MISS CASEWELL.—Se escribe con «K».
TROTTER.—¡Ajá! ¿Dirección?
MISS CASEWELL.—Villa Mariposa, Pine d'Or, Mallorca.
TROTTER.—Eso está en Italia, ¿verdad?
MISS CASEWELL.—Es una isla… en España.
TROTTER.—Ya. ¿Y su dirección en Inglaterra?
MISS CASEWELL.—A la atención de Morgan's Bank, Leadenhall Street.
TROTTER.—¿No tiene ninguna otra dirección
MISS CASEWELL.—No.
TROTTER.—¿Cuánto lleva en Inglaterra?
MISS CASEWELL.—Una semana.
TROTTER.—¿Dónde se ha hospedado desde su llegada?
MISS CASEWELL.—En el Ledbury Hotel, Knightsbridge.
TROTTER.—
(Sentándose en el sofá.)
¿Qué la ha traído a Monkswell Manor, miss Casewell?
MISS CASEWELL.—Buscaba un lugar tranquilo… en el campo.
TROTTER.—¿Cuánto tiempo pensaba… o piensa… quedarse aquí?
(Empieza a alisarse el pelo con la mano derecha.)
MISS CASEWELL.—Hasta que haya terminado lo que he venido a hacer.
(Se fija en que el sargento se está alisando el pelo.)
(Trotter levanta la cabeza, sobresaltado por la fuerza de la contestación. Miss Casewell lo mira fijamente.)
TROTTER.—¿Y qué es lo que ha venido a hacer?
(Hay una pausa.)
¿Qué es lo que ha venido a hacer?
(Deja de alisarse el pelo.)
MISS CASEWELL.—
(Con expresión de sorpresa.)
¿Eh?
TROTTER.—¿Qué ha venido a hacer aquí?
MISS CASEWELL.—Perdone. Estaba pensando en otra cosa.
TROTTER.—
(Levantándose y acercándose a miss Casewell.)
No ha contestado mi pregunta.
MISS CASEWELL.—No veo por qué tengo que hacerlo. Es algo que me concierne a mí sola. Un asunto estrictamente particular.
TROTTER.—Aunque así sea, miss Casewell…
MISS CASEWELL.—
(Levantándose y acercándose al fuego.)
No, no creo que vayamos a hablar de ello.
TROTTER.—
(Siguiéndola.)
¿Le importaría decirme su edad?
MISS CASEWELL.—En absoluto. Consta en mi pasaporte. Tengo veinticuatro años.
TROTTER.—¿Veinticuatro?
MISS CASEWELL.—Piensa que parezco mayor, ¿no es así? En efecto, lo parezco.
TROTTER.—¿Alguien de este país puede avalarla?
MISS CASEWELL.—Mi banco puede darle cuenta de mi posición económica. También podría darle la dirección de un abogado… un hombre muy discreto. Pero no puedo darle referencias sociales. He pasado la mayor parte de mi vida en el extranjero.
TROTTER.—¿En Mallorca?
MISS CASEWELL.—En Mallorca y en otros lugares.
TROTTER.—¿Nació usted en el extranjero?
MISS CASEWELL.—No. Salí de Inglaterra cuando tenía trece años.
(Hay una pausa en la que se nota cierta tensión.)
TROTTER.—¿Sabe usted, miss Casewell? No acabo de entenderla.
(Retrocede ligeramente.)
MISS CASEWELL.—¿Y eso tiene importancia?
TROTTER.—No lo sé.
(Se sienta en la butaca.)
¿Qué está haciendo aquí?
MISS CASEWELL.—Parece que eso le preocupa.
TROTTER.—Efectivamente, me preocupa…
(La mira fijamente.)
¿Dice que se marchó al extranjero a los trece años?
MISS CASEWELL.—A los doce… a los trece… más o menos.
TROTTER.—¿A la sazón se llamaba Casewell?
MISS CASEWELL.—Así me llamo ahora.
TROTTER.—¿Cómo se llamaba entonces? Vamos… conteste.
MISS CASEWELL.—¿Qué trata de demostrar?
(Pierde la calma.)
TROTTER.—Quiero saber cómo se llamaba usted cuando se marchó de Inglaterra.
MISS CASEWELL.—Ha pasado mucho tiempo. Lo he olvidado.
TROTTER.—Hay cosas que no se olvidan.
MISS CASEWELL.—Posiblemente.
TROTTER.—La infelicidad… el desespero…
MISS CASEWELL.—Me figuro que…
TROTTER.—¿Cómo se llama en realidad?
MISS CASEWELL.—Ya se lo he dicho: Leslie Margaret
(Se sienta en el sillón pequeño de la derecha.)
Katherine Casewell.
TROTTER.—
(Levantándose.)
¿Katherine…?
(Se detiene delante de ella.)
¿Qué diablos hace aquí?
MISS CASEWELL.—Pues yo… ¡Oh, Dios!…
(Se levanta, da unos pasos y se desploma sobre el sofá. Rompe a llorar y a mover el cuerpo hacia delante y atrás.)
¡Ojalá nunca hubiese venido!
(Trotter, sobresaltado, se acerca al sofá. Christopher entra por la izquierda.)
CHRISTOPHER.—
(Acercándose al sofá.)
Me figuraba que a la Policía no le estaba permitido someter a la gente al tercer grado.
TROTTER.—Lo único que he hecho ha sido interrogar a miss Casewell.
CHRISTOPHER.—Parece que la ha disgustado.
(Dirigiéndose a miss Casewell.)
¿Qué le ha hecho?
MISS CASEWELL.—No es nada. Sólo que… todo esto… el asesinato… ¡Es horrible!
(Se levanta y se coloca ante Trotter, cara a cara.)
Me ha cogido de repente. Subiré a mi habitación.
(Miss Casewell sale de la estancia.)
TROTTER.—
(Acercándose a la escalera y siguiéndola con la mirada.)
Es imposible… no puedo creerlo…
CHRISTOPHER.—
(Dando unos pasos y apoyándose en la silla del escritorio.)
¿Qué es lo que no puede creer? ¿Seis cosas imposibles antes del desayuno, como la Reina Roja?
TROTTER.—Sí, eso viene a ser.
CHRISTOPHER.—¡Caramba!… Parece que haya visto usted un fantasma.
TROTTER.—
(Empleando su tono habitual.)
He visto algo que debería haber visto antes.
(Da unos pasos.)
¡Qué ciego he sido! Pero me parece que ahora podremos llegar a alguna parte.
CHRISTOPHER.—
(Impertinentemente.)
La policía tiene una pista.
TROTTER.—
(Dando unos pasos; con tono levemente amenazador.)
Sí, míster Wren, por fin la policía tiene una pista. Quiero que todos vuelvan a reunirse. ¿Sabe dónde están los demás?
CHRISTOPHER.—
(Acercándose a Trotter.)
Giles y Mollie están en la cocina. He estado ayudando al mayor Metcalf a buscar sus esquíes. Hemos mirado en todas partes, pero no ha servido de nada. No sé dónde está Paravicini.
TROTTER.—Yo iré a buscarlo.
(Se dirige a la puerta.)
Usted avise a los otros.
(Christopher sale de la estancia.)
(Abriendo la puerta.)
Míster Paravicini.
(Dando unos pasos.)
Míster Paravicini.
(Volviendo a la puerta y gritando.)
¡Paravicini!
(Se acerca a la mesa grande.)
(Paravicini entra alegremente.)
PARAVICINI.—¿Sí, sargento?
(Se acerca a la silla del escritorio.)
¿Qué puedo hacer por usted? El pequeño policía ha perdido sus esquíes y no sabe dónde están. Deje de buscarlos y ya verá cómo vienen solos, arrastrando un asesino tras ellos.
(Da unos pasos.)
(El mayor Metcalf entra en la sala. Le siguen Giles y Mollie, acompañados por Christopher.)
MAYOR METCALF.—¿Qué sucede?
(Se acerca a la chimenea.)
TROTTER.—Siéntese, mayor. Mistress Ralston…
(Nadie se sienta. Mollie se acerca a la butaca grande, Giles a la mesa grande y Christopher se coloca entre los dos.)
MOLLIE.—¿Es necesario que esté presente? En este momento me va muy mal.
TROTTER.—Hay cosas más importantes que la comida, mistress Ralston. Mistress Boyle, por ejemplo, no necesitará volver a comer.
MAYOR METCALF.—Demuestra tener usted muy poco tacto al decirlo así, sargento.
TROTTER.—Lo siento, pero necesito cooperación y tengo la intención de conseguirla. Míster Ralston, ¿quiere ir a decirle a miss Casewell que vuelva a bajar? Ha subido a su cuarto. Dígale que serán sólo unos minutos.
(Giles se dirige a la escalera.)
MOLLIE.—
(Dando unos pasos.)
¿Ha encontrado sus esquíes, sargento?
TROTTER.—No, mistress Ralston, pero puedo decir que tengo fuertes sospechas sobre quién los cogió y por qué lo hizo. De momento no diré nada más.
PARAVICINI.—Así me gusta.
(Se acerca a la silla del escritorio.)
Opino que las explicaciones deben dejarse siempre para el último momento. Para el capítulo final, que es siempre el más interesante.
TROTTER.—
(Con tono de reproche.)
Esto no es un juego, señor.
CHRISTOPHER.—¿De veras? Me parece que está usted equivocado. Creo que sí es un juego… para alguien.
PARAVICINI.—Cree usted que el asesino se está divirtiendo. Puede ser… puede ser.
(Se sienta en la silla del escritorio.)
(Entran Giles y miss Casewell, ésta última completamente repuesta ya.)
MISS CASEWELL.—¿Qué ocurre?
TROTTER.—Siéntese, miss Casewell. Mistress Ralston…
(Miss Casewell se sienta en el brazo derecho del sofá. Mollie da unos pasos y se sienta en la butaca grande. Giles se queda de pie en el primer peldaño.)
(Con tono oficial.)
¿Quieren prestarme atención, por favor?
(Se sienta sobre la mesa grande.)
Probablemente recordarán que después del asesinato de mistress Boyle les tomé la declaración a todos. Dichas declaraciones se referían al lugar en que estaban ustedes en el momento de cometerse el asesinato. Y sus afirmaciones fueron las siguientes
(Consulta sus notas.)
: Mistress Ralston en la cocina, míster Paravicini tocando el piano en la salita de estar, míster Ralston en su dormitorio. Lo mismo mister Wren. Miss Casewell en la biblioteca. El mayor Metcalf
(Hace una pausa y mira al mayor Metcalf.)
en el sótano.
MAYOR METCALF.—Correcto.
TROTTER.—Eso es lo que declararon ustedes. No tenía forma de comprobar que fuera cierto lo que dijeron. Puede que lo sea y puede que no. Por decirlo claramente: cinco de las declaraciones son ciertas, la otra es falsa. ¿Cuál?
(Hace una pausa y va mirándolos de uno en uno.)
Cinco de ustedes dijeron la verdad, uno de ustedes mintió. Tengo un plan que puede ayudarme a descubrir al que miente. Y si descubro que uno de ustedes me mintió, entonces sabré quién es el asesino.
MISS CASEWELL.—No necesariamente. Alguien puede haber mentido por algún otro motivo.
TROTTER.—Lo dudo.
GILES.—¿Pero qué pretende? Acaba de decir que no había forma de comprobar la veracidad de las declaraciones.
TROTTER.—No, pero suponiendo que cada uno de ustedes lo repitiera por segunda vez…
PARAVICINI.—
(Suspirando.)
Vaya, el viejo truco de la reconstrucción del crimen.
GILES.—Eso es una idea extranjera.
TROTTER.—No se trata de la reconstrucción del crimen en sí, mister Paravicini. De lo que se trata es de reconstruir los movimientos de unas personas que en apariencia son inocentes.
MAYOR METCALF.—¿Y qué espera averiguar con ello?
TROTTER.—Ya me disculpará si no se lo digo de momento.
GILES.—¿Quiere que repitamos lo que hicimos?
TROTTER.—Sí, míster Ralston, eso quiero.
MOLLIE.—Es una trampa.
TROTTER.—¿Qué quiere decir con eso de que es una trampa?
MOLLIE.—Pues que es una trampa. Sé que lo es.
TROTTER.—Lo único que quiero es que hagan exactamente lo mismo que antes.
CHRISTOPHER.—
(También con suspicacia.)
Pues no veo… sencillamente no veo qué espera averiguar sólo con hacernos repetir lo de antes. Me parece una tontería.
TROTTER.—¿De veras, míster Wren?
MOLLIE.—Pues conmigo no cuente. Tengo demasiado trabajo en la cocina.
(Se levanta y se dirige a la puerta.)
TROTTER.—No puedo hacer excepciones.
(Se levanta y mira a los reunidos.)
Por la cara que ponen casi diría que todos son culpables. ¿Por qué se muestran tan reacios?
GILES.—Claro que haremos lo que usted dice, sargento. Todos cooperaremos, ¿eh, Mollie?
MOLLIE.—
(De mala gana.)
Muy bien.
GILES.—¿Wren?
(Christopher asiente con la cabeza.)
¿Miss Casewell?
MISS CASEWELL.—Sí.
GILES.—¿Paravicini?
PARAVICINI.—
(Alzando las manos)
Oh, sí, consiento.
GILES.—¿Metcalf?
MAYOR METCALF.—
(Lentamente.)
Sí.
GILES.—¿Todos tenemos que hacer lo mismo que antes?
TROTTER.—Sí, harán lo mismo.
PARAVICINI.—
(Levantándose.)
Entonces volveré a sentarme ante el piano en la salita de estar. De nuevo con un solo dedo tocare la sintonía del asesino.
(Empieza a cantar moviendo los dedos.)
Tum, dum, dum… dum, dum, dum…
(Se dispone a salir.)
TROTTER.—
(Dando unos pasos.)
No tan de prisa, míster Paravicini.
(Dirigiéndose a Mollie.)
¿Toca usted el piano, mistress Ralston?
MOLLIE.—Sí.
TROTTER.—¿Y conoce la tonada de «Tres ratones ciegos»?
MOLLIE.—¿Acaso no la conocemos todos?
TROTTER.—Entonces ¿puede interpretarla al piano con un solo dedo igual que hizo míster Paravicini?
(Mollie asiente con la cabeza.)
Bien. Por favor, entre en la salita, siéntese al piano y prepárese a tocar cuando yo le dé la señal.
(Mollie se dispone a abandonar la sala.)
PARAVICINI.—Pero, sargento, creía que cada uno iba a hacer lo mismo que antes.
TROTTER.—Se harán las mismas cosas, pero no las harán necesariamente las mismas personas. Gracias, mistress Ralston.
(Paravicini abre la puerta. Mollie sale.)
GILES.—No veo la utilidad.
TROTTER.—
(Acercándose a la mesa grande.)
Pues la hay. Es un medio para comprobar las declaraciones originales y puede que una de ellas en especial. Vamos a ver, presten todos atención, por favor. A cada uno le haré ocupar un sitio distinto. Mister Wren, ¿tiene la bondad de ir a la cocina? Vigile la comida que mistress Ralston está preparando. Creo que es usted muy aficionado a la cocina.
(Christopher se marcha a la cocina.)
Míster Paravicini, ¿quiere subir a la habitación de mister Wren? Lo mejor será que utilice la escalera de atrás. Mayor Metcalf, ¿quiere hacer el favor de subir a la habitación de míster Ralston y examinar el teléfono que hay allí? Miss Casewell, ¿le importaría bajar al sótano? Mister Wren le indicará el camino. Desgraciadamente necesito que alguien reproduzca lo que hice yo. Siento pedírselo a usted, mister Ralston, pero le ruego que salga por esa ventana y siga el cable del teléfono hasta la puerta principal. Pasará un poco de frío, pero probablemente es usted el más fuerte de todos los presentes.