Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones (14 page)

BOOK: Aprendiz de Jedi ed. esp. 1 Traiciones
8.45Mb size Format: txt, pdf, ePub

—La sala de lecturas sigue operativa. Rhe Pabs ha accedido a quedarse.

—Bien. —Kad contemplaba el firmamento que se veía al otro lado del mirador circular de la cabina—. Tus Jedi están haciéndolo bien. Ya han derribado dos naves de Offworld.

Obi-Wan vio el caza de Anakin acercándose a él y apuntando a un crucero de batalla de Offworld cuyos cañones disparaban contra el
Biocrucero
, que se sacudió por la explosión. Anakin se lanzó en picado, disparando torpedos de protones. De repente, otra nave de Offworld dejó de atacar al
Biocrucero
y dirigió las torretas hacia la nave de Anakin.

—Espero que tu Jedi tenga ojos en la nuca —murmuró Kad.

Obi-Wan lo deseó también.

***

Anakin se sentía muy cómodo solo, en el asiento del piloto de una nave. Allí estaban solos; él, la nave y las miles de formas en las que podía maniobrar.

Pese a ser un piloto de reconocido prestigio en el Templo Jedi, apenas tenía ocasiones de volar. Por eso se sintió tan frustrado al saber que, de haber podido retroceder en el tiempo, habría sido parte del equipo de pilotos de Clee Rhara en su programa de entrenamiento.

Sabía que tenía una nave de Offworld detrás, no tenía ni que mirar, pero no tomó acciones evasivas. Todavía no. Sabía que la nave que lo seguía esperaría a que la otra nave de Offworld que lo atacaba quedase fuera de su alcance, para evitar que los restos de la nave de Anakin chocaran contra ella.

En el último momento, Anakin giró bruscamente a la derecha y ascendió, dio la vuelta y apareció en la retaguardia de la otra nave.

—¿A que esto no te lo esperabas? —gritó mientras soltaba una ráfaga de torpedos de protones. La nave de Offworld se desintegró en una explosión de fuego y luz. Anakin notó que el corazón se le aceleraba al ver aquello. Sabía que no debía sentirse triunfante, pero se sentía así. Las naves de Offworld le superaban en armamento, pero no en capacidad de maniobra.

Escuchó la voz de Garen por la unidad de intercomunicación.

—Hay dos naves atacando a los trasbordadores de escape. Yo voy a por una desde la izquierda.

—Recibido —Anakin cayó en picado. Sentía en los mandos cierta calidez que sabía que no existía, pero es que él sentía la nave como si estuviera viva, como una criatura orgánica a su merced. Se sintió así desde el primer día que puso las manos en los mandos de una nave, cuando era un pequeño esclavo y pilotaba vainas cochambrosas en Tatooine.

Vio a Garen frente a él. El Jedi giró hacia su izquierda y Anakin se escoró hacia la derecha. Había cuatro naves de Offworld persiguiendo a los trasbordadores de escape. Podía ver claramente el logo de
Círculo
roto
pintado en las alas.

Anakin llamó a la Fuerza. Sintió que los motores y él eran uno. La voluntad de la nave y la suya propia eran indisolubles. Garen y él eran uno.

Ambos forzaron los motores al máximo. Se abrieron paso en zigzag hacia las naves de mayor tamaño, que, al verles aproximarse, centraron en los dos ágiles cazas toda su capacidad de disparo.

—Es hora de subir —murmuró Anakin, agarrando suavemente los mandos. La nave empezó a ascender y cambió de dirección para evitar un proyectil que se dirigía al motor de estribor.

Trazó una voltereta y, sin dejar de soltar torpedos, se acercó a una nave desde el ángulo lateral. Roció las alas de proyectiles y tuvo suerte. Uno de los impactos se produjo en el tanque de combustible. La nave explotó, enviando ondas vibratorias que lo alcanzaron e hicieron bailar a su caza.

—¡Qué bonito! —le dijo Garen por el intercomunicador—. Vamos a por la segunda con una estrategia en pinza.

—Recibido. Allá vamos... —Anakin se echó a la izquierda mientras Garen viraba a la derecha. Sin dejar de expulsar torpedos, consiguieron atrapar en medio a la segunda nave, que cayó describiendo una espiral y con los motores fuera de combate.

Anakin ya iba a por la tercera, pero mientras él estaba ocupado, ésta ya había conseguido dañar el ala del trasbordador de rescate. Anakin atacó la nave de Offworld desde arriba, dejándose caer sobre ella a toda velocidad, como si desease chocar contra su puente. Las armas de la nave no podían alcanzarlo desde ese ángulo, así que los de Offworld giraron, pero él hizo lo mismo.

Cuando pudo centrar el punto de mira, atacó el motor izquierdo. Los torpedos impactaron y el motor explotó. La nave de ataque de Offworld se dirigió renqueante hacia la nave nodriza.

Garen se había encargado ya de la última nave que quedaba. Anakin miró a su alrededor. Ya no quedaban naves enemigas en el firmamento.

—Acabo de hablar con Obi-Wan —le dijo Garen—. Kad y él se quedaron en el
Biocrucero
. Kad quiere ver si consigue llegar a Tentrix. El sistema de orientación ha explotado, así que nos van a necesitar de escolta.

Anakin interpretó en las concisas palabras de Garen que el
Biocrucero
corría grave peligro. Y podía darse cuenta de ello: la nave iba peligrosamente escorada y grandes columnas de humo manaban de los motores. El
Biocrucero
era una trampa mortal.

Lo último que quería hacer Anakin era quedarse allí mientras su Maestro permanecía encerrado en el interior de una nave moribunda. Quería estar a su lado.

Pero era un Jedi. Y estaba aprendiendo que eso significaba hacer lo contrario a lo que uno deseaba. Dirigió el caza hacia la derecha y siguió a Garen.

***

—Recibo datos que indican que el sistema de energía secundario funciona —dijo Rhe Pabs. Su voz era tranquila, pero Obi-Wan y Kad se miraron preocupados. Si el sistema secundario se activaba, la nave entraría en modo de catástrofe y no les daría tiempo a coger una cápsula de salvamento.

—Rhe Pabs, es hora de que te marches —dijo Kad con voz firme.

—No, señor, creo que voy a quedarme un rato más.

Kad soltó un soplido de exasperación.

—Bien. Entonces mantennos informados —se volvió hacia Obi-Wan—. Me la voy a jugar. Podría emplear menos energía, lo cual podría salvar todo el sistema. Pero sólo tenemos que mantener la nave operativa un poco más de tiempo. Y están empezando a fallar otros sistemas. Así que voy a aumentar la potencia para poder llegar cuanto antes a Tentrix.

Obi-Wan asintió.

—De acuerdo.

Kad se volvió hacia los mandos.

—Es un buen momento para que te vayas de la nave.

—Me quedo —dijo Obi-Wan.

—Ésta no es tu guerra.

—Ahora sí lo es —respondió Obi-Wan.

Fue una travesía agónica. Los controles funcionaban de forma errática. Casi todas las luces de emergencia parpadeaban.

Obi-Wan mantuvo la vista fija en las naves que les flanqueaban. Estaban tan cerca que podía ver la expresión tensa de Anakin, la tensión en su rostro mientras intentaba sonreír y dar algo de confianza a Obi-Wan.

—¿Por qué te empeñas en salvar el
Biocrucero
? —preguntó a Kad.

—Porque yo invité a venir a todos sus habitantes —dijo con expresión seria—. Ellos abandonaron sus hogares. Han perdido su dinero. Esto es lo único que les queda, y no pienso perderlo.

La voz de Garen resonó en el intercomunicador.

—Tentrix está a la vuelta de la esquina. La plataforma de aterrizaje en órbita estará en posición en ocho minutos.

—Vamos a conseguirlo —murmuró Kad.

Obi-Wan admiró el enorme planeta Tentrix. La plataforma de aterrizaje era un pequeño punto en la lejanía, apenas mayor que una estrella. Cuando se acercaron y la plataforma empezó a orbitar hacia ellos, su tamaño quedó patente.

—Ya casi estamos —susurró Kad.

De repente, la alarmada voz de Rhe Pabs les advirtió desde el intercomunicador.

—¡Todavía hay androides de ataque a bordo! ¡Les he visto dirigiéndose al puente!

Obi-Wan se giró mientras desenvainaba el sable láser, justo cuando se abrieron las puertas del puente de mando. Un batallón de androides de combate entró disparando. Los proyectiles láser fueron a parar a la consola y agujerearon la tapicería de los bancos del panel de mando.

Obi-Wan saltó por encima de la consola cuando dos androides apuntaron hacia Kad. Rechazó los disparos con el sable láser, al tiempo que se abalanzaba contra los androides. A uno de ellos le partió el panel de control en dos, mientras daba una patada al otro. Ambos cayeron al suelo con estrépito. Se giró y partió al siguiente por la mitad. Avanzó sin detenerse, desviando los disparos, hasta arrinconar a los androides, para luego, de una sola pasada, cortar a ambos a la altura de las rodillas. Cayeron al suelo sin dejar de disparar, y entonces, Obi-Wan los decapitó. Los androides rodaron juntos y se quedaron inmóviles.

—Empezaremos con los procedimientos de aterrizaje —dijo Kad con voz temblorosa. Miró a Obi-Wan agradecido—. Vamos a conseguirlo. Gracias a ti.

23

E
l sol salía tarde en Tentrix. Tras desayunar, Obi-Wan y Anakin salieron a la plataforma de aterrizaje principal para ver cómo el sol inundaba el hangar de naranja y rociaba de luz el planeta que tenían bajo sus pies. Anakin estaba eufórico. Se sentía bien en la otra punta de la galaxia, lejos de Coruscant y del Templo, contemplando un planeta desconocido tras una misión cumplida con éxito. Por primera vez, se sintió un verdadero Jedi.

—Me da igual lo que diga Yoda —comentó Anakin—. Creo que descubrir un sabotaje, ayudar en una evacuación y guiar a una nave maltrecha a buen puerto sí que cuenta como misión.

Obi-Wan sonrió.

—Es que ha sido una misión, Anakin.

—Vale —dijo Anakin, satisfecho—. Pero hay algunas cosas que no me han quedado claras.

—Eso suele ocurrir después de una misión.

—¿Cómo pudo Kad perdonar a su padre al final? —soltó Anakin—. Le había traicionado. Y podía haber causado innumerables muertes.

—Sí, lo cierto es que hizo muchas cosas malas —asintió Obi-Wan—. Pero pidió perdón a su hijo al morir. Había algo de bondad en su interior. Y creo que el hecho de que pudiera perdonar a su padre, dice mucho en favor de Kad.

Anakin negó con la cabeza.

—Sigo sin entenderlo.

—¿Tú perdonarías a Yoda si hiciera algo terrible? —preguntó Obi-Wan.

—Yoda jamás haría algo terrible —dijo Anakin con firmeza.

—No, yo tampoco lo creo —dijo Obi-Wan—, pero no olvides nunca lo poderoso que puede llegar a ser el Lado Oscuro.

Anakin apretó los labios. Seguía sin entenderlo. Decidió cambiar de tema.

—Ojalá hubiéramos podido encontrar a Kern.

—Puede que Garen lo consiga.

El Jedi se había ofrecido voluntario para buscar la cápsula de salvamento. Seguían albergando la esperanza de recuperar el tesoro del
Biocrucero
.

—No entiendo qué se traía Kern entre manos —dijo Anakin—. ¿Trabajaba para Offworld o no?

—No lo creo —dijo Obi-Wan—. Creo que trabaja para alguien más. O puede que Vox lo llamase en nombre de Offworld, pero él decidió trabajar por su cuenta. Ese tesoro era una gran tentación. Y Kad me contó que Kern ha robado también los planos del
Biocrucero
. Tiene todos los detalles de sus innovaciones tecnológicas.

—¿Y para qué los querrá?

—Para venderlos —dijo Obi-Wan—. Una nave en travesía constante, con una gran población, podría ser considerada una amenaza por una organización que busque controlar la galaxia. Las personas o los motivos que movían a Kern buscaban destruir todo lo conseguido por Kad, además de robar el tesoro. Si conseguimos encontrar a Kern, quizá consigamos respuestas.

—No pareces tener mucha fe en que Garen lo encuentre —dijo Anakin.

Obi-Wan miró las estrellas, que empezaban a desvanecerse con la luz del amanecer.

—En la galaxia hay muchos sitios donde esconderse. Y Kern está acostumbrado al engaño. Pero es un buen final para tu primera misión, Anakin. Los malos consiguen escapar a veces. Y nosotros hacemos lo que podemos.

—Pero yo quiero ganar siempre —dijo Anakin.

Obi-Wan frunció el ceño.

—Las misiones no consisten en ganar o perder. Consisten en dejar las cosas mejor de lo que estaban.

Escucharon pasos. Kad se acercaba hacia ellos.

—Tentrix es un planeta precioso —dijo, mirando a la esfera azul.

—¿Te quedarás aquí una temporada? —le preguntó Obi-Wan.

—Me temo que las reparaciones llevarán tiempo —respondió Kad—. Vamos a celebrar reuniones para decidir cuál será el siguiente paso. No está claro lo que vamos a hacer. Yo no quiero tomar decisiones. Hay gente que propone colonizar un nuevo planeta o encontrar uno en el Borde Exterior que nos acoja. Ya veremos. He apartado a todos estos seres de todo lo que les era familiar, pero no puedo proporcionarles un futuro.

—Estoy seguro de que el camino a seguir no tardará en quedar claro —dijo Obi-Wan.

Kad asintió.

—Quiero que sepas que quizá no sé lo que pasará en el futuro, pero sí he enterrado el pasado. Espero que tú también. Me has salvado la vida, pero no ha sido por eso. Sé que no fuiste culpable de la muerte de mi hermano. La amargura siempre ha estado presente en nuestra familia. Sé que Bruck era un amargado, y mi padre también. Y lo peor ha sido tener que reconocer que yo también lo soy. He basado todo mi sistema en el rechazo. He dado la espalda a la vida. Y la única razón por la que lo hice era mi amargura. Lo curioso es que si por fin he recobrado la paz ha sido al darme cuenta de ello.

Anakin observó todo atentamente. Su Maestro y Kad se miraban fijamente. Algo pasó entre ellos. Sintió que su Maestro se relajaba, como liberándose de una pesada carga.

—Entonces la vida te ha dado un regalo —dijo Obi-Wan—. Ahora podrás comenzar de nuevo.

—Me han dicho que tenéis una nave para regresar a Coruscan! —dijo Kad—. ¿Venís a despediros de Andra y Den? Os están esperando.

—Claro —dijo Obi-Wan—. ¿Vamos, Anakin?

—Ahora os sigo.

No quería irse todavía de la plataforma de aterrizaje. Su mente bullía con preguntas y lecciones aprendidas. Se moría de ganas de interrogar a Obi-Wan, pero no iba a hacerlo.

Fuera lo que fuera, en el pasado de Obi-Wan había una herida profunda. Eso lo sabía. Él también tenía sus propias heridas. Quizás algún día él también sería un hombre, como Obi-Wan, y sentiría cómo se quitaba ese peso de encima.

Volvió a pensar en Kad, abrazando a su moribundo padre, con los ojos llenos de lágrimas. Había niveles de compasión que seguía sin entender. ¿Cómo podía alguien transformar la ira en piedad?

Other books

In My Father's Eyes by Kat McCarthy
Compulsion by Heidi Ayarbe
Sacred Country by Rose Tremain
The Awakening by Kate Chopin
The Flame Alphabet by Ben Marcus
Decision Time by Earl Sewell
Blood Crazy by Simon Clark
Jax (Broken Strings #1) by Cherry Shephard
Nine Stories by J. D. Salinger