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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Antes bruja que muerta (59 page)

BOOK: Antes bruja que muerta
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Parpadeé un momento. ¿Los demonios eran los responsables del fiasco de los elfos? Yo había creído que era la costumbre que tenían de cruzarse con los seres humanos.

—La mortalidad infantil aumentaba de forma exponencial con cada generación —dijo Trent—. La tenue victoria que habíamos alcanzado se nos escapó de entre los dedos en ataúdes diminutos y entre llantos. Con el tiempo nos dimos cuenta que nos habían echado una maldición, habían cambiado nuestro adn de modo que se rompía de forma espontánea, y con cada generación iba empeorando un poco más.

Se me revolvió el estómago. Genocidio genético.

—¿Intentasteis reparar el daño cruzándoos con los humanos? —pregunté, y oí la estrechez de miras que insinuaba mi voz. Sus ojos pasaron del ventanal a mí.

—Ese fue un último esfuerzo desesperado por salvar algo hasta que se pudiera desarrollar una forma de arreglar el problema. En última instancia fue un desastre, pero lo cierto es que nos mantuvo con vida hasta que mejoramos las técnicas genéticas para detener y con el tiempo reparar buena parte de la degradación. Cuando la Revelación los convirtió en ilegales, los laboratorios pasaron a la clandestinidad, desesperados por salvar a los pocos que conseguimos sobrevivir. La Revelación nos dispersó por todas partes y yo consigo encontrar un niño desconcertado cada dos años más o menos.

—Tus hospitales y orfanatos —susurré con una sensación de irrealidad. Jamás habría imaginado que tras ellos había un motivo además de una operación de relaciones públicas.

Trent esbozó una leve sonrisa al ver la comprensión en mis ojos. Quen parecía estar poniéndose malo, se le confundían las arrugas y se había llevado las manos a la espalda sin mirar a nada en concreto, en silenciosa protesta. Trent volvió a adelantarse un poco.

—Los encuentro enfermos y moribundos y siempre agradecen poder recuperar la salud y tener la oportunidad de buscar a otros como ellos. Durante los últimos cincuenta años hemos estado siempre al borde de la extinción. Hemos conseguido cierto equilibrio pero la próxima generación será nuestra salvación o nuestra condena.

La imagen de Ceri se inmiscuyó ruidosamente en mis pensamientos.

—¿Y qué tiene todo eso que ver con mi padre?

Movió la cabeza con un rápido asentimiento.

—Tu padre estaba trabajando con el mío para intentar encontrar una muestra antigua de ADN élfico en siempre jamás, una muestra que pudiéramos utilizar como patrón. Podemos arreglar lo que sabemos que es defectuoso pero para mejorarlo, para reducir la mortalidad infantil hasta el punto de poder sobrevivir sin ayuda médica, necesitábamos una muestra de alguien que hubiera muerto antes de que se lanzara la maldición. Algo que podamos utilizar como patrón para realizar los arreglos.

Se me escapó un gemido de incredulidad.

—¿Necesitáis una muestra de más de dos mil años de antigüedad?

Trent levantó un hombro en algo parecido a un encogimiento de hombros. Con unos hombros que no parecían tan anchos con la bata, el elfo parecía cómodo y vulnerable.

—Es posible. Había muchos grupos de elfos que practicaban la momificación. Lo único que necesitamos es una célula que sea perfecta aunque sea de forma marginal. Solo una.

Posé los ojos un instante en un estoico Quen y después volví a mirar a Trent.

—Piscary estuvo a punto de matarme cuando intentaba averiguar si me habías contratado para entrar en siempre jamás. No pienso hacerlo. No pienso meterme ahí. —Pensé en Al, que me esperaba allí, mi acuerdo no valía nada en su lado de las líneas—. De eso nada.

Trent inclinó los ojos con gesto de disculpa y me miró desde el otro lado de la mesita de café.

—Lo siento. No pretendía que Piscary se concentrara en ti. Hubiera preferido contarte toda la historia el año pasado, cuando dejaste la SI, pero me preocupaba… —Respiró hondo, muy despacio—. No confiaba en que supieras mantener la boca cerrada y no hablaras de nuestra existencia.

—¿Y ahora confías en mí? —dije mientras pensaba en Jenks.

—La verdad es que no, pero qué remedio me queda.

«La verdad es que no pero no me queda más remedio.» ¿Qué clase de respuesta era aquella, coño?

—Somos muy pocos, no podemos dejar que el mundo sepa que existimos —decía Trent con los ojos clavados en sus dedos entrelazados—. Para un fanático sería demasiado fácil liquidarnos uno a uno. Ya tengo bastantes problemas con Piscary, que es precisamente lo que intenta hacer. Sabe la amenaza que representaría para su posición el que aumente nuestro número.

Crispé la boca y volví a recostarme en el cuero. Política. Siempre era una cuestión de política.

—¿Y no podéis deshacer la maldición, sin más?

En su rostro había una expresión cansada cuando se volvió hacia la ventana.

—Lo hicimos cuando descubrimos lo que había pasado. Pero el daño ya estaba hecho y empeoraría si no encontráramos a cada niño elfo y arregláramos lo que podemos. Separé los labios al entenderlo todo.

—El campamento. ¿Por eso estabas allí?

Cambió de postura en la silla de mala gana, de repente parecía haberse puesto nervioso.

—Sí.

Me recosté todavía más entre los cojines sin saber muy bien si quería que me respondiera a la siguiente pregunta.

—¿Por qué… por qué estaba yo en ese campamento?

La postura rígida de Trent se relajó un tanto.

—Tienes un defecto genético un tanto inusual. Lo tiene más o menos un cinco por ciento de la población de brujas, un gen recesivo que es inofensivo a menos que se emparejen.

—¿Una posibilidad entre cuatro? —adiviné.

—Si los dos padres lo tienen. Y si los dos genes recesivos se emparejan, te mata antes de cumplir el año. Mi padre se las arregló para mantenerlo latente en ti hasta que fueras lo bastante mayor como para soportar un tratamiento completo.

—¿Lo hizo muchas veces? —pregunté con un nudo en el estómago. Estaba viva gracias a una manipulación genética ilegal. Era lo que siempre había supuesto pero al fin lo sabía con certeza. Quizá no debería dejar que me inquietara. La raza élfica entera dependía de la medicina ilegal para continuar existiendo.

—No —dijo Trent—. Los archivos indican que, con muy pocas excepciones, dejó morir a los recién nacidos que sufrían tu afección sin que sus padres supieran que había una cura. Es bastante caro.

—Dinero —dije, y Trent apretó la mandíbula.

—Si la decisión se basara en el dinero, tú no habrías llegado a cumplir un año —dijo con tono tenso—. Mi padre no aceptó ni un centavo por salvarte la vida. Lo hizo porque era amigo de tu padre. Lee y tú sois los dos únicos que hay bajo el sol que mi padre arrancó de las garras de la muerte, y lo hizo por una cuestión de amistad. No cobró ni un centavo por salvaros a ninguno de los dos. Personalmente, estoy empezando a pensar que cometió un error.

—Lo que no me empuja a ayudarte, que digamos —dije con sarcasmo, pero Trent me dedicó una mirada cansada.

—Mi padre era un buen hombre —dijo en voz baja—. No se iba a negar a ayudar a tu padre a salvarte la vida cuando tu padre ya había dedicado la suya a ayudarlo a salvar a toda nuestra raza.

Fruncí el ceño y me llevé la mano al estómago. No me gustaba lo que estaba sintiendo. Mi padre no había sacrificado su vida a cambio de la mía, lo que estaba bien. Pero tampoco era el cazarrecompensas de la SI íntegro, honesto y trabajador que yo había pensado. Había estado dispuesto a ayudar al padre de Trent con sus actividades ilegales mucho antes de que yo me pusiera enferma.

—No soy una mala persona, Rachel —dijo Trent—. Pero pienso eliminar a cualquiera que amenace con detener el flujo de dinero que está entrando. La investigación que estoy haciendo para reparar el daño que le hicieron los demonios al genoma de mi pueblo no es barata. Si pudiéramos encontrar una muestra lo bastante antigua, podríamos arreglarlo por completo. Pero se ha degradado hasta un punto en el que ya ni siquiera sabemos de qué color eran las piezas.

Pensé de nuevo en Ceri y endurecí la expresión. La idea de que Trent y ella pudieran encontrarse era intolerable. Además, Ceri solo tenía unos mil años.

Los rasgos suaves de Trent mostraron un agotamiento producto de una preocupación que superaba en mucho a los años que tenía.

—Si deja de entrar dinero, la próxima generación de elfos comenzará a perderse otra vez. Solo si encontramos una muestra de antes de que se lanzara la maldición podremos arreglarlo por completo y mi especie tendrá una oportunidad. Tu padre pensó que era una tarea por la que merecía la pena morir.

Mis ojos se posaron un instante en la carta del tarot con la mujer que se parecía a Ceri pero mantuve la boca cerrada. Trent sería capaz de usarla como si fuera un pañuelo de papel y luego tirarla.

Trent se echó hacia atrás y su mirada se clavó en la mía.

—Bueno, señorita Morgan —dijo y consiguió que diera la impresión de que controlaba la situación incluso con pijama y bata—. ¿Le he dado ya bastante?

Lo miré durante un buen rato y vi que se le tensaba poco a poco la mandíbula cuando se dio cuenta que yo estaba sopesando las cosas y él no sabía hacia qué lado me iba a decantar. Levanté las cejas con una sensación engreída y llena de confianza.

—Qué coño, Trent. Iba a ir a por Lee de todos modos. ¿Qué crees que estuve haciendo en tu bañera dos horas enteras? ¿Lavarme el pelo?

No tenía más alternativa que arrestar a Lee después de que intentara reventarme en mil trozos. Si no lo hacía, cada fugitivo que metiera entre rejas iba a venir a por mí con toda la artillería.

El rostro de Trent mostró una expresión irritada.

—Y ya lo tienes todo pensado, ¿no? —preguntó, la irritación teñía su voz fluida Y gris.

—La mayor parte —dije, radiante. Quen suspiró, estaba claro que ya había visto de antemano que iba a meter a su jefe en un buen lío—. Solo necesito llamar a mi investigador de seguros para montarlo todo.

Saber que había quedado por encima de Trent valía más que todo lo que él pudiera ofrecerme, y bufé cuando oí susurrar a Quen:

—¿Su investigador de seguros?

Apunté a Trent con un dedo sin levantarme.

—Hay dos cosas que quiero que hagas. Dos cosas, y después te apartas y me dejas trabajar. No pienso hacer esto en plan comité, ¿entendido?

Trent levantó las cejas y me contestó sin inmutarse.

—¿Qué quieres?

—Primero, quiero que vayas a la AFI y les digas que Lee dejó inconscientes a todas esas personas y que atrancó las puertas sabiendo que había una bomba en el barco.

Trent se echó a reír y su voz cálida adoptó un matiz mordaz.

—¿Y qué vas a conseguir con eso?

—Que vayan en su busca y que él se oculte. Se emitirá una orden de arresto y con una orden legal, yo puedo capturarlo.

Trent abrió mucho los ojos. Tras él, Quen asintió.

—Por eso… —murmuró Trent. No pude evitar sonreír.

—Puedes huir de la ley pero ¿plantar a tu agente de seguros? —Sacudí la cabeza—. Pésima idea.

—¿Vas a entrar a matarlo fingiendo ser una investigadora de seguros?

Ojalá pudiera decir que me sorprendió.
Dios, qué arrogante era aquel hombre
.

—Yo no mato a la gente, Trent. Me encargo de que den con sus huesos en una celda y para que no salga de allí necesito una razón. Creí que era amigo tuyo.

Una insinuación de incertidumbre revoloteó sobre Trent.

—Yo también lo creía.

—¿Quizá su novia le dio un porrazo en la cabeza y lo obligó a irse? —dije sin creer ni una sola palabra—. ¿No te sentirías mal si lo mataras y luego averiguaras que había intentado salvarte?

Trent me lanzó una mirada cansada.

—¿Siempre ve usted lo mejor de las personas, señorita Morgan?

—Sí. Salvo contigo. —Empecé a hacer una lista mental de las personas a las que tenía que decirle que estaba viva: Kisten, Jenks (si se dignaba a escuchar), Ceri, Keasley… ¿Nick? Oh, Dios, mi madre. Con ella debería tener su gracia.

Trent apoyó la frente en los dedos y suspiró.

—No tienes ni idea de cómo funciona esto.

Ofendida, resoplé para indicarle lo mucho que me indignaba aquella actitud de sabelotodo.

—Hazme caso en esto, ¿vale? Dejar que uno de los malos viva podría ser bueno para el alma, al menos para la tuya.

No parecía muy convencido y me miró con aire condescendiente.

—Dejar a Lee vivo es un error. A su familia no le hará gracia que esté en la cárcel. Prefieren verlo muerto a convertido en una vergüenza.

—Bueno, pues lo siento por ellos pero no pienso matarlo y no pienso dejar tampoco que lo mates tú, así que siéntate, cállate, espera y mira cómo resuelven los problemas las personas de verdad.

Trent sacudió la cabeza y su cabello flotó sobre las orejas bordeadas de rojo.

—¿Qué vas a conseguir arrestando a Lee? Seguro que sus abogados lo sacan antes de que llegue a sentarse siquiera en el catre de la celda.

—¿Habla la voz de la experiencia? —me burlé, casi lo había metido en esa misma celda el otoño anterior.

—Sí —dijo con voz sombría—. La AFI tiene archivadas mis huellas gracias a ti.

—Y la SI tiene una muestra de mi ADN por si hay que identificarme. Aguántate.

Quen emitió un sonido suave y de repente me di cuenta que estábamos discutiendo como crios.

Molesto, Trent volvió a recostarse en su sillón y entrelazó los dedos sobre el estómago. Lo vencía el cansancio.

—No va a ser fácil admitir que estaba en ese barco. Nadie nos vio irnos. Y sería difícil explicar cómo es que nosotros sobrevivimos y todos los demás murieron.

—Sé creativo. ¿Quizá podrías contar la verdad? —dije con malicia.
Sacar de quicio a Trent podía ser hasta divertido
—. Todo el mundo sabe que está intentando quitaros el control de Cincinnati a ti y a Piscary. Ve por ahí. Solo déjame a mí muerta en el río.

Trent me miró con atención.

—Pero vas a decirle a tu capitán de la AFI que estás viva, ¿sí?

—Esa es una de las razones por las que vas a presentar la denuncia en la AFI y no en la SI. —Mi mirada se dirigió a la escalera cuando la forma alta de Jonathan empezó a bajarla. Parecía irritado y me pregunté qué se estaba tramando. Nadie dijo nada cuando se acercó y empecé a pensar que ojalá no hubiera presionado tanto a Trent. El tipo no parecía muy contento. Sería muy propio de él cargarse a Lee delante de mis narices—. ¿Quieres a Saladan fuera de la ciudad? —dije—. Te lo puedo conseguir, y gratis. Lo único que quiero es que presentes una denuncia y pagues para que el abogado lo mantenga en la cárcel. ¿Puedes hacer eso por mí?

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