A la caza del amor

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Authors: Nancy Mitford

Tags: #Humor, Biografía

BOOK: A la caza del amor
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A la caza del amor
, su novela de mayor éxito, Nancy Mitford utiliza elementos reales de su extravagante y famosa familia para construir el relato.

La acción se abre en el salón de Alconleigh, la casa de campo de los Radlett. Ante nuestros ojos van desfilando los distintos miembros de la familia: el malhumorado padre, tío Matthew, con sus violentos y cómicos estallidos de cólera y sus curiosos pasatiempos, como organizar cacerías en las que las piezas son alguno de sus hijos…; la ausente y devota madre, Sadie; y los siete hijos que junto a su prima Fanny forman una estrafalaria y divertidísima familia. Pero realmente es la joven Linda Radlett y su permanente búsqueda del amor el auténtico centro de esta historia. A través de sus páginas la acompañaremos en su azarosa conquista y conoceremos a los distintos hombres en los que creyó encontrarlo.

El texto despliega el famoso ingenio satírico y la extraordinaria capacidad de la autora para reconstruir el ambiente, la vida y las personas en los círculos aristocráticos ingleses de entreguerras. Un libro inteligente y divertido, que, aunque pudiera gustar simplemente por lo que es: una novela vibrante y mordaz, es también un verdadero trozo de vida.

Nancy Mitford

A la caza del amor

ePUB v1.0

Ledo
24.04.12

Título original:
The Pursuit of Love

© Nancy Mitford, 1945

© de la traducción, Ana Alcaina, 2005

© de la introducción: José Carlos Llop, 2005

© de esta edición: Libros del Asteroide S.L., 2005

ISBN: 84-934315-0-8

Diseño colección y cubierta: Enric Jardí

A Gaston Palewski

Prólogo
Nancy Mitford Revisited

Descubrí a Nancy Mitford en televisión, cuando sólo existían dos cadenas, que no canales, todavía. Esto, que puede sonar a herejía de los primeros tiempos de nuestra civilización, ocurría entonces no diré a menudo, pero sí de vez en cuando. Piense el lector en
Yo, Claudio
de Robert Graves —que dio a conocer en España al poeta afincado desde bacía décadas en Mallorca— o en
Retorno a Brideshead
y Evelyn Waugh, aunque aquí la cita lleve bala en la recámara y aparición más adelante. Hoy en día, con decenas de canales televisivos emitiendo, descubrir en televisión a un autor de la calidad de Nancy Mitford —ya no hablo de los otros dos citados— resulta impensable, por no decir casi insultante. Pero mi descubrimiento mitfordiano ocurrió en 1981 o 1982; la prehistoria, ya dije. Yo me encontraba en una de esas zonas de sombra por las que atraviesa a veces la vida —o en una de esas zonas de sombra que atraviesan a veces la vida— y recuerdo que, a la hora de la siesta, daban entonces por TVE series europeas basadas en novelas de Roger Martin Du Gard y otros autores de ese estilo. A la reconstrucción de mundos perdidos me refiero (y en ésas estaba yo también, aunque no literariamente, en aquella época de la que hablo).

Una tarde vi una escena de primos hermanos en un desván y la estupenda aparición de un tío excéntrico y más adelante a un dandi en cuyo jardín daban las horas los pavos reales, algo así recuerdo que vi mientras pensaba en otras novelas familiares, en otras novelas de la memoria, que siempre han sido mis preferidas. Al final del capítulo me quedé vigilando los títulos de crédito hasta que descubrí el nombre de Nancy Mitford. La serie —una delicia, por supuesto— se titulaba
Amor en clima frío
y el guión se había construido con la novela homónima y su precedente:
A la caza del amor
. Lo cierto es que me alegró las tardes de aquellos días tan complicados. Y el sentimiento que tengo cuando pienso en ella es de agradecimiento: fue de las pocas luces —otra de ellas también es una mujer y todavía sigue a mi lado— que cruzaron esa sombría temporada.

Yo tenía en casa una biografía de Luis XIV escrita por Nancy Mitford y hasta entonces la había tomado por eso, por una autora de biografías al estilo más de Emil Ludwig que de Stefan Zweig. Pero inmediatamente me puse a la caza de Mrs. Mitford hasta que di con la pieza donde tantas veces hemos dado los que buscamos libros de otro tiempo que también es el nuestro: el editor fosé Janes, quien en su colección La Nave había publicado
Amor en clima frío
, anunciando en la solapa que una hermana de la autora había sido amiga de Hitler por aquello, supongo, de que con tal de enganchar lectores un buen editor hace lo que sea. Luego encontré en una librería de viejo de Taima una edición de un club del libro inglés titulada
The best novels of Nancy Mitford
. Ahí estaba también
A la caza del amor (The pursuit of love), Amor en clima frío (Love in a cold climate), The Blessing
y
Don't tell Alfred
, las novelas más tardías y afamadas de Mitford. Recuerdo que pensé que su antiguo dueño debía de haber sido una de esas inglesas con sombrero que todavía circulaban por la barriada palmesana de El Terreno a mediados de los yo.

Algunos años más tarde, leyendo la trilogía de Jean d'Ormesson formada por
El viento de la tarde, Todos andan locos por ella
y
La felicidad en San Miniato
, observé en sus protagonistas —las hermanas O'Sbaughnessy— rasgos de las hermanas Mitford, a cual más curiosa. (Yo mismo y bastante tiempo después, inventé unas hermanas O'Callaghan en mi novela
Háblame del tercer hombre
, que eran un doble homenaje a las Mitford y a las O'Shaughnessy de D'Ormesson.) Hijas de lord Redesdale —tío Matthew en
A la caza del amor
— hasta la más sensata, si la sensatez hubiera sido patrimonio de la familia Mitford, resulta extravagante o, como dicen los franceses,
bizarre
. Son mujeres altas, delgadas, muy elegantes, muy modernas en formas y aspecto, y tradicionales en el origen familiar. Diana abandonará a su primer marido para irse a vivir con Oswald Mosley, el líder fascista británico. Unity se enamorará de Adolf Hitler y llegará a formar parte de su círculo íntimo —si es que puede hablarse de verdadera intimidad en Hitler— para acabar completamente loca. Jessica se fugará con un primo suyo que morirá en la guerra civil española, se inscribirá en el Partido Comunista y acabará ejerciendo como popular periodista en Estados Unidos. Deborah y Pamela ejercerán de aristócratas y
ladies-farmer
de la Vieja Inglaterra, continuando el rito de las temporadas en Londres. Todas ellas escribirán: sobre jardinería, panfletos políticos, periodismo, autobiografía. Todas ellas son una novela extraordinaria —de hecho,
Las hermanas Mitford
; una biografía de la periodista de
Elle
, Annick Le Floc'hmoan, publicada en España por Circe, puede leerse como una novela de Jane Austen con intervención waughiana y ribetes de la saga de Anthony Powell— y cada una de ellas encierra también una o varias novelas más. Por no decir el mapa convulso —política y sentimentalmente— de la Europa de entreguerras.

Pero la verdadera novelista fue Nancy. Una novelista cuya raíz está en Austen pero que tiene puntos en común con Edith Wharton, la autora de
La edad de la inocencia
. Incluso hay paralelismos. Puede afirmarse que Nancy Mitford es a Evelyn Waugh lo que Edith Wharton fue a Henry James: amigas personales y en cierto modo, sus discípulos. Y al revés: si Wharton y Mitford fueron aristócratas —una del dinero neoyorquino, la otra de la Vieja Inglaterra— tanto James como Waugh fueron dos deslumbrados por el lenguaje de ambas aristócratas, y llamo aquí lenguaje a cualquier forma de relación. Efectivamente: las aristocracias europeas —y sus ansiosas clónicas norteamericanas: las familias patricias— son quienes sustentan, en sus modos y formas, la mayor parte del mundo literario —y personal— de James y, desde luego, de Waugh, quien dedicó a la bella Diana Mitford su novela
Cuerpos viles
. Pero lo que fascinó a ambos escritores, era en ellas algo tan natural como consustancial. Quizá por eso puede afirmarse también que lo que observaban ellas en sus dos amigos y maestros no era más que el reflejo de su propia vida: una forma de narcisismo como cualquier otra. Y ya se sabe que el narcisismo es uno de los motores de la literatura; no el más fructífero, indudablemente, pero sí uno de ellos, el más inmaduro, probablemente. Aunque si la Mitford es una mujer moderna, madame Wharton tiene un pie en el Ochocientos: treinta y ocho años las separan —y el sentido del humor, desde luego: a favor, muy a favor, de Mitford. El tiempo acabará anulando todo lo demás y hoy pueden parecemos primas, a uno y otro lado del Atlántico, que se encuentran en París todas las primaveras.

Porque París fue la verdadera casa de Nancy Mitford, si es que la verdadera casa es la que uno elige y no donde uno nace. Allí vivirá y amará; allí morirá también: a pocos kilómetros de París, en Versalles: o sea, como una parisina del XVIII. Enfrentada en su juventud a su padre, que encuentra a los jóvenes amigos de su hija unos
parvenus
de
middle-class
—y entre ellos están el Robert Byron de
Viaje a Oxiana
(de quien Nancy está entonces locamente enamorada), Evelyn Waugh, Harold Acton, Stephen Tennant, Brian Howard, en fin, la crema de la
Brideshead Generation
, también llamados los
Bright Young People
— y no soporta en su hija ni su corte de pelo a lo
garçon
, ni su vestimenta, ni su repentina afición por las bellas artes, conseguirá que le permita trasladarse a París para pintar. En pintura será un fracaso, pero a París regresará, años más tarde, ya casada y después separada —sólo físicamente—, a vivir para siempre, cerca del que sería su amor de toda la vida: Gaston Palewski, un seductor polaco, secretario del general De Gaulle. «Abajo los abominables franceses», le escribirá en una de sus innumerables cartas, plagadas de celoso desprecio por todo lo francés, su amigo Waugh. «Al menos tú has tenido el buen gusto de elegir a un polaco. » Aunque ese amor, no fuera correspondido por el coleccionista mujeriego Palewski, quien siempre la tuvo por una muy buena amiga, pero nada más.

En París, Nancy Mitford escribirá sus novelas más conocidas y también el libro que más popular la hizo —si puede emplearse el término «popular», aquí tan paradójico—:
Noblesse oblige: an Inquiry into the Identificable Characteristics of the English Aristocracy
(1956), un ensayo-repertorio sobre los usos y costumbres de la nobleza inglesa que acuñará las expresiones
U
—por
upper-class
— y
non-U
—por
non-upper-class
— tanto en el lenguaje como en todos los hábitos cotidianos. Fue un verdadero éxito. Como también lo fueron, aunque en tono menor, sus biografías parisinas:
Voltaire in love, El Rey Sol, Frederick the Great
y
Madame de Pompadour
. Pero vayamos a la caza del amor.

Publicada una vez acabó la segunda guerra mundial,
A la caza del amor
es una novela de humor y de amor. Del amor tratado con humor y del humor tamizado por el amor. Es también una novela familiar —una novela de la memoria— y una novela de guerra (incluso la civil española), aunque la familia y la guerra sean en sus páginas motivos de amor y humor. Y es también una novela muy inteligente. Cualquiera diría que estamos ante una novela feliz y es posible que así sea, pero esa felicidad es —más que un estado de gracia— una forma de ser educados. Porque aunque sus protagonistas pertenezcan —como los de Austen o Wharton— a las clases altas, la vida va pasándoles las mismas facturas que a todos. El secreto consiste en la manera de mirar esas facturas. Y la manera de mirar de Nancy Mitford fue deliciosa, como sus mejores novelas.

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