Un talento para la guerra (15 page)

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Authors: Jack McDevitt

BOOK: Un talento para la guerra
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Gracias a la charla fragmentaria del intercomunicador de la nave, pude escuchar una rápida descripción de la acción:

—Todavía están persiguiendo al
Korbal
hacia Windyne. El
Korbal
se quedará en el sol para evitar una inspección visual. El
Straczynski
informa que ha destruido Alfa.

—Alfa es una estación de comunicaciones; está señalada en la pantalla —dijo el monitor—. Sim espera cortar todo tipo de comunicación entre la base y sus defensores.

—No son muy brillantes —repliqué—. Me refiero al Ashiyyur.

—No están acostumbrados a esta clase de guerra. Esa es una de las razones por la que nos desacreditan. No cuentan con que el oponente sea deshonesto. Sim, según ellos, debería luchar sin escarceos, sin mentiras y pelear de frente.

—Ellos no entienden la guerra —gruñí.

Una nueva voz, obviamente muy acostumbrada a mandar, ordenó:

—Preparen el ataque. Vamos a ejecutar Windsong.

—Ellos podrían replicar que la brutalidad del combate armado demanda un sentido de la ética. Una persona que juega con la vida y la muerte es considerada un bárbaro.

—Aquí el
Corsario.
La primera inspección muestra un crucero en el área. Está escoltado por dos, no, tres fragatas. El crucero es clase Y y está en órbita geosincrónica sobre la base. Dos de las fragatas parecen responder al
Straczynski.


Rappaport
aproximándose a Beta.

—Ejecutar Windsong.

La aceleración hizo que me reclinase un poco en mi asiento. El fondo de nubes desapareció con rapidez. El
Corsario
se elevó y giró hacia los anillos y, prestamente, se dirigió a un triángulo de luces que se movía contra el firmamento.

—Aquí el
Rappaport.
Beta ha caído. Las comunicaciones deben de estar cortadas.

—Ahora estamos sobre la curva del horizonte, expuestos a la vista del enemigo. Pensamos que el
Corsario
y el
Stein
han sido vistos.

—Una fragata en vector de interceptación. Aún no hay reacción desde el crucero.

La información dirigida se sucedía en las pantallas. Apareció el esquema de la fragata que llegaba. Pude oír que se cerraban cabinas a lo largo de la nave. Debajo, toda la actividad parecía haber cesado. Me levanté e incrementé la corriente de aire fresco en la cabina.

—El crucero está llegando a la ruta inferior.

—El
Corsario
se encargará. El
Stein
tomará la fragata.

Las luces de la nave de Sim parpadearon. Continuamos. El buque enemigo apareció a corta distancia como una esfera negra deslizándose hacia nosotros a través de las estrellas.

La luz blanca brillaba en su superficie.

En el mismo instante, giramos bruscamente hacia la izquierda.

Aunque me había sujetado, salí despedido y me quebré la mandíbula. Tuve un breve acceso de náuseas y habría tocado la banda de mi frente para reasegurarme de no ser porque no me atrevía a soltarme hasta que estuviésemos de nuevo rectos.

—¡Disparando láser nuclear! —dijo el intercomunicador. Y se estremecieron las cabezas frontales y la luz se disparó sobre la esfera que sobrevenía.

—En la pista.

—Otra incursión.

Nos balanceamos violentamente en dirección opuesta y descendimos. Dejé de lado mi estómago y pensé en terminar. La superficie lunar de Hrinwhar rodó de pronto delante de mi campo visual, se elevó y cayó.

—¡Destruimos el crucero!

—Esas voces son del
Corsario
—dijo el monitor.

—¡Despliegue total!

Sonaba alentador, pero nos golpearon de nuevo, y el
Stein
se sacudió hasta que me pregunté cómo diablos no había estallado. En el puente, el capitán hablaba con toda naturalidad a sus oficiales como si nada hubiera pasado.

Una bola de fuego nuclear, silenciosa, creciente, nos rozó.

—Les ganamos a esos hijos de puta. Están cayendo.

—Control de daños. Informen.

Hubo una ovación en cubierta.

—Los mudos han perdido la propulsión.

—Las defensas anteriores dañadas, capitán. Estamos trabajando en eso. Lo arreglamos en unos minutos.

—El
Straczynski
interceptó a las otras dos fragatas.


Rappaport
, proceda a auxiliar al
Straczynski.

—Todas las vistas claras.

—El aterrizaje a punto.


Rappaport
en camino. El tiempo de llegada aproximado hasta la posición del
Straczynski
es de aproximadamente once minutos.

—El crucero ha sido destruido. —Otra ovación.

—Capitán, no tienen nada para cubrir al crucero pesado.

A través del plexiglás solo se veían el cielo negro y las rocas. Pero yo en mis pantallas podía ver la enorme mole iluminada cuyas luces parpadeaban en un patético esfuerzo por no ser detectadas. Flotaba a la deriva, con las baterías de velocidad en su órbita.

—Bajo control, capitán. Ningún signo de apoyo táctico.

—Reconocido.
Stein
al comando. Tenemos un crucero pesado aquí. Permiso para atacar.

—Negativo. No se comprometan. Prepare los equipos de asalto para entrar en acción.

Los hombres y el equipamiento se desplazaban por la nave.

—Sim iba a conducir el ataque personalmente —informó el monitor.

Escuché varias órdenes más y después salió la infantería. Ahora las dos fragatas, actuando conjuntamente, descendían para atacar. Desde que hice mi propia visita, era capaz de reconocer el grupo de cúpulas del sombrío paisaje lunar.

Un rayo de luz pálida surcó el cielo oscuro. Parecía tener su origen en un punto al norte de la base.

—Láser —anunció el intercomunicador.

Mi emisión focalizó la fuente. Un par de antenas circulares. Supusimos que se trataba de algún tipo de arma de plasma. Una erupción de luces brillantes tuvo lugar en aquella área y las luces se desvanecieron.

Tras el asalto en tierra, retornamos a la órbita, donde se nos unieron el
Rappaport
y el
Straczynski.
Había un clima de tensión. Éramos en ese momento excesivamente vulnerables; y aun yo, que sabía cómo terminaba la historia, esperaba ansioso, escudriñando la presencia de la flota enemiga en los visores y escuchando los informes que provenían de la invasión terrestre.

La resistencia del enemigo en tierra se quebró rápidamente. En diez minutos, las fuerzas de Sim destruyeron las defensas exteriores y entraron en la base sin dificultad.

—Monitor —pregunté—, ¿qué ventajas tiene el Ashiyyur en combate abierto?

—¿En relación con su capacidad telepática?

—Sí.

—Probablemente ninguna. Los expertos no creen que puedan discernir con la suficiente rapidez como para que marque algún tipo de diferencia en combate. Puede ser bueno que sus capacidades sean pasivas por naturaleza. Si ellos hubiesen podido transmitir y proyectar pensamientos, deseos o emociones en las mentes de sus enemigos, las cosas habrían sido muy diferentes.

La batalla se tornó rápidamente en una victoria. Sim y su fuerza se movían casi a placer a través del complejo enemigo, recolectando datos de comunicación y táctica y destruyendo todo lo demás: provisiones, armas, sistemas de inteligencia, equipos de comando y control.

—El
Corsario
al grupo de tierra. Les urgimos a finalizar la batida y prepararse para regresar.

—¿Por qué? —Era la voz autoritaria que había oído antes. No tenía duda de quién era su dueño—. ¿Hay algún problema?

—Vamos a tener compañía. Avistamos refuerzos de los mudos. Vienen rápido.

—¿En cuánto tiempo?

—Estarán a un máximo de distancia de fuego en treinta y siete minutos aproximadamente.

Pausa. Luego, la voz desde tierra habló otra vez:

—Pensé que habría más tiempo, Andre. Bueno. Vamos a hacer regresar al equipo del
Stein
de inmediato. Los demás los seguiremos dentro de diez minutos más o menos.

—Eso es apurar un poco, ¿no?.

—No puedo hacerlo mejor. Deja salir al
Straczynski
y al
Rappaport.
Diles que partan. Nos lo llevamos todo, Andre, toda la información interna sobre la flota, irrumpiremos en sus sistemas de criptografía, todo lo que se te pueda ocurrir.

—No nos valdrá de mucho si no podemos salir.

Le pregunté al monitor cuánto tiempo le costaría al
Corsario
aterrizar en el lugar señalado con su nave. La respuesta precisa dependía de un par de variantes, pero se aproximaba a los veintitrés minutos. Eso quería decir que podríamos estar en órbita antes de que el Ashiyyur disparase contra nosotros, pero que deberíamos apresurarnos para alcanzar la velocidad orbital. Nos alcanzarían bastante rápido. Mucho antes de que pudiésemos saltar al hiperespacio. A menos que se me escapara algún detalle, estábamos a punto de ser barridos. Aparecieron varios puntos brillantes en mi área de control. Destructores y fragatas. Aún no aparecía en el radar ninguno de los grandes, lo que significaba que les estaba costando dar la vuelta y dirigirse hacia nosotros. Eso nos ayudaría. El
Corsario
no le pasó esa pequeña porción de información a los que estaban en tierra.

El
Stein
informó que su infantería estaba fuera. Momentos más tarde, tomamos velocidad para alcanzar el punto de encuentro.

La mole enorme de Masipol flotaba en el cielo del oeste, un manchón morado, escalofriante como un mal presagio.

Traté de ver la pista, miré hacia el planeta gigante y fijé la vista en los puntos luminosos que se agrandaban y gradualmente definían sus formas: era una flotilla de destructores por un lado y un escuadrón de fragatas por el otro. De nuevo, la voz desde el
Corsario
:

—Chris.

—Vamos tan rápido como podemos.

—Ya no queda más tiempo.

—Entendido.

Pude escuchar la respiración entrecortada en el intercomunicador. Alguien hacía los ajustes de rutina.

—Preparen el Fantasma —ordenó otra voz—. Enmascaren todos los sistemas.

—Los buques enemigos estarán en posición de tiro en catorce minutos. Han comenzado a des acelerar.

—Enciendan el Fantasma.

La nave tembló y algo oscuro emergió y desapareció inmediatamente.

—Es un señuelo —dijo el monitor—. Ahora avanzamos en silencio. El Fantasma va a simular los esquemas de radiación del
Stein.
La idea es desorientar a la fuerza enemiga.

—¿Dará resultado?

—Durante cinco minutos. A propósito, el
Corsario
también ha encendido uno.

Sudaba. ¿Cómo carajo pensaban deshacerse del Ashiyyur? Aun con los equipos de simulación. No sabía mucho de esas antiguallas, pero una nave moderna habría sido alcanzada en una hora como mucho.

—¿Chris?

—Partimos ahora. Los mudos trataron de atacarnos con un rayo. Moveos. Os veremos después.

No parecía sentirse atrapado. Pero los detectores mostraban innumerables señales de radar. Se dirigían a nosotros.

—El
Stein
se desliza.

—Las fragatas van delante. En primer término. Punto óptimo de ataque: once minutos.

—Esperemos que les den a los Fantasmas y no a nosotros. ¿Grado de desaceleración?

—Se hace más lenta. Baja del tres por ciento.

—Operaciones informa que las naves grandes están en este momento saliendo del flujo. No han podido retomar el curso y no participarán en esta acción.

Eso quería decir que aún seguían un camino equivocado. Aunque no pude ver de qué modo. La nube de señales en mis pantallas era insoportable.

—Las fragatas están remolcando a los Fantasmas.

—Para los sensores del enemigo, Alex, es difícil captar naves tan pequeñas como estas, especialmente contra un fondo lunar.

—La fuerza terrestre a bordo.

—¿Bajas?

—Tres. Más Koley. No volvió, señor.

—Llévenlos a la enfermería. ¿Situación ahora del
Corsario?

—Tres minutos del lugar señalado con su equipo.

—Fije el curso y la velocidad para correr paralelo al
Corsario
después de salir. Prepárese para partir.

La flota atacante se situaba ahora en el horizonte. Calculé que Sim estaba planeando situarse detrás de Hrinwhar para protegerse de los perseguidores, aunque esto no me daba ninguna esperanza.

—Los destructores se encuentran todavía centrados en los Fantasmas.

—Mudos hijos de puta.

Habíamos cerrado todos los sistemas accesorios y reducido la energía en otros para impedir el alcance de los rayos. Estábamos ahora bajo la luna, invisibles, seguros. Aunque pasajera, esta situación daba bienestar.

—El equipo del
Corsario
a bordo.

—Muy bien. Concéntrense en la salida. Y esperen a ejecutar.

Esperamos. Dios mío, si esperamos. Pero no había ni pizca de pánico en las voces el intercomunicador o entre la tripulación del puente. Continuamos con nuestra órbita. Por delante observé el horizonte; quería ver por fin las luces del Ashiyyur. Cuando saliéramos de nuestro escondite, resultaríamos un blanco perfecto.

—¿Qué coño hacemos? —pregunté a los más próximos.

—Están alejándose de los Fantasmas. Los han descubierto.

—Los detectores están bloqueados. Nos han encontrado.

—Ya no importa. —Era la voz de Sim desde el intercomunicador—. Vamos. Ejecuten la salida manual. Ejecuten.

El asiento de tela se balanceó para encarar la dirección de aceleración. Un momento después yo estaba tumbado. La luna había desaparecido; el planeta gigante rodaba por la parte superior del cielo. Habría sido un genio si hubiese podido adivinar lo que pasaba. Nos estábamos elevando fuera de la órbita, lo que significaba que habíamos estado marchando en dirección de los dos soles. Hacia la fuerza opositora.

Y entonces me figuré la escena en las naves ashiyyurenses: los pobres hijos de puta usando frenéticamente sus frenos, mientras nos dirigíamos de manera resuelta hacia ellos. Sus escasos disparos apurados estaban irremediablemente desviados y no nos dieron. Cuando nos ubicamos entre ellos, resultaba demasiado arriesgado disparar. Capturamos un destructor en la retirada.

Debajo, en el puente y en el intercomunicador, hubo un suspiro de alivio colectivo, seguido de la voz de Sim:

—Bien hecho, amigos. Me parece que por hoy les hemos dado algo en que pensar.

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