Un cadáver en los baños

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Authors: Lindsey Davis

Tags: #Histórico, Intriga

BOOK: Un cadáver en los baños
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Las temibles maquinaciones de una amante despechada de Anácrites recomiendan a su socio Marco Didio Flaco alejar a su familia de Roma, y la oportunidad se la ofrece el emperador Vespasiano al proponerle viajar a los confines del imperio, a Britania, para investigar las misteriosas muertes que están entorpeciendo el proyecto de Togidubno de construir un nuevo palacio. Lo que en realidad se encuentra Falco, es una trama de malversación, estafas y corrupción en la que participan tanto arquitectos como constructores.

Lindsey Davis

Un cadáver en los baños

La XI novela de Marco Didio Falco

ePUB v1.0

tagus
04.07.12

Título original:
A Body in the Bath House

Lindsey Davis, 2001.

Traducción: Montse Batista

Diseño/retoque portada: Redna Azaug

tagus: Editor1 v1.0

ePub base v2.0

Para Richard, otra vez. Éste sólo podía ser para ti.

Con todo mi cariño.

DRAMATIS PERSONAE

EN ROMA:
M. Didio Falco
un informante con olfato para los problemas.
Helena Justina
su compañera, que se huele algo sospechoso.
Julia y Favonia
dos dulces y perfectos bebés.
Camila Hispale
su agria e imperfecta niñera.
Nux
una perra que, simplemente, huele mal.
Padre (Gémino/Favonio)
un propietario bastante maduro.
Maya Favonia
una viuda «vulnerable» (¡no mucho!).
Mario, Cloelia, Anco y Rea
sus lindos (arteros) hijos. 
L. Petronio Longo
un amigo leal que irrita a Maya.
Anácrites
un peligroso espía que sigue a Maya.
Perela
una taimada bailarina que obedece órdenes.
A. Camilo Eliano
un aprendiz de clase alta.
Q. Camilo Justino
un recién casado que se va de parranda.
Gloco y Cota
unos contratistas de baños que están a malas.
Estéfano
un cadáver apestoso.
Vespasiano
un emperador que se hace cargo de los gastos.
EN BRITANIA:
T. Claudio Togidubno
gran rey de los britanos, un fanático de las reformas.
Verovolco
un asistente real.
Marcelino
un diseñador retirado (con una casa muy bonita).
«Tío Lóbulo»
un contratista, que nunca está ahí.
Virginia
una fragante camarera.
EN LA OBRA DE CONSTRUCCIÓN
Vala, Dubno, Epórix y Gaudio
más muertos.
Pomponio
el director del proyecto (cree estar al mando).
Magno
el agrimensor (cree que debería estar al mando).
Cipriano
el jefe de obras (simplemente sigue adelante y las dirige).
Planco y Éstrefo
arquitectos subalternos (clones de Pomponio).
Recto
el malhablado ingeniero de desagües.
Milcato
el marmolista que no pierde los nervios.
Filocles, padre
un mosaiquista con mal genio.
Filocles, hijo
un clon de su padre (¿mal informado?).
Blando
un seductor artista con un mal historial.
El sabelotodo de Estabias
que aspira a un buen futuro.
Timágenes
que se encarga del jardín en un duro paisaje.
Alexas
un galeno que prepara un brebaje genial.
Cayo
un administrativo que sabe contar.
Igiduno
el chico del
mulsum
que se sorbe los mocos.
Ala
una niña que no moquea.
Sextio
un vendedor de estatuas mecánicas que se acerca a Maya.
Mandúmero
el supervisor de la mano de obra local (unas cuantas prácticas restrictivas).
Lupo
el supervisor de la mano de obra extranjera (más costumbres canallescas).
Tiberio y Septimio
los peones universales.

NOTA HISTÓRICA

Los restos del palacio romano de Fishbourne, cerca de Chichester, en la costa sur de Gran Bretaña, fueron desenterrados por una excavadora mecánica durante la construcción de una tubería de distribución de agua en 1960. Parecía difícil de creer que allí pudieran encontrar un edificio romano de tal riqueza e importancia. Parte del palacio se encuentra debajo de viviendas modernas, pero la excavación y la conservación de lo que era accesible lo debe todo a los voluntarios y benefactores locales. Todavía existen especulaciones sobre por qué se creó un edificio tan magnífico en un lugar tan insólito como ése.

No sabemos si Fishbourne tenía un nombre romano. El palacio de Togidubno (como lo llamamos ahora), gran rey de los britanos, fue construido en varias etapas. En esta novela, al «protopalacio» neroniano lo llamo «la vieja casa»; lo que Falco ve en fase de construcción es la gran expansión flavia. He tratado de utilizar solamente aquello que conocemos por la excavación. Cualquier error es responsabilidad mía y si en el futuro los trabajos revelan nuevos tesoros o conducen a nuevas interpretaciones, sólo tenemos que decir que «cambiaron el diseño después de que Falco viera los planos».

Había varias villas romanas de un estilo similar a lo largo de la costa; probablemente en ellas vivían dignatarios locales, tal vez parientes del rey. Que la que hay en Angmering fuera construida por un arquitecto es un asunto de mi propia invención.

Ésta es la primera vez que he basado una historia totalmente en un emplazamiento arqueológico y estoy enormemente agradecida a toda la gente de Fishbourne, especialmente a David Rudkin, el actual conservador, por acoger la perspectiva con tan buen humor. El palacio pertenece a la Sociedad Arqueológica de Sussex. Posee un museo y otros servicios y es un lugar de visita muy recomendable.

ROMA Y OSTIA

Primavera, año 75 d. C.

I

De no ser por Rea Favonia, tal vez lo habríamos soportado.

—¡Huele mal! Hay un olor horrible. ¡Yo ahí no entro!

No necesitaba ser un informante para saber que no había nada que hacer. Cuando una niña de cuatro años cree notar algo desagradable, lo único que puedes hacer es ceder y buscar qué es. Mi sobrinita no se acercaría a la casa de baños hasta que demostrásemos que no había nada horrible en el caldario. Cuanto más nos burlábamos y le decíamos que la sala caliente olía mal sólo a causa del nuevo enlucido, más gritaba Rea como una histérica a la hora del baño. No se veía nada y el resto de nosotros tratábamos de hacer caso omiso. Pero la insistencia de la pequeña nos desconcertaba a todos.

Sí que se notaba un ligero olor. Si intentaba descubrirlo husmeando, lo perdía. Cuando decidía que no había sido nada, enseguida lo volvía a percibir.

Por lo menos Helena y yo podíamos irnos a casa, a nuestra propia casa nueva. Mi hermana Maya y sus hijos tenían que quedarse allí en el Janículo, en el hogar que se suponía era un refugio para sus problemas, viviendo con otro tipo de problema: papá. Mi padre, Gémino, y yo estábamos sumidos en un intercambio de casas. Mientras yo trataba de organizar a los decoradores para que renovaran su apagada vieja guarida a orillas del Tíber, él se hizo cargo de la finca que yo ya había estado arreglando durante meses, donde todo lo que quedaba por terminar era la nueva casa de baños.

La casa del Janículo tenía una ubicación muy deseable siempre que trabajaras en la zona norte de Roma. A mi padre le convenía, ya que tenía su casa de subastas y su negocio de antigüedades en la Saepta Julia junto al Panteón. Mi trabajo requería el libre acceso a todas las partes de la ciudad. Yo era un informante al servicio de clientes privados cuyos casos podían llevarme a cualquier sitio. Por mucho que quisiera mudarme al otro lado del río, necesitaba vivir cerca de la acción. Lamentablemente, esa razonable idea se nos ocurrió a Helena y a mí cuando ya habíamos comprado la nueva casa.

Dio la casualidad de que entonces, la compañera de mi padre durante tantos años, Flora, murió. Él se convirtió en un romántico sensiblero que odiaba la mansión que habían compartido. A mí siempre me había gustado ese barrio a orillas del río, al pie del Aventino. Así que organizamos un intercambio. Los contratistas de los baños se convirtieron en el problema de mi padre. Eso estuvo bien porque, para empezar, había sido él quien se los había presentado a Helena. Yo disfrutaba esperando a ver cómo convencería a Gloco y Cota para que terminaran, una tarea en la que incluso Helena había fallado a pesar de que había estado pagando sus facturas. Igual que ocurría con todos los albañiles, cuanto más informales se volvían, más exorbitantes eran esas facturas.

Tratándose de mi padre, teníamos las de perder: de alguna manera los compró. En una semana, Gloco y Cota enlecharon hasta el último de sus poco firmes azulejos y se largaron. Entonces mi padre fue poseedor de una magnífica edificación anexa que contaba con una sala de baños fría completa, una cámara tibia, una sauna con tres estancias y una genial piscina para darse un chapuzón; una zona integral de vestuario con perchas de moda y unos cajones para dejar la ropa; una caldera y un almacén para la leña aparte; lujosas piletas de mármol griego y un medallón del dios del mar diseñado por encargo en un suelo de mosaico recién colocado. Pero mientras la gente admiraba su Neptuno, también notaba el extraño olor.

En los instantes en que me llegaba, ese hedor parecía tener un regusto a descomposición. Mi padre también lo reconoció.

—Es como si la habitación hubiera estado cerrada durante meses con algún viejales muerto en su interior.

—Bueno, la habitación es nueva y, desafortunadamente, el viejo todavía está vivo. —Deduje que mi padre debió de tener algunos vecinos abandonados en esa vida pasada de la que nunca hablábamos. Yo mismo conocía los olores como ése de otras situaciones. Malas.

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