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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (9 page)

BOOK: Alien
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—¿Están sugiriendo que no debemos entrar?

—No, no. Pero no hay necesidad de apresurarse.

Luego añadió, dirigiéndose al lejano oficial de ciencias:

—¿Aún puedes vernos, Ash?

—Más débilmente ahora que están sobre el transmisor —llegó la respuesta—. Hay cierta interferencia inevitable. Pero aún los oigo claramente.

—Muy bien. No veo luces ni señales de vida. Ningún movimiento como no sea el del maldito polvo. Aprovecha nuestra posición para esta visión en la misma línea, a más distancia; prueba con tus sensores. A ver si descubres algo que nosotros no podamos ver.

Hubo una pausa mientras Ash se apresuraba a obedecer la orden. Continuaban maravillados ante aquellas líneas, elegantemente curvadas, de la enorme nave.

—Ya lo he probado todo —finalmente informó el científico—. No estamos equipados para este tipo de problemas. Somos un remolcador comercial, no una nave de exploración. Necesitaría muchos aparatos caros, que no llevamos, para una lectura apropiada.

—Así pues... ¿qué puedes decirme?

—Desde aquí, nada, señor. No he obtenido ningún resultado y está emitiendo tanta energía que no logro una lectura aceptable. Sencillamente, no tenemos los instrumentos necesarios.

Dallas trató de disimular su desencanto:

—Comprendo. De todos modos, no importa mucho. Pero sigue probando. Y cuando encuentres algo, sea lo que sea, hazlo saber. Especialmente alguna indicación de movimiento. No entres en detalles. Al final haremos los análisis.

—De acuerdo. Tengan cuidado.

—¿Y ahora, qué hacemos, capitán?

La mirada de Dallas recorrió la longitud de la enorme nave y luego volvió para descubrir a Kane y Lambert que lo observaban. El ejecutivo tenía razón, desde luego. No bastaba con saber que aquella era la fuente de la señal. Había que seguir el rastro hasta su generador, intentar descubrir la causa de la señal y de la presencia de la nave en aquel pequeño mundo. No había que pensar siquiera en haber llegado hasta allí y no explorar las entrañas de la nave desconocida.

Después de todo, la curiosidad era la que había movido a la humanidad desde aquel mundo aislado poco importante, y entre los golfos que separaban a las estrellas. Y también recordó que la curiosidad mató al supuesto gato. Llegó entonces a una decisión; la única lógica.

—Desde aquí, parece muerto. Primero nos acercaremos a la base. Después, si nada se presenta...

Lambert lo miró fijamente...

—Después... ¿Qué...?

—Después... veremos.

Echaron a andar hacia el casco; el rastreador colgaba inútilmente del cinturón de Lambert.

—En este punto —empezó a decir Dallas al acercarse a la curva de la nave— sólo puedo pensar una cosa...

A lo lejos, a bordo del
Nostromo,
Ash seguía cuidadosamente cada palabra. De pronto, sin advertencia, la voz de Dallas se desvaneció. Luego volvió, con bastante fuerza, una vez más, antes de perderse por completo. Al mismo tiempo, Ash perdió el contacto visual.

—¡Dallas!

Frenéticamente, Ash manipuló los botones del tablero, movió interruptores y dio una mayor actividad al ya agotado micrófono.

—¡Dallas! ¿Puedes leerme? ¡Los he perdido! Repito, los he perdido...

Tan sólo el constante zumbido termonuclear del sol local sonaba quejumbroso sobre la multitud de magnavoces...

Allá arriba, cerca del casco, la escala colosal de la extraña nave era más evidente que nunca. Se curvaba sobre los exploradores, elevándose sobre el aire cargado de polvo y dando la impresión de ser más sólida que la roca sobre la que descansaba.

—Aún no hay señales de vida —murmuró Dallas, como para sí mismo, observando el caso—. Ni luces ni movimientos.

Hizo un gesto hacia la supuesta proa de la nave.

—Y no veo cómo entrar. Tratemos de subir por allá.

Mientras trepaban cuidadosamente sobre rocas extrañas y guijarros sueltos, Dallas tuvo conciencia de lo pequeño que le hacía sentirse la extraña nave. No pequeño físicamente, aun cuando el arco que cubría a los tres humanos les hacía parecer enanos, sino insignificante en la escala cósmica. La humanidad aún conocía muy poco del universo; sólo había explorado una fracción de uno de sus rincones. Era emocionante y producía cierta alegría especular sobre lo que podía yacer allí a la espera, en los negros golfos, cuando alguien se hallaba al otro extremo de un cinescopio; otra cosa muy distinta era hacerlo aislado en un mundo pequeño y desagradable como aquél, ante una nave de fabricación no humana que, de manera inquietante, parecía una protuberancia, no una máquina ordinaria para manipular y superar las claras leyes de la física.

Tuvo que reconocer que eso era lo que más le preocupaba de la nave. Si se hubiese conformado a las conocidas líneas y composición, entonces su origen no humano no habría parecido tan amenazador. Sus sentimientos no se reducían a simple xenofobia. Básicamente, no habría esperado que lo extraño fuese tan completamente extraño.

—Algo viene.

Dallas vio que Kane señalaba el casco delante de ellos. Se dijo a sí mismo que era hora de dejar a un lado toda especulación ociosa y enfrentarse a la realidad.

Aquella extraña forma con cuernos era una nave espacial que, después de todo, sólo de modo superficial se distinguía del
Nostromo.
No había nada maligno en el material del que estaba hecha, nada ominoso en su diseño. Uno era resultado de una tecnología distinta, el otro posiblemente de ideales estéticos, como de cualquier otra cosa. Vista de tal manera, la nave adquiría una especie de belleza exótica. Sin duda, Ash ya estaría muriéndose de curiosidad por el extraño diseño de la nave y deseando estar aquí entre sus compañeros.

Dallas advirtió la expresión fija de Lambert y supo que al menos había un miembro de la tripulación que, sin vacilar, habría cambiado su lugar por el del científico.

Kane había señalado un trío de sombras negras en el costado del casco. Al acercarse, trepando sobre las rocas, las manchas se convirtieron en aperturas ovales exhibiendo profundidad, además de altura y anchura.

Finalmente, se encontraron de pie exactamente debajo de las tres marcas que se destacaban en el metal (o plástico)... ¿o qué cosa? De más cerca, se podían ver otras aberturas secundarias, aún más oscuras, debajo de los óvalos exteriores. El viento lanzaba polvo y pedrisca hacia dentro y afuera de las aperturas, señal de que aquellos huecos llevaban cierto tiempo abiertos.

—Parece una entrada —murmuró Kane, con las manos en las caderas, mientras observaba los orificios—. Quizás esa sea la idea que alguien tiene de una escotilla. ¿Ven las aperturas internas atrás?

—Si son escotillas, ¿por qué tres tan juntas? —dijo Lambert, mirando aquella apertura con desconfianza—. ¿Y por qué abiertas las tres?

—Quizás a los constructores les guste hacer las cosas por tríos —dijo Kane encogiéndose de hombros—. Si puedo encontrar alguno, te prometo que le preguntaré.

—¡Muy chistoso! —dijo Lambert sin sonreír—. Acepto eso, pero ¿por qué dejar abiertas las tres?

—No podemos estar seguros de que estén abiertas —dijo Dallas, fascinado por los óvalos tersos, tan distintos a las protuberantes entradas cuadradas del
Nostromo.
En cambio, éstas parecían integradas en la textura del casco en lugar de haber tenido que ser posteriormente abiertas sobre la construcción mediante fundiciones y sellos.

—En cuanto a lo de estar abiertas, si en realidad lo están —continuó Dallas—, quizás la tripulación tuvo que salir a toda prisa.

—¿Para qué habrían de necesitar tres escotillas?

Dallas la interrumpió irritado.

—¿Cómo demonios debo saberlo?

Inmediatamente añadió:

—Lo siento... No debí decir eso.

—Lo comprendo —respondió ella y otra vez sonrió ligeramente—. Fue una pregunta tonta.

—Es hora de que conozcamos alguna respuesta.

Manteniendo la mirada fija en el piso, cuidándose de los guijarros sueltos, Dallas avanzó sobre una ligera inclinación que conducía a las aperturas.

—Ya hemos esperado bastante. Entremos... si podemos.

—Quizás esta sea la idea que alguien tiene de una cerradura —dijo Kane estudiando el interior de la abertura por la que estaban entrando—. No es mi idea.

Dallas ya se hallaba en el interior.

—La superficie es firme. La puerta secundaria o escotilla o lo que sea también está abierta.

Luego, hizo una pausa:

—Aquí en el interior hay una gran sala.

—¿Cómo es la luz? —preguntó Lambert, palpando su propia barra de luz colocada en su cinturón del otro lado de la pistola.

—Parece que es suficiente por ahora. Ahorren energía mientras puedan. Entren.

Kane y Lambert lo siguieron y entraron por un breve pasillo y salieron a una sala de techo alto. Si había máquinas, controles y algún tipo de instrumentos en aquella sección de la nave, seguramente estarían ocultos tras sus paredes grises. Aquello se parecía notablemente al interior de una caja torácica humana; unas redondeadas abrazaderas de metal abarcaban el techo, el piso y las paredes. Una luz fantasmal llegaba del exterior y danzaba en las partículas de polvo suspendidas en el aire casi inmóvil de aquel salón misterioso.

Dallas miró interrogante al funcionario ejecutivo.

—¿Qué crees?

—No sé qué pensar. ¿Será una sala para el cargamento? ¿O parte de un complicado sistema de seguridad? Sí, eso debe ser. Acabamos de pasar por una doble puerta y esta es la auténtica cerradura.

—Demasiado grande para una cámara de aire —dijo la voz de Lambert, opaca tras el casco.

—Es sólo una suposición. Si los habitantes de esta nave son de la misma escala que nosotros en proporción a nuestro
Nostromo,
probablemente necesitarán una cámara de este tamaño. Pero reconozco que la idea de un depósito de carga parece tener más sentido. Podría explicar la necesidad de las tres entradas.

Se volvió entonces y vio a Dallas que se inclinaba sobre un agujero negro en el suelo.

—¡Eh! ¡Mira allí, Dallas! No puede saberse qué habrá allá abajo, ni hasta dónde llegue.

—La nave sigue abierta al exterior y nada parece haberse enterado de nuestra entrada. No creo que haya aquí nadie vivo.

Dallas se quitó de la cintura su barra de luz, la encendió y dirigió hacia abajo el rayo brillante.

—¿Ves algo? —preguntó Lambert.

—Sí —respondió Kane sonriente—. ¿Quieres ver algo así como un conejo con un reloj? —Su voz era esperanzada.

—No puedo ver absolutamente nada —dijo Dallas paseando la luz lentamente de un lado a otro. Era un rayo estrecho pero poderoso, capaz de mostrar cualquier cosa que estuviese a una distancia razonable debajo de ellos.

—¿Qué es? —dijo Lambert que se había acercado para quedar junto a él a una distancia razonable del abismo—. ¿Otro depósito de carga?

—Desde aquí no puede saberse. Sencillamente, desciende. Veo paredes lisas hasta donde llega mi rayo. No hay indicación de abrazaderas, de un ascensor, de alguna escalera o de algún medio de descender. No puedo ver el fondo; mi luz no alcanza. Debe ser una cámara de acceso de algún tipo.

Apagó entonces su luz y se apartó un metro del agujero; luego empezó a sacar aparatos de su cinturón y de su mochila. Los dejó en el suelo, se irguió y dio un vistazo alrededor de la cámara gris tenuemente iluminada.

—Bueno, lo que haya abajo puede esperar. Primero miraremos por aquí. Quiero asegurarme de que no habrá sorpresas. Quizás podamos encontrar una manera fácil de bajar.

Volvió a encender su luz e iluminó las paredes cercanas. Pese a su parecido con el interior de una ballena, las paredes permanecían tranquilizadoramente inmóviles.

—Esto se extiende... pero no demasiado lejos. Por ningún motivo se aparten tanto que no puedan verse el uno al otro. Recorrer esto debe necesitar un par de minutos.

Kane y Lambert activaron sus barras de luz. Avanzando en hilera, empezaron a explorar el vasto salón.

Por doquier yacían dispersos fragmentos de algún material gris. Gran parte se hallaba enterrado bajo minúsculas dunas de polvo y piedra pómez desmenuzada que había invadido la nave. Kane no hizo caso a aquel material; buscaba algo que estuviese intacto.

La luz de Dallas se posó inesperadamente en una forma que no era parte de las paredes ni del suelo. Acercándose, se valió de su rayo para ver sus contornos. Parecía un pequeño vaso o ánfora de color marrón y aspecto resbaloso. Al acercarse se inclinó sobre la tapa rota y mellada e iluminó el interior.

Vacío.

Decepcionado, Dallas se apartó sorprendido de que algo, al parecer, hubiese permanecido casi intacto, mientras otras sustancias más duraderas se habían deshecho o quebrado. Aunque, por lo que sabía, la composición de aquel vaso podía poner a prueba la capacidad de su pistola de fundición.

Se disponía ya a volver al agujero del suelo, cuando su luz se posó en algo complejo y al parecer mecánico. Dentro de los límites semi-orgánicos de la extraña nave, su apariencia, tranquilizadoramente funcional, constituyó un alivio aun cuando el diseño mismo fuese totalmente inexplicable.

—¡Aquí!

—¿Algo malo? —se oyó la voz de Kane.

—No. He descubierto un mecanismo.

Lambert y Kane corrieron para acercársele; sus botas levantaron nubéculas de polvo. Unieron sus luces a las de Dallas; todo parecía tranquilo y muerto, aunque Dallas tuvo la impresión de una leve energía que estuviese funcionando apaciblemente tras aquellos paneles de tan extraños contornos. Y la vista de una sola barra de metal que se movía continuamente de un lado a otro fue prueba de una vida mecánica, aun cuando los sensores de sus trajes no revelaban ningún sonido.

—Parece que todavía estuviese funcionando. Quisiera saber cuánto tiempo lleva trabajando así —dijo Kane mientras examinaba fascinado, aquel aparato—. Y también quisiera saber qué hace.

—Yo puedo decírtelo —dijo la voz de Lambert.

Lambert confirmó lo que Dallas ya había supuesto. Lambert empuñaba su rastreador, el mismo instrumento que los había conducido ahí desde el
Nostromo.

—Es el transmisor. Una llamada automática de socorro, tal como imaginamos que sería. Parece limpio, por lo que debe ser nuevo, aun cuando yo diría que ha estado emitiendo esa señal durante años —dijo encogiéndose de hombros—, o quizás décadas, o más tiempo aún.

Dallas hizo pasar un pequeño instrumento sobre la superficie del extraño aparato.

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