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Authors: Kim Harrison

Tags: #Fantástico, Romántico

Bruja blanca, magia negra (73 page)

BOOK: Bruja blanca, magia negra
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Con un humor de perros, me dirigí hacia el exterior, sumergiendo la cabeza en la bufanda y deseando estar en cualquier sitio menos allí. Si les había pasado algo a Ivy o a Glenn, iba a matar a alguien.

28.

Esto no va a salir bien
, pensé mirando con gesto de arrepentimiento a Al, que caminaba junto a mí por la calle cortada en dirección a Fountain Square. Tenía frío y, encorvándome, me arrebujé en mi abrigo y guiñé los ojos para buscar a Ivy entre las luces intermitentes. Pierce nos seguía muy de cerca, intentando no parecer un imbécil, pero tenía los ojos como platos y era evidente que venía de fuera de la ciudad, por no decir de otro siglo.

La plaza era una especie de caos organizado. Lo que parecían cinco vehículos de la SI llegaban en ese preciso instante, dos coches patrulla de la AFI y de la SI ya estaban allí aparcados desde el comienzo del evento, al igual que las ambulancias y las unidades móviles de los informativos de rigor. Por si esto fuera poco, había que añadir los camiones de bomberos, cuyas mangueras expulsaban una gran cantidad de agua a propulsión que se convertía en minúsculas agujas de hielo que se me clavaban en la cara. Era el frío lo que le confería un aspecto lamentable, con el viento que atravesaba mi abrigo y me llegaba hasta lo más profundo de mi ser. Incluso en el interior de mi bolso, Jenks iba a pasarlo mal.

De todas formas, allí había congregada mucha menos gente de la que hubiera cabido esperar, pues los inframundanos, por naturaleza, eran expertos en esfumarse y evitar todo aquello que oliera a escándalo. Un puñado de curiosos competía por captar la atención de los equipos de noticias. Evitando el contacto ocular, aceleré el paso para situarme detrás de la cinta amarilla, donde solo podían gritarme preguntas que podía fingir no oír.

Junto a la fuente seca, había un grupo de gente a la que estaban atendiendo por quemaduras y por lo que parecía intoxicación por inhalación de humo. El fuego se había extinguido, pero los bomberos seguían dirigiendo las mangueras hacia el escenario, con lo que, en mi opinión, estaban actuando para el personal de los informativos. En aquel momento divisé la figura achaparrada de Edden a la orilla de la zona acordonada y se volvió hacia mí cuando le grité. Parecía tener frío con el esmoquin, pero mostraba un aspecto sagaz mientras levantaba la cinta amarilla para que pasáramos por debajo. De inmediato me sentí protegida y, cuando bajé la guardia, me puse a temblar violentamente por el frío.

—Me alegra que te unas a nosotros —dijo, echando un vistazo a los dos hombres que estaban detrás de mí—. ¿De dónde has sacado a los gemelos?

¿
Los gemelos
?, pensé, conteniendo la respiración mientras me daba la vuelta descubriendo a un Pierce malhumorado en vaqueros junto a otro sonriente con gafas oscuras y una llamativa corbata de color rojo. ¡
Santo cielo
!, pensé, sintiendo una astilla de preocupación penetrando en mi interior. Al se llevó el dedo índice a los labios, y yo me volví de golpe hacia Edden dispuesta a seguirle el juego. Aquello me evitaría meterme en líos, al menos durante unos minutos más.

—¡Oh! ¡Ya sabes cómo somos las brujas! —dije, sin saber muy bien por qué. Solo sabía que tenía que decir algo—. ¡Eh! ¿No es ese Tom? —dije al vislumbrar entre los heridos el que me pareció un rostro familiar.

—¿Dónde? —preguntó Edden, mirando hacia donde yo señalaba. Al hombre de la gabardina negra le estaban vendando la mano, pero cuando se dio cuenta de que nos habíamos fijado en él, se alejó como alma que lleva el diablo, dejando a la persona que lo atendía pidiéndole a gritos que regresara.

—¡Maldita sea mi estampa! —blasfemó Edden. A continuación silbó y ordenó a alguien que saliera tras él, pero era demasiado tarde.

—Era Tom. Tom Bansen —dije, con expresión ofendida, lanzándole a Al una mirada asesina cuando se rió por lo bajo. Aquel tipo lo había invocado en una ocasión para que viniera a matarme—. Es la tercera vez en lo que va de semana que me lo encuentro en la escena de un crimen —rezongué, inquieta.

—Será porque sus fuentes son mejores —comentó Al, dándole un empujón a Pierce para que se quedara detrás de él.

—¿Le estás pasando información a Tom? —pregunté a Al, mientras Edden enganchaba a un agente y empezaba a acribillarlo a preguntas.

Al me miró por encima de las gafas fingiéndose agraviado.

—Todo lo que hago, lo hago por ti, querida.

No estaba segura de si aquello era o no una respuesta, y lentamente expulsé el aire de los pulmones, mirando de reojo a Pierce, que contemplaba el restaurante en lo alto de Carew Tower. Justo en ese preciso instante descubrí a tres agentes de la SI que se dirigían a nosotros y, por un momento, me preocupé por Al, hasta que Edden les mostró la placa y los tres hombres se dieron media vuelta.

El oficial que estaba con él se alejó trotando y Edden puso los brazos en jarras para analizar la situación. En aquella postura me recordaba a Jenks, aunque algo achaparrado y sin alas. Y con un rígido bigote. Y la cara redonda. Y un esmoquin demasiado ligero para aquel frío. De acuerdo, no se parecía en nada a Jenks, pero mostraba la misma actitud de «protector del mundo».

Al distinguir la espigada figura de Glenn entre un puñado de agentes de la AFI, di unas palmaditas a Edden en el brazo y me encaminé hacia donde se encontraban. El pobre parecía aún más helado que yo, con su gorro de lana calado hasta las cejas y los ojos guiñados. No obstante, todos los presentes lo miraban con atención, dando la sensación de que estuviera al mando.

Ivy estaba a su lado y, al ver cómo irradiaba su necesidad vampírica de proteger a los más débiles, no pude evitar sonreír. Su vestido rojo relucía por debajo del abrigo agitado por el viento. No parecía tener ningún frío. Como si hubiera notado que la estaba mirando, levantó la vista hacia mí, y luego la dirigió hasta Al.

—La SI miente —dijo con firmeza mientras el viento traía su voz hasta nosotros a medida que nos acercábamos—. Están mintiendo como bellacos cuando dicen que no hay pruebas de la implicación de una banshee. Debería haber toneladas de emociones aquí, y no es así. Apenas la equivalente a una pequeña colisión entre vehículos. Parece que fuera cualquier jueves por la noche, y no Año Nuevo después de que se haya interrumpido el baile por culpa de un incendio. Las emociones deberían retumbar entre los edificios, pero no hay nada. Alguien las ha absorbido.

El círculo de agentes de la AFI se desplazó para dejarnos entrar y nos detuvimos con Al pegado a mí hasta el punto de sentirme incómoda mientras que Pierce se quedó en la fuente. La emoción cuya falta llamaba la atención de Ivy era la fuerza que había utilizado yo para catalizar el hechizo de Pierce, pero, a diferencia de una banshee, no la había consumido, sino que solo la había tomado prestada para poner en marcha el encantamiento. Me pregunté si aquello hacía que en cierto modo los brujos y las banshees estuviéramos emparentados.

De pronto, percibí que las miradas de los presentes se dirigían hacia Edden conforme se acercaba, y Glenn reprimió un suspiro.

—¿En qué punto estábamos, Glenn? —preguntó el capitán de la AFI para que la atención volviera a concentrarse en su hijo, y la actitud de este se relajó.

Ivy frunció el ceño y cruzó los brazos a la altura de la cintura.

—Alguien ha absorbido las emociones del lugar, y no ha sido Rachel —dijo—. Su magia no funciona así.

En cualquier caso, no exactamente
.

Glenn se pasó el dorso de una de sus manos, protegidas por mitones, por debajo de la nariz. Era evidente que el frío estaba haciendo mella en él.

—Sé que ha sido una banshee —admitió—. No pretendo llevarte la contraria, Tamwood, pero no tienes licencia para presentar pruebas ante los tribunales, y tengo que atenerme a lo que me cuenta la SI. Lo único que tenemos son las declaraciones contradictorias de los testigos, y todo indica que Mia estuvo aquí.

—Mi amuleto se encendió —dijo uno de los agentes, cuyas palabras encontraron eco en uno de sus compañeros, que sacó el hechizo y lo mostró a todo el mundo. En aquel momento estaba negro, pero resultaba gratificante tener la confirmación de que lo había realizado correctamente.
Aunque mi sangre no fuera capaz de invocarlo
.

Ivy resopló.

—De acuerdo, estuvo aquí. Pero eso no significa que iniciara el fuego.

De pronto todos empezaron a discutir e Ivy aprovechó para abandonar el círculo y acercarse hasta donde nos encontrábamos. Entonces, tras hacerle un gesto con la cabeza a Al, me sonrió distraídamente.

—Ha funcionado —dijo—. Bien. Me alegro por ti, Rachel. Bienvenido a la caótica vida de Rachel, Pierce. Las próximas horas prometen ser muy divertidas.

Sacudí la cabeza, pero antes de que pudiera responder, Al le agarró la mano y besó la parte superior de su guante negro.

—Tu bienvenida significa más para mí, Ivy Alisha Tamwood, que un millar de almas. Ver trabajar a Rachel es un prodigio de catástrofes encadenadas.

Aquello resultó algo insultante.

—Este no es Pierce —dije quedamente—. Es Al. Pierce está en la fuente.

Ivy retiró la mano de golpe, obligándole a soltarla. Glenn oyó la respuesta, al igual que la mayoría de los agentes, pero era el único que sabía quién era Al. Entonces interrumpió sus instrucciones a mitad de una frase y yo me encogí de hombros para darle a entender que la captura de almas de la AFI no estaba en su orden del día. Edden lo miró con expresión interrogante y Glenn se quedó callado un momento hasta que recordó lo que estaba diciendo y luego continuó, colocándose de manera que pudiera tener a Al bajo control. El demonio resopló cuando el precavido agente se desabrochó la funda de la pistola. El gesto tampoco les pasó desapercibido a los demás oficiales, e Ivy dividió su atención entre Al y Pierce, que en aquel momento contemplaba los camiones de bomberos con la boca abierta.

Algo no me cuadraba y paseé la mirada por la plaza negándome a creer que Mia hubiera estado allí. Podía entender que hubiera matado a un hombre para alimentar a su hija, pero hasta aquel momento siempre se había concentrado en individuos, no en grupos de personas. Incluso aunque hubiera creído que era responsable de aquello, la lógica me decía que no era así.

Justo en el momento en que su hijo adoptaba un tono autoritario, Edden se separó del grupo de agentes de la AFI y, mirando a Al con severidad, se acercó a nosotros.

—Rachel, lo siento —dijo dirigiendo la vista hacia mí—. Estoy haciendo lo mejor para la niña, dentro de los límites que marca la ley, pero no puedo jugarme el cuello por Mia. No después de esto.

Me quedé allí de pie, temblando. Tenía demasiado frío para protestar. Glenn estaba dando una última orden, y los agentes le miraban con gesto sombrío.

—Buscad a cualquiera con una niña pequeña, probablemente a una mujer, pero también podría ser un hombre, o un hombre y una mujer juntos —estaba diciendo—. No debería haber muchos bebés por aquí.

Ivy tenía la cadera ladeada.

—Mia no inició el fuego —intervino con aspereza.

—¿Más vibraciones vampíricas? —se mofó Edden, provocando una risita burlona de Al.

—Hay más de una banshee en esta ciudad —continuó Ivy—. Yo la he visto. Era una mujer alta, con el pelo largo y aspecto intimidatorio. Iba vestida como si debiera ir rodeada de un montón de guardaespaldas. No tenía rasgos asiáticos, sino más bien amerindios. La mayoría de la gente la habría definido como hispana.

¿
Amerindia
?, pensé, e inmediatamente me vino a la memoria el almuerzo del día anterior en el último piso de Carew Tower.

—Esa es la señora Walker —dije sintiendo que el pulso se me aceleraba—. Edden, es posible que Mia haya estado aquí, pero también la Walker, lo que hace que la cosa cobre sentido. Aquí no dispone de sus presas habituales, de manera que se alimenta donde buenamente puede, y solivianta a las masas para hacerse más fuerte.

El rostro de Edden mostraba una expresión reflexiva, pero hizo un gesto con la mano a Glenn para que pusiera a sus hombres en marcha; estos, coreando palabras de confirmación, se dispersaron. Se produjo un vacío que hizo que bajara la temperatura.

—Por supuesto que la señora Walker ha estado aquí —admitió con voz ronca, aunque percibí un atisbo de duda en ella—. Está siguiéndole la pista a Mia. Lo extraño hubiera sido que no estuviera.

Ivy suspiró y dejó descansar el peso del cuerpo en la otra pierna, pero yo fui mucho más directa.

—¡Maldita sea, Edden! —grité—. ¿Por qué eres tan cabezota? ¿Estás tan obnubilado por esa mujer que no consigues ver las cosas con perspectiva?

Los pocos agentes de la AFI que se encontraban lo suficientemente cerca como para oírme se giraron de golpe, y Glenn nos miró con los ojos como platos. De pronto me puse nerviosa y el achaparrado capitán hizo todo lo posible por relajar la mandíbula.

—¿Y tú eres tan estúpida y tienes el corazón tan dolido que tampoco logras hacer lo mismo? —me respondió con un ladrido.

De pronto me di cuenta de que Al estaba jugando con los copos de nieve de su manga, convirtiéndolos en mariposas azules. Los predestinados insectos se alejaron volando para morir a pocos metros de distancia, agitando las alas brevemente antes de quedar cubiertas por la nieve.

—Mia también me hizo daño a mí —le dije a Edden, nerviosa por la posibilidad de que alguien pudiera ver la muestra de dotes demoníacas de Al—. Te guste o no, Holly crecerá y se convertirá en una depredadora. Depende de ti tenerla como amiga o como enemiga. Piénsalo.

Edden sacudió la cabeza, subiéndose la cremallera y haciendo amago de marcharse.

—Con amigas como ella, quién necesita enemigos.

Aquel fue uno de los comentarios más inconsistentes que le había oído jamás y, con actitud remilgada, di algunos pasos para alcanzarlo.

—¡Deja de pensar como un humano! —le espeté—. Este mundo ya no os pertenece. No tenemos pruebas de que fuera Mia, pero estás dispuesto a encarcelarla por ello. Las banshees son territoriales y, en mi opinión, fue la Walker la que prendió fuego al escenario para atraer a Mia y resolver la cuestión lo más rápidamente posible.

Edden se detuvo y, sin mirarme, observó los movimientos de los paramédicos, que estaban recogiéndolo todo. Detrás de él, Al caminaba reposadamente hacia nosotros, mientras que Pierce también se nos acercaba, pero a paso ligero.

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