Read Alien Online

Authors: Alan Dean Foster

Tags: #Ficción, Aventuras, Terror

Alien (10 page)

BOOK: Alien
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—Repulsión electrostática. Eso explica la ausencia de polvo. ¡Lástima! Aquí no entra mucho viento y la altura del polvo nos habría dado una clave sobre el tiempo que lleva aquí la nave. Parece portátil.

Luego apagó el rayo y volvió a colocárselo a la cintura.

—¿Alguien más ha encontrado algo?

Ambos negaron con la cabeza.

—Simplemente unas paredes con abrazaderas y mucho polvo —dijo la voz de Kane, descorazonada.

—¿Ninguna indicación de otra abertura que conduzca a otra parte distinta de la nave? ¿Ningún otro agujero en el suelo?

De nuevo, la doble respuesta negativa.

—Eso nos deja con el primer agujero; o tratamos de hacer un hoyo en la pared más cercana... Probemos lo primero, antes de empezar a romper cosas.

Luego, Dallas notó la expresión de Kane:

—¿Quieres abandonar?

—Todavía no; querré abandonar si recorremos hasta el último centímetro de esta cosa gris sin encontrar más que paredes desnudas y máquinas selladas.

—Eso no me preocuparía nada —dijo Lambert con acento sincero.

Volvieron sobre sus pasos y se colocaron cuidadosamente cerca del borde de aquella abertura circular que había en el puente. Dallas se arrodilló moviéndose lentamente en su traje, y pasó su mano por el borde de la abertura.

—No puedo tocar mucho con estos malditos guantes, pero todo parece normal. Esa columna parece ser una parte integrante de la nave. Había pensado que quizá la hubiese causado una explosión. Que esa era la causa de la llamada de auxilio.

Lambert estudió el agujero.

—Una descarga no habría podido hacer un agujero tan limpio como éste.

—Haces lo que sea para que los demás se sientan bien, ¿verdad? —dijo Dallas, desalentado—. Sigo creyendo que es una parte normal de esta nave. Los lados son demasiado regulares aun para una forma cambiada, por poderosa que fuese la descarga.

—Tan sólo te daba mi opinión.

—De todos modos, tenemos que ir abajo, ya sea haciendo un agujero en la pared o yendo hacia atrás, para buscar otra entrada.

Miró hacia Kane, del otro lado de la columna.

—Esta es tu gran oportunidad.

El ejecutivo se quedó indiferente.

—Si así lo quieres. A mí me conviene. Si me siento generoso, hasta te hablaré de los diamantes.

—¿Cuáles diamantes?

—Los que voy a encontrar brotando de unos extraños cráteres allá abajo.

Y con un ademán señaló al fondo.

Lambert le ayudó a asegurarse la unidad del pecho, vio que el arnés estaba firme sobre sus hombros y su espalda. Tocó un perno de verificación, y fue recompensada por un tenue "bip" en el magnavoz de su casco.

Una luz verde se encendió y luego se apagó en el frente de su unidad.

—Tenemos energía. Estoy listo —dijo, echando una ojeada a Dallas— ¿Y tú?

—Un momento.

El capitán había ensamblado un trípode de metal, sacándolo de unas cortas patas. El aparato parecía frágil, demasiado delgado para soportar el peso de un hombre. En realidad, podía sostener a los tres sin siquiera doblarse.

Cuando estuvo armado, Dallas lo movió de modo que su ápice quedó colocado en el centro de la columna. Unas abrazaderas sujetaron las tres patas al puente. De una pequeña polea y un malacate sujeto al ápice salía un delgado cable. Dallas manualmente desenrolló uno o dos metros de la brillante línea vital y tendió el extremo a Kane. El ejecutivo fijó el cable a una argolla de su traje, le dio dos vueltas para asegurarlo y dejó que Lambert lo revisara, girando con todo su peso. Se sostuvo firmemente.

—No te desenganches del cable por ningún motivo —dijo Dallas severamente—. Aun si ves pilas de diamantes brillando casi a tu alcance.

Luego revisó la unidad de cables. Kane era un buen oficial. La gravedad de allí era inferior a la de la Tierra, pero más que suficiente para acabar con Kane en caso de una caída. No tenía la menor idea de hasta dónde descendía aquella columna en las entrañas de la nave. O quizás la columna descendiera pasando por debajo del casco, hasta la tierra. Aquel pensamiento condujo a otro e hizo sonreír a Dallas. Quizás, después de todo, Kane podría encontrar sus diamantes.

—Debes salir en menos de diez minutos —dijo, en su tono más autoritario—. ¿Me entiendes?

—Sí.

Kane se sentó cuidadosamente y dejó colgar sus piernas por el agujero. Asiendo el cable con ambas manos, se empujó y quedó colgado por el cable, en mitad de la abertura. Su cuerpo parecía envuelto en aire negro.

—Si no subes en diez minutos, yo tiraré de ti.

—Cálmate. Me portaré bien. Además, sé cuidarme.

Kane había dejado de balancearse de lado a lado, y ahora colgaba inmóvil en el vacío.

—Muy bien. Mantennos informados al descender.

—De acuerdo.

Kane activó la unidad de descenso. El cable se desenrolló silenciosamente, haciéndole bajar por la abertura. Balanceando las piernas, él logró hacer contacto con los costados lisos. Inclinándose hacia atrás e impulsando sus pies contra la muralla vertical, podía caminar hacia abajo.

Manteniéndose inmóvil, encendió su barra de luz y la apuntó hacia abajo. Vio diez metros de metal oscuro antes de disolverse en la nada.

—Aquí hace más calor —informó después de una breve inspección al equipo sensorio de su traje—. Debe ser aire caliente que sube. Podría ser parte del complejo de máquinas, si todavía está funcionando. Ya sabemos que algo está dando energía a ese transmisor.

Impulsándose con los pies, se apartó del muro y, tirando del cable, empezó a descender ya de continuo.

Después de varios minutos de bajar pegándose a la columna se detuvo para recobrar el aliento. Hacía cada vez más calor conforme descendía. El súbito cambio era toda una prueba para el sistema de enfriamiento de su traje, aun cuando la unidad de su casco mantenía claro el visor. Su respiración le sonaba más alta dentro del casco, y se preocupó por lo que pudiesen oír Lambert y Dallas. No deseaba que le ordenaran subir.

Inclinándose hacia atrás, miró hacia arriba para ver la boca del agujero, redondo círculo de luz en un marco negro. Apareció un punto negro, que oscureció un bordo redondo. Una luz lejana pareció el reflejo de algo brillante y liso.

—¿Estás bien allá abajo?

—Muy bien, Sin embargo, hace calor. Puedo verte. Aún no he llegado al fondo.

Aspiró una profunda bocanada de aire y luego otro, hiperventilándose. El regulador del tanque chirrió, como protestando.

—Este es trabajo duro. No puedo hablar más.

Doblando las rodillas, con los pies se apartó nuevamente de la pared, desenrollando más cable; ya había ganado cierta confianza con respecto al medio. La columna seguía bajando continuamente. Hasta ahora no había mostrado ninguna inclinación ni cambio de sentido. No le preocupaba que llegara a ensancharse.

La siguiente vez se impulsó más fuertemente con los pies y empezó a girar más y más fuertemente de la cuerda, cayendo cada vez con mayor velocidad en las tinieblas. Su barra de luz iluminaba allá abajo. Seguía sin revelar nada más que la misma noche monótona e invariable, debajo de él.

Sin aliento, hizo una pausa en su descenso para inspeccionar los instrumentos de su traje.

—Es interesante —dijo ante el micrófono—. Estoy por debajo del nivel del suelo.

—Te entendemos —replicó Dallas. Pensando en minas, preguntó:

—¿Algún cambio a tu alrededor? ¿Las mismas paredes?

—Hasta donde puedo ver, sí. ¿Cuánto me queda de cable?

Hubo una breve pausa mientras Dallas revisaba el cable que quedaba en el carrete.

—Aún bastante. Más de cincuenta metros. Si la columna sigue descendiendo, tendremos que aplazar eso hasta que podamos traer mayor material de la nave. No habría creído que descendiera tanto.

—¿Por qué?

La voz de Dallas fue la de un hombre pensativo.

—La nave estaría totalmente desproporcionada.

—¿En proporción a qué? ¿Y respecto a qué ideas de proporción?

Dallas no tuvo respuestas para eso.

Ripley habría abandonado la investigación si hubiese tenido algo mejor que hacer. Pero no tenía. Trabajar ante el tablero de ECIU era mejor que pasearse por una nave vacía o contemplar los asientos que la rodeaban.

Inesperadamente, una realineación de prioridades en sus preguntas produjo algo en el depósito brobdingnagiano de información de la nave. El resultado apareció tan súbitamente que ella estuvo a punto de borrarlo y continuar con la siguiente serie antes de percatarse que había recibido una respuesta con sentido. Pensó: "Lo malo de las computadoras es que no tienen sentido de intuición, tan sólo el sentido deductivo". Había que planear la pregunta exacta.

Ripley estudió la respuesta ávidamente, frunció el ceño y buscó más profundidad. A veces, Madre podía ser evasiva sin proponérselo. Había que saber distinguir las sutilezas confusas.

Sin embargo, aquella vez la lectura era suficiente y clara; no quedaba lugar a equívocos. Ripley deseó que hubiese lugar a confusiones. Dio un golpecito al aparato de intercomunicación. Una voz le respondió inmediatamente.

—Cámara de ciencias. ¿Qué pasa, Ripley?

—Esto es urgente, Ash.

Ripley hablaba entrecortadamente:

—Finalmente obtuve algo del Banco, por vía de ECIU. Pudo salir espontáneamente. No lo sé, eso no es lo que importa.

—Mis felicitaciones.

—Olvídate de eso —atajó Ripley, preocupada—. Al parecer, Madre ha descifrado una parte de la transmisión extraña. No está segura, pero a juzgar por lo que oí, temo que esa transmisión no sea un S.O.S.

Aquello hizo enmudecer a Ash, pero sólo por un momento. Cuando contestó, su voz era tan controlada como siempre, pese a la importancia del anuncio de Ripley. Ella se maravilló de su dominio de sí mismo.

—Si no es un llamado de auxilio, entonces, ¿qué es? —preguntó Ash quedamente—. ¿Y por qué estás tan nerviosa? Estás nerviosa, ¿verdad?

—¡Puedes apostar lo que quieras! Peor que eso, si Madre tiene razón; como te dije, no está segura. Pero cree que esa señal puede ser una advertencia.

—¿Qué clase de advertencia?

—¿Qué importa la diferencia?

—No hay razón para gritar.

Ripley respiró un par de veces y contó hasta cinco.

—¡Tenemos que ponernos en contacto con ellos! ¡Tienen que saber esto inmediatamente!

—De acuerdo —convino Ash—. Pero será inútil. En cuanto entraron en la nave extraña, los perdimos por completo. Desde hace un rato no estoy en contacto con ellos. La combinación de la cercanía del transmisor extraño y la composición peculiar del casco de la nave ha impedido restablecer la comunicación, y créeme, Ripley, lo he tratado.

El siguiente comentario de Ash sonó como un reto:

—Puedes tratar de comunicarte con ellos, si tú quieres. Yo te ayudaré en todo lo que pueda.

—Mira, no estoy dudando de tu competencia. Si tú dices que no podemos ponernos en contacto con ellos es que no podemos, pero ¡maldición! ¡Tenemos que informarles!

—¿Qué sugieres?

Ripley vaciló, luego dijo con firmeza:

—Yo iré tras ellos. Les diré en persona.

—No creo que sea posible.

—¿Es una orden, Ash?

Ella sabía que en una situación de emergencia de aquella índole, el científico era de un grado superior al suyo.

—No, es cosa de sentido común. ¿No puedes entender? Usa la cabeza Ripley —dijo Ash—. Ya sé que no te simpatizo mucho, pero trata de ver esto racionalmente. No podemos sacar de la nave más personal. Contigo y conmigo, además de Parker y Brett, tenemos ahora la mínima capacidad de despegue; tres fuera y cuatro dentro. Esas son las reglas. Por eso nos dejó Dallas a nosotros a bordo. Si corres tras ellos por alguna razón, nos quedaremos aquí estancados hasta que alguien regrese. Y si nadie regresa, tampoco sabrá nadie lo que sucedió aquí.

Ash hizo una pausa y luego añadió:

—Además, no hay ninguna razón para suponer nada. Probablemente están bien.

—De acuerdo —reconoció Ripley, de mala gana—. Tienes razón, pero esta es una situación de emergencia. Sigo pensando que alguien debiera ir tras ellos.

Ripley nunca había oído suspirar a Ash, y tampoco esta vez lo oyó, pero tuvo la impresión de un hombre resignado a enfrentarse a grandes alternativas.

—¿Qué objeto tendría? —dijo Ash en tono objetivo, como si fuera la cosa más obvia del mundo—. En el tiempo que se necesitaría para que uno de nosotros llegara hasta allí, ya sabrían que se trata de una advertencia. ¿Tengo razón o no?

Ripley no contestó; sencillamente se quedó sentada mirando fijamente a Ash en el monitor. El científico la miró lentamente en respuesta. Lo que Ripley no pudo ver fue el diagrama que había en el monitor de su tablero, y le habría parecido del mayor interés...

5

Reanimado por el breve descanso, Kane volvió a apartarse con los pies de la lisa columna, y continuó descendiendo. Volvió a alejarse, empujándose con los pies y aguardó hasta que sus botas hicieran contacto con un lado. Pero no hicieron contacto, y siguieron colgando en el vacío. Las paredes de la columna se habían desvanecido. Estaba colgando en el aire, del extremo de un cable.

Pensó: "Alguna clase de sala, quizás otra cámara como la grande de arriba"; fuese lo que fuese, había descendido hasta el fondo de la columna. Respiraba entrecortadamente por el esfuerzo del descenso y por el calor, cada vez más intenso.

Era curioso, pero la oscuridad parecía hacerse más densa a su alrededor ahora que había salido de la columna que cuando había estado descendiendo dentro de sus estrechos confines. Pensó en lo que podría haber abajo, hasta dónde podría descender y lo que le ocurriría si se llegase a romper el cable. "Calma, Kane", se dijo, "sigue pensando en diamantes, grandes, de mil facetas, limpios, impecables, de muchos quilates. No pienses en esta negrura, en esta niebla en que estás girando, que hace pensar en fantasmas y trae recuerdos siniestros y..."

¡Maldición! Lo estaba haciendo de nuevo.

—¿Puedes ver algo?

Sobresaltado, dio un tirón al cable y nuevamente empezó a mecerse. Se valió del mecanismo para serenarse, y se aclaró la garganta antes de replicar. Debía recordar que no estaba solo. Dallas y Lambert le aguardaban allá arriba, no muy lejos. Y un poco al sudoeste de la nave abandonada estaba el
Nostromo,
lleno de café, de gratos olores bien conocidos y de las comodidades propias del sueño profundo.

BOOK: Alien
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