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Authors: David Safier

Tags: #Humor

Jesús me quiere (29 page)

BOOK: Jesús me quiere
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—¿Qué te dijo María Magdalena? ¿Por qué no podíais vivir vuestro amor? —pregunté.

Calló un rato, dejó de temblar y finalmente contestó con voz melancólica:

—Porque mi amor tiene que ser para todos.

* * *

—Y por eso mismo no debes morir nunca —susurré casi imperceptiblemente—, ni tampoco quedarte conmigo.

No contestó. Porque yo tenía razón. Mejor dicho, María Magdalena tenía razón.

Nunca es agradable darse cuenta de que la ex era más lista que tú.

* * *

Joshua dejó de luchar por un futuro juntos trabajando de carpintero. Su libre albedrío siguió su destino. Y decidió en contra de nosotros.

Y mi libre albedrío coincidió con el suyo.

A veces, ponerse de acuerdo no depara ninguna alegría.

* * *

Allí estábamos, sentados en silencio y contemplando juntos el lago por última vez. Luché contra las lágrimas que estaban a punto de asomar. Derroté a la mayoría, pero una puñetera lágrima incordiante y desvergonzada brotó de mi ojo y echó a rodar.

Joshua me tocó la mejilla con la mano y me quitó la lágrima besándola con suavidad y ternura. Dejé de llorar.

Con aquel beso, me había quitado todas las lágrimas. Como la epilepsia a la pequeña Lilliana. Jesús me acarició de nuevo la mejilla y dijo:

—Te quiero.

* * *

Luego se esfumó en el aire estival.

Y yo me quedé sola en la pasarela.

* * *

Ningún hombre me había dejado plantada nunca de una manera tan maravillosa.

Capítulo 56

Entretanto

Emma Thompson y George Clooney estaban sentados en un banco junto al lago y daban de comer a los patos. Cada vez que uno de ellos comía un trozo de pan envenenado de Clooney, Emma devolvía al animal a la vida, lo cual resultaba muy frustrante para Clooney. Sin embargo, aún lo enfurecía más saber que tan sólo había sido una simple variable en el método probatorio de Dios.

—Así pues —preguntó finalmente Clooney, cuando se dio cuenta de que también llevaba las de perder en la lucha por los patos—, ¿nunca habrá un juicio final?

—La humanidad ya es adulta —contestó Emma.

—Pero ni de lejos perfecta.

—Ningún adulto lo es —dijo Emma, sonriendo satisfecha.

Clooney no podía sonreír satisfecho; había pasado toda su existencia esperando febrilmente la batalla final y ahora, de golpe y porrazo, su razón de ser se había volatilizado. Así debían de sentirse los parados que estaban dispuestos a vender su alma por un nuevo trabajo.

—Tendrás lo que deseabas más ardientemente —lo animó Emma.

—¿Libre albedrío? —Satanás apenas se atrevía a albergar la esperanza.

—Sí, podrás viajar a la isla de los mares del Sur, como siempre has querido.

Clooney sonrió profundamente aliviado. Podría vivir solo y no tendría que seguir ocupándose de pecadores incordiantes. Dios le acababa de regalar un reino de los cielos particular.

—¿Puedo…? —empezó a decir.

—No, no puedes llevarte a la dibujante.

Clooney se mordió el labio, luego se encogió de hombros y dijo:

—No se puede tener todo —y se fue sin dar las gracias. Volaría a los mares del Sur en el jet privado del gobernador de California.

Mientras Satanás desaparecía, Joshua se acercó por el paseo del lago y se sentó en el banco con Emma Thompson.

—Y tú, hijo mío, ¿vuelves conmigo al cielo?

—No —contestó Joshua resuelto.

—¿Te quedas con Marie? —Emma estaba sorprendida, pero no disgustada; Joshua podía hacer lo que quisiera con su libre albedrío.

—Tampoco. Pero gracias a ella sé lo que tengo que hacer.

—¿Y qué es? —Emma estaba realmente intrigada.

—Recorreré el mundo.

—¿Y no volverás a ver a Marie?

—Sí, la veré —contestó Joshua con la voz cargada de melancolía—, regresaré de vez en cuando, sin que ella se entere, para ver si está bien… y si lo están sus hijos… y sus nietos.

—¿Y también sus biznietos? —Emma esbozó una sonrisa.

—Y los hijos de sus biznietos —contestó Jesús, devolviéndole la sonrisa.

Capítulo 57

Me quedé un rato más sentada en la pasarela, contemplando el agua con una gran paz interior. No sentía dolor en mi corazón. Con su cariñoso beso, Joshua se había encargado de que no sufriera y de que me sintiera libre para poder enamorarme algún día de otro hombre. Cuando el sol empezó a ponerse lentamente, hice el esfuerzo de levantarme y me fui para casa. A medio camino, la sensación, profana pero urgente, de «tengo pis» pasó a primer plano. Puesto que los matorrales, a mí, ni fu ni fa, me acerqué al videoclub de Michi, que me caía muy cerca. Evidentemente, quiso saber qué había ocurrido y, a través de la puerta del lavabo, le expliqué que el martes de la semana siguiente ya no era el día fijado para el fin del mundo.

—¡Eso es genial! —celebró Michi, aliviado.

No obstante, entre nosotros seguía interponiéndose el hecho de que estaba enamorado de mí. Por eso, después de lavarme las manos, me acerqué al mostrador y le pregunté con cautela:

—¿Qué piensa hacer Franko Potente con el tiempo que acaba de ganar?

—El bueno de Franko —contestó Michi— ha entendido que la vida puede terminar en cualquier momento.

—¿Y?

—No va a seguir lamentándose por un amor que nunca obtendrá y va a apuntarse a todas las páginas web que hay para ligar por Internet. Bueno, a sadomaso.com, quizás no.

—Franko es un tío bastante listo —constaté.

—Yo nunca he dicho lo contrario —contestó Michi sonriendo con ironía. Y yo me alegré de que pudiéramos mantener nuestra amistad platónica.

* * *

Cuando llegué a casa, Kata estaba sentada en el jardín, debajo de un precioso árbol frondoso, aprovechando los últimos minutos de claridad del día para dibujar. Me senté a su lado y me dijo con tristeza:

—No soy una heroína.

—Para mí, sí —contesté.

—Le obedecí.

—No en todo…

—Tendría que haberle hecho frente… Pero, sola, no soy tan fuerte como siempre había pensado, de lo contrario, quizás lo habría conseguido…

Kata parecía muy frágil.

—… Pero ya no quiero estar sola, necesito a alguien…

Mi hermana me necesitaba. Igual que yo a ella.

—¿Vas a quedarte en Malente? —pregunté.

—¿Por qué lo preguntas?

—Será mejor que me quede contigo hasta que vuelvas a estar bien —dije.

—¿Los próximos cien años?

—Lo que haga falta —contesté sonriendo.

Entonces me abrazó.

—Me estás estrujando —me quejé.

—¡Es lo que quiero! —replicó.

Yo también la estreché. Después de toda aquella locura, era agradable volver a sentir entre sus brazos algo parecido a la paz.

* * *

—¿Scotty?

—¿Sí, capitán?

—Me encanta nuestra granja ecológica.

—A mí también, capitán, a mí también.

* * *

Cuando Kata y yo dejamos de estrujarnos, me enseñó la historieta más reciente en su bloc.

—Ahí abajo pone «Fin» —señalé sorprendida.

—Es la última tira que dibujo de la historieta «Hermanas» —explicó Kata.

—¿La última?

—Yo ya no soy la misma —dijo sonriendo—. Y tú tampoco.

Kata tenía razón. Me había reconciliado con mis padres e incluso había encontrado el valor para llevarle la contraria a Dios y enfrentarme a Satanás. Había descubierto lo que valía.

Ya no era un M.o.n.s.t.e.r.

Y todo porque me había enamorado.

FIN

Agradecimientos

Con especial gratitud a Ulrike Beck, que siempre creyó en este proyecto; a Marcus Gärtner, a Marcus Hertneck y a Michael Töteberg, los mejores agentes de este universo y de cualquier otro.

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