Read Cincuenta sombras más oscuras Online

Authors: E. L. James

Tags: #Erótico, #Romántico

Cincuenta sombras más oscuras

BOOK: Cincuenta sombras más oscuras
8.71Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

 

La romántica, sensual, erótica y totalmente adictiva historia de la apasionada relación entre una estudiante universitaria y un joven multimillonario.

Intimidada por las peculiares prácticas eróticas y los oscuros secretos del atractivo y atormentado empresario Christian Grey, Anastasia Steele decide romper con él y embarcarse en una nueva carrera profesional en una editorial de Seattle.

Pero el deseo por Christian todavía domina cada uno de sus pensamientos, y cuando finalmente él le propone retomar su aventura, Ana no puede resistirse. Reanudan entonces su tórrida y sensual relación, pero mientras Christian lucha contra sus propios demonios del pasado, Ana debe enfrentarse a la ira y la envidia de las mujeres que la precedieron, y tomar la decisión más importante de su vida.

E.L. James

Cincuenta sombras más oscuras

Trílogia de las cincuenta sombras - 2

ePUB v1.4

AlexAinhoa
15.07.12

Título original:
Fifty Shades Darker

@ E.L.James, 07/2012

Traducción: Pilar de la Peña Minguell y Helena Trías Bello

Editor original: AlexAinhoa (v1.0 - v1.3)

Corrección de erratas: carly32, fco_alvrz, Eibisi, sanpalgar y Mística

ePub base v2.0

Para Z. y J.

Tenéis mi amor incondicional, siempre

Prólogo

Él ha vuelto. Mamá está dormida o vuelve a estar enferma.

Yo me escondo y me acurruco debajo de la mesa de la cocina. Veo a mamá a través de mis dedos. Está dormida en el sofá. Su mano cae sobre la alfombra verde y pegajosa, y él lleva sus botas grandes con la hebilla brillante y está de pie junto a mamá, gritando.

Pega a mamá con un cinturón. «¡Levanta! ¡Levanta! Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta. Eres una jodida puta.»

Mamá hace un ruido, como si sollozara. «Para. Por favor, para.» Mamá no grita. Mamá se acurruca más.

Yo tengo los dedos metidos en las orejas, y cierro los ojos. El ruido cesa.

Él se da la vuelta y veo sus botas cuando irrumpe en la cocina.

Todavía lleva el cinturón. Intenta encontrarme.

Se agacha y sonríe. Huele mal. A cigarrillos y alcohol. «Aquí estás, mierdecilla.»

Un gemido escalofriante le despierta. ¡Dios! Está empapado en sudor y su corazón late desaforadamente. ¿Qué coño? Se sienta de un salto en la cama y se coge la cabeza con ambas manos. Dios… Han vuelto. El ruido era yo. Respira profunda y acompasadamente, para despejarse la mente y las fosas nasales del olor a bourbon barato y a cigarrillos Camel rancios.

1

He sobrevivido al tercer día post-Christian, y a mi primer día en el trabajo. Me ha ido bien distraerme. El tiempo ha pasado volando entre una nebulosa de caras nuevas, trabajo por hacer y el señor Jack Hyde. El señor Jack Hyde… se apoya en mi mesa, y sus ojos azules brillan cuando baja la mirada y me sonríe.

—Un trabajo excelente, Ana. Me parece que formaremos un gran equipo.

Yo tuerzo los labios hacia arriba y consigo algo parecido a una sonrisa.

—Yo ya me voy, si te parece bien —murmuro.

—Claro, son las cinco y media. Nos veremos mañana.

—Buenas tardes, Jack.

—Buenas tardes, Ana.

Recojo mi bolso, me pongo la chaqueta y me dirijo a la puerta. Una vez en la calle, aspiro profundamente el aire de Seattle a primera hora de la tarde. Eso no basta para llenar el vacío de mi pecho, un vacío que siento desde el sábado por la mañana, una grieta desgarradora que me recuerda lo que he perdido. Camino hacia la parada del autobús con la cabeza gacha, mirándome los pies y pensando cómo será estar sin mi querido
Wanda
, mi viejo Escarabajo… o sin el Audi.

Descarto inmediatamente esa posibilidad. No. No pienso en él. Naturalmente que puedo permitirme un coche; un coche nuevo y bonito. Sospecho que él ha sido muy generoso con el pago, y eso me deja un sabor amargo en la boca, pero aparto esa idea e intento mantener la mente en blanco y tan aturdida como sea posible. No puedo pensar en él. No quiero empezar a llorar otra vez… en plena calle, no.

El apartamento está vacío. Echo de menos a Kate, y la imagino tumbada en una playa de Barbados bebiendo sorbitos de un combinado frío. Enciendo la pantalla plana del televisor para que el ruido llene el vacío y dé cierta sensación de compañía, pero ni la escucho ni la miro. Me siento y observo fijamente la pared de ladrillo. Estoy entumecida. Solo siento dolor. ¿Cuánto tendré que soportar esto?

El timbre de la puerta me saca de golpe de mi abatimiento y siento un brinco en el corazón. ¿Quién puede ser? Pulso el interfono.

—Un paquete para la señorita Steele —contesta una voz monótona e impersonal, y la decepción me parte en dos.

Bajo las escaleras, indiferente, y me encuentro con un chico apoyado en la puerta principal que masca chicle de forma ruidosa y lleva una gran caja de cartón. Firmo la entrega del paquete y me lo llevo arriba. Es una caja enorme y, curiosamente, liviana. Dentro hay dos docenas de rosas de tallo largo y una tarjeta.

Felicidades por tu primer día en el trabajo.

Espero que haya ido bien.

Y gracias por el planeador. Has sido muy amable.

Ocupa un lugar preferente en mi mesa.

Christian

Me quedo mirando la tarjeta impresa, la grieta de mi pecho se ensancha. Sin duda, esto lo ha enviado su asistente. Probablemente Christian ha tenido muy poco que ver. Me duele demasiado pensar eso. Observo las rosas: son preciosas, y no soy capaz de tirarlas a la basura. Voy hacia la cocina, diligente, a buscar un jarrón.

Y así se establece un patrón: despertar, trabajar, llorar, dormir. Bueno, tratar de dormir. No consigo huir de él ni en sueños. Sus ardientes ojos grises, su mirada perdida, su cabello castaño y brillante, todo me persigue. Y la música… tanta música… no soporto oír ningún tipo de música. Procuro evitarla a toda costa. Incluso las melodías de los anuncios me hacen temblar.

No he hablado con nadie, ni siquiera con mi madre, ni con Ray. Ahora mismo soy incapaz de tener una conversación banal. No, no quiero nada de eso. Me he convertido en mi propia isla independiente. Una tierra saqueada y devastada por la guerra, donde no crece nada y cuyo porvenir es inhóspito. Sí, esa soy yo. Puedo interactuar de forma impersonal en el trabajo, pero nada más. Si hablo con mamá, sé que acabaré más destrozada aún… y ya no me queda nada por destrozar.

Me cuesta comer. El miércoles a la hora del almuerzo conseguí comerme una taza de yogur, y era lo primero que había comido desde el viernes. Estoy sobreviviendo gracias a una recién descubierta tolerancia a base de cafés con leche y Coca-Cola light. Lo que me mantiene en marcha es la cafeína, pero me provoca ansiedad.

Jack ha empezado a estar muy encima de mí, me molesta, me hace preguntas personales. ¿Qué quiere? Yo me muestro educada, pero he de mantenerle a distancia.

Me siento y reviso un montón de correspondencia dirigida a él, y me gusta distraerme con esa tarea insignificante. Suena un aviso de correo electrónico y rápidamente compruebo de quién es.

Santo cielo. Un correo de Christian. Oh, no, aquí no… en el trabajo no.

De: Christian Grey

Fecha: 8 de junio de 2011 14:05

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mañana

Querida Anastasia:

Perdona esta intromisión en el trabajo. Espero que esté yendo bien. ¿Recibiste mis flores?

Me he dado cuenta de que mañana es la inauguración de la exposición de tu amigo en la galería, y estoy seguro de que no has tenido tiempo de comprarte un coche, y eso está lejos. Me encantaría acompañarte… si te apetece.

Házmelo saber.

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

Mis ojos se llenan de lágrimas. Dejo mi mesa a toda prisa, corro al lavabo y me escondo en uno de los compartimentos. La exposición de José. Maldita sea. La había olvidado por completo y le prometí que iría. Oh, no, Christian tiene razón, ¿cómo voy a ir hasta allí?

Me aprieto las sienes. ¿Por qué no me ha telefoneado José? Ahora que lo pienso… ¿por qué no ha telefoneado nadie? He estado tan absorta que no me he dado cuenta de que mi móvil no sonaba.

¡Maldita sea! ¡Soy una idiota! Aún está desviado a la BlackBerry. Dios santo. Christian ha estado recibiendo mis llamadas; a menos que haya tirado la BlackBerry. ¿Cómo ha conseguido mi dirección electrónica?

Sabe qué número calzo; no creo que una dirección de correo electrónico le suponga un gran problema.

¿Puedo volver a verle? ¿Puedo soportarlo? ¿Quiero verle? Cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás, mientras la tristeza y la añoranza destrozan mis entrañas. Claro que sí.

Quizá, quizá puedo decirle que he cambiado de idea… No, no, no. No puedo estar con alguien que siente placer haciéndome daño, alguien que no puede quererme.

Fogonazos de recuerdos torturan mi mente: el planeador, cogerse las manos, besarse, la bañera, su delicadeza, su humor, y su mirada sexy, oscura, pensativa. Le echo de menos. Hace cinco días, cinco días de agonía que me han parecido eternos.

Por las noches lloro hasta quedarme dormida, deseando no haberme marchado, deseando que él fuera diferente, deseando que estuviéramos juntos. ¿Cuánto durará este sentimiento horrible y abrumador? Vivo un calvario.

Me rodeo el cuerpo con los brazos, me abrazo fuerte, me sostengo a mí misma. Le echo de menos. Realmente le echo de menos… le quiero. Sencillamente.

¡Anastasia Steele, estás en el trabajo! He de ser fuerte, pero quiero ir a la exposición de José y, en el fondo, mi lado masoquista quiere ver a Christian. Inspiro profundamente y vuelvo a mi mesa.

De: Anastasia Steele

Fecha: 8 de junio de 2011 14:25

Para: Christian Grey

Asunto: Mañana

Hola, Christian:

Gracias por las flores; son preciosas.

Sí, te agradecería que me acompañaras.

Gracias.

Anastasia Steele

Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP

Reviso mi móvil y veo que las llamadas siguen desviadas a la BlackBerry. Jack está en una reunión, así que llamo rápidamente a José.

—Hola, José, soy Ana.

—Hola, desaparecida.

Su tono es tan cariñoso y agradable que casi basta con eso para provocarme otra crisis.

—No puedo hablar mucho. ¿A qué hora he de estar mañana en tu exposición?

—Pero ¿vendrás?

Parece emocionado.

—Sí, claro.

Al imaginar su gesto de satisfacción, sonrío sinceramente por primera vez en cinco días.

—A las siete y media.

—Pues nos vemos allí. Adiós, José.

—Adiós, Ana.

De: Christian Grey

Fecha: 8 de junio de 2011 14:27

Para: Anastasia Steele

Asunto: Mañana

Querida Anastasia:

¿A qué hora paso a recogerte?

Christian Grey

Presidente de Grey Enterprises Holdings, Inc.

De: Anastasia Steele

Fecha: 8 de junio de 2011 14:32

Para: Christian Grey

Asunto: Mañana

La exposición de José se inaugura a las 19.30. ¿A qué hora te parece bien?

Anastasia Steele

Ayudante de Jack Hyde, editor de SIP

BOOK: Cincuenta sombras más oscuras
8.71Mb size Format: txt, pdf, ePub
ads

Other books

The Prize by Brenda Joyce
When in Rio by Delphine Dryden
The Hawk Eternal by Gemmell, David
Murder at the Holiday Flotilla by Hunter, Ellen Elizabeth
Entranced By Him by Cassandra Harper
I, Mona Lisa by Jeanne Kalogridis
Sidelined by Emma Hart
Looking for a Hero by Cathy Hopkins