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Authors: Laurell K. Hamilton

Tags: #Fantástico, #Erótico

Cerulean Sins (9 page)

BOOK: Cerulean Sins
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—Está bien, Damián, ella no te puede tocar ahora.

—No, Jean-Claude ha negociado mi libertad con ella, y siempre tendré con él una deuda. Pero eso no tiene nada que ver con los juramentos de sangre o votos de vampiros. Se lo debo por haberme librado de una terrible esclavitud.

—Si no puedes mantener a Anita lejos de hacer algo esta noche desafortunada, entonces tendrás que pagar parte de esa deuda —dijo Asher.

Me incliné hacia Damián.

—Entonces vamos a ir a la clandestinidad, porque sé cuál es la edad de Musette y no tengo miedo de ella, no tanto como me temo a mí misma.

Me giré y pude ver la cara de Damián.

—¿Estás insinuando que el miedo a Musette es sólo un poco menos de lo que tu harías?

Pareció pensar en eso por un segundo, o dos, luego asintió lentamente.

—Le temo más a mi viejo maestro, pero sí, temo a Musette.

—Yo tengo miedo de ella —dijo Asher.

Damián asintió.

—Yo también.

Puse la parte superior de mi cabeza contra el pecho de Damián, sacudiendo la cabeza hacia atrás y hacia adelante, arruinando mi pelo, pero no me importaba.

—¡Maldita sea! Si sólo me dejara matar esta noche, ahora, me ahorraría muchos problemas. Tengo razón, sabes que tengo razón.

Damián se plantó ante mí mirándome a los ojos.

—Si matas a Musette, luego, Belle Morte destruirá Jean-Claude.

—¿Qué pasa si Musette hace algo realmente terrible?

Damián miró detrás de mí hacia Asher. Me giré para poder ver el intercambio de miradas de los vampiros. Asher finalmente habló:

—No me gustaría deciros que en ningún caso vamos a matar a Musette, porque puede llegar un momento en que ella no te dé otra opción. No quiero que te pongas en peligro por dudar, si ese momento llega. Pero creo que Musette jugará el juego político muy bien y no te dará una excusa tan horrible como eso.

Suspiré.

—Si esta noche no te esposas a Damián, Anita, nunca vas a mostrar demasiado a Musette —dijo Jason.

—No creo que sea necesario —dijo Asher—. ¿Verdad, Anita?

Fruncí el ceño.

—¿Cómo diablos voy a saberlo? Además, me acaban de quitar las esposas.

Jason tiró de un par de bolsillo de su chaqueta.

—Me puedes pedir prestadas las mías.

Fruncí más el ceño.

—¿Qué estabas haciendo bailando con un par de esposas? —Levanté mi mano—. Espera, no quiero saberlo.

Me sonrió.

—Soy un bailarín, Anita, uso todo tipo de accesorios.

Por un lado, era bueno saber que Jason no llevase las esposas alrededor de su propia vida amorosa. Por otra parte, no estaba segura de querer saber que las esposas eran parte de sus accesorios como stripper. ¿Qué tipo de muestra estaban haciendo en Guilty Pleasures en estos días? Espera, realmente no quiero una respuesta a esa pregunta.

Todos acudieron a la puerta de atrás del Circo de los Malditos. Nosotros no utilizamos las esposas de Jason, pero sí terminé caminando por todas las escaleras de la mano de Damián. Había una lista creciente de personas que caminaban de la mano lo habrían encontrado romántico o excitante. Damián no estaba en la lista, es una lástima.

SEIS

Muy por debajo del Circo de los Malditos existía lo que parecían ser millas de salas subterráneas. Antes había sido el hogar del maestro de la Ciudad de St. Louis, quien quiera que éste fuera, por tanto tiempo que nadie recordaba. Sólo el gran almacén había cambiado, Jean-Claude lo había modernizado, redecorado algunos de ellos, pero nada más. Todavía sólo era un conjunto de piedras y antorchas.

Para suavizar el aspecto de la dura piedra, Jean-Claude había utilizado grandes cortinas de gasa para recubrir las paredes del salón. El exterior era blanco, pero una vez que se separaban de la primera serie de tapices las cortinas eran de plata y oro blanco. Jason se colocó junto a las cortinas, cuando Jean-Claude se abrió paso a través de la puerta.

Me tragué mi saludo. Llevaba pantalones de piel de cuero ajustados metidos en unas botas altas, así que era difícil saber dónde empezaban los pantalones y dónde terminaban las botas. La camisa era una de sus camisas típicas, fechadas alrededor de 1700, con volantes en las mangas y el cuello. Pero el color de la camisa de seda era especial, nunca lo había visto, era una mezcla entre azul celeste y azul marinero. Sus ojos de medianoche se volvían más intensos mientras que su rostro estaba como siempre, impecable, impresionante. Era como siempre, como un sueño húmedo viniendo a la vida, demasiado hermoso para ser real, demasiado real para ser seguro.

Sentía mi corazón bombear en mi garganta. Quería arrojarme sobre él, para envolverme a su alrededor como una manta. Quería que todos sus negros rizos barrieran a lo largo de mi cuerpo para que fuera acariciado por su suavidad. Lo quería. Casi siempre lo quería, pero esta noche, lo quería más. Con todo lo que estaba sucediendo y lo que faltaba aun por suceder en lo único que podía pensar era en tener sexo, sexo con Jean-Claude.

Se acercó a mí, y tendió una de sus manos para acariciarme. Si ponía un solo dedo sobre mí, no estaba segura de controlarme.

Parecía perplejo, y oí su voz en mi cabeza:

—¿Qué está mal,
ma petite
?

Todavía no tenía aprendido el truco de hablar de mente a mente al dedillo, así que no lo intenté. Levanté la mano izquierda y señalé el reloj, eran las diez de la noche.

Me sentía como la Cenicienta, que tenía todas las noches que estar en casa antes de la medianoche. Le había dicho a mis compañeros de trabajo que era la hora del almuerzo, y en realidad me encontraba allí para alimentarme. Pero lo que tenía que alimentar cada doce horas, no tenía nada que ver con mi estómago, sino otro lugar de mi cuerpo.

Jean-Claude puso los ojos como platos. Mientras hablaba en mi cabeza.


Ma petite
, por favor, dime que has alimentado ya el
ardeur
.

Me encogí de hombros.

—Hace doce horas. —No me molesté en bajar la voz, los vampiros detrás de las cortinas iban a oírme sin problemas, así que utilicé un tono normal de voz. No iba a ser capaz de ocultar el
ardeur
de todos modos. El
ardeur
era uno de los efectos secundarios de ser el siervo humano de Jean-Claude. En otra época, Jean-Claude habría sido considerado un íncubo, porque podía alimentarse de la lujuria. No sólo pensando en ella, sino haciendo que otros sintieran lujuria atreves de él. En una emergencia, podía alimentarse de la lujuria y renunciar a beber sangre durante unos días. Es muy raro que un vampiro tenga tal poder. Sólo conocía a otro vampiro que tenía un poder parecido, la antigua ama de Damian, ella podía alimentarse del miedo.

Bella Morte, por supuesto, fue la que creó el
ardeur
. Ella lo había utilizado durante siglos para manipular a reyes y emperadores. Jean-Claude fue uno de los pocos vampiros de su línea de sangre, en heredar este poder en particular. Y claro, que yo sepa, era la única Sierva Humana que había heredado sus poderes.

El
ardeur
al principio despertó en una vampiresa, que lo controlaba al igual que la sed de sangre, entonces poco a poco había aprendido a controlarlo. O ese era el plan. Desde que yo lo tenía, me había golpeado como el infierno, de modo que tenía que alimentarlo cada doce horas. Era una liberación no tener que recurrir al coito, sino que simplemente bastaba un contacto sexual. Todas las viejas historias sobre súcubos e íncubos eran ciertas. No podía alimentarme de la misma persona cada vez. Micah permitía que me alimentara de él. Jean-Claude había estado esperando para compartir el
ardeur
conmigo durante muchos años, aunque claro, él tenía pensado alimentarse de mí y no al revés. Me había visto obligada a tomar a Nathaniel, uno de mis leopardos, lo había convertido en mi propia versión de un
pomme de sang
. Vergonzoso como el infierno, pero era mejor vencer a los demonios que abusar sexualmente de hombres extraños. Era muy duro convertirse en una lujuriosa como Belle Morte.

El plan para esta noche era ir a mi casa y reunirme con Micah, pero por el contrario estaba aquí, en el circo. Eso no era del todo malo, Jean-Claude siempre estaba dispuesto. Lamentablemente, teníamos grandes vampiros malos en la habitación contigua, y no pensaba hacerlos esperar mientras tenía relaciones sexuales con Jean-Claude. Sería una corazonada, pero sospechaba que para Musette sería incluso agradable.

El problema era que para mí, el
ardeur
no era nada agradable.

Los hombres estaban todos de pie, a mi alrededor con cara de ¡oh, no pienso decir nada ni aunque me pagues! Estábamos todos mirando a Jean-Claude esperando una respuesta.

—¿Qué hacemos? —pregunté.

Pareció perdido durante un momento y luego comenzó a reír. Su risa me hizo temblar, tanto que Damián tuvo que sujetarme para que no me cayera. Esperé que el
ardeur
se extendiera sobre su cuerpo como una enfermedad contagiosa, pero no lo hizo. En el momento en que me él me tocó, el
ardeur
retrocedió como el mar alejándose de la orilla. Me sentí iluminada y limpia, lúcida. Me agarré del brazo de Damián como si fuera mi único soporte.

Me giré para ver los ojos de Jean-Claude. Parecía muy serio de repente.

—Lo siento también,
ma petite
.

Tanto Jean-Claude como yo, sabíamos que a través de la práctica llegaríamos a tener un mínimo de control. Él siempre me ayudaría. Pero cuando no estábamos concentrados, el fuego ardía a través de nuestra piel, con una fuerza abrumadora.

Sentí el olor de Damián como un toque fresco, lo notaba en mi lengua.

Sabía que Damián me quería, de esa manera anticuada y buena que iba muy bien con corazones y flores, pero también con todo lo relacionado con la lujuria. Me anhelaba como también hacía con mi sangre, porque sin mí moriría. Damián tenía más de seiscientos años de edad, pero nunca sería un vampiro maestro. Lo que significaba que, literalmente, su amante original había hecho latir su corazón, manteniéndolo con vida.

Entonces, Jean-Claude, había sustituido a su creadora y final y accidentalmente yo había llegado a su vida, y eran mis poderes de nigromante los que hacían que Damián cada noche, volviera del sueño.

Me había horrorizado, en efecto, tenía una mascota vampiro. Traté de ignorarlo durante muchos meses, huyendo de él y de otras tantas cosas, pero finalmente me di cuenta de que a Damián no lo podía pasar por alto.

Si me separase de Damián, primero se volvería loco y entonces moriría de verdad. Por supuesto, mucho antes de que se desvaneciera, los demás vampiros abrían tenido que ejecutarlo. No puedes tener a un vampiro de seiscientos años de edad haciendo una mala y endemoniada carrera alrededor de la ciudad, matando a gente. Es malo para el negocio. ¿Cómo es que sabía lo que pasaría si me negaba a Damián? Durante los primeros seis meses no había sido consciente de Damián. Se había vuelto loco y había matado a inocentes. Jean-Claude lo había encarcelado, esperando a que volviera a casa, que me pusiera a la altura de mis responsabilidades, en lugar de ignorarlas. Damián había pagado un precio muy alto por mi error.

Volví a mirar a Jean-Claude. Seguía siendo hermoso, pero ahora podía mirarlo sin querer tocarlo como un pulpo por todas partes.

—Esto es increíble —dije.

—Si hubieras dejado que Damián te tocara, lo habrías descubierto antes —dijo Jean-Claude.

Hubo un tiempo, no hace mucho, que me hubiera resentido porque me recordaran mis propios defectos, pero una de mis nuevas virtudes, era no discutir acerca de todo. Escoger mis batallas, ese era el objetivo.

Jean-Claude asintió con la cabeza, se acercó hasta mí, y me tendió la mano.

—Mis disculpas por la indiscreción de antes,
ma petite
, pero soy el maestro de la ciudad y no un simple peón del
ardeur
.

Me quede mirando su mano, tan pálida, de dedos largos y agraciada. Incluso sin la interferencia del
ardeur
, siempre era fascinante de tantas formas que no tenía palabras para describirlo. Tomé su mano, mientras que todavía me mantenía aferrada al brazo de Damián. Los dedos de Jean-Claude se cerraron alrededor de los míos y mi corazón se quedó en calma. El
ardeur
no me atravesó.

Se llevó mi mano a la boca, lentamente, rozó con sus los labios mis nudillos. No pasó nada. Corría el riesgo de una caricia de sus labios, deslizándose a lo largo de mi piel. Me hizo perder el aliento, pero el
ardeur
no se levantó.

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