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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (73 page)

BOOK: Cerulean Sins
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Entonces me miró. Una vez más, no pude leer su expresión. Determinación, culpa, algo.

—Sé donde se aloja Van Anders. Te daré la dirección. Sé que las personas que nos contrataron desearían verlo muerto ahora. Se ha convertido en una responsabilidad.

Nos dio la dirección. No me apresuré a irme, porque a diferencia de las películas, sabía que no me permitirían estar en la captura. La Reserva Móvil, la respuesta de St. Louis de los SWAT, serían los mandamases. Cuando tienes a gente que pueden entrar con un equipo de chalecos antibalas y armas automáticas, el resto somos superados. Abrí un último archivo y le mostré al hombre que habían crucificado en la pared.

—¿Por qué Van Anders necesitaba hacer esto? No es su forma de matar.

—No sé de qué me estás hablando.

Iba a negarlo, está bien. Incluso si pudiéramos cogerlo en algo, dudo que pudiéramos mantenerlo durante el tiempo suficiente para llevarlo a juicio.

—Sabemos que tú y tu equipo lo hicisteis. Incluso sabemos por qué. —Si Bradley estaba diciendo la verdad, no lo sabía.

—No sabes nada. —Parecía muy seguro de eso.

—Ordenaste matarlo porque huyó. Se escapó de personas como tú y personas como Van Anders.

Entonces me miró y parecía preocupado. Se preguntaba como lo sabía. No mucho. Pero tal vez lo suficiente.

—¿De quién fue la idea de crucificarlo?

—Van Anders. —Parecía como si se hubiese tragado algo amargo. Luego esbozo una pequeña sonrisa—. No importa, Sra. Blake, no iré a juicio.

—Tal vez no, pero me gusta saber quién es el culpable.

Asintió, y luego dijo:

—Van Anders estaba demasiado enfadado porque le disparamos primero. Dijo que lo mejor era la crucifixión si la persona no luchaba. —Me miró con ojos atormentados—. Debería haber sabido entonces lo que quería hacer.

—¿De quién fue la idea de las runas? —pregunté.

Sacudió la cabeza.

—Has conseguido la última confesión que recibirás de mí.

—Todavía hay una cosa que no entiendo. —En realidad, había muchas cosas que no entendía, pero nunca es bueno parecer confundida frente a los malos.

—No voy a declarar contra mí mismo, Sra. Blake.

—Si sabías lo que Van Anders era capaz de hacer, entonces. ¿Por qué traerlo? ¿Por qué hacerlo parte del equipo de todos modos?

—Es un hombre lobo, has visto como quedan sus víctimas. Hay quienes creyeron que tú también eras un cambiaformas. Queríamos a alguien que te pudiera manejar sin riesgo de infección, si había una pelea entre nosotros.

—¿Estabais planeando secuestrarme?

—Como último recurso —dijo.

—Pero debido a que a Balfour y a Canducci no les gustó mi zombi, ¿el plan está apagado?

—Teníamos informes de que podías levantar zombis que pensaban que aún estaban vivos y que podían pasar por humanos. Las personas que nos contrataron estuvieron muy decepcionados cuando vieron la cinta.

Le debía a Marianne y a su aquelarre una nota de agradecimiento. Si ellos no hubieran conseguido sacar mi poder, habría levantado a un zombi, un zombi que parecería vivo, y quizás habría sido raptada y estaría a merced de Van Anders. Quizás le debería mandar flores a Marianne, una tarjeta no me parecía bastante. Traté de hacer algunas preguntas más, pero Leopold Heinrick había dado todo la información que iba a dar. Finalmente pidió un abogado y la entrevista terminó.

Salí a la zona principal y era un caos. La gente gritaba, corría. Entendí una frase, «oficiales abajo». Agarré al detective Webster, de pelo rubio y mal café.

—¿Qué pasa?

O´Brien respondió por él.

—El equipo de los SWAT que fue a por Van Anders, los cortó en pedazos. Por lo menos un muerto, tal vez más.

—Mierda —dije.

Ella llevaba puesta su chaqueta y estaba buscando su bolso en un cajón.

—¿Dónde está Zerbrowski?

—Ya se ha ido.

—¿Puedo ir?

Me miró.

—¿A dónde? Tienes que ir a un hospital.

—Creo que necesito estar en la escena del crimen.

—Te llevaré —dijo Webster.

O´Brien le lanzó una mirada.

—Iré al hospital más tarde. Te lo prometo.

O´Brien sacudió la cabeza y corrió hacía la puerta. Todo el mundo se iba. Algunos irían al hospital. Algunos a la escena del crimen para ver si podían ayudar. Algunos irían a sentarse con las familias de los oficiales caídos. Pero todo el mundo se iba. Si realmente querías cometer un delito en cualquier ciudad, espera hasta que haya un oficial herido.

Iba a la escena del crimen. Trataría de ayudar a averiguar que había salido mal. Porque algo había salido mal si Van Anders había vapuleado a un escuadrón completo de los SWAT. Están entrenados para manejar a terroristas, situaciones con rehenes, drogas, pandillas, peligros bioquímicos; elije el mal y los SWAT pueden manejarlo. Sí, algo había salido terriblemente mal. La pregunta era. ¿Qué?

CINCUENTA Y OCHO

Ya había visto lo suficiente del trabajo práctico de Van Anders como para esperarme lo peor. Lo que vi en el pasillo no estaba ni siquiera cerca de lo peor que podía hacer. En comparación con las otras escenas de los crímenes, era casi limpia. Había una oficial uniformada junto a la ventana al final del pasillo. La ventana estaba casi completamente sin el cristal, como si algo grande hubiera sido arrojado a través de ella. Aparte de la ventana no había nada más.

Había sangre en la alfombra marrón clara del pasillo. Dos muestras más de sangre en la pared que parecían casi artificiales, demasiado dramáticas para las paredes blancas. Eso era todo. Van Anders no había tenido tiempo para disfrutarlo. Uno de los oficiales estaba muerto, quizás dos, pero solo había tenido tiempo para matarlos. No había tenido tiempo para despedazarlos. ¿Me pregunto si eso le enfadaría? ¿Se sentía engañado?

Había una cinta de la policía en el pasillo, pero el sonido de las voces de la puerta de la vivienda era como el rumor del mar. Un triste, enojado y confuso mar. El apartamento estaba impecable, intacto. No había signos de lucha en el interior. Todos los problemas habían empezado y terminado en el pasillo.

El detective Webster había venido conmigo. Todavía estaba en la puerta, porque no había espacio suficiente en la habitación. Todo homicidio tiene más policías de los que necesita, pero nunca había visto una multitud como esta. La gente estaba de pared a pared como en una fiesta, salvo que cada rostro era sombrío, sorprendido o enojado. Nadie estaba teniendo un buen momento.

Zerbrowski había llamado a mi teléfono de camino hacía allí. Todo el mundo quería respuestas, respuestas sobre los monstruos, respuestas que no podía dar, porque no sabía una mierda. Su cita, no la mía.

Me debatía entre la conveniencia de gritar a Zerbrowski o llamarlo a su teléfono móvil. Normalmente no me importaba ser baja, pero esta vez no podía ver a través de la multitud y desde luego no podía ver más allá de ella.

Mire a Webster. Estaba malditamente cerca de los seis pies.

—¿Puedes ver al sargento Zerbrowski?

Webster de repente pareció aún más alto. Me di cuenta de que había estado encorvado, de la forma en la que algunas personas altas lo hacen sobre todo si tienen demasiada altura prematuramente y no les gustaba. De pie, con los hombros hacía atrás, y tratando de mirar por encima de la multitud, era, al menos de seis pies y una pulgada, tal vez una pulgada más. Normalmente soy buen juez con la altura.

—Está en el lado opuesto de la habitación. —De repente, pareció encogerse, los hombros encorvados, como si su columna vertebral se comprimiera ante mis ojos.

Sacudí la cabeza y dije:

—¿Puedes llamar su atención?

Puso una sonrisa picará en sus ojos, una de esas miradas que Zerbrowski y Jason me habían hecho temer.

—Podría ponerte sobre mis hombros, así te miraría.

Le di una mirada que marchitó la sonrisa de su cara. Se encogió de hombros.

—Lo siento. —Pero era ese tipo de disculpa al que estoy acostumbrada, la que Jason da cuando no lo siente en absoluto.

O Zerbrowski era más psíquico de lo que pensaba, o trataba de huir del hombre que lo perseguía. Era uno de los oficiales de los SWAT con el mono negro de combate, el equipo de protección corporal aún estaba en su sitio, pero había perdido el casco, su máscara y sus ojos eran salvajes.

Zerbrowski me vio y la expresión de alivio en su rostro era tan pura, tan feliz, que casi me asustó.

—Oficial Elsworthy, esta es Anita Blake, la oficial Anita Blake. Ella es nuestra experta sobrenatural.

Elsworthy frunció el ceño, parpadeando demasiado rápido. Era como si le llevara más tiempo del que debería filtrar las palabras y que tuvieran significado. Había visto suficiente para reconocer los síntomas. ¿Por qué no estaba en el hospital con el resto del equipo?

Zerbrowski gesticuló hacía mí.

—Lo siento.

Elsworthy parpadeó hacía mí, sus ojos marrones parecían que no se centraban, como si estuviera viendo algo en algún lugar dentro de su cabeza. Mierda. Hace un momento estaba gritándole a Zerbrowski y ahora estaba viendo cosas que no podía ver. Probablemente reviviendo el desastre. Estaba pálido y había un ligero sudor en su rostro. Apostaba a que estaría pegajoso al tacto.

Acerqué mi cara a la de Zerbrowski y le dije en voz baja:

—¿Por qué no está en el hospital con los demás?

—No quería ir. Me dijo que le quería preguntar al RPIT como diablos a un hombre lobo le pueden crecer garras cuando todavía está en forma humana.

Debí reaccionar a la declaración, porque Zerbrowski de repente me dio una mirada a través de la montura de sus gafas.

—Le dije que no era posible para un cambiaformas obtener garras mientras está en su forma humana completa. ¿Hice mal?

Asentí.

—Un cambiaformas tiene que ser realmente poderoso para ser capaz de hacerlo. Solo he conocido a un puñado de personas que pueden hacer un cambio parcial mientras parecen humanos.

Zerbrowski bajo aún más la voz.

—Tal vez habría sido bueno saber eso antes de entrar a por Van Anders. —Pensé que un mínimo de una persona de cada equipo fue a Quántico para la gran clase y la conferencia sobrenatural.

—Ellos lo sabían.

Le di una mirada de disgusto.

—No voy por ahí suponiendo que sé más acerca de los monstruos que el maldito FBI.

—Tal vez deberías —dijo Zerbrowski en voz baja.

La forma en que lo dijo sacó el calor de mis palabras. Realmente no me podía enfadar con Elsworthy ahí de pie como un inocente recién llegado de una masacre.

—¿Qué calor hace aquí, no? —preguntó Elsworthy.

En realidad había demasiada gente en un espacio demasiado pequeño.

—Detective Webster, podría llevar a Elsworthy fuera de la sala para tomar un poco de aire, ¿verdad?

Webster hizo lo que le pedí, y Elsworthy se fue sin una sola queja. Era como si hubiera utilizado toda su ira antes de llegar aquí, y ahora todo lo que quedaba era la conmoción y todo el horror.

Zerbrowski y yo nos quedamos en nuestro pequeño rincón.

—¿Qué salió mal? —pregunté.

—He sido gritado por Elsworthy, pero aún mejor, por el Capitán Parker. Espera en el hospital para que ponga mi culo allí y explicar cómo infiernos Van Anders pudo hacer lo que hizo.

—¿Qué fue exactamente lo que hizo?

Zerbrowski buscó su siempre presente cuaderno en el bolsillo de su chaqueta. El cuaderno parecía que había sido arrugado en el suelo y luego pisado. Pasó las páginas hasta que llegó a las que quería.

—Van Anders cooperó completamente cuando entraron. Parecía sorprendido y no sabía por qué alguien quería arrestarlo. Lo esposaron, lo pusieron en el suelo y los oficiales tácticos, Bates y Meyer, llevaron a cabo el registro de la habitación para ver si estaba despejado. —Me miró—. El procedimiento estándar.

—¿Así que cuándo dejo de ser normal?

—Luego todo se pone un poco confuso. Meyer nunca volvió a hablar por la radio, en absoluto. Bates comenzó a gritar, agente herido, y algo tiene garras. Elsworthy y otro oficial salieron hacía la puerta a tiempo para ver a Van Anders lo suficientemente claro como para jurar que tenía garras, pero estaba en su forma humana completa. —Zerbrowski me hecho una mirada—. A decir verdad, estaba dispuesto a pensar que Elsworthy y… —Volvió a una página de su cuaderno—. Tucker, estaban viendo cosas.

Sacudí la cabeza.

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