Authors: John Varley
—Lo que pasa es que tengo los ojos de Jimmy Smits —dije.
—Puede que los ojos de Jimmy Smits después de tres días de juerga. ¿Has dormido bien últimamente?
—Travis, no duermo más de seis horas por noche desde los diez años.
—¿Cuatro horas? ¿Tres?
Dos la última noche. Las dos últimas semanas, no más de cuatro por noche.
Sabía que era un problema, pero lo que no sabía era qué hacer al respecto. A pesar de la ayuda de Eve, Mamá y María no podían hacerlo todo sin mí. Estábamos en medio de otra emergencia financiera. Ganábamos lo justo para tener que trabajar muchísimo pero no tanto como para salir de números rojos. Pero no había razón para molestar a Travis con todo aquello.
—No importa —dijo—. Sé cómo arreglarlo.
Los demás llegaron a la mesa y se sentaron.
—Primero las buenas noticias —empezó Travis—. Una presentación de primera. Si yo fuera un inversor, puede que metiera dinero en el proyecto. No mucho dinero, cuidado. Porque no se me han pasado por alto varios puntos débiles, y me he dado cuenta de que sobre otros habéis pasado más deprisa de lo conveniente. Pero en conjunto, ha estado muy bien.
»Ahora las malas noticias. No vais a conseguirlo. Tal como están las cosas, no. Podemos clausurar ahora mismo el proyecto... o realizar algunos cambios.
Nos miramos unos a otros. Honestamente, no me lo esperaba. Pensaba que nos iba a dar luz verde.
—¿Qué tipo de cambios? —preguntó Dak con suspicacia.
—Necesitáis ayuda. Ayuda de la familia.
—¿La familia Broussard?
—Exacto... —Hizo una pausa, bajó la cabeza y volvió a levantarla.
»Perdonad. Primero tenemos que discutir una cosa. Luego seguimos. Hay que decidir quién está al mando.
—¿Quién está...? —Alicia nos miró—. Tú, ¿no?
—Hasta ahora, creo que hemos tenido una democracia limitada. Limitada, porque la decisión final sobre si vamos o no me corresponde a mí... con la ayuda de Jubal, que es el único que tiene voto en ese asunto. Y establecí la condición de que vuestros padres tenían que estar al corriente. Lo siento, Kelly.
Kelly se encogió de hombros. No creo que fuera a unirse al club de fans de Travis, pero durante las últimas semanas parecía haberse resignado a no ir. Sin embargo, estaba poniendo toda la carne en el asador en el trabajo. O, al menos, si solo estaba poniendo la mitad de la carne, sería algo digno de verse cuando la pusiera toda.
—Me nomino a mí mismo como capitán de la nave. Eso significa que yo tomo las decisiones finales sobre su fabricación y que estoy al mando de la misión desde el momento del lanzamiento hasta el aterrizaje, con los poderes de un capitán de nave, establecidos por las leyes del espacio.
—Secundo la nominación —dijo Alicia.
—A favor... —dije, y todos respondimos "sí".
—Gracias —dijo Travis—. Puede que os parezca una banalidad, pero es como el contrato que firmamos. Había que firmarlo. Pueden presentarse algunas situaciones en las que tenga que... contar con vuestra... total y ciega obediencia, como si fuera el capitán de un barco de guerra. Pregúntale a tu padre, Dak, y cuéntaselo a los demás.
—Así lo haré, capitán Broussard.
Esta vez Travis no lo corrigió, como solía hacer cuando le llamábamos coronel. Me di cuenta de que hablaba muy en serio y supongo que hacía bien.
—Mientras estemos en tierra no soy ningún dictador, ¿de acuerdo? Podéis cuestionar mis órdenes, negaros a obedecerlas y hasta saltar del coche, hacer la maleta y regresar a casa si no os gusta cómo estoy haciendo las cosas. Pero después del lanzamiento, si doy una orden, espero que se cumpla.
Nadie puso objeciones.
—Bien. A continuación, nomino a Kelly como directora del proyecto.
—Gracias, Travis —respondió Kelly con una mirada que habría podido fundir el hielo.
—Ella controlará la construcción de la nave. Lo coordinará todo y tendrá que familiarizarse con los cientos de tareas que acarreará el proyecto.
—Secundo la nominación —dijo. Volvió a repetirse el coro de asentimientos.
—En realidad es lo que ya venía haciendo, más o menos... —levantó una mano para acallar a Travis—, y sí, estoy de acuerdo en que había que hacerlo oficial. Así que acepto. Tengo una sugerencia que hacer.
Se volvió hacia Alicia.
—Has hecho un gran trabajo con los sistemas ambientales. Pero creo que deberías dejarle ese trabajo a Manny y Dak. Quiero que dediques todo tu tiempo a las cuestiones médicas de las que hablamos hace días. Para cuando llegue el lanzamiento, quiero que estés tan cualificada como un paramédico profesional. Serás nuestro oficial médico.
—Gran idea —dijo Travis.
—Bueno... vale —dijo Alicia. Parecía un poco confundida. Le preocupaba que Kelly estuviera quitándole trabajo por no estar cualificada para él, pero al mismo tiempo le aliviaba volver a una tarea que comprendía a la perfección. Ya había recibido instrucción como enfermera y poseía un don natural para ello.
—¿Algo más? —preguntó Kelly, y me di cuenta de que ya se había hecho con el mando de la reunión. Que era exactamente lo que Travis quería y esperaba.
—Sí —dijo Dak—. Tengo una pregunta para Trav... perdón, para el capitán.
—No hace falta que os preocupéis por lo de capitán hasta que estemos a bordo —dijo Travis.
—Bueno. Espero que no te ofendas, y no hace falta que respondas si no quieres pero... Has dicho que temes que la Ares Siete explote... y tu ex-mujer está a bordo. Si yo estuviera en tu lugar, puede que estuviese dispuesto a correr ciertos riesgos... ¿Sabes lo que quiero decir? —Dak parecía azorado por haber sacado el tema a colación. Pero lo cierto es que a todos nos preocupaba.
—No hay problema, Dak, tienes todo el derecho a preguntarlo. —Aspiró hondo—. Fue un divorcio terrible, amigos. Ya no estoy enamorado de ella, y ni siquiera me cae demasiado bien. Probablemente nos hubiéramos separado de todos modos, aun sin la bebida... pero fue la bebida la que lo provocó. Por eso apenas tengo derechos de visita con las niñas. Y el juez hizo lo que debía. El culpable fui yo, aunque ella sea una zorra.
»Y sigue siendo la madre de mis hijas, y aunque solo sea por eso, querría que siguiera con vida. Su muerte les haría mucho daño. Ya que estamos, preferiría que todos ellos siguieran con vida y regresaran a casa sanos y salvos... pero a eso no contribuiría nada que partiéramos a Marte en una nave espacial casera y muriéramos congelados una vez que reviente.
»La moralidad de un rescate es difícil de definir con precisión. Seguro que habéis visto algún caso: tres o cuatro personas que se ahogan al tratar de salvar a un tío que tal vez ya estuviera muerto. Helicópteros que se estrellan al tratar de rescatar a alguien del tejado de un edificio en llamas. Si voy a descender por la cara de un acantilado para rescatar a un montañero extraviado, tengo el derecho, incluso la obligación, de asegurarme de que mi cuerda es sólida. ¿Comprendéis lo que quiero decir? —Dak asintió con aire avergonzado.
»Las probabilidades de rescatar al Ares Siete si se produce un desastre... son bajísimas. —Creo que aquello nos sorprendió a todos, aunque yo había pensado en ello—. La mayoría de los accidentes que puedo imaginar supondrían la muerte instantánea de todos ellos. Pero digamos que hay supervivientes y la nave marcha a la deriva, impotente, sin cohete que los impulse... Encontrarlos ya sería un asunto problemático. No podéis imaginaros lo inmenso que es el espacio, hasta en nuestro pequeño sistema solar. Amigos, lo mejor que podemos hacer es cruzar los dedos y rezar para que Jubal se equivoque, porque las probabilidades de rescatarlos son muy pocas.
Todos lo pensamos un momento. No nos gustó cómo sonaba.
—Así que la idea de ir a sacarlos de un apuro... —dije, y no supe cómo terminar la frase. Travis lo hizo por mí.
—... es la única razón por la que sigo en el asunto, y la única razón por la que me esforzaré tanto como vosotros, o puede que más que vosotros, para conseguir que este trasto se construya y se lance. Deseo que vivan, lo deseo tanto que estoy aceptando la que probablemente sea la idea más absurda del mundo desde que la Reina Isabella empeñó las joyas de la Corona.
—Lo siento, Travis —dijo Dak.
—No lo sientas. Cuando tengas alguna duda, pregunta. ¿Más preguntas?
—Yo tengo una —dije—. Dak y yo estamos atascados con los trajes espaciales. —Le dije que temía que, a menos que pudiéramos dar un paseo por la superficie de Marte, nuestro viaje quedaría bajo sospecha. Sonrió lentamente y me dio una palmada en el hombro.
—Eres todo un agorero, ¿no, Manny? Bueno, lo más gracioso es que creo que en este caso tienes razón. Pero tengo una orden para ti. Deja de preocuparte. Al menos por los trajes. Ese asunto corre de mi cuenta desde este preciso instante, y no quiero que volváis a pensar en ello hasta que veáis los trajes. ¿De acuerdo?
—De acuerdo. —¿Agorero? Bueno, supongo que sí. La vida que había llevado hasta el momento me había preparado para ser un agorero de categoría mundial.
—Muy bien, niños y niñas, fin de la clase. Id a casa y dormid un poco. Os veré a todos aquí mañana por la mañana.
»¿Y sabéis una cosa? ¡Puede que tengamos alguna posibilidad de llegar a Marte!
Creía que habíamos trabajado a toda máquina las dos semanas que Travis había estado fuera. Pues resulta que ni siquiera sabía lo que era a toda máquina.
A primera hora del día siguiente, Travis nos envió a Kelly y a mí al aeropuerto para recibir un avión lleno de Broussard. Nos dirigíos a la terminal de vuelos generales y llegamos justo cuando estaba aterrizando un Gulfstream privado. El primero en salir fue Caleb Broussard, seguido por Gracia y Billy. A continuación nos presentaron a Exaltación "Salty" Broussard. Luego vino un tipo bajito y callado, casi calvo del todo, que no se parecía a Jubal ni a Caleb.
La última en salir del avión fue Gloria Patri "Patty" Broussard, una atractiva rubia que debía de rondar los cuarenta y que podría haber sido la melliza de Caleb. Ella pilotaba el avión. Era propiedad de su jefe y se lo había alquilado durante unos pocos días, para recoger a Caleb y Gloria en Fort Myers y a Salty en Huntsville, Alabama, y así poder venir todos a visitar a su hermano Jubal y su primo Travis. Nos dejó subir a bordo a Kelly y a mí y echar un vistazo mientras descargaban el equipaje. Había un bar, un centro de comunicaciones completamente equipado y, al fondo, un dormitorio. Así se viaja, decidí.
Kelly... bueno, ella llevaba viajando en un avión muy parecido desde que tiene uso de memoria. Su padre y otros hombres de negocios poseen uno conjuntamente, pues el precio de un avión privado es demasiado alto hasta para un vendedor de Mercedes.
Me hacía falta un descanso, o al menos un respiro, y el viaje de regreso al Despegue, aunque no puede decirse que fuera descansado, al menos resultó refrescante. Aquella gente hablaba un montón, en voz alta, y se reía mucho, de forma igualmente ruidosa. Llevaban mucho tiempo sin verse, un año en un caso, y tres en el otro. Tenían que ponerse al día en cierto modo, a pesar de que se telefoneaban y hablaban por correo electrónico con frecuencia. Las historias de Patty sobre viajes por Alaska y África me llenaron de asombro y quise saber más, así que cuando me enteré de que solo se quedaría hasta el día siguiente lo lamenté de corazón.
Me sentía rodeado y protegido por un sentimiento familiar que había anhelado toda mi vida. Una familia extensa, algo de lo que el racismo de mis abuelos me había privado por completo. Para cuando llegamos, estaba dispuesto a cambiar mi apellido por el de Broussard... pero al final acabé por darme cuenta de que no era necesario, pues ya había sido adoptado en las filas de aquel enorme, caótico y temperamental clan.
Durante los primeros minutos después de nuestra llegada al Despegue las cosas fueron un poco frías. Caleb, Salty y Patty advirtieron al instante las hostilidades entre mamá y Travis. Tendrían que haber estado en coma para no hacerlo. Pero entre los esfuerzos de la tía María y la magia los Broussard, las rencillas no tardaron en quedar aparcadas. Gracia se introdujo sigilosamente en la cocina de María sin hacer que esta se sintiera agobiada, lo que era toda una hazaña, y enseguida nos dimos cuenta de que íbamos a presenciar una Batalla de la Pitanza, Cajún versus Cubana. El único vencedor seguro en una guerra así eran nuestras papilas gustativas, y el único perdedor cierto, nuestras cinturas.
Juntamos todas las mesas del jardín alrededor de la mesa y cuando aquella banda tomó asiento a su alrededor, me di cuenta de que me enfrentaba a un dilema, entre la posibilidad de ir a Marte, y la de quedarme allí empapándome de su cariño.
—Que alguien dé gracias —dijo Jubal.
—Gracia —dije yo.
—¿Qué? —preguntó Gracia y, primero los Broussard, y luego el resto de nosotros, rompió a reír. Luego Jubal elevó la plegaria:
—Oh, señor, bendice a esta familia —y empezamos a comer.
No tardé en percatarme de que los recién llegados estaban al corriente de la naturaleza del proyecto Trueno Rojo. No me preocupaba. Saltaba a la vista que para ellos, la "familia" significaba tanto como para la Mafia. Llevaban la discreción en los genes y nunca le contarían nada importante a un desconocido.
Sin necesidad de preguntar nada, con solo escuchar su alegre charla, averigüé muchas cosas sobre ellos. Por ejemplo, que Salty era electricista. Que, entre otras muchas habilidades, Caleb era un mago con el soplete y que aprovechaba esta habilidad en plataformas petrolíferas costeras cuando las miles de chapuzas de su familia no daban suficiente dinero para vivir.
Por alguna razón, dudaba que fuera una coincidencia.
—Entonces —le dije en un momento dado—, ¿Travis te ha contratado como soldador... para el proyecto? —Se echó a reír y terminó de engullir un bocado de salchicha.
—Travis no podría pagarlo, Manny. Cobro según convenio, y el triple los domingos. —Debí de poner cara de confusión—. Pero solo cuando trabajo por cuenta ajena. Tengo mi propia compañía, y puedo cobrar lo que me parezca, porque para eso soy el jefe.
Kelly estaba escuchando.
—Caleb, Travis no me ha dicho que hubiera ofrecido...
—No está metiéndose en tu departamento, Kelly. Tenemos un acuerdo privado. Cobraré un porcentaje de la parte de Travis y Jubal. No queríamos ponerlo en los libros para que los gastos no superasen el millón.
Kelly no parecía convencida del todo pero lo dejó pasar. Luego resultó que Salty tenía un acuerdo parecido. Puede que, al contratar a un electricista profesional, Travis estuviera metiéndose en mí departamento. Se lo comenté a Dak y nos dejamos llevar por un sentimiento de justificada indignación... durante dos segundos, para guardar las apariencias. Nunca me había alegrado tanto de tener a alguien a mi lado en toda mi vida y Dak sentía lo mismo. El diseño de un sistema que cubriera todas las necesidades eléctricas del Trueno Rojo nos superaba con creces.