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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (75 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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—¡Oye! —exclamó Junior de repente, dando un paso atrás al ver la pistola en mi bolso—. Yo he oído hablar de ti. Estás excluida. Sal inmediatamente de mi local.

Sorprendida, levanté la vista, parpadeando. ¿
No podía haberlo dicho un poco más bajo
?

No obstante, mi pésimo estado de ánimo se transformó rápidamente en rabia.

—Escucha una cosa, Junior —dije con acritud, encontrando una manera de liberar mi bilis—. Te aseguro que me encantaría seguir tu sugerencia. No hay nada que me apetezca más en este momento que volver a casa y darme un baño de burbujas. —En aquel momento me incliné hacia delante, de modo que solo él, Pierce, Al y, probablemente Jenks, pudieran oírme—. Por desgracia, aquella pareja de allí, con pinta de buena gente, está en busca y captura por agredir a un agente de la AFI, ocasionar disturbios en el centro comercial, y ser los principales sospechosos de provocar un incendio en Fountain Square esta misma noche. ¿Por qué no sacas a todos los demás de aquí para que pueda ocuparme de ellos?

Tenía los ojos como platos, y me miraba fijamente.

—Hazme un favor y olvida que me han excluido —añadí, temblando por dentro—. ¿Crees que podrías pensar por ti mismo y hacer algo por el bien común? ¿Eh? ¿Qué me dices?

Nuestros cafés estaban listos, y tras dejar un billete de veinte sobre la barra, le pasé a Pierce su zumo y a Al uno de los vasos de papel. Había tres personas detrás del mostrador, y todos ellos nos miraban como si fuéramos… demonios.

—Gracias —dije, agarrando temblorosa el vaso con la enorme «F» de frambuesa y el café de Jenks. Detestaba perder los papeles de aquella manera aunque, por lo visto, a Al le parecía de lo más divertido.

El olor a café pareció conseguir que Jenks se separara de la lámpara y se dejara caer con fuerza sobre mi hombro, evitando perder el equilibrio en el último momento gracias a que se agarró a mi pelo.

—¿Te encuentras bien? —le pregunté en un susurro.

Él agitó las alas, tiritando.

—Es solo que hace frío —respondió, y yo asentí con la cabeza. A pesar de que todavía llevaba puesto el abrigo, yo también estaba helada. El continuo trasiego de la puerta no ayudaba mucho, aunque la mayoría de las veces se abría para dejar entrar aún más gente.

A medio camino de la mesa, me di cuenta de que no íbamos a caber todos y, para ser franca, no me atraía la idea de tener a Al y a Pierce cerca de Mia o de Remus.

—Jenks, ¿podrías ocuparte de sacar a alguna gente de aquí con ayuda de Pierce? —dije, intentando matar dos pájaros de un tiro.

—¡No pienso hacerle de niñera al fantasmita! —exclamó Jenks desde mi hombro.

—Sospecho que no tienes muy buena opinión de mí, mi adorada bruja —añadió Pierce rápidamente.

Ambos tenían el ceño fruncido cuando me detuve en seco, todavía en la zona cercana al mostrador, y me di la vuelta, haciendo que el abrigo me golpeara las pantorrillas. Al estaba sonriendo.

—Jenks, tienes tanto frío que ni siquiera despides polvo —observé, intentando no parecer preocupada—. Necesito sacar a la gente de aquí sin armar jaleo, y tú sabes cómo hacerlo. Para cuando te necesite, ya habrás entrado en calor.
Espero
. Hasta entonces, quiero que vigiles si Mia me toca el aura.

A continuación entregué a Pierce el café de Jenks y añadí:

—Te daré mi teléfono. Ivy probablemente llamará apenas llegue la AFI. Avísame y diles que no irrumpan en el local, ¿de acuerdo?

—Eso puede hacerlo Jenks —respondió, de mala gana.

Me llevé una mano a la frente, sintiendo que empezaba a dolerme la cabeza.

—Si mi instinto no me engaña, ese horrible tipo de allí se va a poner hecho un energúmeno mucho antes de que llegue la AFI. Voy a necesitar vuestra ayuda y, cuando llegue el momento, podrás dar salida a toda tu testosterona. Entretanto, Jenks puede ponerte al corriente de lo que Remus ha estado haciendo en los últimos veinte años para que no te cagues en los pantalones, ¿de acuerdo?

Seguidamente le entregué el móvil y, cuando me lanzó una mirada burlona, Jenks pareció recuperarse un poco y chasqueó las alas.

—De acuerdo —accedió el pixie, volando con dificultad hasta el receloso brujo, y tras echarle un vistazo, aterrizó en su hombro y le indicó que debían empezar por la parte delantera.

Dos menos
, pensé mirando a Al. El rostro del demonio se iluminó.

—Anda Al, sé un buen chico y siéntate en la primera mesa que libere Pierce.

—Prefiero estar más cerca —dijo, mirando por encima de sus gafas a la pareja sentada a la mesa más próxima. Ellos se pusieron en pie a toda prisa arrastrando las sillas y, apenas salieron disparados por la puerta, Al tomó asiento, colocándose la levita con sumo cuidado.

De acuerdo. Ha llegado la hora de ganarse el sueldo
, pensé, exhalando con fuerza. Me tomé un segundo para desabrocharme otro botón del abrigo y sentir el reconfortante peso de la pistola de pintura en mi bolso mientras me acercaba a Ford, Mia y Remus. Ivy probablemente le diría a Edden que fuera discreto, pero no me hubiera extrañado que, en su afán por capturarla, se presentara con seis coches patrulla con las luces encendidas y las sirenas a todo volumen.

Si Mia no se comportaba como era debido, aquello iba a acabar en menos que canta un gallo. Había intentado matarme en dos ocasiones y, aunque sabía que debía estar preocupada cuando saludé quedamente a Ford y me senté en la silla que me sujetaba, lo único que sentía era un profundo cansancio. El hecho de que Edden hubiera conseguido una orden de arresto y pudiera dispararles era un consuelo. Mientras quitaba la tapa del café y daba un primer sorbo, sentí que todos tenían los ojos puestos en mí. Una vez la ardiente y potente bebida me bajó por la garganta, mis hombros se relajaron. Con tan solo un pequeño esfuerzo podía ver tanto la puerta como el mostrador.

Una de dos, o Mia pensaba sacrificar a Remus y prometer que sería buena, o aquello era un complot para verme muerta, pero no creía que Ford estuviera interpretando erróneamente la situación. La campanilla de la puerta sonó de nuevo cuando una pareja se marchó mirando hacia atrás con expresión aterrorizada, y Jenks me miró con los pulgares levantados. Aquello estaba buenísimo, e intenté tomar buena nota de lo que era por si sobrevivía.
¿Latte
italiano con frambuesa?

Alcé la vista por encima del borde del vaso de papel. Cuando apartó la vista de mí para mirar a Al, la expresión de Remus era una mezcla de miedo y rabia; una combinación ciertamente peligrosa. Mia, sin embargo, irradiaba una inquietante seguridad mientras sostenía en sus brazos a Holly, que dormía con su mono de nieve rosa. Nadie hubiera dicho que los buscaban por agresión y posible homicidio. Iba a entregar a su marido a cambio de la libertad. Lo sabía. ¿Qué sabía ella del amor?

—Mia —dije, al ver que nadie abría la boca—. ¿Has sido tú la que ha iniciado el fuego?

—No —respondió en voz baja, para evitar que la niña se despertara, y Holly movió las manos en sueños. Mia me miraba fijamente, intentando impresionarme con lo que ya creía que era la verdad—. Ha sido la Walker. Intenta que mi propia ciudad se vuelva en mi contra. Te dije que tenía la sutileza de un tronco cayendo en el bosque. —Había alzado la voz, y sus palabras estaban sorprendentemente cargadas de odio—. Quiere a Holly.

Mia se aferró a su hija, y la niña se revolvió para adoptar una postura más cómoda, moviendo los labios como si estuviera succionando. Remus cerró los puños, y cuando se dio cuenta de que me había fijado en sus potentes manos, las apartó de mi vista.

Puse las mías debajo de la mesa y, sin mover los codos, saqué mi pistola de pintura y me la coloqué sobre las rodillas.

—No he pensado en ningún momento que fueras tú —dije, intentando que se relajaran—. Estoy intentando detener a la señora Walker, Mia, pero te han visto cerca del fuego. La AFI no va a volver a saltarse sus propias normas para ayudarte. Tienes que entregarte. Alguien va a resultar herido.
Como, por ejemplo, yo
.

Remus se puso en pie y el corazón me dio un vuelco.

—Tenemos que irnos, Mia. La gente se está marchando.

Al moverse, el enfurecido humano despidió un tenue olor a húmedo, apenas perceptible, que estimuló mi memoria. El miedo se apoderó de mí y me quedé paralizada. Era similar al cemento. Frío y áspero. Mia percibió mi pavor y adoptó una actitud casi relajada mientras las emociones fluían de mi interior. Ford también lo sintió, pero la expresión de su rostro no era de satisfacción, sino de confusión. Sabía que el origen de mi miedo no era la banshee, sino otra cosa, e intenté desembarazarme de la emoción.
Kisten. Proviene de Kisten. No tengo tiempo para esto
.

Mia movió a Holly para adoptar una posición más cómoda e ignoró a Remus. La niña abrió los ojos. En silencio, se quedó mirándome fijamente y, mientras la observaba, sus pálidos ojos adquirieron el color negro del hambre.

—¿Le dijiste a la AFI que abandonaran la investigación? —me preguntó Mia.

Aparté la vista de la niña, sorprendida.

—¡Ah, sí!, pero alguien tiene que ingresar en prisión por lo de los Tilson. Estabais viviendo en su casa. Y apaleasteis a un agente de la AFI.
E intentaste matarme en dos ocasiones
. ¡
Mierda
! ¿
Qué estoy haciendo aquí
?

Junto a mí, Ford tragó saliva, percibiendo las emociones de todos nosotros y teniendo serias dificultades para separar unas de otras. Era mejor que un amuleto de la verdad, pero algo estaba cambiando, y agarré la pistola con una mano mientras rodeaba con la otra el vaso de café.

—Mia, deja que les diga que estás dispuesta a cooperar —intenté de nuevo. No quería dispararle a menos que fuera absolutamente necesario—. El capitán de la AFI sabe que estás arrepentida.
Mentirosa, mentirosa
. Y es consciente de lo que la Walker está dispuesta a hacer para quedarse con la custodia de Holly.
Te está empezando a crecer la nariz
. Solo está enfadado por lo que le sucedió a su hijo, pero si te entregas, como gesto de buena voluntad, hará la vista gorda. Podemos hacer que no te separen de tu hija.

Remus se inclinó sobre su mujer y le susurró algo al oído.

—Mienten para conseguir lo que quieren, y luego te llaman mentirosa cuando intentas obtener lo que es tuyo. No voy a permitir que mi hija vaya dando tumbos de una casa de acogida a otra, durmiendo sobre mugrientos colchones y recibiendo palizas de los compañeros por no tener unos verdaderos padres.

Dudaba mucho que a Holly le sucediera algo así, y Mia estiró el brazo para cogerle la mano.

—Remus, amor mío —dijo, con los ojos puestos en mí—. No voy a entregarme. Quiero comprobar si la AFI me toma en serio. Ella les advirtió, de manera que, si se presentan, tendré la respuesta.

¡
Oh, mierda
! Con el corazón a punto de salírseme del pecho, deslicé los dedos bajo la mesa y agarré la pistola con ambas manos.
Tanto si hay muestras de fuerza letal como si no, si te mueves un milímetro, os derribo a los dos
.

—Piénsalo, Mia… Has infringido la ley. Tienes que elegir entre vivir de acuerdo con las normas de la sociedad o hacerlo al margen de ella, alimentándote de sus desechos. Me dijiste que tú habías construido esta ciudad. ¿De veras vas a abandonarla? Matarme no te servirá de nada. Solo conseguirá cabrearlos aún más.

Ford se levantó, y Remus, al que Mia mantenía a raya gracias a una mano sobre su hombro, se puso tenso.

—Me dijiste que no harías daño a nadie —dijo el psiquiatra—. Y yo te creí.

Holly empezó a quejarse y Mia la zarandeó con fuerza.

—En ese momento creía que la AFI se comportaría de una manera mucho más sensata, pero está claro que no me escucharán hasta que no haya muerto una veintena de los suyos. Pero me escucharán. La bruja ha sido excluida, y puedo matar desechos con total impunidad.

Está pirada. Está como una puta cabra
. Detrás de mí, sentí que Pierce se daba la vuelta. Era la cosa más aterradora que me había sucedido jamás, pero juro que sentí cómo se giraba. En apenas un instante, Jenks se situó delante de mí, despidiendo chispas calientes.

—Yo no diría con impunidad —afirmó, apuntándole con su espada.

—Estoy de acuerdo con el pixie —dijo Pierce detrás de mí.

Observé cómo Remus los evaluaba, pero fue Mia la que intervino:

—¿Qué demonios eres? ¡Ni siquiera tienes un aura!

—Eso me han dicho, y si fueras lo suficientemente inteligente, pondrías pies en polvorosa y te marcharías sin mirar atrás.

Holly empezó a lloriquear, y Mia la zarandeó de nuevo, alzando la vista hacia Remus. Detrás de mí, escuché el taconeo de unas botas y la campanilla de la puerta, que acusaba la salida de otro cliente. La gente había empezado a abandonar el lugar voluntariamente, y el local ya estaba casi vacío. Dirigí la vista hacia el mostrador. Junior estaba allí, mirándonos fijamente, muerto de miedo.

—Llama a la SI —le dije sin emitir sonido alguno, intentando que me leyera los labios. Aquello era demasiado para la AFI. No tenían nada que hacer.

Remus lo vio y, gritando como un endemoniado, echó a correr hacia el propietario.

Me puse en pie de golpe, apuntando a Remus con la pistola, pero había demasiados obstáculos. Ford se tiró al suelo para quitarse de en medio. Una mujer soltó un grito ahogado y se escondió bajo la mesa.

Al ver a Remus, Junior abrió mucho los ojos y, gritando una palabra en latín que sonó especialmente fuerte debido al miedo que sentía, alzó un círculo. Remus se dio de lleno con él cuando intentó saltar por encima del mostrador. Mientras caía hacia atrás, la nariz le sangraba y, cuando chocó contra el suelo, soltó un bramido. Pierce lo agarró por el brazo y Remus le asestó un puñetazo que lo dejó tambaleándose. Tras recuperar el equilibrio, el pequeño fantasma se chupó el pulgar y adoptó la postura de un boxeador. Iba a conseguir que lo mataran. Otra vez.

—Límpiate la sangre de los ojos y ponte en pie, porque pienso zurrarte hasta quedarme sin manos —dijo Pierce, y después me hizo un gesto para que siguiera con ello. Jenks también me gritaba para que le disparara, pero era demasiado tarde. No podía disparar a uno sin alcanzar al otro.

—No lo mates, Remus —dijo Mia con calma—. Tengo la sensación de conocerlo de algo.

—¡Aléjate de ella, Rachel! —exclamó Jenks, recorriendo el local de un extremo a otro como una exhalación—. ¡Antes de que empiece a succionarte el aura!

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