Ritos de Madurez (12 page)

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Authors: Octavia Butler

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: Ritos de Madurez
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—Cuando entren en conflicto, trata de hacer como los oankali: decídete por la diferencia.

Akin no lo había comprendido, pero ella le había dicho:

—No te preocupes. Simplemente recuérdalo.

Y, naturalmente, había recordado cada una de sus palabras. Era una de las pocas veces que ella le había animado a mostrar características oankali. Pero, ahora…

¿Cómo iba a hacer como los humanos que, en su diferencia, no sólo lo habían rechazado, sino que le habían hecho desear ser lo bastante fuerte como para poder hacerles daño?

Descendió del tronco y halló hongos y frutos caídos que comer. También había nueces caídas, pero las ignoró, porque no podía partirlas. Podía oír a los hombres hablar de vez en cuando, aunque no podía entender lo que decían. Le daba miedo intentar escapar de nuevo: esta vez, cuando lo atrapasen, podrían pegarle. Y si el pelirrojo les contaba lo bien que entendía las cosas, quizá deseasen pegarle.

Cuando hubo comido hasta quedar satisfecho, contempló varias hormigas del tamaño del dedo medio de un adulto. No eran mortíferas, pero a los humanos su picadura les resultaba muy dolorosa y debilitante. Akin estaba reuniendo el valor necesario para tomar una y explorar su estructura básica cuando llegaron los hombres, lo alzaron sin detenerse y bajaron, resbalando y cayéndose, el sendero que conducía al río. Tres hombres llevaban el bote, el cuarto a Akin. No había señales del quinto.

Akin fue colocado, solo, en el quinto banco del centro del bote. Nadie le habló ni le prestó la menor atención mientras metían las cosas en la barca, la empujaban hacia aguas más profundas y saltaban dentro.

Los hombres remaron sin hablar. Por la cara de uno corrían lágrimas. Lágrimas por un hombre que parecía odiar a todo el mundo, y que aparentemente había muerto por no pedirle ayuda a un ooloi.

¿Qué habrían hecho con su cadáver? ¿Lo habrían enterrado? Habían dejado a Akin solo durante un largo rato, lo bastante largo como para que incluso hubiera podido escapar, si se hubiera atrevido a intentarlo. Habían retrasado mucho su partida, pese a que sabían que estaban siendo perseguidos. Habían tenido tiempo suficiente para enterrar un cadáver.

Ahora eran peligrosos. Como la madera en brasas que, o bien podía estallar en llamas, o irse enfriando lentamente y tornarse menos mortífera. Akin no hizo ruido alguno, apenas si se movió. No debía provocar una llamarada.

5

Dichaan ayudó a Ahajas a sentarse, luego se colocó tras ella para que pudiera apoyarse en él si así lo deseaba. Nunca antes lo había hecho, pero ella le necesitaba cerca, necesitaba tener contacto con él durante este único acto: el nacimiento de su hijo. Necesitaba a todos sus compañeros cerca de ella, tocándola; necesitaba ser capaz de tener un nexo con ellos y notar las partes de la criatura que habían salido de cada uno. Sin tal contacto podía sobrevivir, pero no hubiese sido bueno ni para ella ni para el niño. Los nacimientos en solitario producían bebés con tendencia a convertirse en ooloi. Y era demasiado pronto para un ooloi construido. Un niño así tendría que ser enviado a la nave para que creciese allí, entre los parientes de la gente de Lo.

Lilith había aceptado esto: había compartido todos los partos de Ahajas, del mismo modo que ésta había compartido todos los suyos. Ahora, se arrodilló junto a Dichaan, algo por detrás de Ahajas. Aguardó, con falsa paciencia, a que el niño hallase su camino para salir del cuerpo de la madre. Primero había tenido que transportar a Tino a la nave para que se curase. Probablemente no moriría, se curaría física y emocionalmente mientras pasaba un corto período en animación suspendida. No obstante, quizá perdiera algo de su memoria.

Después, cuando esto ya estuvo hecho y se hallaba dispuesta para unirse a los que estaban buscando a Akin, el hijo de Ahajas decidió que era hora de nacer. Así eran las cosas con los niños, fueran humanos o oankali. Cuando sus cuerpos estaban dispuestos, insistían en nacer. Once meses para los nacidos de humana, en lugar de los nueve originales, quince para los nacidos de oankali, en lugar de los dieciocho originales. Los humanos eran tan rápidos para todo…, rápidos y potencialmente peligrosos. Los nacimientos de construidos de ambas partes tenían que ser más cuidadosamente convencionales que los partos humanos u oankali. Los padres que faltaban tenían que ser simulados por ooloi. El mundo tenía que ser presentado muy lentamente, después de que la criatura hubiera conocido a sus padres. Lilith no podía, simplemente, asistir al nacimiento y luego marcharse. Nikanj ya estaba bastante ocupado simulando a Joseph y siendo él mismo. Si hiciese más no sería seguro…, no para el niño construido.

Nikanj estaba sentado, buscando, con sus brazos sensoriales, el lugar por el que, finalmente, emergería el niño. El modo humano de dar a luz de Lilith era más simple: el niño emergía por un orificio preexistente…, que siempre era el mismo. El parto le hacía daño a Lilith, pero Nikanj se había ocupado en todas las ocasiones de hacer desaparecer el dolor. Ahajas no tenía orificio de natalidad: su hijo tenía que hallar su propio camino para salir del cuerpo materno.

Esto no le hacía daño a Ahajas, pero momentáneamente la debilitaba, la hacía desear sentarse, la hacía enfocar toda su atención en seguir el progreso del niño, ayudándole, si le parecía que estaba en problemas. Era deber de sus cónyuges el protegerla y asegurarla de que estaban con ella…, de que eran parte de aquel hijo, que era parte de ella. Todo interconectado, todo unido: una red familiar sobre la que debía caer todo hijo. Éste debía de ser el momento mejor posible para una familia, pero con Tino gravemente herido y Akin secuestrado, era un tiempo de sentimientos confusos. Los momentos de expectación y unión se hallaban entremezclados con otros de miedo por Akin y preocupación de que el Tino que recuperasen ni los conociese ni los amase.

Claro que los merodeadores no podían hacerle daño a Akin, ¿no? Seguramente…

Pero no pertenecían a ningún poblado resistente. Esto ya lo habían averiguado. Eran nómadas…, comerciantes viajeros cuando tenían algo con que comerciar, bandoleros cuando no tenían nada. ¿Intentarían quedarse a Akin y criarlo para que fuera uno de ellos, para usar sus sentidos oankali contra éstos? Otros lo habían intentado antes que ellos, pero jamás con un niño tan pequeño. Y nunca lo habían intentado con un niño nacido de humana, puesto que no había existido ninguno antes de Akin. Esto era lo que más le preocupaba a Dichaan. Él era el único padre vivo del mismo sexo que Akin, y se sentía incierto, aprensivo y dolorosamente responsable. ¿Donde, en la enorme selva tropical, estaría el niño? Probablemente no podría escapar y regresar a casa, como tantos otros habían hecho antes que él. Simplemente, no tenía ni la fuerza ni la velocidad necesarias. Esto ya debería haberlo averiguado, y debía saber que tenía que cooperar con los hombres, hacer que lo considerasen valioso. Si aún estaba vivo, eso debía saberlo ya.

La criatura emergería del lado izquierdo de Ahajas. Ésta se recostó sobre su lado derecho. Dichaan y Lilith se movieron para mantener el contacto, mientras Nikanj acariciaba la zona de piel que ondulaba suavemente. En pequeñas ondas circulares, la piel se fue apartando de un punto central, que fue creciendo lentamente, hasta dejar al descubierto un gris más oscuro: un orificio temporal, dentro del cual podían ser vistos moverse lentamente los tentáculos craneales del bebé. Esos tentáculos habían liberado la sustancia que iniciaba el proceso del nacimiento. Ahora eran responsables del modo en que ondulaba la carne de Ahajas, apartándose.

Nikanj dejó al descubierto una de sus manos sensoríales, la llevó hacia el orificio y, suavemente, tocó los tentáculos sensoriales de la cabeza del nonato.

Al instante, los tentáculos de la cabeza aferraron la mano sensorial, que era lo más familiar entre tanta cosa extraña. Ahajas, notando el repentino movimiento y comprendiendo su significado, rodó cuidadosamente sobre su espalda. El chico sabía ahora que estaba llegando a un lugar que lo aceptaba y le daba la bienvenida. Sin ese pequeño contacto, su cuerpo se habría preparado a vivir en un lugar mucho más duro…, un medio ambiente menos seguro, porque no contenía un padre ooloi. En los ambientes realmente peligrosos, era muy probable que los ooloi resultasen muertos, mientras trataban de enfrentarse a nuevas formas de vida hostiles. Era por esto por lo que los niños que no tenían padre ooloi que los aguardase en su nacimiento tendían a convertirse ellos mismos en ooloi, cuando maduraban: sus cuerpos suponían lo peor. Y, con el fin de lograr madurar en un medio supuestamente hostil, tenían que convertirse bien pronto en seres inusitadamente resistentes y correosos. Sin embargo, este niño no tendría que sufrir estos cambios, pues Nikanj estaba con él. Y algún día, probablemente, sería una hembra para equilibrar a Akin…, si es que Akin regresaba con tiempo suficiente para influenciarla.

Nikanj tomó al bebé, mientras éste se deslizaba fácilmente por el orificio natalicio. Era gris y con una dotación completa de tentáculos craneales, pero con sólo unos pocos tentáculos corporales. Tenía un rostro asombrosamente humano: ojos, orejas, nariz y boca…, y tenía un orificio de aireación funcional en la garganta, rodeado por tentáculos pálidos pero bien desarrollados. Esos tentáculos se estremecían lentamente a medida que el bebé respiraba. Eso significaba que, probablemente, la pequeña nariz humana era puro decorado, maquillaje.

Tenía un juego completo de dientes, como era el caso de muchos recién nacidos construidos, y, a diferencia de los construidos hijos de humana, los usaría de inmediato. Le serían dadas pequeñas porciones de lo que todos los demás comían. Y, una vez hubiese demostrado a satisfacción de Nikanj que no era probable que se envenenase a sí mismo, se dejaría al recién nacido en libertad para que comiera todo aquello que encontrase comestible…, libre para pastar, como decían los humanos.

Quizá Akin estuviera ahora haciendo eso, para mantenerse con vida…, comer aquello que lograse encontrar. Quizá los resistentes lo alimentasen, quizá no. Bastaría si, simplemente, le dejaban pastar en la selva. No obstante, lo cierto era que los humanos siempre se asustaban cuando veían a un niño pequeño llevándose algo raro a la boca. Si los bandoleros eran seres humanos normales, conscientes, quizá lo matasen.

6

El río se bifurcaba y volvía a bifurcarse, y los hombres jamás parecían dudar sobre qué ramal tomar. El viaje parecía sin fin. Cinco días. Diez días. Doce días…

Mientras viajaban, Akin no dijo nada. Había cometido un error y temía cometer otro. El pelirrojo, que se llamaba Galt, no les contó nada a los otros de su charla; era como si el hombre no se acabase de creer que había oído hablar a Akin. Se mantenía tan alejado de él como le era posible, nunca le hablaba, ni nunca hablaba de él. Eran los otros tres quienes tiraban del niño por los brazos o las piernas, lo empujaban con los pies, o lo llevaban en brazos cuando era necesario.

Le costó a Akin varios días comprender que, según el modo de pensar de ellos, aquellos hombres no lo estaban tratando cruelmente. No hubo más intentos etílicos de envenenarle, y nadie le golpeó. En cambio, a veces sí que se pegaban entre ellos. En dos ocasiones, un par de ellos rodaron por el barro, agarrándose y dándose golpes. E, incluso cuando no se peleaban, se maldecían entre sí y lo maldecían a él.

No se lavaban con la frecuencia necesaria y a veces olían mal. Hablaban, por la noche, de Tilden, su camarada muerto, y de otros hombres con los que habían viajado y robado. Según parecía, la mayor parte de ellos también estaban muertos. ¡Tantos hombres inútilmente muertos!

Cuando la corriente se hizo demasiado fuerte para ellos, escondieron el bote y empezaron a caminar. Ahora el terreno formaba pendiente: aún era selva tropical, pero iba ascendiendo rápidamente hacia las colinas. Allí, esperaban hacer un trueque con Akin en un rico poblado resistente llamado Hillmann, en donde la gente hablaba alemán y español. Tilden había sido el germanoparlante del grupo: según dijo alguien, su madre había sido alemana. Los hombres creían que era necesario hablar en alemán, pues en el poblado la mayoría de los habitantes eran germanos, y probablemente ellos fuesen los que tuviesen los mejores artículos de comercio. Y, sin embargo, sólo otro hombre, Damek, el que había golpeado a Tino, hablaba un poco de alemán. Y realmente lo hablaba poco. Dos hombres hablaban español: Iriarte y Kaliq. El primero vivía en un lugar llamado Chile antes de la guerra, y el otro había pasado unos años en otro sitio de nombre Argentina. Se decidió que la negociación sería llevada a cabo en español, pues muchos de los alemanes hablaban el idioma de sus vecinos. Los comerciantes pretenderían no saber alemán, y Damek estaría escuchando lo que se suponía no debían de entender. Pues la gente del poblado, creyendo no ser entendida, quizá hablase demasiado entre sí.

Akin sentía deseos de ver y escuchar a diferentes clases de humanos. Había escuchado a Tino hablar algo de español, y lo había aprendido. Y le había gustado el sonido que tenía, cuando Tino lo había hablado con Nikanj. Nunca había oído hablar en alemán, y le hubiera gustado que lo hablase otro que no fuera Danek. Evitaba a éste todo lo que podía, recordando a Tino. Pero la idea de conocer a gente nueva era lo bastante atractiva como para suavizar algo su dolor y su desencanto por no ser llevado a Fénix, donde creía que habría sido bien recibido por los padres de Tino. No habría intentado hacerse pasar por hijo de él; pero si el color de su piel y la forma de sus ojos les hubiera recordado a Tino, no le hubiese molestado. Quizá los alemanes no lo quisiesen…

Los cuatro resistentes y Akin se acercaron a Hillmann a través de campos de plátanos, árboles de papaya, plantas de piña y maizales. Los campos parecían bien cuidados y fructíferos. A Akin le parecían mucho más impresionantes que los huertos de Lilith, porque eran mucho más grandes y habían talado muchos más árboles. Había mucha mandioca, e hileras de algo que aún no había brotado. Hillmann debía de haber perdido una buena cantidad de humus, a causa de la lluvia, en todas esas largas y rectas hileras. ¿Durante cuánto tiempo podrían estar cultivando de aquella manera, antes de que el terreno se arruinase y tuvieran que trasladarse? ¿Cuántos campos habrían estropeado ya?

El poblado estaba formado por dos hileras regulares de casas de madera, con techo de paja y alzadas sobre pilastras. Dentro del pueblo se habían conservado varios árboles. A Akin le gustó el aspecto que tenía el lugar. Había en él una simetría tranquilizadora.

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