Amos y Mazmorras II (23 page)

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Authors: Lena Valenti

Tags: #prose_contemporary

BOOK: Amos y Mazmorras II
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—Por supuesto que sí,
mistress
.
—Puede que no pueda jugar en el torneo por las manipulaciones de esa arpía de pelo rojo que tienes como pareja; pero los organizadores quieren que siga participando de los eventos extraoficiales del juego. Soy un reclamo para el torneo; más o menos como lo puede ser Sharon.
Lion sonrió con frialdad. Nadie se comparaba con Sharon; y Claudia estaba muy lejos de alcanzarla, por muchas razones que él no iba a señalar.
Thelma puso los ojos en blanco y Nick aprovechó para beber de su copa de vino tinto; todos pensaban igual.
—¿Y dónde está ella? —preguntó Claudia pasándole la mano por la nuca morena, frotando el pelo pincho que nacía corto y con fuerza.
—Les robaron los objetos; y Markus, el Amo del Calabozo, la reclamó para él —explicó Thelma, que llevaba un disfraz de pirata y dos moños rubios en lo alto de la cabeza. Ella prefería el estilo más masculino, y su antifaz tenía lentejuelas brillantes negras y blancas.
—Oh. —Claudia estudió la reacción de Lion y arqueó una ceja oscura y perfectamente delineada—. Te la has sacado rápido de encima, ¿eh? —Apoyó la mejilla en su hombro y se frotó contra él como una gata en celo.
—En realidad, yo me negué, pero Lady Nala no es nada dócil. —Bajó la mirada para amonestar a Claudia—. Y, aunque lo que hizo contigo fue escandaloso, son las reglas del juego, Mistress Pain. Es una chica muy competitiva y una buena jugadora —estaba excusándola.
Claudia levantó una copa despreocupada y exclamó:
—Entonces, ¡por Lady Nala! Y por Markus. —Miró a Lion de reojo—. Si crees que Lady Nala ha salido intacta de su estancia con él, estás muy equivocado, amigo. Markus se tira a todo lo que se mueve.
Lion no brindó; a diferencia de Thelma y Nick, que sí lo hicieron.
El agente Romano estaba cada vez más convencido de que Nick intentaba emborracharse para olvidar y no pensar.
En otra mesa más alejada, las Criaturas empezaban a animar el cotarro. Prince, por su parte, no dejó de mirar a Lion. El amo, vestido todo de negro, con el pelo recogido hacia atrás, levantó su copa y sonrió como si supiera el calvario que estaba pasando, disfrutando de ello.
En otra, Sharon y sus acólitas arañas, todas amas, bebían y brindaban por lo que la noche les deparara.
Más al fondo de la sala se había montado una especie de pasarela, seguramente para algún espectáculo; y como la sala era muy grande, las mesas se habían dispuesto alrededor del tendido. Y, aun así, había mucho espacio para moverse.
En un lugar como aquel, todo el mundo quería devorar a todo el mundo de algún modo. La competitividad se exponía a la máxima potencia; el honor y el orgullo eran una enorme baza que utiliza pero si, además, existían viejas rencillas, entonces el torneo se convertía en realidad en un maravilloso, sexy, sensual y sádico campo de batalla.
Lion se llenó la copa de vino y la bebió toda de un trago.
Joder, tenía una gran habilidad para granjearse enemigos.

 

 

 

Después de la cena, la gente estaba mucho más animada gracias a los efectos de una buena comida a base de todo tipo de vegetales, mariscos a la plancha y el ron cajún Spice, que no dejó de correr por todas las mesas.
Lion oteó la botella y leyó la inscripción de la etiqueta. Era un ron que solo había visto en Nueva Orleans; pero, al parecer, también lo comercializaban en las Islas Vírgenes, seguramente porque era la bebida de los piratas y las islas fueron frecuentadas y conquistadas por ellos.
Los camareros retiraron las mesas y poco a poco dejaron la sala vacía, a excepción de la barra de cóctel abierta y disponible para todos.
Miró su reloj: eran ya las doce de la noche.
¿Cuándo se suponía que iban a traer a Cleo? Dio otro sorbo al ron y esperó a que la bebida orleanina apagara las llamas de su ansiedad.
Entonces, la pasarela se iluminó con los focos.
La música tronó a través de los altavoces; y la fiesta, la verdadera fiesta del ambiente, comenzó. Todos vitorearon y alzaron sus espadas.
En aquel momento, apareció Cleo, vestida a caballo entre pirata y libertina, con su sombrero negro de lacitos y plumas rojas y su vestido extracorto con ribetes negros. Las botas de plataforma con tacón le hacían parecer más alta de lo que en realidad era.
La joven se quedó quieta en medio de la pasarela, permitiendo que el foco la iluminara bien; aunque mantenía la cabeza inclinada y sus ojos verdes ocultos tras un antifaz negro, cubierto por el ala del sombrero.
La letra de
Masquerade
de BSB acompañaba su
performance
.
Lion abrió los ojos al verla, petrificado, con la botella de ron a medio camino de su boca. Sus pies, envueltos en las botas tomaron vida propia y le acercaron a la pasarela. Quería recogerla y sacarla de ahí, asegurarse de que estaba bien, de que Markus no se había aprovechado de ella.

 

This seems so hypnotic, smoke and mirrors, lights and magic
/Esto se ve tan hipnótico, humo y espejos, luces y magia
Paper faces in gold
/Máscaras doradas
There’s soldiers boy, beauty queens, everyone’s a mystery
/Hay soldados, hermosas reinas, todos son un misterio
It’s got me losing control
/Hace que pierda el control

 

Cleo atrajo a la multitud como polillas a la luz. La joven tenía una cuerda entre las manos y emprendió la marcha por la pasarela, moviendo las caderas al ritmo balanceante de la música. A medida que caminaba, las sumisas, que estaban atadas por sus collares a la cuerda que ella sostenía, iban apareciendo en escena, apoyadas sobre manos y rodillas, con sus trajes de látex y sus cabezas todas cubiertas con las máscaras, como si Cleo estuviera exponiéndolas en un torneo de belleza canina.
Era ella quien las mostraba a la multitud. Y no se sentía excesivamente bien con ello, pues sabía en qué estaban metidas; que las drogaban para estar ahí y que las domaban. Pero, por otra parte, conocía que estaban bajo la doma de un miembro de la SVR, y que él no permitiría que les hicieran daño. No obstante, Markus debía mantener su papel hasta el final; como ella, como Lion, como Leslie y Nick...
Lion. Infiltrarse suponía implicarse, comprometerse. Fingir que eras quien no eras. Aunque, a veces, ni uno mismo sabía quién era en realidad.
¿Dónde estaba Lion?
Cleo se levantó el ala del sombrero y buscó entre la multitud de piratas, a ver si encontraba al alto agente del FBI.
En ese momento, Markus se pegó a su espalda y le puso las manos en la cintura, meciéndose con ella al mismo ritmo, de un lado al otro, moviendo la cadera.

 

It’ s a masquerade, a love parade
/Es una mascarada, un escaparate del amor
So won’t you stay and dance with me
? /¿No te quedas a bailar conmigo?
All through the night and day
/Durante la noche y el día
My masquerade, I need you, baby
/Mi mascarada, te necesito, nena
So stay with me tonight
/Así que quédate conmigo esta noche

 

El corsario Markus, sin camisa, con su cresta mohicana y un parche en uno de sus ojos amatista era, si no un pirata, un mafioso punk ardiente y conquistador que hacía las delicias de todas las féminas con su porte altivo y a la vez pícaro.
Los invitados aplaudieron y silbaron, pidiendo más de su particular espectáculo, anhelando que cruzaran esa línea entre lo decente y lo que definitivamente se volvía perverso y sexual.

 

 

 

Lion apuró la botella de ron, inmóvil y turbado por el espectáculo que estaban dando Cleo y Markus. En realidad, no hacían nada, pero lo hacían todo. Su manera de moverse, de tocarse, de sonreírse y provocarse... El modo que tenía Cleo de mirar, tan sensual. Y, además, no había soltado la correa de las sumisas; ahora todas caminaban en círculo alrededor de ellos. Markus se frotó contra sus nalgas y levantó las manos de Cleo para que rodeara su cuello y se colgara de él.

 

Burning, I’m burning, can’t you see it in my eyes
? /Ardiendo, estoy ardiendo. ¿No lo puedes ver en mis ojos?
Wanna play in this game of disguise
/Quiero participar en este juego de disfraces.

 

Claudia se colocó detrás de Lion y se alzó de puntillas para murmurarle al oído:
—¿Y dudas de que no se han acostado? —Se echó a reír—. Mira qué cara tiene ella. Y cómo la mira él. Estos dos se han dado un homenaje a tu costa. Huelen a sexo. De hecho, me han dicho que han visto a Markus, en su casa de Peter Bay, follando con una mujer de pelo rojo en pleno porche.
Lion apretó los dientes, intentando no hacer caso de las palabras ponzoñosas Ama Switch.
—Mientes.
—¿Por qué habría de hacerlo?
—Porque estás enfadada con ella.
—Es cierto; no me gustó lo que me hizo. Pero, ¿vas a dejar que se rían de ti, King? —continuó Claudia—. Te están provocando. Ya todos vieron cómo perdiste la partida esta mañana; y ahora te está avergonzando... Y mira lo que tengo para demostrarte que no miento. —Claudia le enseñó el iPhone. Había una fotografía de una chica abierta de piernas con el rostro levantado hacia el cielo y el pelo rojo cayéndole por la espalda. No podía identificar su rostro pero, tras ella, había un tío con una cresta como la de Markus que tenía media cara oculta tras el cuello de la mujer y una mano medio hundida entre sus piernas abiertas y desnudas.
Un músculo descontrolado palpitó en la mandíbula de Romano que miró a Claudia con estupefacción.
—Te dije que no mentía —repitió el ama.
Cleo y Markus seguían bailando y, entonces, el ruso le dio la vuelta y la encerró entre sus brazos para hundir el rostro entre su cuello y casi parte de su escote.
Lion no lo podía soportar. Cleo podría interpretar un papel, pero Claudia tenía razón. Parecía más descansada, más segura de sí misma, más... tranquila. ¿A qué era debido?
¿Sería verdad el rumor de Claudia? ¿Y esa foto? ¿Markus tenía una casa en Peter Bay? ¿Qué coño habían hecho? La imagen era borrosa, no se veía bien del todo.
¿Qué había hecho Markus con ella? ¿No se suponía que Cleo debía permanecer quieta como un mueble? ¿Por qué bailaba con él? Aunque haber permanecido quieta en su casa tampoco le impediría al amo follársela si así lo quisiera.
Mierda, qué putada.
Prince subió al escenario, así de repente.
«Éramos pocos... Eso sí que no», pensó Lion.
Cleo se tensó cuando sintió otras manos en sus caderas. Miró por encima del hombro, para ver quién se había unido al baile, pensando que era Lion que había ido a buscarla, y se encontró con el apuesto rostro oscuro de Prince. El hombre se pegó a su espalda e hicieron un sándwich con ella al tiempo que le ofrecía una botella de ron cajún Spice.
«Bueno, bien. Bebamos un poco», pensó Cleo para no huir atemorizada de esos dos hombres llenos de testosterona.
Lion apretó los puños, reconcomiéndose a cada vuelta y cada meneo que daban los tres, solapados pierna con pierna, cadera con cadera.
—¡Que empiece la fiesta! —exclamó Sharon sobre la mesa, moviendo las caderas y alzando los brazos por encima de su cabeza, agitándose el pelo rubio y animando a todos los asistentes a bailar y a mirarla. Cómo no.
A algunos no les interesaba el baile, solo querían desencadenar a las sumisas y empezar a jugar con ellas y a practicar.
A otros solo les gustaba mirar a Sharon. Pero la gran mayoría se puso a bailar bajo su orden.
Ocuparon la pasarela y toda la sala, meciéndose unos con más psicomotricidad que otros, pero moviéndose y bailando, al fin y al cabo.
Cleo no lo estaba pasando mal: a ella le gustaba bailar y los dos hombres lo hacían muy bien pero, en realidad, solo quería bailar con uno.
Lo buscó entre gorros, sombreros, parches y antifaces... Buscó al león, al Rey de la selva.
Y, de repente, lo vio, con el pelo erizado, enseñando los colmillos. Y le acompañaba alguien que ella misma había eliminado: Mistress Pain.
Lion, consciente de que Cleo le miraba por encima del hombro de Markus, tomó a Claudia de la mano y la acercó a su cuerpo para bailar con ella.
Cleo no supo cómo encajar lo que veía. Había echado a Claudia, ella la había eliminado de la competición, ¿qué hacía allí sobando a Lion?
Claudia no tardó ni dos segundos en rodear su cuello con los brazos y plantarle un besazo en toda la boca.
Cleo abrió la boca, confundida y alterada por ver que Lion ni siquiera se apartaba, el cretino. Ella estaba en medio de una
performance
para el torneo, ¿es que acaso no lo sabía? ¿Qué estaba haciendo con Claudia? ¿Por qué se dejaba tocar por ella? No es que tuviera que permitírselo, porque él no estaba obligado a comportarse ni a mantener las formas; en cambio, ella, sí.
—Bebe y baila, Nala. No le mires tanto —le dijo Prince con suavidad.
Cleo asintió, afectada, y se bebió la botella de ron de golpe, sin detenerse y todo ello moviéndose al ritmo de la música.
Lion miró a Prince, lanzándole dagas azules con los ojos.
Prince se pegó más a ella; y Cleo supo que a ese juego de desafíos y estudio de campo podían jugar todos.
¿No se trataba de eso? ¿De sobrepasar los límites? Aun así, Lion le había prometido, y le había asegurado, que era un amo que no compartía. ¿Por qué no subía al escenario y la sacaba de ahí, aunque fuera a rastras? ¿Por qué no demostraba que le importaba? En vez de estar alegre por verla, se comportaba como si le importara un comino.
Lion sobó las nalgas de Claudia y le metió la lengua en la boca.
Cleo no podía apartar la mirada de él. El agente estaba provocando de algún modo; pero estaba llevando el juego demasiado lejos, porque mientras besaba a Claudia, la miraba a ella como diciéndole: «¿mira, ves qué bien estoy?».
Cleo cerró los ojos para soportar la increíble amargura que le barrió de dentro hacia afuera, como una supernova. Apoyó la cabeza en el pecho de Prince, un poco mareada por beberse toda la botella de ron casi de golpe. Miró a Lion a través del antifaz mientras Prince le besaba la mejilla y deslizaba los labios a través de su cuello.

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