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Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (6 page)

BOOK: Alien
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—No lo podemos arreglar todo aquí atrás, sea lo que sea —replicó Parker.

—No dije que pudieran. No espero eso. ¿Qué pueden hacer?

—Necesitamos reparar un par de estos ductos y realinear las tomas dañadas. Debemos trabajar en los daños realmente graves. No podemos colocar bien esos ductos sin llevar la nave a un dique seco. Haremos lo que podamos, con nuestros recursos.

—De acuerdo. ¿Qué más?

—Ya te lo dije. El módulo doce. Te lo diré de una vez, perdimos una celda principal.

—¡Cómo? ¿Por el polvo?

—En parte, sí.

Parker hizo una pauta mientras intercambiaba palabras inaudibles con Brett y luego volvió a enfrentarse al micrófono:

—Algunos fragmentos se aglutinaron dentro de las tomas, se solidificaron y causaron un sobrecalentamiento que causó el fuego. Ya sabes lo sensibles que son estas cosas. Pasó directamente a través del blindaje e incendió todo el sistema.

—¿Hay algo que puedas hacer? —preguntó Dallas. De alguna manera había que reparar el sistema. No podían reemplazarlo.

—Creo que sí. Y Brett cree que sí. Tenemos que limpiar todo y volver a crear un vacío y luego veremos si se sostiene. Si permanece tenso después de limpiarlo, todo irá bien; si no, podemos tratar de hacer un parche de metal. Si resulta que hay una grieta a lo largo del ducto, entonces...

Su voz se desvaneció.

—No hablemos todavía de los problemas últimos —sugirió Dallas—. Dediquémonos a los inmediatos y esperemos que no haya más.

—Por nosotros, está bien.

—Correcto —añadió Brett, y su voz sonó como si estuviera trabajando a la izquierda del ingeniero.

—El puente, corte.

—Ingeniería, corte. Mantengan caliente el café.

Ripley desconectó la intercomunicación y miró expectante a Dallas que estaba sentado, pensando, inmóvil.

—¿Cuánto tardaremos antes de funcionar, Ripley? Supongamos que Parker tiene razón acerca de los daños y que él y Brett pueden hacer las reparaciones.

Ripley estudió los datos y pensó durante un momento.

—Si ellos pueden realinear esos ductos y fijar el módulo doce hasta el punto en que soporte su parte de la carga de energía, calculo que entre quince y veinte horas.

—No está mal. Supongamos dieciocho —dijo Dallas sin sonreír, pero sentía ya renacer su esperanza—. ¿Y qué me dices de los auxiliares? Más valdrá que estén listos cuando recobremos la energía.

—Estoy trabajando en ello —dijo Lambert haciendo adaptaciones en los instrumentos ocultos—. Cuando hayan terminado en ingeniería, estaremos listos.

Diez minutos después, un minúsculo altoparlante en la estación de Kane dejó escapar una serie de agudos "bips". Kane estudió un aparato y luego encendió la comunicación:

—Puente, habla Kane.

Con voz agotada pero sin poder ocultar su satisfacción, Parker habló desde el otro extremo de la nave:

—No sé cuánto tiempo podrá sostenerse. Algunas de las fundiciones que hicimos son bastante burdas. Si todo funciona como debe, volveremos a hacerlo con más cuidado y haremos permanentes los sellos. Ahora, ya deben tener energía ustedes.

El ejecutivo oprimió un botón; las luces volvieron al puente y ciertos instrumentos dependientes parpadearon y luego quedaron encendidos; hubo murmullos y sonidos dispersos de aprobación de los demás.

—Otra vez tenemos energía y luz —informó Kane—. Buen trabajo, ustedes dos.

—Todo nuestro trabajo es bueno —replicó Parker.

—Muy bien.

Brett debía estar hablando junto al micrófono de intercomunicación, junto a los motores, a juzgar por el zumbido continuo que formaba un elegante contrapunto con su habitual respuesta monosilábica.

—No se entusiasmen demasiado —decía Parker—. Los nuevos nexos deben mantenerse, pero no hago promesas. Simplemente, aquí unimos cosas. ¿Algo nuevo por allá?

Kane meneó la cabeza y se recordó a sí mismo que Parker no podía ver el gesto.

—Absolutamente nada.

Luego dio una ojeada por la escotilla más cercana. Las luces del puente arrojaban su pálido reflejo sobre un cuadro de terreno desierto, sin ningún rasgo notable; ocasionalmente, la tormenta que azotaba aquel paraje lanzaba algún fragmento de arena o de roca que pasaba frente a la escotilla y podía verse un breve rayo producido por reflejos. Pero eso era todo.

—Tan sólo roca. No se puede ver muy lejos. Por lo que veo, podríamos estar a cinco metros del oasis local.

—Sigue soñando —gritó Parker a Brett y luego añadió en tono objetivo—: Manténganse en contacto. Si hay algún problema, hágannoslo saber.

—Ya te enviaremos una postal —dijo Kane, y cortó la comunicación.

3

Habría sido mejor para la paz mental de todos ellos dejar que la emergencia continuara. Nuevamente con luces y energía y sin nada que hacer salvo mirarse las caras, las cinco personas del puente se pusieron cada vez más inquietas. No había espacio para extenderse y relajarse. Un solo pasillo habría ocupado todo lugar del puente. Así pues, se quedaron en sus puestos bebiendo cantidades excesivas de café servido por el
autochef
y tratando de pensar en algo que evitara a sus activos cerebros concentrarse en la desagradable situación. En cuanto a lo que había fuera de la nave, posiblemente allí cerca, preferían no hacer especulaciones en voz alta. De todos ellos, sólo Ash parecía relativamente contento. Su única preocupación momentánea era el estado mental de sus compañeros. No había verdaderas instalaciones recreativas en la nave. El
Nostromo
era un remolcador, una nave de trabajo, no de placer. Cuando no estaba desempeñando las tareas necesarias, su tripulación debía pasar su tiempo libre en la confortable matriz del hipersueño. Era natural que un tiempo libre, de vigilia, los pusiese nerviosos aun en las mejores circunstancias, y las circunstancias del momento no eran precisamente las mejores.

Ash podía plantear una y otra vez problemas teóricos a las computadoras sin aburrirse nunca. Para él, el tiempo de vigilia era estimulante.

—¿Alguna respuesta a nuestras llamadas? —preguntó Dallas inclinándose en su silla para ver de cerca al oficial en ciencias.

—He probado todo tipo de respuestas del manual, además de la asociación libre. También hice que Madre probara un enfoque codificado estrictamente mecanólogo —dijo Ash sacudiendo la cabeza, decepcionado—. Nada, aparte de aquel llamado de emergencia, repetido a intervalos, todos los demás canales están en blanco, salvo un continuo telerrumor en 0.3-3.

—Madre dice que esa es la descarga característica de la estrella central de este mundo. Hay por aquí alguien o algo vivo, pero no sabe hacer nada más que pedir auxilio.

Dallas hizo un ruido vulgar.

—Bueno, ya tenemos la energía de vuelta. Veamos dónde estamos.

Ripley encendió un interruptor. Por la escotilla pudo verse una cadena de luces poderosas, como perlas brillantes en el costado oscuro del
Nostromo.
Ahora eran más evidentes el polvo y el viento que a veces formaba pequeños remolinos en el aire y otras soplaba en línea recta y con fuerza considerable a través de su línea de visión. Rocas aisladas, escarpamientos y cañadas eran los únicos rasgos de aquel paisaje desolado. No había señales de nada viviente ni un manchón de liquen, una mata, nada. Sólo viento y polvo girando en una noche extraña.

—No fue un oasis —dijo Kane para sí mismo.

Todo era yerto, monótono, inhospitalario.

Dallas se levantó, avanzó hacia una escotilla y contempló la tormenta que continuaba; vio pasar ante el cristal fragmentos de roca. Se preguntó si alguna vez la atmósfera estaría tranquila en aquel pequeño mundo. Por lo que sabía de las condiciones locales, el
Nostromo
igualmente habría podido posarse en mitad de un tranquilo día de verano, mas no era probable. Aquel globo no era lo bastante grande para producir un clima realmente violento como, por ejemplo, el de Júpiter. Lo consoló un poco pensar que el tiempo, allá afuera, probablemente no podía ser mucho peor.

Los avalares del clima local eran el principal tema de la conversación.

—No podemos ir a ninguna parte en esto —dijo Kane, señalando la nave— al menos, no en la oscuridad.

Ash desvió la mirada del tablero. No se había movido, evidentemente estaba tan tranquilo física como mentalmente. Kane no podía comprender cómo lo hacía el oficial de ciencias. Si él no hubiese abandonado su puesto de vez en cuando para pasearse un poco, ahora ya estaría loco.

Ash levantó la mirada y le ofreció una información útil:

—Madre dice que el sol local saldrá dentro de veinte minutos; donde vayamos, ya no será en la oscuridad.

—Eso ya es algo —reconoció Dallas aferrándose a aquella nueva esperanza—. Si los que pidieron auxilio ya no pueden o no quieren llamar más, de todos modos tendremos que ir a buscarlos o a buscarlo, si la señal fue producida por un rayo automático. ¿A qué distancia estamos de la fuente de la transmisión?

Ash estudió sus datos y activó, para su confirmación, un planeador automático.

—A cerca de tres mil metros, en su mayoría de terreno plano, por lo que dicen los exploradores; poco más o menos, al nordeste de nuestra posición actual.

—¿La composición del terreno?

—Parece ser la misma que determinamos al descender. Ahora estamos posados sobre algo duro. Basalto sólido con variantes menores, aun cuando no descartemos la posibilidad de encontrar algunas bolsas amigdaloidades aquí y allá.

—Entonces, tendremos cuidado al avanzar.

Kane comparaba mentalmente la distancia con el tiempo.

—Al menos está lo bastante cerca para poder ir andando.

—Sí —dijo Lambert, al parecer complacida—. No me agradaría nada tener que mover la nave. Un descenso directo de la órbita es más fácil que un cambio de superficie a superficie con este tiempo.

—Muy bien. Ahora sabemos que tendremos que caminar. Veamos a través de qué habrá que avanzar. Ash, danos un análisis atmosférico preliminar.

El oficial de ciencias oprimió unos botones. Una pequeña escotilla se abrió en la piel del
Nostromo.
Un pequeño frasco de metal surgió al viento durante un minuto, absorbió una porción del aire de aquel mundo y volvió a hundirse en la nave.

Esa muestra fue proyectada a una cámara al vacío. Avanzadísimos instrumentos procedieron a desmenuzarla. En muy poco tiempo, aquellas piezas de aire aparecieron en forma de números y símbolos en el tablero de Ash.

Ash los estudió brevemente, pidió un doble análisis de uno de ellos y luego informó a sus compañeros:

—Es casi una mezcla primordial. Mucho nitrógeno inerte, algún oxígeno, alta concentración de bióxido de carbono libre, hay metano y amoniaco, parte de este último en estado de congelación. Allí afuera hace frío. Ahora estoy trabajando sobre los elementos, pero no espero ninguna sorpresa. Todo parece bastante normal, pero irrespirable.

—¿Presión?

—De diez a la cuarta de dina por centímetro cuadrado. No nos sostendrá, a menos que el viento realmente nos levante.

—¿Qué contenido de humedad? —quiso saber Kane, y de su mente desaparecieron las imágenes de un supuesto oasis terrenal.

—Noventa y ocho doble P. Quizás no huela bien, pero es húmedo. Mucho vapor de agua. Es una mezcla extraña. Nunca pensé encontrar tanto vapor coexistiendo con el metano. ¡Oh, bueno! No recomendaría beber de ninguna fuente, si es que existen. Probablemente no hay agua.

—¿Hay algo más que debamos saber? —preguntó Dallas.

—Sólo que hay una superficie de basalto, con mucha lava endurecida. Y aire frío muy por debajo de la línea —les informó Ash—. Necesitaremos ropas para enfrentarnos a esa temperatura. Aunque el aire sea respirable, no es probable que haya nada vivo allí.

Dallas pareció resignado:

—Supongo que resulta irrazonable esperar algo más. Quiero creer que hay unas fuentes eternas. Ya hay una atmósfera que hace que la visión sea mala. Habría preferido que hubiera aire; en fin, nosotros no diseñamos estas rocas.

—Nunca se sabe —dijo Kane filosofando de nuevo—. Quizás esa sea la idea que alguien tenga de un paraíso.

—No tiene ningún objeto maldecir —les aconsejó Lambert—. Habría podido ser mucho peor.

Luego estudió la tormenta de afuera. Todo iba iluminándose conforme se aproximaba el amanecer.

—Desde luego, prefiero esto a tratar de aterrizar en algún gigante gaseoso, donde habríamos tenido vientos de trescientos kilómetros por hora en períodos de calma, y diez a veinte gravedades a las que hacer frente. Por lo menos, podremos pasearnos sin soporte de generador y estabilizadores. No saben lo bien que nos ha ido.

—Es curioso, pero no me siento muy bien —replicó Ripley—. Preferiría estar en el hipersueño.

Algo pasó junto a sus tobillos y ella se agachó para acariciar el lomo de Jones. El gato ronroneó agradecido.

Kane dijo animado:

—Oasis o no, yo me ofrezco a salir primero. Quiero tener oportunidad de ver de cerca al de la llamada misteriosa. Nunca se sabe qué se puede encontrar.

—¿Joyas y dinero? —dijo Dallas, sin poder contener una sonrisa; Kane era un notable soñador.

El se encogió de hombros.

—¿Por qué no?

—Bueno, ya te oí. Muy bien.

Quedó aceptado que Dallas sería miembro de la pequeña expedición. Dio un vistazo alrededor del puente en busca de un candidato que completara el grupo:

—¿Vienes tú también, Lambert?

Lambert no pareció muy contenta.

—Bueno. Pero ¿por qué yo?

—¿Por qué no tú? Eres nuestra especialista en orientación. Veamos qué tal lo haces sin tus instrumentos.

Echó a andar por el corredor y luego se detuvo y dijo en tono objetivo:

—¡Ah! Algo más. Seguramente nos encontraremos ante un cadáver abandonado y un rayo de repetición, o por el contrario en estos momentos ya habríamos oído algunos sobrevivientes. Pero aún no podemos estar seguros de lo que veremos. Este mundo no parece pulular de vida, hostil o no, pero no correremos riesgos innecesarios. Saquemos algunas armas.

Luego vaciló cuando Ripley se apresuró para reunirse a ellos.

—Tres es el máximo que pueden salir de la nave, Ripley. Tú tendrás que aguardar turno.

—No iba a salir —le dijo Ripley—. Me gusta estar aquí. Simplemente, he hecho ya todo lo que he podido. Parker y Brett van a necesitar ayuda con el trabajo delicado al tratar de arreglar esos duelos.

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