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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (21 page)

BOOK: Alien
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Lambert hizo una mueca ante aquella perspectiva tan poco halagüeña.

—Gracias, creo que preferiría morir.

—Muy bien —dijo Dallas tratando de parecer confiado—. Eso es, entonces lo que tenemos; una semana de actividad plena. Bastante tiempo. Más que suficiente para descubrir un pequeño ser extraño.

Brett contempló el piso.

—Sigo diciendo que debiéramos tratar de sacar el aire. Eso quizás lo matara. A mí me parece la manera más segura. Nos evita la necesidad de enfrentárnosle directamente. No sabemos qué problema pueda crear ese ser.

—Ya pasamos por todo eso, ¿recuerdas? —protestó Ripley.

—Eso suponiendo que hubiéramos pasado el tiempo sin aire en los congeladores. Supongamos que nos ponemos los trajes de presión, y luego sacamos el aire. No podrá deslizarse hasta nosotros si estamos despiertos en nuestros trajes.

—¡Qué buena idea! —exclamó Lambert, indicando con el tono que pensaba todo lo contrario.

—¿Qué tiene de mala?

—Nos quedan cuarenta y ocho horas de aire en nuestros trajes de presión y necesitamos diez meses para volver a casa —explicó Ash—. Si la criatura puede vivir cuarenta y nueve horas sin aire, estaremos donde empezamos, pero habiendo perdido dos días.

—¡Vaya idea! —exclamó Lambert—. ¡Vamos, Parker! Piensen en algo nuevo, ustedes dos.

Los ingenieros no tenían intención de abandonar tan fácilmente la idea.

—Quizás pudiéramos establecer alguna clase de líneas especiales de los tanques del traje al tanque principal. Brett y yo somos buenos ingenieros prácticos. Las conexiones de las válvulas serían difíciles, pero estoy seguro de que podríamos hacerlo. Tendrían que respaldarnos ¿saben?

—Todo es para sus propios egos ¿verdad? —dijo Ripley, sin tratar de moderar su sarcasmo.

—Eso no es práctico —dijo Ash, hablando con simpatía a los dos hombres—. Recuerden que ya hemos discutido la definitiva posibilidad de que la criatura pueda vivir sin aire. El problema es más grave. No podemos permanecer enganchados a los tanques principales mediante unos cordones umbilicales y al mismo tiempo cazar a la criatura. Aun si la idea de ustedes funciona, habremos consumido tanto aire en los trajes que no quedará ninguno para cuando salgamos del hipersueño. Los congeladores se abrirán automáticamente... a un vacío.

—¿Y si dejamos algún especie de mensaje, o transmitimos de modo que puedan encontrarnos y abastecernos con aire fresco en cuanto nos hallen? —preguntó Parker, pensativo.

Ash no pareció convencido.

—Demasiado arriesgado. En primer lugar, nuestra transmisión puede llegar uno o dos minutos antes que nosotros. Para que un equipo de emergencia nos encontrara en el momento en que saliéramos del hipersueño, se acoplara desde el exterior, nos llenara de aire sin dañar la integridad de la nave... No, creo que no podría hacerse... Y aún si se pudiera, estoy de acuerdo con Ripley en un punto crítico. No podemos arriesgarnos a volver a los congeladores hasta estar seguros que la criatura está muerta, o encerrada. Y no podremos asegurarnos de que está muerta si pasamos un par de días en nuestros trajes y luego corremos a los congeladores.

Parker gruñó.

—Sigo creyendo que era una buena idea.

—Vayamos al verdadero problema —interrumpió Ripley, impaciente—. ¿Cómo lo encontraremos? Podemos probar una docena de medios para encontrarlo, pero sólo cuando sepamos dónde está. No hay pantalla visual en los puentes B y C. Recuerden que todas las pantallas están afuera.

—Así pues, tendremos que buscarlo.

Dallas se sorprendió de lo fácil que era tomar la decisión obvia pero aterradora. Una vez dicha, se encontró resignado a ella.

—Eso parece razonable —reconoció Ash—. Sin embargo, es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Cómo hemos de proceder?

Dallas vio que ellos habrían deseado que no siguiera lo inevitable hasta su fin. Pero era la única manera.

—Nada fácil vale la pena. Sólo hay un modo en que podemos estar seguros de no perderlo y al mismo tiempo aprovechar al máximo nuestro tiempo con aire. Tendremos que revisar habitación por habitación y corredor por corredor.

—Tal vez pudiéramos adaptar alguna especie de congelador portátil —sugirió Ripley, de mala gana—. Congelar cada salón y corredor desde cierta...

Se interrumpió, al ver que Dallas meneaba la cabeza tristemente.

Miró hacia otro lado.

—No es que tenga tanto miedo, ¿comprenden? Sólo trataba de ser práctica. Como Parker, creo que sería buena idea tratar de evitar una confrontación directa.

—Deja ya eso, Ripley —dijo Dallas, tocándose el pecho con el pulgar—. Yo tengo un miedo horrible. Todos lo tenemos. Pero no podemos complicar las cosas haciendo adaptaciones. Ya perdimos demasiado tiempo dejando que una máquina tratara de ayudar a Kane. Es tiempo de que nos ayudemos nosotros mismos. Eso es lo que hacemos a bordo de esta nave antes que nada, ¿recuerdan? Cuando las máquinas no pueden con un problema, esta se vuelve nuestra labor. Además, quiero tener el placer de ver explotar al pequeño monstruo cuando lo encontremos.

Aquel discurso no inspiró a nadie. Ciertamente nada estaba más lejos de la intención de Dallas. Pero sí tuvo el efecto de reanimar a la tripulación. Vieron que podían volver a verse las caras unos a otros, en lugar de las paredes o al piso, y hubo ciertos murmullos de determinación.

—Muy bien —dijo Lambert—. Lo sacaremos de donde esté escondido, y luego lo haremos explotar. Lo que deseo saber es: ¿Cómo vamos del punto A al punto C?

—Hay que atraparlo de algún modo —dijo Ripley, que daba vueltas en la mente a varias ideas. La capacidad del ser extraño para expeler ácidos hacía que todas aquellas ideas fueran inútiles.

—Debe haber sustancias, aparte del metal, que no pueda corroer tan rápidamente —dijo Brett pensando en voz alta y mostrando que sus ideas seguían los mismos lineamientos de Ripley—. Por ejemplo, un cordón de trilón. Si hiciéramos una red con esa sustancia, podríamos capturarlo sin hacerle daño. Quizás no se sienta muy amenazado por una delgada red como, digamos, por una sólida barra de metal.

Dirigió una mirada interrogante por toda la mesa.

—Yo podría unir algo, fundirlo rápidamente.

—Este cree que vamos a cazar mariposas —dijo burlonamente Lambert.

—¿Cómo lo atraparemos con la red? —preguntó Dallas en voz baja.

Brett reflexionó.

—Habrá que emplear algo que no lo haga sangrar, desde luego. Ni pensar en navajas o instrumentos agudos. Tampoco en pistolas. Yo podría hacer un conjunto de tubos de metal con baterías. Tenemos bastantes allá en el almacén. Sólo requerirá unas cuantas horas.

—¿Para los rodillos y la red?

—Sí. No se necesita nada muy complicado.

Lambert casi no podía soportar aquello.

—¡Primero mariposas, ahora lanzas para ganado! ¿Por qué escuchan a este estúpido?

Dallas dio vueltas a la idea en la cabeza, visualizándola desde el mejor punto de vista. El ser extraño acorralado, amenazante con sus dientes y garras. Descargas eléctricas de un lado, lo bastante fuertes para irritar, pero no para herir. Dos de ellos lo metían en la red y luego lo mantenían ocupado, mientras los demás lo arrastraban al puente principal. Quizás el ser extraño quemara la red para librarse, quizás no. Y una segunda y una tercera red a mano, por si eso sucedía.

El monstruo envuelto, a la escotilla; la cerradura sellada y la emergencia resuelta. ¡Adiós, monstruo, hasta Arcturus! ¡Adiós pesadilla! ¡Hola, tierra y salud!

Recordó el último comentario desdeñoso de Lambert y dijo, sin dirigirse a nadie en particular:

—Lo escuchamos porque, esta vez, puede tener razón...

El
Nostromo,
indiferente a la actividad febril de algunos de sus pasajeros, no menos indiferente a la resignada espera de otros, continuaba hacia la Tierra, a un múltiplo de la velocidad de la luz. Brett había tenido varias horas para completar la red con los tubos, pero él y Parker trabajaron como si sólo dispusieran de algunos minutos. De pronto, Parker se dio cuenta que estaba deseando que aquel trabajo fuera más complejo. Le habría evitado estar mirando continuamente los rincones, gabinetes y pasillos oscuros.

Mientras tanto, el resto de la tripulación sólo podía ocuparse en otras cosas, aguardando que estuviesen listos sus pertrechos de caza. En varios cerebros el pensamiento inicial, "¿Dónde se ha metido ese ser?", empezaba a ser reemplazado por pensamientos como "¿Qué está haciendo?".

Un solo miembro de la tripulación tenía sus pensamientos en otra cosa. Ya llevaba cierto tiempo aferrado a una idea, la había llevado a su punto de madurez. Ahora tenía dos alternativas. Podía discutirlo con toda la tripulación, o discutirlo a solas con su causa. Si hacía lo primero y se demostraba que estaba equivocado, como verdaderamente deseaba estarlo, podía dañar irreparablemente la moral de la nave. Para no mencionar el riesgo de ser procesado por la Compañía.

Si tenía razón, los otros pronto lo descubrirían.

Ash se hallaba sentado ante el gran tablero central de la enfermería, planteando cuestiones a la computadora médica y ocasionalmente recibiendo una o dos respuestas. Al entrar Dallas, levantó la mirada y le sonrió amablemente; luego volvió a su trabajo.

Dallas permaneció a su lado, tranquilo; sus ojos pasaban de los datos a veces incomprensibles del tablero a su oficial en ciencias. Los números, palabras y diagramas que brillaban en las pantallas eran más fáciles de interpretar que aquel hombre.

—¿Jugando o trabajando?

—No hay tiempo para jugar —replicó Ash, con rostro impasible.

Tocó un botón y ante él apareció una larga lista de cadenas moleculares para un aminoácido hipotético especial. Un toque a otro botón hizo que dos de las cadenas seleccionadas empezaran una lenta rotación en tres dimensiones.

—Mandé tomar algunas muestras de los lados del primer agujero que aquella mano hizo en el puente.

Hizo luego un gesto indicando el pequeño cráter que había en el lado derecho de la plataforma médica donde se había desangrado la criatura.

—Pensé que había suficientes residuos de ácido para echarles una hojeada, químicamente hablando, si logro descomponer la estructura, Madre quizás pueda indicarme una forma para un agente capaz de anularlo. Entonces nuestro nuevo visitante podrá desangrarse por todo el lugar, si lo herimos, y nosotros lograremos neutralizar cualquier ácido.

—Parece magnífico —reconoció Dallas, observando de cerca a Ash—. Si hay alguien a bordo que pueda hacerlo, ese eres tú.

Ash se encogió de hombros, indiferente.

—Ese es mi trabajo.

Transcurrieron varios minutos de silencio. Ash no veía razones para reanudar la conversación. Dallas continuaba estudiando los datos; finalmente dijo con voz hueca:

—Deseo hablarte.

—Te informaré en el momento en que encuentre algo —aseguró Ash.

—No es eso de lo que quiero hablarte.

Ash levantó la mirada con curiosidad, y luego volvió hacia sus instrumentos, cuando nuevos informes iluminaron dos pequeñas pantallas.

—Considero vital descomponer la estructura de este ácido. Habría creído que tú también pensarías eso. Hablemos más tarde. De momento estoy ocupado.

Dallas hizo una pausa antes de replicar, y luego dijo en voz baja pero firme:

—No me importa, deseo hablar contigo
ahora.

Ash movió varios interruptores, vio ponerse en cero varios marcadores y luego levantó la mirada hacia el capitán.

—También es tu cabeza la que estoy tratando de salvar. Pero si es tan importante, hablemos.

—¿Por qué dejaste que el ser extraño viviera dentro de Kane?

El científico se encogió de hombros.

—No estoy seguro de haberte comprendido. Nadie "dejó" que nada viviera dentro de su cuerpo; sencillamente, así sucedió.

—¡Mentira!

Ash dijo secamente, sin dejarse impresionar:

—No puede decirse que esa sea una evaluación racional de la situación, de una manera o de otra.

—Bien sabes de lo que estoy hablando. Madre estaba analizando su cuerpo y tú estabas dirigiendo a Madre. Así debía ser, porque tú eres el mejor calificado para hacerlo. Tuviste que tener alguna idea de lo que estaba ocurriendo.

—Tú viste la mancha negra en la pantalla del monitor al mismo tiempo que yo.

—¿Esperas que crea que el automédico no tiene potencia suficiente para penetrar eso?

—No es cuestión de potencia, sino de longitud de onda. El ser extraño logró detectar las longitudes de onda que utilizan los rastreadores del automédico. Ya hemos hablado de cómo y por qué puede hacerse eso.

—Suponiendo que creo en eso de que el ser extraño pudo generar un campo defensivo para prevenir ser detectado... Y no lo estoy creyendo... Madre encontraría otras indicaciones de lo que estaba ocurriendo. Antes de morir, Kane se quejó de tener un hambre de lobo. Y lo demostró ante la mesa. ¿No es obvia la razón de ese fantástico apetito?

—¿Lo es?

—El nuevo ser extraño estaba alimentándose de las reservas de proteínas y nutrientes del cuerpo de Kane, y de grasa de su cuerpo para formar su propio cuerpo. No llegó a ese tamaño metabolizando aire.

—Estoy de acuerdo. Eso es obvio.

—Esa clase de actividad metabólica generaría unos datos proporcionales en los instrumentos del automédico, por la simple reducción del peso del cuerpo de Kane, entre otras cosas.

—En cuanto a una posible reducción del peso —replicó Ash con calma—, no apareció tal dato. El peso de Kane simplemente fue transferido al ser extraño. El rastreador del automédico lo atribuiría todo a Kane. ¿Y a qué otras cosas te estás refiriendo?

Dallas trató de ocultar su frustración por sólo haber demostrado cosas parcialmente.

—No lo sé, no puedo dar detalles; sólo soy un piloto. El análisis médico no es mi departamento.

—No —dijo Ash, significativamente—, es el mío.

—Sin embargo, tampoco soy un total idiota —contestó Dallas, cortante—. Quizás no conozco las palabras apropiadas para demostrar lo que quiero decir, pero no estoy ciego; puedo ver lo que ocurre.

Ash cruzó los brazos, se apartó del tablero empujándolo con las piernas y dijo duramente a Dallas:

—Exactamente ¿qué estás tratando de decirme?

Dallas atacó de frente:

—Tú quieres que el ser extraño siga con vida. Te interesa tanto que no te importó la muerte de Kane. Supongo que debes tener una razón. Te conozco desde hace poco, pero hasta ahora nunca has hecho nada sin alguna razón. No creo que vayas a empezar ahora.

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