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Authors: George Alec Effinger

Tags: #Ciencia Ficción

Un fuego en el sol (41 page)

BOOK: Un fuego en el sol
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—¿En serio? —dije.

—Debo admitirlo, te he subestimado. ¿Quieres llevártelo?

No tenía ninguna intención de cargar con Umar, porque en realidad no había hablado con el imán.

—No, lo dejaré en tus manos.

—Ten la seguridad de que se hará justicia —dijo el caíd Reda, mientras deparaba una mirada siniestra a su pérfido ayudante.

Casi sentí lástima por Umar.

—La justicia —dije, citando un viejo proverbio árabe es restaurar las cosas a su lugar. Ahora, me gustaría tener mi moddy.

—Sí, no faltaba más. —Se inclinó sobre el cuerpo inerte de Umar Abdul—Qawy y me dio el moddy en la mano—. No olvides el dinero.

—No, no lo cogeré. Me quedaré tu moddy. Como garantía de tu cooperación.

—Si lo deseas —dijo con pesar—. Comprende que no puedo destruir el archivo Fénix.

—Lo comprendo. —De repente se me ocurrió algo—. Sin embargo, tengo una última petición que hacerte.

—¿Sí? —dijo con aprensión.

—Desearía que mi nombre y los nombres de mis amigos desaparecieran del archivo.

—De acuerdo —dijo Abu Adil, contento de que mi última exigencia fuera tan fácil de satisfacer—. Será un placer. No tienes más que enviarme una lista completa.

Más tarde, mientras caminábamos hacia el coche, Kmuzu y Saied me felicitaron.

—Ha sido una victoria completa —dijo Medio Hajj.

—No —objeté yo—, me habría gustado que lo fuera. Abu Adil y Papa aún tienen ese maldito archivo Fénix, aunque algunos nombres hayan sido borrados. Me siento como si estuviera negociando las vidas de mis amigos por las vidas de otras personas inocentes.

Fue como decirle al caíd Reda: «Venga, mata a esos otros tipos, no me importa».

—Has hecho todo lo posible, yaa Sidi —dijo Kmuzu—. Deberías dar gracias a Dios.

—Supongo.

Me desconecté a Rex y le di el moddy a Saied, que sonrió al recuperarlo. Volvíamos a la casa, Kmuzu y Saied comentaban con detalle lo ocurrido, pero yo permanecía en silencio, inmerso en tristes pensamientos. Por alguna razón lo consideraba un fracaso. Me sentí como si hubiera sellado un pacto maléfico. También tuve la desagradable sensación de que no sería el último.

Esa noche me despertó alguien que abría la puerta de mi dormitorio. Levanté la cabeza y vi entrar a una mujer, vestida con una negligée corta e insinuante.

La mujer levantó las sábanas y se metió en la cama a mi lado. Me puso la mano en la mejilla y me besó. Fue un beso magnífico. Me despertó por completo.

—Soborné a Kmuzu para que me dejara entrar —susurró.

Me sorprendió comprobar que era Indihar.

—¿Sí? ¿Cómo has sobornado a Kmuzu?

—Le dije que borraría el dolor de tu mente.

—Él sabe que tomo pastillas y empleo software para eso. —Rodé sobre mi costado para verle la cara—. Indihar, ¿qué haces aquí? Dijiste que nunca te acostarías conmigo.

—Bueno, he cambiado de opinión. —No parecía muy entusiasmada—. Aquí estoy. He estado pensando en mi comportamiento después de... la muerte de Jirji.

—Que Alá lo tenga en su gloria —murmuré, rodeándola con mi brazo.

A pesar de su intento de ser valiente, podía sentir cálidas lágrimas en su rostro.

—Has hecho mucho por mí y por los niños.

Epa.

—¿Por eso estás aquí, por gratitud?

—Bueno, sí. Estoy en deuda contigo.

—Tú no me amas, ¿verdad, Indihar?

—Marîd, no me interpretes mal. Me gustas, pero...

—Pero eso es todo. Oye, no creo que estar aquí juntos sea una buena idea. Me dijiste que no te ibas a acostar conmigo y lo respeto.

—Papa quiere que nos casemos —dijo, y su voz adquirió un tono de irritación.

—Cree que es un deshonor para su casa que vivamos juntos sin estar casados. Aunque no nos acostemos juntos.

En realidad yo pensaba que el matrimonio era algo que sólo sucedía a los demás, como los accidentes de tráfico. Sin embargo, sentía la obligación de ocuparme de la viuda y los hijos de Shaknahyi, y si tenía que casarme con alguien, podía ser peor que Indihar. Pero...

—Creo que Papa lo habrá olvidado todo en cuanto salga del hospital.

—Compréndelo —dijo Indihar.

Me dio otro beso, esta vez uno casto en la mejilla, y silenciosamente salió de mi cama y volvió a su habitación.

Me sentí como un virtuoso hijo de puta. Lo dije para que se sintiera mejor, pero no confiaba en que Friedlander Bey se olvidara de su orden. Sólo podía pensar en Yasmin y si seguiría saliendo conmigo si me casaba con Indihar.

No pude volver a conciliar el sueño. No hice más que dar vueltas y más vueltas, arrugando las sábanas en un horrible revoltijo. Por fin, me levanté de la cama y fui al estudio. Me senté en el cómodo sillón de cuero y cogí el Sabio Consejero. Lo miré unos pocos segundos, preguntándome si podría aclararme los recientes acontecimientos.

—Basmala —murmuré mientras me lo conectaba.

Audran parecía estar en una ciudad desierta. Vagaba a través de exiguos y congestionados callejones... hambriento, sediento y muy cansado. Después de un instante dobló una esquina y entró en una gran plaza de mercado. Los kioscos y los tenderetes estaban desiertos, sin mercancía alguna. Sin embargo, Audran reconoció dónde se encontraba. Estaba otra vez en Argelia.

—¿Hola? —gritó.

Pero no hubo respuesta. Recordó un antiguo proverbio: «Fui a mi tierra natal y grité: "¿Dónde están los amigos de mi juventud?". El eco me respondió: "¿Dónde están?"».

Empezó a llorar de tristeza. Entonces un hombre habló y Audran se volvió hacia él. Reconoció al Mensajero de Dios.

—Caía María —dijo el Profeta, que las bendiciones y la paz sean con él—, ¿no me consideras amigo de tu juventud?

Y Audran sonrió.

—Yaa Hazrat, ¿acaso no desea todo el mundo tu amistad? Pero mi amor por Alá colma de tal modo mi corazón que no hay espacio para amar ni odiar a nadie.

—Si eso es cierto —dijo el profeta Mahoma—, entonces bendito seas. Pero recuerda que este verso fue revelado: «Nunca entrarás por la puerta de la piedad hasta que no olvides lo que más amas». ¿Qué es lo que más amas, oh caíd?

Me desperté, pero esta vez no tenía a Jirji Shaknahyi para explicarme la visión. Me preguntaba qué respuesta daría al Profeta, ¿la comodidad, el placer, la libertad? Odiaba la idea de renunciar a algo de eso, pero podía acostumbrarme. Mi vida con Friedlander Bey difícilmente entrañaba facilidad o libertad.

Pero mi vida no tenía por qué empezar hasta mañana. Mientras tanto, me enfrentaba con el problema de pasar la noche. Fui a por mi caja de píldoras.

FIN

NOTA ACERCA DEL AUTOR

George Alee Effinger nació en Cleveland (Ohio) en 1947 y estudió en las universidades de Yale y Nueva York. Participó en el taller literario de Clarion en 1970, publicó sus primeros relatos el año siguiente y desde entonces se ha dedicado profesionalmente a la escritura. Su trabajo de mayor resonancia hasta la fecha ha sido la trilogía de temática ciberpunk que venimos presentando al lector castellano.

Una bibliografía sucinta del autor comprende los libros siguientes:

TRILOGÍA CIBERPUNK:

1987 — When Gravity Fails (Cuando falla la gravedad, Ed. Martínez Roca, col. Gran Super Ficción, Barcelona, 1989).

1989 — A Pire in the Sun (Un fuego en el Sol, Ed. Martínez Roca, col. Gran Super Ficción, Barcelona, 1991).

1991 — The Exile Kiss (Ed. Martínez Roca, en preparación).

NOVELAS:

1972 — What Entropy Means to Me.

1973 — Relatives (Hermanos, Ed. Andrómeda, col. Más Allá, Buenos Aires, 1976).

1975 — Nightmare Blue, con Gardner Dozois.

1976 — Those Gentle Volees.

— Felicia (narrativa general).

1978 — Death in Florence (también publicada como Utopia 3).

1979 — Heroics.

1981 — The Wolves of Memory.

1985 — The Nick of Time.

1986 — The Bird of Time.

1988 — Shadow Money (narrativa general).

RECOPILACIONES DE RELATOS:

1974 — Mixed Feelings.

1976 — Irrational Numbers.

1978 — Dirty Tricks.

1983 — Idle Pleasures.

NOVELIZACIONES:

1974 — Man the Fugitive (serie El planeta de los simios).

1975 — Escape to Tomorrow (id.).

— Journey into Terror (id.).

1976 — Lord of theApes(id.).

1990 — The Zork Chronides (sobre el juego de ordenador).

PREMIOS:

— Nébula por «The Schródinger Kitten».

— Hugo y Theodore Sturgeon Memorial por «The Schródinger Kitten».

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