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Authors: Bernard Werber

Tags: #Ciencia, Fantasía, Intriga

El día de las hormigas (31 page)

BOOK: El día de las hormigas
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Fue una equivocación.

El aparato quedó parado entre dos pisos.

Unos clientes que esperaban en el rellano siguiente oyeron a Miguel Cygneriaz lanzar gritos de espanto al tiempo que golpeaba con todas sus fuerzas contra las paredes de acero.

—Otro que sufre de claustrofobia —dijo una mujer.

Pero, cuando un empleado llegó para desbloquear la cabina, no encontraron más que un cadáver. Por la expresión de terror inscrita en su rostro, aquel hombre debía haber luchado contra el Diablo.

105. Sueños

Jonathan no dormía. Desde que se habían vuelto tan intensas las ceremonias de comunión, cada vez tenía más dificultad para conciliar el sueño.

Ayer, en particular, había sufrido una experiencia terrible.

Mientras todos lanzaban el sonido común, la onda total OM, sintió algo extraordinario. Su cuerpo entero quedó aspirado por esa onda. Como una mano que se libera de su guante, algo en él trató de extirparle su envoltura humana.

Jonathan sintió miedo pero, al mismo tiempo, la presencia de los demás le tranquilizó. Entonces, en forma de su OM, o de ectoplasma o de alma, como se quiera, abandonó su cuerpo y, junto a los otros, atravesó la roca de granito para subir al hormiguero.

El fenómeno no duró mucho tiempo. Regresó rápidamente a su carne como si un cordón elástico le hubiera devuelto a ella.

Había sido un sueño colectivo. No podía ser más que un sueño colectivo.

A fuerza de vivir junto a hormigas, todos soñaban con hormigas. Se acordó de un pasaje de la Enciclopedia que trataba con mucha precisión de los sueños. Provisto de una lámpara de bolsillo, fue a buscar al atril las páginas del precioso libro.

106. Enciclopedia

SUEÑO:
En el fondo más intrincado de un bosque de Malasia vivía una tribu primitiva, los seneses. Éstos organizaban toda su vida alrededor de los sueños. Les llamaban «el pueblo del sueño».

Todas las mañanas, durante el desayuno, en torno al fuego, no hablaban de otra cosa que de sus sueños de la noche. Si un senés había soñado que hacía daño a alguien, tenía que ofrecer un regalo a la persona lesionada. Si había soñado con que un miembro de la concurrencia le había golpeado, el agresor debía excusarse y darle un presente para lograr el perdón.

Entre los seneses, el mundo onírico era más abundante de enseñanzas que la vida real. Si un niño contaba haber visto un tigre y haber huido, se le obligaba a soñar de nuevo con el felino la noche siguiente, luchar con él y matarle. Los ancianos le explicaban cómo tenía que hacerlo. Si el niño no conseguía acabar con el tigre, toda la tribu le reñía.

En el sistema de valores senés, si se soñaban relaciones sexuales había que llegar al orgasmo y dar las gracias luego, en la realidad, al amante o a la amante deseado, mediante un regalo. Frente a los adversarios hostiles de las pesadillas, había que vencer y luego reclamar un regalo al enemigo a fin de que ambos se hicieran amigos. El sueño más deseado era el del vuelo. Toda la comunidad felicitaba al autor de un sueño de vuelo planeado. Para un niño, anunciar un primer vuelo era un bautismo. Le llenaban de regalos y luego le explicaban cómo volar en sueños hasta países desconocidos y traer ofrendas exóticas.

Los seneses sedujeron a los etnólogos occidentales. Su sociedad ignoraba la violencia y las enfermedades mentales. Era una sociedad sin estrés y sin ambiciones de conquistas guerreras. El trabajo se reducía al mínimo necesario para la supervivencia.

Los seneses desaparecieron en los años 1970, cuando el bosque en que vivían fue entregado a la roturación. Sin embargo, todos nosotros podemos empezar a aplicar su saber.

Ante todo, consignar todas las mañanas el sueño de la víspera, darle un título, precisar la fecha. Luego hablar de él con quienes nos rodean, en el desayuno por ejemplo, al modo de los seneses. Ir más lejos aún, aplicándole las reglas de base de la onironáutica. Decidir así, antes de dormir, la elección del sueño: mover montañas, modificar el color del cielo, visitar lugares exóticos, encontrar a los animales preferidos.

En los sueños, todo el mundo es omnipotente. La primera prueba de onironáutica consiste en volar. Extender los brazos, planear, caer en picado, subir en barrena: todo es posible.

La onironáutica exige un aprendizaje progresivo. Las horas de «vuelo» aportan seguridad y capacidad de expresión. A los niños les basta cinco semanas para poder dirigir sus sueños. En los adultos se precisan a veces varios meses.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

Jasón Bragel se unió a Jonathan junto al atril. Vio que estaba interesado por los sueños y le confió que también él había soñado con hormigas. Éstas habían llegado a matar a todos los hombres y los únicos supervivientes de la Humanidad eran los «wellsianos».

Hablaron de la misión Mercurio, de las hormigas rebeldes, de los problemas causados por la nueva reina Chli-pu-ni.

Jasón Bragel preguntó por qué Nicolás seguía sin participar en su ceremonia de comunión. Jonathan Wells respondió que su hijo no había expresado semejante deseo y que era preciso que tal paso saliera de él. No se le podía aconsejar ni imponer un comportamiento de ese género.

—Pero… —articuló Jasón.

—Nuestro saber no es contagioso, no somos una secta: no tenemos que convertir a nadie. Nicolás será iniciado el día que lo desee. La iniciación es una forma de muerte. Una metamorfosis dolorosa. Debe salir de él y nadie tiene que influirle. Y yo menos que nadie.

Los dos hombres se habían comprendido. Con gestos lentos volvieron a la cama. Y soñaron que volaban en formas geométricas. Atravesaban cifras en relieve suspendidas en el cielo. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete.

107. Algo zumba en los panales

Ocho vertical.

Ocho al revés.

Ocho en espiral. Ocho. Doble ocho. Ocho horizontal. Cambio de ángulo en relación al sol. Tres vueltas.

Esta vez se trata de la alerta fase 3 en directo. Según el repetidor comunicativo aéreo, el cuerpo atacante está formado por hormigas voladoras. La reina reflexiona: sólo los príncipes y las princesas vuelan y con un objetivo muy preciso: copular en el cielo.

Sin embargo, las abejas-repetidor de comunicación lo confirman. Se trata de hormigas en suspensión en el aire que se dirigen hacia Askolein. Vuelan a una altura de mil cabezas y a una velocidad de doscientas cabezas por segundo.

Ocho vertical.

Pregunta: ¿Número de individuos?

Respuesta: Imposible de determinar por ahora.

Pregunta: ¿Se trata de hormigas rojas de Bel-o-kan?

Respuesta: Sí. Y ya han destruido a cinco de nuestras abejas-repetidor de comunicación.

Una veintena de obreras rodean a Zaha-haer-scha. La reina comunica a su corte que no hay motivo para el pánico. Se siente protegida en aquel templo consagrado a la cera y a la miel. Una colonia de abejas puede contener hasta ochenta mil individuos. La suya sólo tiene seis mil pero su política de agresión de los nidos vecinos (comportamiento rarísimo en las abejas) la ha hecho célebre y temida en toda la región.

Zaha-haer-scha se hace preguntas. ¿Por qué les ha avisado aquella hormiga? Hablaba de una cruzada contra los Dedos… Su propia madre le había hablado un día de los Dedos.

Los Dedos son otra cosa, una dimensión espacio-tiempo distinta. No hay que mezclar a los Dedos con los insectos. Si ves Dedos, ignóralos y ellos te ignorarán.

Zaha-haer-scha ha aplicado ese principio al pie de la letra. Ha enseñado a sus hijas a no ocuparse nunca de los Dedos, ni para atacarlos ni para ayudarlos. Había que hacer como si no existieran.

Pide a su corte un instante de respiro y lo aprovecha para tragar un poco de miel. La miel es el alimento vida. De la miel, el organismo lo asimila todo, porque es una sustancia purísima.

Zaha-haer-scha piensa que tal vez la guerra sea inevitable. Aquellas belokanianas desean simplemente parlamentar para que las abejas permitan el paso de su cruzada sin daños. Además, aunque las hormigas se hallen en el aire, eso no significa que controlen todas las técnicas del combate aéreo. Cierto que no han tenido problemas para abatir a las abejas-repetidor de comunicación, pero ¿qué podrían hacer contra una escuadrilla militar askoleína?

No, no bajarán el aguijón a la primera escaramuza contra las hormigas. Las abejas les harán frente y vencerán.

La reina convoca inmediatamente a sus excitadoras militares, abejas muy nerviosas que saben transmitir su nerviosismo. Zaha-haer-scha ordena zafarrancho de combate.

¡No hay que enfrentarse a las belokanianas en la colmena, interceptadlas en vuelo!

Nada más emitirse el mensaje, las guerreras se agrupan. Despegan en escuadra cerrada, formación en V, plan de ataque número 4, similar a los combates de defensa anti-avispas.

Todas las alas vibran a 300 hertzios en la Ciudad de oro, produciendo una especie de zumbido de motor febril. Bzzz bzzzzzzzzzz bzzz. Los aguijones están dentro, sólo saldrán en el momento en que tengan que matar.

108. Salto

El prefecto Charles Dupeyron daba vueltas por la habitación. Había convocado al comisario Jacques Méliés y realmente no estaba de buen humor.

—A veces se confía en alguien, y luego queda uno decepcionado.

Jacques Méliés se contuvo para no decir que eso ocurría con mucha frecuencia en política.

El prefecto Charles Dupeyron se acercó con aire reprobatorio.

—Yo creí en usted. Pero ¿por qué se ha ensañado de manera tan ridícula con la hija del profesor Wells? ¡Y encima es periodista!

—Era la única persona que sabía que por fin había encontrado una pista. Criaba hormigas en su piso. Y precisamente esa noche las hormigas invadieron mi dormitorio.

—Y entonces, ¿qué debería decir yo? Sabe de sobra que a mí me han atacado las hormigas a millares en pleno bosque.

—A propósito, ¿qué tal se encuentra su hijo, señor prefecto?

—Se ha repuesto del todo. ¡Ah, no me hable de eso! El doctor ha diagnosticado picadura de abeja. Estábamos totalmente cubiertos de hormigas y la única explicación que ha encontrado es una picadura de abeja. Y fíjese, lo más increíble es que le ha puesto un suero anti-abejas y Georges se ha repuesto inmediatamente. —El prefecto movió la cabeza—. Realmente tengo buenas razones para odiar a las hormigas. Le he pedido al consejo regional que estudie un plan de saneamiento. Un buen rociado de DDT sobre el bosque de Fontainebleau, y podremos comer en él, durante años, sobre los cadáveres de esa plaga.

Se sentó detrás de su gran mesa estilo Regencia y continuó, igual de descontento.

—Ya he ordenado que pongan en libertad inmediatamente a esa Laetitia Wells. El asesinato del profesor Cygneriaz ha convertido en inocente a su sospechosa y ridiculizado a toda nuestra Policía. No teníamos ninguna necesidad de esa bobada.

Como Méliés se disponía a protestar, el prefecto continuó cada vez más furioso.

—He pedido que se paguen a la señorita Wells los daños e intereses por perjuicio moral. Cosa que, evidentemente, no le impedirá decir en su periódico todo lo que piense de nuestros servicios, que siempre será malo. Si queremos mantener alta la cabeza, hay que encontrar cuanto antes al verdadero asesino de todos esos químicos. Una de las víctimas ha escrito con su sangre la palabra «hormigas». En el listín de París, sólo catorce personas llevan ese patrónimo. Soy partidario del «primer grado». Cuando un agonizante traza con sus últimas fuerzas la palabra «hormigas», creo a pies juntillas que se trata del nombre de su asesino. Busque en esa dirección.

Jacques Méliés se mordió los labios.

—En efecto, es tan sencillo que ni siquiera se me había ocurrido, señor prefecto.

—Entonces, póngase a trabajar, comisario. ¡No quiero responder por sus errores!

109. Enciclopedia

ENJAMBRAZÓN:
Entre las abejas, la enjambrazón obedece a un rito insólito. Una ciudad, un pueblo, un reino entero, en la cúspide de su prosperidad, decide súbitamente poner todo en cuestión. Tras haber llevado a sus súbditos al éxito, la vieja reina se marcha, abandonando sus tesoros más preciosos: almacenes de alimentos, barrios espléndidos, palacios suntuosos, reservas de cera, de propóleos, de polen, de miel, de jalea real. ¿Y a quién se lo deja? A unas recién nacidas feroces.

Acompañada por sus obreras, la soberana abandona la colmena para instalarse en otro lugar incierto adonde probablemente nunca llegará. Pocos minutos después de su salida, las crías de abeja despiertan y descubren su ciudad desierta. Todas y cada una saben por instinto lo que tienen que hacer. Las obreras asexuadas corren para ayudar a las princesas sexuadas a nacer. Las bellas durmientes del bosque acurrucadas en sus cápsulas sagradas experimentan su primer batir de alas.

Pero la primera en condiciones de caminar exhibe desde el principio un comportamiento asesino. Carga contra las otras princesas abejas y las destruye con sus pequeñas mandíbulas.

Impide a las obreras que las liberen. Traspasa a sus hermanas con su aguijón venenoso.

Cuanto más mata, más se aplaca. Si una obrera quiere proteger una cuna real, la princesa que primero se despierta lanza entonces un «grito de rabia abeja», muy diferente del zumbido que por regla general se percibe en los alrededores de una colmena. Sus súbditas agachan entonces la cabeza en señal de resignación y le permiten proseguir con sus crímenes.

A veces una princesa se defiende y entonces tienen lugar los combates entre princesas. Pero, hecho extraño, cuando no quedan más que dos princesas abejas que se baten en duelo, nunca se encuentran en posición de atravesarse mutuamente con su aguijón. A cualquier precio, una de las dos tiene que sobrevivir. Pese a su rabia por gobernar, nunca asumirán el riesgo de morir al mismo tiempo y dejar huérfana a la colmena.

La última y única princesa superviviente sale entonces de la colmena para ser fecundada en vuelo por los machos. Un círculo o dos alrededor de la Ciudad y vuelve para empezar a poner.

Edmond Wells

Enciclopedia del saber relativo y absoluto,
tomo II

110. Emboscada

La escuadrilla abeja cruza los aires con prestancia. Una askoleína emite para que la oiga una de sus vecinas.

Mira esas ocho en el horizonte. Nuestras mensajeras bailarinas dicen claramente que el ejército belokaniano vuela
.

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