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Authors: Chuck Palahniuk

Tags: #Relato

Diario. Una novela (20 page)

BOOK: Diario. Una novela
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—¿Con qué he tropezado?

Allí no hay nada. Delante de esa puerta no hay nada con que tropezar.

Después de eso, Misty le ha dado las gracias a Dios de que aquello pasara en el trabajo. Así el hotel no podría quejarse por los días de trabajo que iba a perder.

Grace dice:

—¿Puedes mover los dedos?

Sí, si que puede. Lo único que no puede hacer es tocárselos porque no llega.

Después de eso, el doctor le ha envuelto la pierna con tiras de fibra de vidrio.

Tabbi se acerca, toca el enorme tronco de fibra de vidrio en alguna parte de cuyo interior está perdida la pierna de su madre y dice:

—¿Puedo poner mi firma?

—Espera un día a que se seque —dice el médico.

La pierna que Misty tiene estirada delante de ella debe de pesar cuarenta kilos. Se siente fosilizada. Incrustada en ámbar. Como una momia de la antigüedad. Esto va a ser como arrastrar una bola de hierro con una cadena.

Es gracioso cómo la mente intenta darle sentido al caos. Ahora Misty siente unos remordimientos terribles, pero en el momento en que Raymon ha salido de la cocina y le ha puesto el brazo debajo para levantarla, ella le ha dicho:

—¿Me acabas de hacer la zancadilla?

Él ha recogido la ensalada Waldorf, los trozos de manzana y de nuez, y ha dicho en español:

—¿Cómo?

Si no entiendes algo puedes hacer que signifique cualquier cosa.

La puerta de la cocina estaba abierta y el suelo delante de la misma estaba limpio y despejado.

Misty le ha dicho:

—¿Cómo me he caído?

Y Raymon se ha encogido de hombros y ha dicho:

—De culo.

Todos los trabajadores de la cocina que estaban a su alrededor se han reído.

Ahora en la habitación de Misty, después de envolverle la pierna en una pesada piñata blanca, el doctor Touchet y Grace la levantan por las axilas y la llevan hasta la cama. Tabbi le saca las pastillas verdes de algas del bolso y se las deja en la mesilla de noche. Grace desenchufa el teléfono, se pone a enrollar el cable y dice:

—Necesitas paz y tranquilidad. —Grace dice—: No te pasa nada que no pueda curar un poco de terapia artística. —Y empieza a sacar cosas de las bolsas de la compra, tubos de pintura y pinceles, y a colocarlos en montones sobre el tocador.

El médico saca una jeringa de su maletín. Frota el brazo de Misty con alcohol frío. Mejor el brazo que el pezón.

¿Notas esto?

El doctor llena la jeringa del liquido de un frasco y le clava la aguja en el brazo. La saca y le da un algodón por si le sale sangre.

—Es para ayudarte a dormir —dice.

Tabbi se sienta en el borde de la cama y dice:

—¿Te duele?

No, en absoluto. No nota nada raro en la pierna. Le ha dolido más la inyección.

El anillo que lleva Tabbi en el dedo, con el peridoto verde brillante, refleja la luz que entra por la ventana. El borde de la alfombra va por debajo de la ventana y debajo de la alfombra es donde Misty ha escondido el dinero de las propinas. Su billete para regresar a Tecumseh Lake.

Grace mete el teléfono en una bolsa de la compra vacía y extiende la mano en dirección a Tabbi. Le dice:

—Ven. Vamos a dejar descansar a tu madre.

El doctor Touchet espera en la puerta abierta y dice:

—¿Grace? ¿Puedo hablar contigo en privado?

Tabbi sale de la cama y Grace se inclina para susurrarle al oído. Luego Tabbi asiente con la cabeza, deprisa. Lleva el grueso collar de color rosa de cristales relucientes de estrás. Es tan grueso que le debe de pesar en el cuello tanto como a su madre le pesa la escayola de la pierna. Una rueda de molino brillante. La versión en bisutería de una bola de hierro unida a una cadena. Tabbi abre el broche, lo lleva hasta la cama y dice:

—Levanta la cabeza.

Estira los brazos alrededor de los hombros de Misty y le cierra el collar en torno al cuello.

Solamente para que conste en acta, Misty no es estúpida. La pobre Misty Marie Kleinman sabia que la sangre de sus braguitas era de Peter. Pero ahora mismo, en este momento, se alegra enormemente de no haber abortado a su hija.

La sangre era tuya.

¿Por qué Misty aceptó casarse contigo? No lo sabe. ¿Por qué hacemos las cosas? Ya se está quedando amodorrada. Cada respiración es más lenta que la anterior. Sus músculos
levator palpebrae
tienen que trabajar duro para mantenerle abiertos los ojos.

Tabbi va hasta el caballete y coge un bloc de papel de dibujo. Le lleva a su madre el papel y un carboncillo y se los deja al lado, sobre las mantas. Y le dice:

—En caso de que te venga la inspiración.

Y Misty le da un beso a cámara lenta en la frente.

Entre la escayola y el collar. Misty se siente lastrada a la cama. Clavada con estacas. Un sacrificio. Un ancla.

Luego Grace coge de la mano a Tabbi y salen al pasillo con el doctor Touchet. Se cierra la puerta. El silencio es tan absoluto que Misty no está segura de haber oído bien. Pero cree oír un pequeño clic de más.

Y Misty dice levantando la voz:

—¿Grace?

Y dice, levantando la voz:

—¿Tabbi?

Y dice a cámara lenta:

—Hola... ¿Me oís?

Solamente para que conste en acta, la han encerrado con llave.

30 DE JULIO

La primera vez que Misty se despierta después del accidente, el vello púbico le ha desaparecido y tiene un catéter dentro, que le baja serpenteando por la pierna buena hasta una bolsa de plástico de color claro enganchada al pilar de la cama. El tubo va sujeto a la piel de su pierna con tiras de cinta adhesiva médica.

Querido Peter de mi alma, nadie te ha contado la sensación que eso produce.

El doctor Touchet ha vuelto a las andadas.

Solamente para que conste en acta, despertarse drogada con el vello púbico afeitado y algo de plástico metido en la vagina no te convierte necesariamente en una artista de verdad.

Y si así fuera, Misty estaría pintando la capilla Sixtina. En cambio, está haciendo un taco con otra hoja mojada de papel de setecientos gramos para acuarela. Al otro lado de la pequeña ventana de su buhardilla, el sol está cociendo la arena de la playa. Las olas susurran y rompen. Las gaviotas tiemblan, flotando en el viento, cometas blancas suspendidas, mientras los niños hacen castillos de arena y chapotean en la marea creciente.

Una cosa sería vender su juventud a cambio de una obra maestra, pero esto... Su día no ha sido más que un error de mierda detrás de otro. Incluso con la pierna totalmente escayolada y la bolsita de pis, Misty quiere salir. Como artista, uno organiza la vida para tener tiempo para pintar, un reducto de tiempo, pero no hay garantía de que vayas a hacer nada digno de todo tu esfuerzo. Siempre te atormenta la idea de que estás echando tu vida a perder.

La verdad es que, si Misty estuviera en la playa, estaría mirando esta ventana y soñando con ser pintora.

La verdad es que no importa dónde decida uno estar, nunca es el lugar adecuado.

Misty está medio levantada frente a su caballete, apoyada en un taburete alto, asomada por la ventana que da al cabo de Waytansea, con Tabbi sentada en un trozo de suelo iluminado por el sol a sus pies, coloreándole la escayola con rotuladores. Eso es lo que duele. Ya es bastante malo que Misty se pasara la mayor parte de su infancia escondida en su casa, coloreando libros y soñando con ser artista. Y ahora está sirviendo de modelo de esa mala conducta para su hija. Todas las tartas de barro que ella no coció tampoco las va a cocer su hija. Lo que sea que hacen los adolescentes. Todas las cometas que no hizo volar, el corre que te pillo que ella se saltó, todos los dientes de león que no recogió... Tabbi está cometiendo el mismo error.

Las únicas flores que ha visto Tabbi las ha encontrado en compañía de su abuela, pintadas en el borde de una taza para el té.

La escuela empieza dentro de pocas semanas y Tabbi está completamente pálida porque no la ha tocado el sol.

Misty vuelve a emborronar con el pincel la hoja de papel que tiene delante y dice:

—¿Tabbi, cariño?

Tabbi está sentada, rayando la escayola con un rotulador rojo. La resina y la tela son tan gruesas que Misty no siente nada.

La bata de Misty es una de las viejas camisas azules de trabajo de Peter con un broche de piel oxidado y con rubíes falsos en el bolsillo de delante. Rubíes falsos y diamantes de cristal. Tabbi ha traído la caja de joyas para las ocasiones especiales, todos los broches y pulseras y pendientes sueltos de bisutería que Peter le dio a Misty en la facultad.

Que tú le diste a tu mujer.

Misty lleva tu camiseta y le dice a Tabbi:

—¿Por qué no sales unas horas afuera?

Tabbi cambia el rotulador rojo por uno amarillo y dice:

—La abuelita Wilmot me ha dicho que no salga. —Sin dejar de colorear, Tabbi dice—: Me ha dicho que me quede contigo mientras tú estés despierta.

Esta mañana, el deportivo marrón de Ángel Delaporte se ha detenido en el aparcamiento de grava del hotel. Tocado con un sombrero de paja de ala ancha de los de ir por la playa, Ángel ha salido del coche y ha ido a la entrada principal. Misty ha estado un rato esperando que Paulette viniera de recepción y le dijera que tenía una visita, pero no. Media hora después, Ángel ha salido por la puerta del hotel, ha bajado la escalera del porche y bajó los escalones del porche. Se sujetó con la mano el sombrero, inclinó la cabeza hacia atrás y escrutó las ventanas del hotel, el embrollo de letreros y logotipos. Graffiti corporativos. Inmortalidades en competencia. Luego Ángel se puso las gafas de sol, se metió en su deportivo y se marchó.

Misty tiene delante otro desastre pictórico. La perspectiva es completamente incorrecta.

Tabbi dice:

—La abuelita me ha dicho que te ayude a inspirarte.

En lugar de pintar, Misty debería estar enseñándole algún oficio: contabilidad o análisis de costes o reparación de televisores. Alguna forma realista de pagar las facturas.

Un poco después de que Ángel Delaporte se haya marchado esta mañana, ha aparecido el detective Stilton en un coche oficial del condado de color beige. Ha entrado en el hotel y ha regresado a su coche unos minutos más tarde. Ha permanecido un momento en el aparcamiento, haciendo visera con la mano y mirando una ventana tras otra, pero no la ha visto a ella. Luego se ha marchado.

En el desastre de pintura que tiene delante, los colores se escurren y se emborronan. Los árboles podrían ser torres repetidoras de microondas. El océano podría ser lava volcánica o pudín frío de chocolate o simplemente seis dólares de acuarelas a la aguada echados a perder. Misty arranca la hoja de papel y la arruga hasta hacer una bola. Tiene las manos casi negras de arrugar todos sus fracasos del día. Le duele la cabeza. Misty cierra los ojos y se lleva una mano a la frente, que nota pegajosa de pintura fresca.

Misty deja caer el papel arrugado al suelo.

Y Tabbi dice:

—¿Mamá?

Misty abre los ojos.

Tabbi le ha pintado pájaros y flores de colores por toda la escayola. Azulejos y petirrojos y rosas rojas.

Cuando Paulette le lleva el almuerzo en un carrito del servicio de habitaciones, Misty le pregunta si alguien ha intentado telefonear desde recepción. Paulette sacude la servilleta de tela, la mete por debajo del cuello de la camisa de trabajo azul. Y dice:

—Lo siento, nadie. —Le quita la tapa a un plato de pescado y dice—: ¿Por qué lo preguntas?

Y Misty dice:

—Por nada.

Ahora, sentada aquí con Tabbi, con la pierna cubierta de flores y pájaros de colores, Misty sabe que nunca será artista. La pintura que le vendió a Ángel fue una chiripa. Un accidente. En lugar de llorar, Misty se limita a mear unas gotitas dentro de su tubo de plástico.

Y Tabbi dice:

—Cierra los ojos, mamá. —Dice—: Colorea con los ojos cerrados, como hiciste en el picnic de mi cumpleaños.

Como hacía cuando era la pequeña Misty Marie Kleinman, con los ojos cerrados y sentada en la alfombra de pelo largo de la caravana.

Tabbi se le acerca y susurra:

—Estábamos escondidas en los árboles mirándote. —Dice—: La abuelita dijo que teníamos que dejar que te inspiraras.

Tabbi va al tocador y coge el rollo de cinta adhesiva que Misty usa para sujetar el papel al caballete. Arranca dos tiras y dice:

—Cierra los ojos.

Misty no tiene nada que perder. Puede concederle el capricho a su hija. Su obra ya no puede ser peor. Misty cierra los ojos.

Y los dedos de Tabbi le ponen una tira de cinta adhesiva en cada ojo.

Igual que su padre tiene cerrados los ojos con cinta adhesiva. Para evitar que se le sequen.

Tus ojos están cerrados con cinta adhesiva.

En la oscuridad, los dedos de Tabbi le ponen un lápiz en la mano a Misty. Se oye cómo pone un bloc de papel de dibujo en el caballete y levanta la portada. Luego coge las manos de Misty con las suyas y le lleva el lápiz al papel.

Por la ventana entra un sol cálido. Tabbi le suelta la mano y su voz dice en la oscuridad:

—Ahora haz tu dibujo.

Y el dibujo de Misty, los círculos y los ángulos perfectos, las lineas rectas que Ángel Delaporte dice que son imposibles. La sensación es que es un dibujo perfecto y sin errores. Misty no tiene ni idea de qué es. Igual que un vaso invertido se mueve sobre un tablero de ouija, el lápiz va moviéndole la mano sobre el papel tan deprisa que Misty tiene que agarrarlo con fuerza. Su escritura automática.

Misty solamente puede seguir su mano, y dice:

—¿Tabbi?

Con la cinta pegada a los ojos, Misty dice:

—¿Tabbi? ¿Sigues ahí?

2 DE AGOSTO

Misty nota un pequeño tirón, una pequeña sacudida en su interior cuando Tabbi desengancha la bolsa del extremo del catéter y se la lleva por el pasillo hasta el baño. Su hija vacía la bolsa en el retrete y la lava. La trae de vuelta y la vuelve a enganchar al largo tubo de plástico.

Hace todo eso para que Misty pueda seguir trabajando en la oscuridad total. Con los ojos pegados con cinta. Ciega.

Nota el calor de la luz del sol que entra por la ventana. En cuanto el pincel se detiene, Misty dice: ya está.

Y Tabbi quita el dibujo del caballete y pone otra hoja de papel. Le coge el pincel cuando parece que se ha desafilado y le da uno nuevo a Misty. Le da una bandeja de lápices de colores al pastel, Misty las palpa a ciegas, como si fueran teclas de piano grasientas de colores, y elige una.

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