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Authors: James Luceno

Tags: #Aventuras, #Ciencia ficción

Agentes del caos I: La prueba del héroe (39 page)

BOOK: Agentes del caos I: La prueba del héroe
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Dominada por el terror, se puso en pie como pudo e intentó abrir la escotilla desesperadamente. Dio puñetazos en los cristales con todas sus fuerzas, propinó patadas expertas a la puerta y luego se tiró contra ella repetidas veces, pero no se movió un ápice.

Aturdido y aún sin respiración, Han escuchó una voz que decía: «aire envenenado», aunque no sabía con seguridad de quién era, o si sólo era un pensamiento que acudió en respuesta a lo que había visto en la lanzadera.

Su mano se movió como si tuviera vida propia y cogió la herramienta de supervivencia que llevaba sujeta al cinturón. Manipuló frenéticamente el compartimiento del oxígeno comprimido y se las arregló para llevarse los dos tubos a la boca y morder la pieza con forma de espátula para que empezase a correr el oxígeno. Observó a Vergere por la escotilla de la nave, pero no supo si intentaba abrir la puerta o asegurarla más aún.

Elan se apartó aterrada de la escotilla, con los labios fuertemente apretados y la cara de color rojo oscuro. Miró a Han, intentó agarrarlo, pero él se apartó y le puso la zancadilla. Cayó de bruces y le miró con odio desde el suelo, maldiciéndole con cada célula de su cuerpo. Luego cogió aire.

Su cuerpo se puso rígido. Una tos repentina hizo que manara sangre de su boca, ojos, orejas y nariz. Alzó la cabeza y gritó angustiada. Han se apretó contra la pared y apartó la mirada, mientras seguía apretando con la boca el respirador que le estaba salvando la vida. Empezó a ver puntitos y pensó que se iba a desmayar. Entonces, los puntos comenzaron a caer y a ir de un lado a otro de la nave.

El residuo negro de la tóxica exhalación de Elan comenzó a trepar por Han, que se acercó tambaleante a la escotilla, dando puñetazos a la manilla para que se abriera. Atontado, se acercó al intercomunicador de la nave, pero no funcionaba, quizá debido a un proyectil yuuzhan vong que había atravesado los debilitados escudos del
Halcón
. Se sacudió frenéticamente las minúsculas formas de vida y aplastó unas cuantas a pisotones.

La herramienta de supervivencia empezó a emitir un sonido de alarma. Se quedaba sin aire por momentos. Con los ojos desorbitados, dio puñetazos en la escotilla acolchada y en el ventanuco. Estaba a punto de dar su última bocanada cuando la escotilla se abrió de repente, y él saltó de cabeza al suelo de la bodega.

Cogiendo aire, miró y vio a Droma sobre él.

—¿Qué te hizo venir hasta aquí? —pregunto Han entre jadeos.

—Una intuición —le dijo Droma.

Han señaló débilmente la nave.

—Los bichos…

Droma vio el cuerpo ensangrentado de Elan y se quedó petrificado. Luego volvió a cerrar la entrada y empezó a matar con manos y pies a los que habían conseguido escapar. Al cabo de un rato, los pocos que quedaban comenzaron a morir, transformándose en copos frágiles como plumas.

Han se apoyó en la pared y se quitó el sudor de la frente.

—Ahora te debo dos.

—Te lo apuntaré en la cuenta —dijo Droma, jadeando.

Una explosión sacudió la nave y puso a Han en alerta.

—¿Dónde está Vergere?

Droma miró hacia el pasillo y negó con la cabeza.

—Vuelve a la cabina —dijo Han—. Yo la encontraré.

Otro potente ataque hizo que el
Halcón
se tambaleara, y la mascota de Elan salió despedida por el pasillo de estribor, chocando con Han justo cuando él se ponía en pie. La colisión hizo que él cayera justo en la escotilla, pulsando la manilla de apertura. La puerta volvió a abrirse, y unas pocas criaturillas salieron del interior y se abalanzaron hacia la camisa de Han. Soltando un grito ansioso, él se las sacudió de encima y se giró hacia Vergere, que se había colocado en medio de la bodega con los brazos colgando a cada lado y las ancas preparadas para la acción.

—No hagas esto más difícil para ti —le advirtió Han.

Otro proyectil impactó contra la nave, provocando una enorme sacudida. La voz de Droma aulló por los altavoces de la nave.

—¿Han, estás seguro de que no las quieren recuperar? ¡Están siendo realmente convincentes!

Han se quedó mirando a Vergere y adoptó una postura de pelea.

—Van a tener que conformarse con la mitad —murmuró.

Vergere estiró la mano derecha, mostrando a Han un pequeño termo que, obviamente, había cogido de la despensa. Lo apretó para vaciarlo, y de repente se lo acercó al ojo derecho, como para succionar las rebosantes lágrimas.

Han se abalanzó a por ella, pero Vergere ejecutó un ágil salto más allá de su alcance, y luego otro que la depositó limpiamente dentro de la cápsula de escape. Han se acercó a la nave, pero una maniobra evasiva de Droma hizo que el
Halcón
se ladeara de nuevo. Han salió despedido más allá de la cápsula, y cayó en medio del pasillo de babor. Cuando recuperó el equilibrio y volvió a entrar en la bodega, Vergere ya estaba armando las cargas de separador. Han metió la mano para alcanzarla, pero sus manos se vieron rechazadas.

—Gracias, Han Solo, por darme la oportunidad de regresar con los míos —le dijo ella. Sin previo aviso, le tiró el termo rellenado—. Asegúrate de que esto llegue a los Jedi.

Pensativo, Han cogió el termo y lo tiró a un lado. Se abalanzó hacia la escotilla, pero no llegó a tiempo. El sistema de alerta de lanzamiento de las cápsulas empezó a sonar, y las sirenas se iluminaron en medio del estruendo.

Han retrocedió rápidamente hacia la parte trasera de la bodega y se apretó contra la cubierta, mientras la nave salía con un ruido sordo que hizo que le dolieran los oídos.

—¡Maldición! —gritó, poniéndose en pie.

Corrió hacia la cabina y encontró a Droma en zigzagueante rumbo hacia la fragata yuuzhan vong.

—¡Da la vuelta, da la vuelta! —exclamó Han, metiéndose en el asiento del piloto.

—¡Decídete de una vez! —le respondió Droma.

Han tomó los mandos e hizo que el
Halcón
describiera un giro ascendente, con la esperanza de poder ver la cápsula de salvamento en la curva de descenso. Por un momento tuvo la esfera en la retícula de la nave, pero la perdió justo cuando un misil yuuzhan vong pasó rozando el
Halcón
.

El llameante proyectil pareció prenderse a la cápsula de salvamento como un depredador ávido por el olor de la sangre. Una explosión cegadora obligó a Han a apartar la mirada, y cuando volvió a mirar, la cápsula ya no estaba. Pero un segundo después creyó verla por el rabillo del ojo, precipitándose hacia la cara no iluminada de un planetoide lleno de cráteres. Pero también era posible que el dovin basal de la fragata la hubiera atrapado ya, llevándola a bordo.

Una voz nerviosa emanó de la consola de comunicaciones.

—¿Han, qué diantres estás haciendo? Pensé que querías que te cubriéramos.

—¡Lo queremos, lo queremos! —dijo Han a Mak Jorlen—. ¡Adelante, Droma!

El
Halcón
se ladeó, esquivó con un giro una ráfaga de proyectiles y se dirigió rápidamente al
Thurse
. Con el camino despejado, el portacruceros abrió fuego con todas las baterías, y cogió por sorpresa a la nave yuuzhan vong con los cañones de iones y los disparos de turboláser. Los pocos coralitas que quedaban aptos para la batalla se lanzaron hacia el
Thurse
en un ataque suicida, pero fueron pulverizados al instante. Sin defensas, la fragata abandonó la persecución del
Halcón
. Después, en la retirada, realizó un abrupto salto a la velocidad luz.

Han estabilizó la nave y Droma desaceleró. El ryn y él se desplomaron en sus asientos, como si alguien los desinflara de repente.

—¿Ha terminado ya? —preguntó Droma al cabo de un rato. Han asintió.

—De momento sí.

Droma miró a Han y soltó una risilla.

—Me ha dado la impresión de que llevas haciendo esto toda la vida. Han se enderezó en la silla y le dedicó una sonrisa pícara.

—¿Y qué te hace pensar que no?

Capítulo 27

Una docena de nerviosos seres de todas las especies se hallaban sentados en una larga mesa de una sala de seguridad sin ventanas, lejos del frenético ritmo de Coruscant, en lo profundo de una grieta vertical de la ciudad-planeta coloquialmente conocida como el Abismo. La estancia se encontraba en el corazón de los cuarteles subterráneos del Servicio de Inteligencia de la Nueva República, y sólo las altas esferas tenían acceso a ella. La planta de enormes hojas que adornaba un rincón de la cámara parecía un oasis en ese reino estéril de iluminación artificial y luz de sol obtenida mediante conductos y espejos, así que le habían dado el nombre de Espejismo.

Las diversas conversaciones se vieron bruscamente interrumpidas cuando un tono autoritario resonó desde la puerta, y el director Dif Scaur entró en la sala dando zancadas, con un fajo de duraláminas e impresiones ópticas bajo el brazo y un androide de protocolo modificado, color gris oscuro, pisándole los talones. Todo el mundo se puso en pie cuando llegó a la cabecera de la mesa, pero el obvio intento de deferencia sólo consiguió empeorar su expresión, e indicó a todos que tomaran asiento. Scaur, exalmirante de la Cuarta Flota, era alto y de apariencia sombría, con los ojos de un azul acuoso y una nariz pronunciada.

—Llevo toda la mañana reunido con personal de mando del Ejército —empezó a decir en tono arisco—. Y el Consejo espera un informe completo a última hora de la tarde. Así que cuanto antes terminemos con esto, mejor.

Scaur miró enfadado a su directora delegada de operaciones.

—Coronel Kalenda, ya que lleva usted metida en este fiasco desde el principio, me gustaría que empezara por decirme qué partes del informe de Han Solo se pueden considerar hechos y qué partes pueden ignorarse y achacarse a un caso obvio de aturdimiento espacial. Francamente, para empezar no consigo comprender ni cómo acabaron las desertoras en su manos.

Belindi Kalenda se estremeció en su silla.

—Señor, cuando el mayor Showolter y su equipo de apoyo fueron emboscados por la Brigada de la Paz, Showolter y las desertoras fueron en busca de los refuerzos que sabían que estaban en el
Reina del Imperio
. Cuando el mayor encontró a Han Solo, creyó que formaba parte de la operación…

—¿Y cuándo ha trabajado Han Solo para esta agencia?

Kalenda se aclaró la garganta.

—Bueno, señor, yo contraté sus servicios durante la crisis de la Estación Centralia.

Scaur le miró iracundo.

—Eso fue hace siete años, coronel.

Kalenda sostuvo su mirada.

—El mayor Showolter estaba en muy mal estado, señor.

La expresión del director se suavizó.

—¿Qué tal se encuentra?

—Tiene una quemadura grave en la parte superior del pecho, pero se está recuperando.

Scaur asintió y miró a los presentes.

—Mis condolencias a todos los aquí presentes que trabajaron con Jode Tee y Saiga Bre’lya, o con el doctor Yintal de la Flota Intel. Sus muertes y las muertes de los agentes de respaldo de Showolter, que al parecer fueron torturados para revelar la contraseña, sólo añaden tragedia a esta calamidad. —Se volvió una vez más hacia Kalenda—. Así que las desertoras pasaron a ser propiedad de Han Solo, que entonces procedió a entregarlas a la Brigada de la Paz.

—La Brigada de la Paz tenía un modo de identificar a la llamada Elan. La llevaron a ella y a su compañera, Vergere, a su nave, y cuando intentaban llegar a la nave yuuzhan vong, la tripulación entera fue aparentemente envenenada por Elan.

—Por las exhalaciones de Elan, supongo.

—Sí, señor. Solo las rescató a las dos, pero entonces se dio cuenta de que ambas formaban parte de un intrincado plan para asesinar a todos los Jedi posibles. Como saben, habían solicitado reunirse con los Jedi para proporcionarles detalles sobre una enfermedad propagada por agentes yuuzhan vong. Hemos llegado a la conclusión de que Elan probablemente se refería a una dolencia molecular que el año pasado acabó con más de cien vidas…, pero aún queda por saber qué tienen que ver los Jedi con esa enfermedad.

»En cualquier caso, Solo consideró que esa oferta era parte de su plan, y se disponía a expulsar a las desertoras de su nave cuando él mismo fue víctima de Elan…, de las exhalaciones de Elan, señor.

Scaur se la quedó mirando un buen rato antes de contestar.

—¿Y en qué se basó Solo para determinar que eran asesinas, en lugar de refugiadas políticas?

—Como ya le he dicho, señor, Solo se dio cuenta de que Elan había matado a los miembros de la Brigada de la Paz para impedir que la devolvieran con los yuuzhan vong. Las muestras de residuo que tomamos en la lanzadera coinciden con las del que se encontró en la nave de Solo. Se ha realizado autopsias de los hombres, incluido un agente yuuzhan vong que han revelado que murieron de forma hemorrágica, inducida por una toxina urticante inhalada, un agente sanguíneo de tipo desconocido.

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