Read Antártida: Estación Polar Online
Authors: Matthew Reilly
Tags: #Intriga, #Aventuras, #Ciencia Ficción
»La cuestión es que —prosiguió Riley— Schofield logró eyectarse instantes antes de que los Stingers hicieran estallar sus depósitos de combustible. Cayó en mitad de un territorio controlado por los serbios.
Riley se volvió para mirar a Gant.
—Nuestro teniente sobrevivió durante diecinueve días en un bosque serbio, solo, mientras cientos de soldados barrían el bosque en su busca. Cuando lo encontraron, llevaba diez días sin comer.
»Lo llevaron a una casa de labranza desierta y lo ataron a una silla. A continuación lo golpearon con un tablón de madera lleno de clavos y lo interrogaron. ¿Por qué estaba sobrevolando esa zona? ¿Era un avión espía? Querían comprobar cuánto sabía de sus posiciones porque pensaban que estaba allí proporcionando ayuda aérea a las fuerzas terrestres estadounidenses que se encontraban dentro del territorio serbio.
—¿Había fuerzas terrestres de los Estados Unidos en territorio serbio?
Riley asintió en silencio.
—Había dos equipos de
SEAL
allí. Llevaban a cabo ataques secretos en posiciones serbias clave. Ataques nocturnos y efectivos. Estaban sembrando el caos entre los serbios, un caos absoluto. Llegaban y se marchaban antes de que nadie supiera siquiera de su existencia. Entraban, cortaban el cuello a sus víctimas y después desaparecían en la noche. Eran tan buenos que alguna gente del lugar comenzó a decir que eran fantasmas que venían a buscarlos por lo que les estaban haciendo a los suyos.
Gant dijo:
—¿Espantapájaros sabía de su existencia? ¿De los
SEAL
que se encontraban dentro de territorio serbio?
Libro permaneció en silencio un instante. A continuación dijo:
—Sí. Oficialmente, Schofield patrullaba la zona de exclusión aérea. Extraoficialmente, enviaba coordenadas de las casas de labranza y granjas donde se encontraban los líderes serbios a los
SEAL
que se hallaban en tierra. Tampoco importó. Jamás dijo una palabra.
Gant observó con detenimiento a Riley mientras este tomaba aire. Estaba muy tenso.
—De cualquier modo —dijo Libro—, los serbios concluyeron que Schofield sí había llevado a cabo reconocimientos para los
SEAL
, que había descubierto objetivos estratégicos desde el aire y había transmitido sus coordenadas a las fuerzas terrestres. Decidieron que, puesto que había visto cosas que no debería haber visto, le cortarían los ojos.
—¿Qué? —dijo Gant.
Riley dijo:
—Sacaron una cuchilla de un cajón y lo sujetaron. A continuación uno de ellos dio un paso adelante y lentamente hizo dos cortes verticales en los ojos de Schofield. Al parecer, mientras lo hacía, el hombre que tenía la cuchilla citó una parte de la Biblia. Algo como «Si tus manos pecan, córtalas, y si tus ojos pecan, córtalos».
Gant sintió náuseas. Habían cegado a Schofield.
—¿Qué hicieron luego?
—Lo encerraron en un armario y dejaron que se desangrara.
Gant seguía impresionada por el relato.
—¿Cómo logró salir?
—Jack Walsh envió un equipo de reconocimiento para que lo sacaran de allí.
Los oídos de Gant se aguzaron al oír aquel nombre. Todo el mundo conocía al capitán Jack T. Walsh. Era el capitán del
Wasp
, el marine más reverenciado del Cuerpo.
Había quien pensaba que debería haber sido nombrado comandante,
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el nombramiento más alto para un oficial del Cuerpo de Marines de los Estados Unidos, pero el conocido desdén de Walsh hacia todo lo que fuera un político lo había evitado. Un comandante debe mantener un contacto regular con los miembros del Congreso y todo el mundo sabía (el propio Walsh más que nadie) que Jack Walsh no sería capaz de soportarlo. Además, Walsh había dicho que prefería seguir al mando del
Wasp
y estar con sus soldados. Los marines lo adoraban por ello.
Riley prosiguió.
—Cuando Scott O'Grady fue liberado y sacado de Bosnia el 8 de junio de 1995, lo pusieron en la portada del
Time
. Se reunió con el presidente de los Estados Unidos. Realizaron toda la cobertura de su caso.
»Cuando Shane Schofield fue liberado cinco meses después, nadie escuchó nada. No hubo cámaras de televisión esperando en la cubierta del
Wasp
para fotografiarlo cuando bajó del helicóptero. Ni periodistas que tomaran notas de su historia. ¿Sabe por qué?
—¿Por qué?
—Porque cuando Shane Schofield aterrizó en el
Wasp
después de ser liberado de una casa de labranza en Bosnia por un equipo de marines de los Estados Unidos, estaba en el estado más lamentable que se pueda imaginar.
»La liberación había sido sangrienta. Feroz, infernal. Los serbios no querían renunciar a su preciado piloto estadounidense y lucharon con fiereza. Cuando el helicóptero volvió a la pista del
Wasp
, llevaba a cuatro marines gravemente heridos a bordo. También llevaba a Shane Schofield.
»Los médicos y la tripulación sacaron a todos los heridos del helicóptero tan rápido como pudieron. Había sangre por todas partes, hombres heridos que no dejaban de gritar. Schofield fue transportado en camilla. La sangre le brotaba de los ojos. La liberación había sido tan rápida, tan intensa, que nadie había tenido la oportunidad de cubrirle los ojos con gasas.
Riley paró de hablar. Gant tan solo lo miró.
—¿Qué ocurrió después? —preguntó.
—Jack Walsh se presentó en la Casa Blanca y el Pentágono y se hizo oír. No habían querido que enviara a nadie a por Schofield porque él no debía estar allí. La Casa Blanca no quería sufrir el «daño político» que supondría que se conociera que se había realizado una misión de búsqueda y rescate de un avión espía estadounidense abatido. Jack Walsh les dijo dónde se podían meter su daño político y que podían dispararle si querían, que no le importaba.
—¿Qué ocurrió con Espantapájaros? ¿Qué le pasó?
—Lo habían dejado ciego. Sus ojos estaban hechos jirones. Lo llevaron al hospital universitario Johns Hopkins. Dicen que tiene la mejor unidad de cirugía ocular del país.
—¿Y qué pasó?
—Y le curaron los ojos. No me pregunte cómo, porque no lo sé. Al parecer, los cortes de la cuchilla eran bastantes superficiales, no había daño en las retinas. Dijeron que el daño real se encontraba en la parte exterior del ojo, en el iris y las pupilas. Defectos meramente físicos, dijeron. Defectos que podían solucionarse. —Riley negó con la cabeza—. No sé qué hicieron (me dijeron que algún procedimiento innovador con láser), pero lo hicieron, le curaron los ojos. Demonios, lo único que sé es que si puedes permitírtelo (y en el caso de Espantapájaros, el Cuerpo podía) no necesitas usar gafas en los tiempos que corren.
»Por supuesto, todavía estaban las cicatrices de su piel, pero lograron que Schofield viera de nuevo. Visión normal. —Riley paró de hablar—. Solo había un problema.
—¿Cuál?
—El Cuerpo no le dejaría volar de nuevo —dijo Riley—. Es un procedimiento habitual en las fuerzas armadas: una vez se ha sufrido cualquier tipo de trauma en el ojo, ya no se puede pilotar un avión militar. Demonios, si usas gafas para leer no puedes tocar siquiera una cometa militar.
—Entonces, ¿qué hizo Espantapájaros?
Riley sonrió.
—Decidió convertirse en un animal de primera línea. Ya era oficial de sus días de piloto, así que continuó siendo oficial. Pero eso fue lo único que mantuvo. Tuvo que empezar de nuevo. Pasó en un instante del rango que tenía cuando pilotaba, teniente coronel, a ser teniente segundo en las fuerzas terrestres.
»Y volvió a la academia. A la Escuela Básica en Quantico. E hizo todos los cursos disponibles. Recibió formación sobre armas tácticas. Realizó planificaciones estratégicas. Entrenamiento con armas pequeñas, entrenamiento para francotiradores. Curso que había, curso que hacía. Los hizo todos. Al parecer, dijo que quería ser como aquellos hombres que lo sacaron de Bosnia. Quería poder hacer lo que ellos habían hecho por él.
Riley se encogió de hombros.
—Como probablemente se pueda imaginar, no tardó mucho en destacar. Era demasiado inteligente como para permanecer demasiado tiempo como teniente segundo. Tras unos meses, lo ascendieron a teniente y, no mucho más tarde, le ofrecieron una unidad de reconocimiento. Aceptó. De eso hace ya casi dos años.
Gant no lo sabía. Había sido seleccionada para la unidad de reconocimiento de Schofield hacía solo un año y nunca se le había ocurrido preguntarse cómo este se había convertido en el jefe del equipo. Eso eran cosas de oficiales y Gant no era oficial. Se había alistado, y los soldados alistados solo hacían lo que se les decía que hicieran. Asuntos como la elección del oficial al mando de la unidad estaban reservados a los de arriba.
—Llevo en su equipo desde entonces —dijo con orgullo Riley.
Gant sabía a qué se refería. Riley respetaba a Schofield, confiaba en su juicio y en su valoración de la situación. Schofield era el comandante de Riley en la unidad y este lo seguiría hasta las entrañas del mismísimo infierno.
Gant también lo haría. Desde el mismo momento en que había entrado en la unidad de reconocimiento de Schofield, le había gustado. Lo respetaba como líder. Era firme, pero justo, y no tenía pelos en la lengua. Y nunca la había tratado de manera diferente al resto de los hombres de la unidad.
—Le gusta, ¿verdad? —le preguntó Riley en voz baja.
—Confío en él —dijo Gant.
Se produjo un breve silencio.
Gant suspiró.
—Tengo veintiséis años, Libro. ¿Lo sabía?
—No.
—Veintiséis años, Dios —dijo Gant sumida en sus pensamientos. Se volvió hacia Libro—. ¿Sabía que estuve casada?
—No, no lo sabía.
—Me casé a la madura edad de diecinueve años. Con el hombre más dulce que jamás haya conocido, el soltero más codiciado de donde vivía. Era el nuevo profesor del colegio de secundaria local, recién llegado de Nueva York. Enseñaba inglés. Un tipo tierno, tranquilo. Me quedé embarazada con veinte años.
Libro se limitó a escucharla en silencio mientras ella hablaba.
—Y entonces un día —dijo Gant—, cuando estaba embarazada de dos meses y medio, llegué antes de lo habitual a casa y lo encontré en el salón haciendo la postura del perrito con una animadora de diecisiete años que había ido a casa a que le diera clases particulares.
Libro se estremeció para sus adentros.
—Tuve un aborto tres semanas después —dijo Gant—. No sé qué lo causó. Estrés, ansiedad, quién sabe. Odié a los hombres después de lo que mi marido me hizo. Los odiaba. Fue entonces cuando me alisté en el Cuerpo. Ya sabe, el odio te hace un buen soldado. Hace que cada disparo que efectúes acabe justo en la cabeza de otro tipo. Me sentía incapaz de confiar en ningún otro hombre después de lo que me hizo mi marido. Y entonces lo conocí.
Gant estaba mirando a la nada. Sus ojos comenzaron a humedecerse.
—Cuando fui aceptada en esta unidad, el comité de selección hizo esa enorme comida de celebración en Pearl. Fue algo bonito, una de esas barbacoas en una playa hawaiana, un día soleado… Él estaba allí. Llevaba una camisa hawaiana horrible y, por supuesto, esas gafas de sol plateadas.
»Recuerdo que en un momento de la comida todo el mundo estaba hablando, pero él no. Lo observé. Pareció inclinar la cabeza y sumirse en su mundo interior. Parecía estar tan solo, sentirse tan solo. Me vio mirándolo y comenzamos hablando de nimiedades, algo acerca de lo fantástico que era Pearl Harbour y cuáles eran nuestros lugares de vacaciones favoritos.
»Pero mi corazón ya se había ido con él. No sé en qué estaba pensando ese día pero, fuera lo que fuese, lo hacía con una intensidad… Creo que estaba pensando en una mujer, una mujer que no podía tener.
»Libro, si un hombre pensara en mí de la forma en que él estaba pensando en ella… —Gant negó con la cabeza—, yo… Oh, no sé. Fue algo tan intenso… Jamás había visto algo así.
Libro no dijo nada. Tan solo miró a Gant.
Gant pareció percibir sus ojos fijos en ella y parpadeó dos veces. La humedad de sus ojos desapareció.
—Lo siento —dijo—. No puedo ir por ahí mostrando mis emociones, ¿verdad? Si empiezo a hacer eso, la gente volverá a llamarme Dorothy de nuevo.
—Debería hablarle de lo que siente por él —le dijo Riley con dulzura.
—Sí, claro —dijo Gant—. Como si fuera a hacer eso. Me echarían de la unidad antes de poder decir siquiera: «Esa es la razón por la que no se puede tener mujeres en unidades de primera línea». Libro, prefiero estar cerca de él y no poder tocarlo a estar lejos y seguir sin poder tocarlo.
Libro miró fijamente a Gant durante un instante, como si la estuviera evaluando. A continuación sonrió con dulzura.
—Tiene razón, Dorothy. Tiene razón.
Gant reprimió la risa.
—Gracias.
Inclinó la cabeza y negó con tristeza. De repente, alzó la vista y miró a Libro.
—Tengo una pregunta más —le dijo.
—¿Cuál?
Gant ladeó la cabeza.
—¿Cómo es que sabe todo eso sobre él? ¿Todo lo de Bosnia, lo de sus ojos y todo lo demás?
Riley sonrió con tristeza.
A continuación dijo:
—Yo formaba parte del equipo que lo sacó de allí.
—La paleontología consiste en esperar la ocasión apropiada —dijo Sarah Hensleigh mientras caminaba con dificultad en la nieve junto a Schofield. Se dirigían al perímetro exterior de la estación—. Pero ahora, con la nueva tecnología, programas el ordenador y te marchas a hacer otras cosas. Luego regresas y ves si el ordenador ha encontrado algo.
La nueva tecnología, le había contado Sarah, eran los pulsos sónicos de onda larga que los paleontólogos de Wilkes introducían en el hielo para detectar huesos fosilizados. A diferencia de la excavación, el pulso sónico localizaba los fósiles sin dañarlos.
Schofield dijo:
—Entonces, ¿qué es lo que hacen mientras esperan a que el pulso sónico encuentre el siguiente fósil?
—No solo soy paleontóloga —dijo Sarah sonriente, fingiendo estar ofendida—. Antes de dedicarme a la paleontología era bióloga marina. Y, antes de que todo esto ocurriera, colaboraba con Ben Austin en el laboratorio de biotoxinas del nivel B. Él trabajaba en un antídoto para el veneno de la
Enhydrina schistosa
.
Schofield asintió.
—Serpiente marina.
Sarah miró sorprendida a Schofield.