Read Alien Online

Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (3 page)

BOOK: Alien
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Sí, había un sol central, fijo en las pantallas múltiples, pero no era Sol. No era el color debido, y unos puntos que giraban en órbita a su alrededor eran peores aún. Eran inadmisibles; de otra forma, otro color, otro número.

—Ese no es nuestro sistema —observó Ripley sombríamente expresando lo que era obvio.

—Quizás lo malo sea nuestra orientación, no la de las estrellas —dijo Kane, aunque su voz no parecía muy convincente, ni siquiera para él—. Se ha sabido de naves que salen del hiperespacio en sentido opuesto al de su destino; aquello podría ser Centauri, en gran amplificación, y Sol puede estar detrás de nosotros. Echemos una ojeada antes de dejarnos dominar por el pánico.

Se guardó de añadir que el sistema visible en la pantalla se parecía tanto al de Centauri como al de Sol.

Las cámaras selladas en la maltratada superficie del
Nostramo
empezaron a moverse silenciosamente en el vacío del espacio, buscando a través del infinito algún indicio de una Tierra cálida.

Las cámaras secundarias del cargamento del
Nostromo,
monstruoso conglomerado de gruesas formas de metal, aportaron su propia línea de visión. Los seres vivos de una época anterior se habrían asombrado de saber que el
Nostromo
estaba remolcando una considerable cantidad de petróleo crudo a través del vacío entre las estrellas, en su propia refinería automática que nunca dejaba de funcionar. Aquel petróleo sería ya productos petroquímicos terminados para cuando el
Nostromo
llegara a su órbita alrededor de la Tierra; tales métodos eran necesarios. Aunque la humanidad había creado desde mucho tiempo atrás maravillosos y eficaces sustitutos para impeler su civilización, sólo lo había logrado después de que unos ávidos individuos habían extraído hasta la última gota de petróleo de la agotada Tierra.

La fusión y la energía solar movía a todas las máquinas del hombre. Pero no podían sustituir a los productos químicos. Un motor de fusión no podía producir plástico, por ejemplo. Los mundos modernos antes podrían existir sin energía que sin plásticos. De allí la presencia del cargamento del
Nostromo,
comercialmente lucrativo aunque históricamente incongruente, y del fétido líquido negro que procesaba pacientemente.

El único sistema que las cámaras mostraban era el que se hallaba limpiamente colocado en el centro de varias pantallas, el que tenía un desconcertante collar de planetas circundando una estrella de color extraño. Ahora no había duda en el cerebro de Kane, y menos aún en el de Lambert, de que el
Nostromo
había tomado ese sistema por su destino inmediato.

Sin embargo, aún podía ser un error de tiempo, y no de espacio. Sol podía ser el sistema localizado en la cercanía, a derecha o izquierda de aquellas estrellas. Había una manera segura de averiguarlo.

—Ponte en contacto con el control de tráfico —dijo Kane, mordiéndose el labio inferior—, si podemos detectar algo allí, sabremos que estamos en el cuadrante correcto; si Sol está en los alrededores, recibiremos una respuesta de una de las estaciones de relevo del sistema exterior.

Los dedos de Lambert tocaron diferentes controles.

—Habla el remolque comercial
Nostromo
del espacio profundo, registro Nº 180246, uno ocho cero, dos cuatro seis, en camino a la Tierra con cargamento de petróleo crudo y refinería apropiada. Llama al control de tráfico de la Antártida. ¿Pueden leerme? Cambio.

Tan sólo el tenue y continuo murmullo de soles distantes replicó por los altoparlantes. Cerca de los pies de Ripley, el gato Jones ronroneaba en armonía con las estrellas.

Lambert intentó de nuevo.

—Remolque comercial
Nostromo
del espacio exterior llama a control de tráfico Sol/Antártida. Tenemos dificultades de navegación fija. Llamada de prioridad; por favor, respondan.

Una vez más, tan sólo el nervioso susurro de las estrellas. Lambert pareció preocupada.


May day, may day
. El remolque
Nostromo
llama a control de tráfico de Sol, o a cualquier nave que nos oiga.
May day
, responda.

La injustificada llamada de auxilio (Lambert sabía que no estaban en peligro inmediato) no recibió ninguna respuesta. Desalentada, apagó el transmisor, pero dejó el receptor abierto en todos los canales, por si alguna otra nave pasaba cerca de allí transmitiendo.

—Sabía que no podíamos estar cerca de nuestro sistema —murmuró Ripley—. Conozco la zona.

Con la cabeza señaló la pantalla que colgaba encima de su propia estación.

—Eso no queda cerca de Sol, y nosotros tampoco.

—Sigue intentando —le ordenó Kane, que luego se volvió para enfrentarse a Lambert—. Entonces, ¿dónde estamos? ¿Has dado una lectura?

—Dame un minuto ¿quieres? No es fácil. Estamos muy lejos.

—Sigue intentando.

—No dejo de hacerlo.

Varios minutos de intensa búsqueda y cooperación de computadoras produjeron una sonrisa de satisfacción en su rostro.

—Ya lo encontré... y a nosotros. Estamos casi en los Retículos de Zeta II. Aún no hemos llegado al anillo exterior poblado. Es demasiado profundo para aferramos a una boya de navegación, no digamos a un relevo de tráfico de Sol.

—Entonces, ¿qué demonios estamos haciendo aquí? —Se preguntó Kane, en voz alta—. Si todo está bien en la nave y no estamos en casa ¿por qué nos descongeló Madre?

Fue sólo coincidencia, no respuesta directa a la meditación del ejecutivo, pero una bocina de "atención a la estación" comenzó su sonoro e imperativo "bip, bip..."

Cerca de la proa del
Nostromo
había una vasta cámara, casi llena de maquinaria compleja y poderosa. Allí vivía el corazón de la nave, el extenso sistema de propulsión que capacitaba al navío a distorsionar el espacio, a olvidarse del tiempo y a hacer un palmo de narices metálicas a Einstein... Y sólo incidentalmente a mover las máquinas que mantenían con vida a su frágil tripulación humana.

En el extremo de este complejo, macizo y zumbante, había un cubículo de cristal como un grano transparente en el extremo de aquel
iceberg
de hiperimpulso. En el interior, acomodados en asientos redondos, descansaban dos hombres. Eran los responsables de la salud y del bienestar de la tripulación de la nave, situación de la que ambos estaban contentos. Ellos la cuidaban, y ella los cuidaba.

La mayor parte del tiempo, la nave sabía cuidarse a sí misma, lo que les permitía dedicar su tiempo a obras más elevadas y dignas de atención, como beber cerveza o contarse cuentos sucios.

Por el momento, tocaba el turno de divagar a Parker, que por centésima vez estaba contando el cuento del aprendiz de ingeniero en el prostíbulo barato. Era un buen cuento que nunca dejaba de provocar una o dos sonrisas al silencioso Brett y una buena carcajada al propio narrador.

—...Y así la
madame
se lanza contra mí, preocupada y furiosa al mismo tiempo —decía el ingeniero— e insiste en que vayamos a rescatar al pobre estúpido. Supongo que no sabía en lo que se había metido.

Como de costumbre, rió de buena gana.

—Tú recuerdas el lugar. Cuatro paredes, techo y piso perfectamente reflejados, sin cama. Sólo una red de terciopelo suspendida en el techo del cuarto para limitar las actividades y evitar choques contra las paredes.

Sacudió la cabeza, como desaprobando su recuerdo.

—Ese no es lugar para que se metan aficionados, ¡claro que no! Supongo que este pobre fue llevado allí con engaños por sus compañeros de tripulación; por lo que después me contó la muchacha, mientras ella se estaba limpiando, todo empezó bien. Pero luego empezaron a girar, y a él le entró el pánico. No lograban controlar la nave. Ella trató, pero se necesitan dos para detenerla, así como para empezar la caída libre. Y con los espejos confundiendo su sentido de la posición y todo lo demás, aparte de la caída, él no podía dejar de vomitar.

Parker tomó otra bocanada de cerveza.

—Nunca había visto tal desastre en su vida natural. Esta es la hora en que siguen limpiando esos espejos.

—Sí —dijo Brett, sonriendo para mostrar su aprobación.

Parker seguía sentado, tranquilo, dejando que los últimos vestigios del recuerdo se disiparan en su memoria. Le habían dejado un residuo gratamente lascivo. Distraído, manipuló un conmutador sobre su tablero. Una apacible luz verde apareció encima y se mantuvo encendida.

—¿Cómo está tu luz?

—Verde —admitió Brett, después de repetir el procedimiento de encender y revisar su propia instrumentación.

—La mía también —dijo Parker estudiando las burbujas de la cerveza.

Varias horas después del hipersueño ya estaba aburrido. El salón de máquinas se mantenía a sí mismo con tranquila eficiencia, y no perdía tiempo antes de hacerle sentir que él sobraba. No había nadie con quién discutir, excepto Brett, y era difícil armar un debate verdaderamente interesante con un hombre que sólo pronunciaba monosílabos y para quien una frase completa era una verdadera tortura.

—Sigo creyendo que Dallas está pasando por alto deliberadamente nuestras quejas —se aventuró a decir—. Quizás no dependa de él que recibamos la bonificación completa, pero él es el capitán. Si lo deseara, podría pasar una solicitud, o al menos una palabra en nombre de nosotros dos. Eso sí que sería una ayuda.

Estudió entonces unas cifras. Los números parecían marchar del signo de menos al signo de más, de derecha a izquierda. La línea roja fluorescente corría hacia abajo desde el centro y se detuvo precisamente en cero, dividiendo limpiamente en dos la indicación deseada de neutralidad.

Parker habría continuado sus meditaciones alternadas con cuentos y quejas de no haber sido porque el "bip, bip" comenzó súbitamente su llamada monotonía.

—¡Diablos! ¿Qué pasa ahora? ¿No puede uno ponerse cómodo antes de que alguien empiece a moler?

—Exacto.

Brett se inclinó hacia adelante para oír mejor, mientras el locutor se aclaraba una garganta lejana.

Era la voz de Ripley:

—Informe a la central.

—No puede ser la comida, no es hora —dijo Parker confuso—. O bien estamos con un cargamento desnivelado o bien...

Echó una mirada interrogadora a sus compañeros.

—Pronto lo averiguarán —dijo Brett.

Conforme avanzaban hacia el control, Parker observó las paredes no muy antisépticamente limpias del corredor "C", con cierto disgusto.

—Me gustaría saber por qué nunca bajan aquí. Aquí es donde se hace el verdadero trabajo.

—Por la misma razón que tenemos que participar en el suyo. Nuestro tiempo es el suyo. Así lo ven ellos.

—Bueno, te diré algo: esto apesta.

El tono de Parker no dejó duda de que estaba refiriéndose a otra cosa que al olor con que estaban impregnadas las paredes del corredor.

2

Aunque lejos de ser confortable, el comedor era lo bastante espacioso para contener a toda la tripulación. Como pocas veces tomaban sus alimentos simultáneamente (el siempre funcional
autochef
fomentaba indirectamente el individualismo en los hábitos alimentarios) no había sido diseñado como para acomodar bien a siete personas. Tenían que apoyarse en uno y otro pie, chocaban y se empujaban tratando de no ponerse nerviosos unos a otros.

Parker y Brett no estaban de buen humor y no intentaron disimular su irritación, su único consuelo era saber que nada andaba mal en ingeniería y que fuese lo que fuese para lo que los habían despertado, aquella era responsabilidad de otros. Ripley ya les había informado de la ausencia desconcertante de su presunto destino.

Parker pensaba que pronto tendrían que volver al hiper-sueño, proceso confuso e incómodo cuando menos, y maldijo entre dientes. Le molestaba todo lo que se interpusiera entre él y el cheque de paga que lo esperaba al fin de cada viaje.

—Sabemos que no hemos llegado a Sol, capitán —dijo Kane hablando por los otros, que miraban expectantes a Dallas—. No estamos cerca de casa y sin embargo han considerado necesario sacarnos del sueño. Es hora de que sepamos por qué.

—Lo es —reconoció Dallas, luego comentó, en tono importante—: Como todos ustedes saben, Madre está programada para interrumpir nuestro viaje y sacarnos del hipersueño si surgen ciertas condiciones específicas.

Luego hizo una pausa para dar mayor efecto y añadió:

—Han surgido.

—Tiene que ser algo bastante grave —dijo Lambert, observando al gato Jones jugar con el indicador de vigilancia—. Ya sabe usted eso. No es fácil sacar del hipersueño a toda una tripulación. Siempre hay algún riesgo.

—Háblame de eso —murmuró Parker en voz tan baja que sólo Brett pudo oírlo.

—Les dará gusto a todos saber —continuó Dallas— que la emergencia por la que nos han despertado no afecta al
Nostromo.
Madre dice que estamos en perfecta condición.

Alrededor de la mesa se oyó un par de voces que, con alivio, decían "Amén".

—La emergencia está en otra parte, específicamente en el sistema no determinado en que acabamos de ingresar. Precisamente ahora estamos acercándonos al planeta en cuestión.

Echó una mirada a Ash, quien asintió con la cabeza.

—Hemos recibido una transmisión de otra fuente. Está mutilada y al parecer Madre necesitó cierto tiempo para descifrarla, pero definitivamente es una señal de socorro.

—Bueno, eso no tiene ningún sentido —dijo Lambert que parecía desconcertada—. Entre todas las transmisiones estándar, las llamadas de socorro son las más directas y menos complejas. ¿Cómo pudo tener Madre el menor problema para descifrar una?

—Madre supone que esto no es una transmisión estándar. Es una señal luminosa y acústica que se repite a intervalos de doce segundos. Eso no es usual; sin embargo, Madre cree que la señal no es de origen humano.

Eso provocó ciertos sorprendidos comentarios en voz baja. Al pasar el primer sobresalto, Dallas siguió explicando:

—Madre no está segura, y eso es lo que yo no comprendo. Nunca había visto tanta confusión en una computadora. Ignorancia sí, pero no confusión. Acaso sea la primera vez. Lo importante es que está lo bastante segura de que es una llamada de socorro para sacarnos del hipersueño.

—¿Y eso qué? —dijo Brett, con soberbia insolencia.

Kane replicó, con un dejo de irritación:

—¡Vamos, hombre! Ya conoces el manual. De acuerdo con la sección B2 de la Compañía de las directivas en tránsito, estamos obligados a prestar toda la ayuda y asistencia que podamos en semejante situación, ya sea humana o no la llamada.

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