota en la luna. Pero aun así esa posibilidad continuaba existiendo, por lo que el escuadrón hizo cuanto pudo para mantener en secreto su presencia.

Dientes de cristal volcánico se elevaban en las brechas de las paredes del cráter. No reflejaban una gran cantidad de luz de las estrellas, pero aun así extrañas figuras aparecían silueteadas contra el panorama estelar. Avanzar a lo que casi era una velocidad máxima en la profunda oscuridad del lado nocturno de la luna parecía tan estúpido como temerario, pero en realidad no lo era más que el resto de la misión. Los ala-X iniciaron una veloz carrera a través de la negrura, dirigiendo sus proas hacia un punto del horizonte eternamente cambiante.

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