A barlovento (33 page)

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Authors: Iain M. Banks

Tags: #Ciencia Ficción

BOOK: A barlovento
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Pínchalo con un palo.

–¿UO?

–UCG.


He dicho que tengo un palo muy grande.

–¿Perdón?

–Se llama
He dicho que tengo un palo muy grande.
Tienes que decirlo en voz baja. Cuando lo escribes, va en minúsculas. Una UO, como podrás suponer.

–Ah, ya.

–Quizá sea mi favorito. Creo que es el mejor.

–No, no tan bueno como
Dame el arma y pregúntame otra vez.

–Bueno, esa está bien, pero no es tan sutil.

–Bueno, pero menos deductiva.

–Por otro lado,
¿Y quién los cuenta?

–Sí.
Réplica irrelevante.


No nos conocemos pero eres un gran admirador mío.

–¿Eh? ¿Sí? ¿Qué?

–No. Es solo que, ¿no es divertido?

–Sí. Bueno, me alegro de que por fin estés de acuerdo.

–¿Qué quieres decir con eso de que por fin esté de acuerdo?

–Quiero decir que por fin estés de acuerdo en que merece la pena mencionar los nombres entre gente fina.

–¿De qué estás hablando? Yo ya llevaba años citándote nombres de naves antes de que te dieras cuenta.

–Pues déjame citarte uno a mí:
En cualquier caso, yo lo vi primero.

–¿Qué?

–Ya me has oído.

–¡Ja! Muy bien:
Embelesado por la pura inverosimilitud de esa última afirmación.

–Oh, vamos. Tienes
Credibilidad cero.

–Y tú eres
Encantador pero irracional.

–Mientras que tú estás
Perturbado pero decidido.

–Y tú
Puede Que No Seas El más guay de por aquí.

–Ese te lo estás inventando.

–No me... espera, perdona. ¿Eso era un nombre de nave?

–No, pero aquí tienes uno, estás diciendo
Tonterías lúcidas.


Cliente difícil.


Concienzudo pero... poco fiable.


Caso avanzado de patetismo crónico.


Otro gran producto de la fábrica de tonterías.


La opinión convencional.


Por un oído.


Bien hasta que llegaste tú.


La culpa es de los padres.


Respuesta inapropiada.


Un ataque de locura transitoria.


Pacifista no practicante.


Buen tío reformado.


El orgullo antes de la caída.


La hora de la herida.


Mira lo que me has hecho hacer.


Pues entonces besa esto.

–Oye, si os vais a poner a pelearos, hacedlo fuera.

–¿... Y eso es un nombre?

–Me parece que no. Pero debería serlo.

–Sí.

–Centro.

–Ziller. Buenas noches. ¿Se divierte?

–No. ¿Y tú?

–Por supuesto.

–¿Por supuesto? ¿Es que la verdadera felicidad puede ser tan... inevitable? Qué deprimente.

–Ziller, son una Mente Central. Tengo todo un (si me permite decirlo) orbital fabuloso que cuidar, por no mencionar los cincuenta mil millones de personas de las que tengo que ocuparme.

–Desde luego yo no pensaba mencionarlas.

–Ahora mismo estoy observando una supernova que se desvanece en una galaxia que está a quinientos mil años de distancia. Algo más cerca, a mil años de aquí, veo un planeta moribundo que órbita en la atmósfera de un sol gigante rojo al tiempo que baja dibujando una lenta espiral hacia el núcleo. También puedo observar los resultados de la destrucción del planeta sobre el sol, mil años después, por medio del hiperespacio.

»Dentro de este sistema, estoy rastreando millones de cometas y asteroides, y dirigiendo las órbitas de decenas de miles de ellos, algunos para utilizarlos como materia prima para diseñar plataformas, y otros solo para quitarlos de en medio. El año que viene voy a dejar que un gran cometa atraviese el orbital, entre el borde y el centro. Debería ser todo un espectáculo. Varios cientos de miles de cuerpos más pequeños se dirigen a toda velocidad hacia nosotros en este mismo momento, destinados a proporcionar un espectáculo de luz de primera fila la noche del estreno de su nueva obra orquestal, al final de la era de las Dos Novas.

–Era que...

–Al mismo tiempo, por supuesto, estoy en comunicación simultánea con cientos de otras Mentes, miles a lo largo de un día cualquiera; Mentes de naves de todo tipo, algunas que se acercan, otras que se acaban de ir, algunas viejas amigas, otras que comparten intereses y fascinaciones parecidos a los míos, además de otros orbitales, sabios universitarios, entre otros. Tengo once constructos de personalidad itinerante, cada uno de los cuales va revoloteando con el tiempo de un lugar a otro de la galaxia mayor, se alojan con otras Mentes en los substratos de los procesadores de los VGS y de otros navíos más pequeños, en otros orbitales, naves excéntricas y ulteriores y con Mentes de varios tipos; cómo serán y cómo podrían cambiarme estos hermanos que en otro tiempo fueron idénticos, cuando vuelvan y nos planteemos fusionarnos de nuevo, solo puedo imaginarlo y estoy deseando saberlo.

–Todo eso suena...

–Si bien en este momento no albergo otras Mentes, es algo que también estoy deseando hacer.

–... fascinante. Pero...

–Además, hay subsistemas, como los complejos de supervisión de procesos de fabricación, que mantienen un diálogo continuo y fascinante. Dentro de una hora, por ejemplo, en un astillero que hay en una cueva bajo la cordillera de la sierra Mampara de Buzuhn, va a nacer una nueva Mente que colocarán en el interior de una UCG antes de que termine el año.

–No, no; sigue, por favor.

–Entretanto, a través de uno de mis controles remotos planetarios, estoy viendo el choque entre dos sistemas ciclónicos en el Primer Naratradjan y estoy componiendo una secuencia de glifos sobre los efectos de los fenómenos atmosféricos ultraviolentos en ecoesferas que de otro modo serían habitables. Aquí, en Masaq estoy observando una serie de avalanchas en las montañas Pilthunguon, en Hildri; un tornado que cruza la sabana Shaban de Akroum; una isla torbellino que está pariendo en el mar de Picha, un incendio forestal en Molben, una sonda seiche que está canalizando el río Gradeens, unos fuegos artificiales sobre la ciudad de Junzra, el armazón de una casa de madera que están colocando en una aldea de Furl, un cuarteto de amantes en la cima de una colina en...

–Ya lo he pi...

–... Ocutti. Y luego están los drones y otros seres inteligentes autónomos, capaces de comunicarse directamente y a cierta velocidad, además de los humanos implantados y otros seres biológicos, capaces también de conversar de forma inmediata. Además de que por supuesto tengo millones de avatares como este, la mayor parte de los cuales están hablando y escuchando a diferentes personas en este mismo instante.


¿..
. Has terminado?

–Sí. Pero incluso si todo lo demás parece un poco esotérico, piense solo en todos esos demás avatares que se encuentran en todas esas reuniones, conciertos, bailes, ceremonias, fiestas y banquetes; piense en toda esa conversación, todas esas ideas, ¡toda esa viveza e ingenio!

–Piensa en todas esas gilipolleces, las tonterías y los sinsentidos, el autobombo y los autoengaños, las bobadas absurdas y aburridas, los patéticos intentos de impresionar o congraciarse con alguien, la torpeza mental, la incomprensión y lo incomprensible, las divagaciones de las glándulas hueras y el asfixiante aburrimiento en general.

–Eso es solo la paja, Ziller. No le presto ninguna atención. Puedo responder con educación, donde sea necesario y de la forma más oportuna al mayor pesado del mundo sin flaquear y sin que me cueste nada. Es igual que olvidarse de todos los trozos aburridos que hay en el espacio, entre las cosas más chulas, como los planetas, las estrellas y las naves. Y además, ni siquiera eso es aburrido del todo.

–No sabes lo que me alegro de que lleves una vida tan satisfactoria, Centro.

–Gracias.

–¿Podemos hablar ahora de mí solo un ratito?

–Todo el tiempo que quiera.

–Acabo de tener un pensamiento terrible, terrible.

–¿Y cuál es?

–El estreno de
La luz que expira.

–Ah, ya tiene título para su nueva obra.

–Sí.

–Avisaré a las personas relevantes. Además de la lluvia de meteoritos que he mencionado, también tendremos un espectáculo de fuegos artificiales y láser, y habrá también una compañía de baile e interpretación de imágenes holográficas.

–Sí, sí, estoy seguro de que mi música proporcionará un fondo auditivo adecuado para todo ese espectáculo.

–Ziller, espero que sepa que todo se hará con un gusto exquisito. Al final ya se habrá desvanecido todo, cuando se prenda la segunda nova.

–Eso no es lo que me preocupa. Estoy seguro de que todo irá de una forma espléndida.

–Entonces, ¿qué?

–Vas a invitar a ese hijo de perra de presa, Quilan, ¿verdad?

–¡Ah!

–Sí, «ah». Lo vas a invitar, ¿no? Lo sabía. Si es que ya siento acercarse a ese cerebro de pus lleno de tumores. Jamás debí decir que podía trasladarse a Aquime. No sé en qué estaba pensando.

–Creo que sería de muy mala educación no invitar al emisario Quilan. El concierto quizá sea el acontecimiento cultural más importante de este año en todo el orbital.

–¿A qué te refieres con «quizá»?

–Está bien, sin ninguna duda. Se ha suscitado un interés inmenso. Incluso si utilizamos el estadio Stullien, el número de personas que van a sufrir una desilusión con el asunto de las entradas para verlo en directo va a ser altísimo. He tenido que realizar concursos para asegurarme de que los admiradores más entusiastas están allí y después aleatorizar casi toda la demás distribución. Hay muchas posibilidades de que no haya nadie de la Junta que pueda asistir al acontecimiento en directo, a menos que alguien quiera congraciarse con ellos y ceda su asiento. El público al que se va a retransmitir el concierto en todo el O podría alcanzar los diez mil millones o más. Yo, personalmente, tengo tres entradas a mi disposición; la asignación es tan estricta que tendré que usar una si quiero que asista uno de mis propios avatares.

–Bueno, una excusa perfecta para no invitar al tal Quilan.

–Él y usted son los únicos chelgrianos que hay aquí, Ziller. Usted lo ha compuesto y él es nuestro invitado de honor. ¿Cómo no voy a invitarlo?

–Porque yo no pienso ir si va él, por eso.

–¿Quiere decir que no asistirá a su propio estreno?

–Exacto.

–¿No piensa dirigirlo?

–Eso es.

–¡Pero usted siempre dirige la interpretación la noche del estreno!

–Esta vez no. No si va a estar él allí.

–¡Pero usted tiene que estar allí!

–No, de eso nada.

–¿Pero quién lo va a dirigir?

–Nadie. En realidad estas cosas no hace falta dirigirlas. Los compositores las dirigen para alimentar su ego y sentir que forman parte de la representación y no solo de eso de la preparación.

–Eso no es lo que decía antes. Decía que había matices que no se podían programar, decisiones que un director podía tomar en el momento como respuesta a la reacción del público, decisiones que requerían un único individuo que pudiera cotejarlas, analizarlas y reaccionar, que funcionara como foco de la distribución...

–Te estaba tomando el pelo.

–Parecía tan sincero como ahora.

–Es un don. El caso es que no pienso dirigir si ese mercenario putañero está allí. Ni siquiera pienso acercarme. Me quedaré en casa o en algún otro sitio.

–Eso sería muy embarazoso para todos los interesados.

–Entonces mantenlo lejos de allí si quieres que yo vaya.

–¿Cómo voy a hacer eso?

–Eres una Mente Central, como me acabas de explicar de forma harto exhaustiva. Tus recursos son casi infinitos.

–¿Y por qué no podemos limitarnos a evitar que se vean ustedes dos esa noche?

–Porque no resultará. Ya se encontrará alguna excusa para reunimos. Alguien organizará un encuentro.

–¿Y si le doy mi palabra y me aseguro de que a Quilan y a usted nunca los ponen cara a cara? Él estará allí, pero le garantizo que no se verán.

–¿Con un avatar? ¿... Has puesto un campo sónico a nuestro alrededor?

–Solo alrededor de nuestras cabezas, sí. Los labios de este avatar dejarán de moverse y, como resultado, su voz se alterará un poco, no se alarme.

–Intentaré contener el pánico. Continúa.

–Si no me queda más remedio, puedo asegurarme de que haya varios avatares en el concierto. No siempre tienen que tener la piel plateada, sabe. Y también tendré algunos drones presentes.

–¿Grandes y fornidos?

–Mejor, pequeños y mezquinos.

–No me vale. No hay trato.

–Y cuchillos misil.

–Sigue siendo no.

–¿Por qué no? Espero que no vaya a decir que no confía en mí. Mi palabra es mi palabra. Nunca falto a ella.

–Confío en ti. No hay trato por las personas que querrían que tuviera lugar ese encuentro.

–Continúe.

–Tersono. Contacto. Yo que sé, las putas Circunstancias Especiales, por lo que yo sé.


Mmm.

–Si quieren que nos encontremos, es decir, si quieren de verdad que nos veamos, si están decididos, ¿podrías evitar que ocurriera, Centro, con toda certeza?

–Su pregunta podría aplicarse a cualquier momento desde la llegada de Quilan.

–Sí, pero hasta ahora un encuentro aparentemente casual habría sido demasiado artificial, demasiado obvio y espurio. Habrían esperado que yo reaccionara mal y habrían tenido toda la razón. Nuestro encuentro debe parecer cosa del destino, como si fuera inevitable, como si mi música, mi talento, mi personalidad y todo mi ser lo hubieran predestinado.

–Siempre podría ir y si los obligan a verse, podría reaccionar mal de todos modos.

–No. No veo por qué tendría que ir. No quiero verlo, es así de sencillo.

–Le doy mi palabra que haré todo lo que pueda para asegurarme de que no se encuentran.

–Responde a la pregunta, si se resolviera forzar un encuentro, ¿podrías detenerlos?

–No.

–Me lo imaginaba.

–No lo estoy haciendo muy bien con esto, ¿verdad?

–No. Sin embargo, hay una cosa que podría hacerme cambiar de opinión.

–Ah. ¿Y cuál es?

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