Cómo mejorar su autoestima (5 page)

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Authors: Nathaniel Branden

BOOK: Cómo mejorar su autoestima
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¿Puede hallar aspectos de usted mismo en alguna de estas dos mujeres? Si es así, identifique cuáles. ¿Le producen orgullo o tristeza?

Vivir conscientemente.
Cuando Rolando llegó a la edad de cuarenta y dos años, sabía que había logrado los objetivos más importantes que se había propuesto. Gozaba de un matrimonio feliz, había alcanzado el éxito como médico y tenía tres hijos a los que amaba y de los cuales se sentía orgulloso. Pero cada vez advertía más una vaga insatisfacción que crecía dentro de él, como si una parte desconocida de sí mismo tratase de enviarle una señal por medio de su mente consciente. Al principio sólo pudo identificar una difusa sensación de añoranza. No la olvidó, sino que la observó. Poco a poco comenzó a recordar un sueño de su juventud largamente olvidado: escribir libros. Redujo sus horas de trabajo y sus compromisos sociales, a fin de contar con más tiempo para explorar esos sueños y anhelos. En los primeros momentos le costó distinguir si representaban un deseo real o el residuo de una fantasía adolescente: pero sabía que tenía que averiguarlo, pues su vida y lo que había hecho con ella eran importantes. Comenzó a advertir que deseaba apasionadamente escribir obras de ficción, y pronto se puso a trabajar en el esquema de una novela. Dos años más tarde la novela estaba terminada; un año y medio después, la había publicado. Le fue más o menos bien. Pero entonces Rolando sabía, ya sin ninguna duda, que eso era lo que quería hacer. Su segunda novela tuvo mayor éxito, y la tercera más aun. Dejó la medicina y se dedicó por completo a escribir. Su mujer le vio convenirse en un hombre más joven y más feliz. Sus hijos aprendieron una lección inapreciable: respetemos nuestros deseos, respetemos nuestra propia vida. "Estad siempre alerta a las señales interiores (les dijo Rolando), no actuéis de modo impulsivo,
prestad atención.
A veces una parte de nuestra mente está algunos años por delante en sabiduría con respecto a otra."

Vivir inconscientemente.
Rafael se aburría. Psicólogo, había comenzado a ejercer su profesión a los veintiocho años y ahora, a los cincuenta y dos, se preguntaba qué haría para soportar otros veinte años haciendo lo mismo. Realizaba sesiones individuales y de grupo y, de vez en cuando, realizaba seminarios para empresas. Ya no recordaba en qué momento había dejado de trabajar por placer y empezado a hacerlo únicamente por el dinero, pero sabía que hacia ya mucho tiempo que su ocupación no le proporcionaba satisfacción alguna. En aquellos tiempos transmitía emoción a sus pacientes; ahora sólo les ofrecía una "sabiduría" cansada y cínica. Se sentía un fraude y a menudo se sorprendía de que nadie más lo advirtiera. Solía ocurrirle, de vez en cuando, que acudiera a él algún paciente aquejado de los mismos problemas que él experimentaba; pero eso no le empujaba a pensar en su situación o analizarla con alguien. Su pasatiempo y su evasión favorita era el tenis, y con frecuencia, mientras un paciente le hablaba y él se aburría, soñaba con ese deporte. Su familia lo veía cada vez más apagado, aislado e irritable. Hasta que un día se enamoró de una paciente treinta años más joven y se fue con ella a vivir en un
ashram
en Colorado, dirigido por un gurú indio que predicaba el "amor libre" y la "experimentación" con drogas —además de la absoluta sumisión a su voluntad—, como medio para alcanzar la iluminación espiritual. El gurú le dijo que tanto pensar había sido la causa de sus problemas y Rafael quiso creer que eso era lo cierto.

Dos diferentes actitudes hacia la vida, la razón y la realidad. ¿Cuál está más cerca de la suya? ¿Y cuáles observa que son las consecuencias para su autoestima?

Al considerar los ejemplos precedentes, analice los resultados que implica el hecho de vivir conscientemente, en contraposición a los que produce el vivir inconscientemente:

Pensar, aunque resulte difícil, contra no pensar.

El conocimiento, aun cuando sea un desafío, contra el desconocimiento.

La claridad, se obtenga o no con facilidad, contra la oscuridad o la vaguedad.

El respeto por la realidad, ya sea agradable o dolorosa, contra la huida de la realidad.

El respeto por la verdad contra el rechazo de la verdad.

La independencia contra la dependencia.

La actitud activa contra la actitud pasiva.

La voluntad de correr riesgos adecuados, aunque despierten miedo, contra la falta de voluntad.

La honestidad con uno mismo contra la deshonestidad.

Vivir en el presente y de acuerdo con él, contra replegarse en la fantasía.

Enfrentarse a uno mismo contra evitarse a uno mismo.

La voluntad de ver y corregir los errores, contra la perseverancia en el error.

La razón contra el irracionalismo.

En las historias anteriores encontrará todos estos temas presentes de un modo implícito.

Uno de los puntos más importantes del vivir conscientemente es la independencia intelectual. Una persona no puede pensar a través de la mente de otra. Podemos aprender de los demás, pero el verdadero conocimiento implica comprensión, y no se trata de la mera repetición o imitación. Tenemos dos alternativas: ejercitar nuestra propia mente, o delegar en otros la responsabilidad del conocimiento y la evaluación y aceptar sus veredictos de manera más o menos incondicional.

Por supuesto, a veces los demás influyen en nosotros de modos que no reconocemos; pero esto no altera el hecho de que existe una distinción entre los que tratan de comprender las cosas por sí mismos, y los que no lo hacen. Lo decisivo a este respecto es nuestra intención, nuestra meta. Como política general,
¿intenta
usted pensar por sí mismo? ¿Es ésa su orientación básica?

Hablar de "pensar de forma independiente" es útil porque la redundancia tiene valor en términos de énfasis. A menudo la gente llama "pensar" al mero reciclaje de las opiniones ajenas, no al verdadero pensamiento. Pensar con independencia —sobre nuestro trabajo, nuestras relaciones, los valores que guiarán nuestra vida— es parte de lo que se quiere decir con "vivir conscientemente".

La independencia es una virtud de la autoestima.

Al repasar los casos citados, tal vez usted desee preguntar: ¿acaso la gente que vive conscientemente no tiene, ya, una buena autoestima, y la que vive inconscientemente carece de ella? ¿Cómo puede, entonces, el vivir conscientemente ser la
base
de la autoestima?

Nos encontramos aquí con lo que yo llamo
el principio de la causalidad recíproca
Con ello quiero decir que las conductas que generan una buena autoestima son también expresiones de una buena autoestima, y las conductas que expresan una buena autoestima son también generadoras de una buena autoestima. Vivir conscientemente es a la vez causa y efecto de la autoconfianza y el autorrespeto.

Cuanto más conscientemente vivo, más fe tengo en mi mente y más respeto mi valor. Cuanta más fe tengo en mi mente y más respeto mi valor, más natural me resulta vivir conscientemente. Esta misma relación existe entre todas las conductas que sirven de apoyo a la autoestima.

Pensemos en las historias citadas. ¿Puede usted aislar las áreas de su vida en las que obra con mayor conciencia? ¿Y qué sucede con las áreas en las que obra con menor conciencia? Empleando como guía el material de este capítulo, escriba dos listas. Es un excelente modo de profundizar su comprensión de qué significa para usted vivir conscientemente.

Ahora, supongamos que usted identifica tres áreas en las cuales reconoce que su nivel medio de conciencia es mucho menor que lo que debería ser. Trate de ver por qué le resulta difícil lograr en estas áreas un alto nivel de concentración mental. Luego, para cada una de esas áreas, escriba:
"La dificultad de permanecer plenamente consciente en esto reside en...",
y luego, lo más rápido posible, sin censurarse o "pensar", complete la oración empleando de seis a diez terminaciones diferentes. Luego haga lo mismo con:
"Lo bueno de ser plenamente consciente en esto es...";
luego siga con:
"Si yo permaneciera plenamente consciente en esto...".
Es probable que haga algunos descubrimientos esclarecedores. Ya con el solo hecho de efectuar este ejercicio, vivirá usted más conscientemente.

Por último, reflexione un poco sobre el día de mañana, y sobre los próximos siete días de su vida. Considere cómo puede aplicar estas ideas a sus intereses diarios. Si, por ejemplo, decide ser más consciente en su trabajo, ¿qué es lo que podría hacer de manera diferente? Si elige ser más consciente en una o más de sus relaciones afectivas, ¿qué cambiaría en su conducta? Si desea desarrollar su confianza y respeto por si mismo,
comience ahora.
Identifique tres nuevas conductas dentro del ámbito de su trabajo y de sus relaciones, respectivamente, en las que pueda practicar esta semana... y comprométase a experimentarlas.

Y siga trabajando durante los próximos siete días, y los siguientes, para ampliar más su conciencia, paso a paso. En lo que concierne a elevar la autoestima, no evolucionamos a pasos de gigante, sino comprometiéndonos
en la acción
a avanzar poco a poco, paso tras paso, inflexiblemente, hacia un horizonte en constante expansión.

No es que no puedan ocurrir adelantos y transformaciones extraordinarios. Esto puede suceder, pero no a aquellos que esperan con una actitud de vacía pasividad. Debemos actuar, y debemos comenzar a partir del punto en que nos hallamos. Un pequeño movimiento en dirección a una conciencia más elevada abre la puerta a otro, y a otro. No Importa en qué punto empecemos; sólo importa que asumamos la responsabilidad de empezar.

Aprender a aceptarse

Si la esencia de vivir conscientemente es el respeto por los hechos y la realidad, la autoaceptación es la prueba. Cuando los hechos que debemos afrontar tienen que ver con nosotros mismos, vivir conscientemente puede resultar muy difícil. Aquí es donde entra en juego el desafío de la autoaceptación.

La autoaceptación pide que enfoquemos nuestra experiencia con una actitud que haga irrelevantes los conceptos de aprobación o desaprobación: el deseo de ver, de saber, de conocer.

Ahora bien, aceptarnos a nosotros mismos no significa carecer del afán de cambiar, mejorar o evolucionar. Lo cierto es que la autoaceptación es la condición previa del cambio. Si aceptamos lo que sentimos y lo que somos en cualquier momento de nuestra existencia, podemos permitirnos ser conscientes de la naturaleza de nuestras elecciones y acciones, y nuestro desarrollo no se bloquea.

Comencemos por un ejemplo simple. Póngase frente a un espejo que abarque toda su figura y mírese la cara y el cuerpo. Preste atención a sus sentimientos mientras lo hace. Quizá algunas partes de lo que vea le gustarán más que otras. Si es usted como la mayoría de la gente, algunas partes de su cuerpo le resultarán más difíciles de mirar detenidamente, porque lo perturban o le disgustan. Tal vez vea en su rostro un dolor que no desea afrontar; tal vez exista algún aspecto de su cuerpo que le desagrada tanto que le cueste mucho mantener sus ojos fijos en él; tal vez vea indicios de su edad y no pueda soportar los pensamientos y emociones que esos indicios le despiertan. De modo que se siente impulsado a escapar —a huir de la conciencia— a rechazar, negar, olvidarse de ciertos aspectos de usted mismo.

Pero siga mirando su imagen en el espejo unos instantes más, e intente decirse a usted mismo: "Sean cuales fueren mis defectos o imperfecciones, me acepto a mí mismo sin reservas y por completo". Siga contemplándose, respire hondo, y repita esa frase una y otra vez durante uno o dos minutos, sin acelerar el proceso sino, más bien, permitiéndose experimentar plenamente el significado de sus palabras. Quizás se descubra protestando: "Pero hay algunas partes de mi cuerpo que no me gustan; ¿cómo puedo entonces aceptarlas sin reservas y por completo?" Recuerde:
aceptar
no significa necesariamente
gustar;
aceptar
no significa que no podamos imaginar o desear cambios o mejoras. Significa experimentar, sin negación ni rechazo, que un hecho es un hecho; en este caso, significa aceptar que la cara y el cuerpo que ve en el espejo son
su
cara y
su
cuerpo, y que son como son. Si insiste, si se rinde a la realidad, si se rinde al conocimiento (que es lo que, en definitiva, significa "aceptar"), advertirá que ha comenzado a relajarse un poco, y tal vez se sienta más cómodo con usted mismo, y más real.

Aunque no le guste o no le cause placer todo lo que vea cuando se mire al espejo, aun podrá decir: "Ese soy yo, en este momento. Y no lo niego. Lo acepto". Eso es respeto por la realidad.

Practique este ejercicio durante dos minutos todas las mañanas, y al poco tiempo comenzará a experimentar la relación entre la autoaceptación y la autoestima: una mente que honra a la vista se honra a sí misma.

Y también hará otro descubrimiento importante: no sólo mantendrá una relación más armoniosa consigo mismo, no sólo desarrollará su autoconfianza y su autorrespeto, sino que, si existen aspectos de su sí-mismo que no le gustan y tiene posibilidades de cambiar, se hallará más animado para realizar esos cambios, una vez que haya aceptado los hechos tal como son ahora.
No nos sentimos inclinados a cambiar aquellas cosas cuya realidad negamos.

Nuestra autoestima no depende de nuestro atractivo físico, como imaginan algunos con ingenuidad. Pero nuestra voluntad o falta de voluntad para vernos y aceptarnos sí tiene consecuencias en nuestra autoestima. Nuestra actitud hacia la persona que vemos en el espejo es sólo un ejemplo dentro del tema de la autoaceptación. Consideremos algunos otros:

Supongamos que usted debe ofrecer una charla a un grupo de personas y tiene miedo. O que va a entrar en una fiesta en la que conoce a muy poca gente, y se siente inseguro o tímido. Se halla angustiado y trata de combatir su ansiedad como hace la mayoría: tensando el cuerpo, conteniendo la respiración y diciéndose "No tengas miedo" (o "No seas tímido"). Esta estrategia no funciona; en realidad, le hará sentir peor. Ahora su cuerpo envía a su cerebro las señales de una alerta de emergencia, las señales del peligro, a las cuales usted responderá típicamente "combatiendo" su inquietud de manera aun más feroz, con tensión, con privación de oxígeno, y quizá con irritación y autorreproches. Usted está en guerra consigo mismo, porque no sabe qué otra cosa hacer. Nadie le ha enseñado nunca, y usted nunca lo ha aprendido, que existe una estrategia alternativa mucho más eficaz. Se trata de la estrategia de la autoaceptación.

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