Área 7 (47 page)

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Authors: Matthew Reilly

Tags: #Intriga, Policíaco

BOOK: Área 7
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Los hombres de la unidad Eco se habían levantado de sus asientos y estaban aporreando de nuevo la puerta.

Entonces, de repente, se oyó la voz del piloto del Penetrator por la radio. Era uno de los hombres del séptimo escuadrón de César Russell.

—X-38, aquí Penetrator de la Fuerza Aérea. Los estamos apuntando con un misil. Suelten al crío.

Schofield se volvió para mirar a Kevin mientras su cerebro trabajaba a toda velocidad.

Estaban acorralados: el Penetrator, los hombres de Eco en el interior del transbordador, el misil…

Y entonces vio el compartimento en la pared, tras el asiento de Kevin.

Se volvió hacia el presidente.

—Señor, ¿puede ayudar a Kevin a quitarse el traje?

El presidente procedió a hacerlo mientras Schofield pulsaba el botón para hablar.

—Penetrator, ¿cuáles son sus intenciones?

Mientras hablaba, Schofield fue hasta el compartimento de la pared y lo abrió.

Un letrero en el panel de la puerta rezaba: «Kit de supervivencia».

Los hombres de la unidad Eco seguían aporreando la puerta de la cabina.

—Si sueltan al niño —dijo el piloto del Penetrator—, los dejaremos en paz.

—Sí, claro —murmuró Schofield.

Estaba buscando algo en el compartimento de supervivencia.

—Vamos —dijo—. Tiene que haber uno aquí. Siempre lo hay.

A continuación, sin embargo, dijo por el micro:

—¿Y si no soltamos al niño?

—Entonces tendremos que matarlos a todos.

Fue entonces cuando Schofield encontró lo que estaba buscando: un tubo cilíndrico de más de medio metro de largo que parecía un…

Lo cogió y se volvió para mirar hacia la ventana que daba a la sección trasera del transbordador. Al otro lado de la ventana, apuntando directamente a su rostro, ¡había una pistola!

Con un destello de luz blanca y un silencioso bang, la pistola disparó.

Schofield cerró los ojos y esperó a que la bala rompiera la ventana y se alojara en su cabeza.

Pero la ventana era demasiado gruesa. Tan solo logró arañar la superficie.

Schofield volvió a respirar y corrió hacia su asiento.

—Penetrator —dijo mientras se sentaba y comenzaba a ponerse los cinturones de seguridad—. De acuerdo. De acuerdo. Escuchen. Tengo al presidente conmigo.

Mientras hablaba, le indicó al presidente que se desabrochara los cinturones.

—El presidente…

—Eso es. Voy a soltarlo junto con el niño. Estoy seguro de que no les importará. ¿Tengo su palabra de que no los dispararán?

—Sí.

—Bien. —Schofield se volvió hacia Kevin y el presidente—. Cuando abra la escotilla, quiero que se alejen todo lo que puedan del transbordador, ¿de acuerdo?

—Vale —dijo Kevin.

—Sí —asintió con la cabeza el presidente—. Pero ¿qué hay de usted?

Schofield tiró de la palanca de anulación.

Con un brusco silbido, una pequeña sección del techo del transbordador (la parte situada justo encima del piloto atado) salió disparada por el aire, revelando un ancho cuadrado de cielo azul.

—Aléjense todo lo que puedan del transbordador —dijo Schofield—. Yo iré con ustedes en un minuto. Tengo que acabar con un helicóptero.

Bajo el sol abrasador del desierto, dos figuras salieron de la escotilla de la cabina de pilotaje del transbordador.

El presidente y Kevin.

El presidente todavía llevaba el traje de vuelo naranja, solo que sin el casco. Kevin llevaba la ropa que vestía bajo el traje espacial.

El Penetrator se cernía amenazante sobre ellos mientras la corriente del rotor agitaba el aire.

Una escalera con cuerdas de plástico colgaba del techo del transbordador. Se había desenrollado automáticamente al abrirse la escotilla.

El presidente y Kevin descendieron rápidamente por ella, bajo la mirada atenta de los tres miembros de la tripulación del Penetrator.

Entonces sus pies tocaron el candente asfalto y se alejaron a toda velocidad del transbordador.

Mientras tanto, en el interior de la cabina del transbordador, Schofield estaba colocando el tubo de metal en su regazo, esperando en tensión a que Kevin y el presidente se alejaran.

Intercambió una mirada con el piloto amordazado y maniatado del transbordador.

—¿Qué estás mirando? —dijo.

¡Zzzzzzzzzzzzz!

Sin previo aviso, empezaron a saltar chispas de la puerta que tenía a sus espaldas.

Dios…

Los hombres de la unidad Eco estaban usando un soplete para abrir la puerta.

Tengo que esperar a que el presidente y el niño estén a salvo…

Y entonces oyó la voz del piloto del Penetrator por la radio:

—Gracias, X-38. Lamento haberle mentido, pero por desgracia tenemos que acabar con usted. Buenas noches.

Al instante, un misil Sidewinder salió disparado del ala del Penetrator, dejando una estela de humo tras de sí. Comenzó a descender en dirección al parabrisas del transbordador espacial.

Las chispas del soplete cubrían el suelo de la cabina.

A la mierda,
pensó Schofield
. Hora de echar a volar.

Y entonces tiró de la palanca de eyección situada bajo su asiento.

Al igual que los fuegos artificiales con los que se festeja la llegada del Año Nuevo, Shane Schofield salió disparado por los aires, sentado en su asiento de vuelo.

Trazó un recorrido perfectamente vertical en el aire, conformando un extraño triángulo con el transbordador espacial y el helicóptero.

Y entonces todo se precipitó.

Primero, el misil del Penetrator impactó en el X-38, bajo Schofield, haciendo que el transbordador y los hombres de la unidad Eco en su interior estallaran en una increíble bola de fuego.

Por su parte, Schofield siguió volando por los aires, sobre la explosión llameante, hasta alcanzar el cénit de su trayectoria y colocarse a la altura de la estupefacta tripulación del Penetrator.

Fue entonces cuando los tres miembros de la tripulación del helicóptero vieron a Schofield levantar el tubo cilíndrico que había cogido del kit de supervivencia del transbordador y lo colocaba sobre su hombro mientras seguía elevándose sobre su asiento eyectable.

Solo que no era un tubo cualquiera.

Era un lanzacohetes.

Un lanzacohetes compacto M-72 de un solo disparo incluido en los kits de supervivencia para aquellos astronautas que caían en territorio enemigo y requerían de un armamento ligero pero potente.

En el aire, sentado sobre su asiento eyectable y por encima de la bola de fuego que otrora había sido el X-38, Schofield apretó el gatillo del lanzacohetes.

Al instante, una cabeza aerodinámica salió disparada del M-72, atravesando el aire a gran velocidad, directa a la cabina de vuelo del Penetrator.

La cabeza atravesó el parabrisas del helicóptero y detonó con gran violencia. Las paredes del helicóptero estallaron hacia fuera y el helicóptero se desintegró en el aire.

Comenzó a caer (un amasijo de hierros en llamas que dejaba tras de sí una espesa humareda negra) hasta estrellarse contra la pista, haciéndose pedazos.

El episodio final de la secuencia llegó cuando Schofield activó su paracaídas y este comenzó a desplegarse.

El paracaídas cobró vida por encima de su asiento eyectable, elevándolo lejos de este. A continuación lo llevó de regreso a tierra firme, sano y salvo. Schofield aterrizó en la pista cerca de los restos llameantes del transbordador espacial y del Penetrator.

El presidente y Kevin corrieron hacia él.

—¡Ha sido genial! —exclamó Kevin.

—Sí. Recuérdeme que nunca lo apunte con una pistola cargada —dijo el presidente.

Schofield se quitó el paracaídas y contempló la pista de aterrizaje que conducía hacia los edificios del Área 7.

El Área 7…

Lo primero en lo que pensó no fue en el balón nuclear ni en el destino del país.

Fue en Libby Gant.

La última vez que la había visto había sido durante la batalla en el foso, cuando la granada con el sinovirus del coronel Harper había estallado y se habían separado.

Pero entonces vio el helicóptero.

Vio el segundo Penetrator, el de César y Logan, vacío y abandonado en el exterior del complejo del hangar principal.

—César ha regresado al Área 7 —dijo Schofield en voz alta—. ¿Por qué haría eso?

Fue entonces cuando vio a una figura salir de la base de la torre de control y agitar con dificultad el brazo.

Era Libro II.

Schofield, Kevin y el presidente se encontraron con Libro en la base de la torre.

Libro II estaba pálido y parecía muy débil. Llevaba un grueso vendaje sobre una herida en su bíceps izquierdo y el resto del brazo en cabestrillo.

—Espantapájaros, rápido —dijo, todavía dolorido—. Será mejor que venga a ver esto. Ahora.

* * *

Mientras subían las escaleras de la torre de control, Schofield dijo:

—¿Cuándo ha regresado César al Área 7?

—Llegaron unos minutos antes de que aterrizara. Se dirigían a la entrada de la puerta superior cuando ustedes llegaron. Estaba atendiendo a Janson en la torre y vi lo del asiento eyectable. César y Logan lo contemplaron desde la entrada al hangar, pero cuando envió a sus chicos al juicio final, entraron al complejo.

—César ha vuelto a entrar en el complejo. ¿Por qué? —dijo Schofield, pensativo. A continuación alzó la vista—. ¿Sabe algo de Gant?

—No —dijo Libro II—. Pensaba que estaba con usted.

—Nos separamos cuando detonó la granada. Debe de seguir en el interior del complejo.

Llegaron a la planta superior de la torre. Juliet Janson estaba desplomada sobre una silla, con un vendaje que le cubría el hombro; viva, pero muy pálida.

A su lado se hallaba el balón nuclear.

—¿Qué era lo que quería que viese? —preguntó Schofield a Libro.

—Esto —dijo Libro II mientras señalaba a una pantalla en concreto. Estaba parpadeando:

PROTOCOLO CIERRE A.E. (R) A-07

REGISTRO SISTEMA DE SEGURIDAD

COD. AUT.: 7-3-46820113

************************ ADVERTENCIA ************************

PROTOCOLO DE EMERGENCIA ACTIVADO.

SI NO SE INTRODUCE EL CÓDIGO DE EXTENSIÓN O FINALIZACIÓN

DE CIERRE AUTORIZADO A LAS 11.05 HORAS, SE ACTIVARÁ

LA SECUENCIA DE AUTODESTRUCCIÓN DE LA INSTALACIÓN.

DURACIÓN DE LA SECUENCIA DE AUTODESTRUCCIÓN: 00.10.00

************************ ADVERTENCIA ***********************

Schofield miró su reloj.

Eran las 10.43.

Veintidós minutos para que el mecanismo de autodestrucción termonuclear del complejo se pusiera en funcionamiento.

Y ninguna noticia de Gant… Mierda.

—Hay otra cosa —dijo Libro II—. Hemos logrado volver a poner en marcha los generadores, pero la potencia sigue siendo muy baja. Hemos podido recuperar algunos de los sistemas, como el sistema de iluminación, algunas líneas de comunicación y el sistema de transmisión interno.

—¿Y…?

—Eche un vistazo a esto.

Libro II le dio a un interruptor y uno de los monitores se encendió. En él, Schofield vio la imagen de la sala de control que dominaba el hangar principal.

Y, en el interior de la sala, mirando directamente a la cámara como ya había hecho en varias ocasiones esa misma mañana, estaba César Russell.

Russell sonrió a la cámara.

Cuando habló, su voz resonó por los altavoces de la torre. —Saludos, señor presidente, ciudadanos estadounidenses. Sé que queda poco para mi parte de las once horas pero, puesto que las cosas se han precipitado, estoy seguro de que no les importará un comentario previo.

Mis hombres han caído; mi causa, derrotada. Elogiaría al presidente y a sus valientes guardaespaldas por sus esfuerzos, pero no es mi modo de proceder. Tan solo les diré esto: el país nunca volverá a ser el mismo, no después de hoy.

Y entonces César hizo algo que dejó a Schofield petrificado. Se abrió la ropa de combate, mostrando su torso. Schofield se quedó estupefacto.

—Oh, no…

Una enorme cicatriz vertical le recorría el torso, justo encima de su corazón; la cicatriz de un hombre que había sido intervenido quirúrgicamente en el pasado.

César se echó a reír, una risa de maníaco, totalmente demente. —Lo juro —dijo.

—¿Qué? —dijo el presidente—. No lo entiendo.

Schofield estaba callado.

Él sí lo había entendido.

Sacó un trozo de papel de su bolsillo. Era la hoja que Lumbreras le había imprimido, la que había obtenido del AWACS al inicio de todo, cuando necesitaba saber si realmente le habían colocado al presidente un radiotransmisor en el corazón.

Schofield observó la hoja. Todavía tenía los círculos que había dibujado Lumbreras:

Recordó la explicación de Lumbreras:

»Es una señal de rebote estándar. El satélite envía una señal de búsqueda: los picos elevados del lado positivo, de unos diez gigahercios. Entonces, poco después, el receptor en tierra, el presidente, rebota esa señal de regreso al satélite. Son los picos pronunciados del lado negativo.

Búsqueda y retorno. Interferencias aparte, la señal de rebote parece repetirse cada veinticinco segundos.

—Interferencias aparte… —dijo Schofield mientras contemplaba la hoja impresa—. Solo que no se trata de interferencias. Son dos señales diferentes. El satélite necesita recibir dos señales…

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