Bothari-Jesek alzó las cejas mientras caminaban por el corredor.
—¿Qué no es justo?
—Yo salvé a esos chicos… o nosotros lo hicimos, o vosotros… y actúan como si fuéramos villanos, secuestradores o monstruos. No están contentos…
—Tal vez… debería ser suficiente haberlos salvado. Pedir que se alegren por eso puede exceder tu… tus derechos, pequeño héroe. —Ahora el tono era abiertamente irónico, aunque no despreciativo.
—Yo esperaba algo de gratitud. Reconocimiento. Algo.
—¿Confianza? —dijo ella en voz tranquila.
—¡Sí, confianza! Por lo menos en algunos. ¿Ninguno se da cuenta de lo que hicimos?
—Están más bien traumatizados. Yo no esperaría mucho si fuera tú, hasta que vean las cosas más claras. —Ella se detuvo y giró en redondo para mirarlo—. Pero si alguna vez sabes cómo hacerlo, cómo hacer que un chico ignorante, traumatizado, paranoico confíe en ti, explícaselo a Miles. Él se muere por saberlo.
Mark se quedó parado, sin saber qué hacer.
—¿Eso… me lo dice usted a mí? —preguntó, con la boca seca.
Ella lo miró por encima del hombro, en el corredor vacío, y sonrió una sonrisa amarga, exasperante.
—Estás en casa. —Señaló la puerta del camarote—. Quédate aquí.
Se durmió por fin, durante mucho rato, aunque cuando Quinn vino a despertarlo, le pareció que no había dormido suficiente. No estaba seguro de que ella hubiera descansado, aunque se había aseado y cambiado y estaba otra vez con la ropa de descanso de los oficiales. Él había empezado a pensar que ella tenía la intención de usar la ropa ensangrentada hasta que recuperaran la crío-cámara… una especie de voto o algo así. Incluso sin eso, irradiaba un nerviosismo perturbador, los ojos rojos y cansados.
—Ven —gruñó—. Necesito que hables con Fell de nuevo. Me está evitando. Estoy empezando a preguntarme si no estará en connivencia con Bharaputra. No entiendo. No tiene sentido.
Lo arrastró hasta la habitación de táctica de nuevo, aunque no confió en el auricular sino que se quedó a su espalda, a la vista, con gesto agresivo. Ante los ojos de otros, parecería guardaespaldas y asistente principal; Mark no podía dejar de pensar en lo fácilmente que podría cogerle por el pelo y cortarle el cuello.
La capitana Bothari-Jesek se sentó en el mismo asiento que antes, a observar en silencio. Miraba el agotamiento de Quinn con ojo preocupado, pero no decía nada.
Cuando apareció la cara de Fell en el vídeo, el color de su rostro era sin duda más de furia que de alegría.
—Almirante Naismith, le dije a la capitana Quinn que cuando tuviera información en firme, yo lo llamaría a usted.
—Barón, la capitana Quinn… me sirve a mí. Por favor, perdone cualquier cosa que lo haya molestado. Ella… bueno… refleja fielmente mis propias ansiedades. —El vocabulario suntuoso de Miles le llenaba la boca como harina. Los dedos de Quinn le mordieron el hombro, una advertencia silenciosa, dolorosa para que no se dejara llevar por el espíritu de inventiva—. ¿Qué… digamos, información menos-que-firme… tiene usted para darme?
Fell se acomodó en el asiento, con el ceño fruncido pero más aplacado.
—Para decirlo directamente, los de Bharaputra dicen que no pueden encontrar su crío-cámara.
—Tiene que estar ahí —siseó Quinn.
—Vamos, vamos, Quinnie.— Mark le palmeó la mano. Era pegajosa como dulce. La nariz de ella se abrió como la de un animal asesino pero hizo una sonrisa falsa para el holovídeo. Mark se volvió hacia Fell —: Barón… ¿usted qué piensa? ¿Le parece que los de Bharaputra están mintiendo?
—No lo creo.
—¿Tiene alguna corroboración independiente de su opinión? ¿Agentes en el lugar o algo así?
El barón torció el gesto.
—Vamos, almirante, no puedo darle esa información.
Naturalmente que no
. Se frotó la cara, un gesto de Naismith cuando estaba pensando.
—¿Puede decirme algo en concreto sobre lo que están haciendo los bharaputranos?
—En realidad están poniendo el complejo médico patas arriba. Todos los empleados, todos los de seguridad que estuvieron en el ataque… todos están buscando.
—¿Podría tratarse de un engaño?
El barón hizo una pausa.
—No —dijo con sinceridad—. Realmente buscan. En todos los niveles. ¿Se da cuenta de…? —Respiró como para decidirse—. ¿Se da cuenta de lo que podría suponer al equilibrio de poder de las grandes Casas de Jackson's Whole el secuestro del barón Bharaputra, si se transforma en algo más que un breve interludio?
—No, ¿qué?
El barón buscó cuidadosamente en el rostro de Mark señales de sarcasmo. Las líneas verticales de sus ojos se hicieron más profundas, pero contestó con seriedad:
—Mire, almirante, debería darse cuenta de que el valor de su rehén puede disminuir con el tiempo. Ningún vacío de poder en la parte superior de la pirámide de las Grandes Casas o incluso en las Casas Menores puede durar mucho. Siempre hay facciones esperando, tal vez en secreto, para ocupar ese lugar. Incluso suponiendo que Lotus se las arregla para hacer que el teniente leal a Vasa Luigi ocupe y retenga su lugar, a medida que pasa el tiempo ese teniente tiene que darse cuenta de que el regreso de su señor significará no sólo recompensa sino también degradación. Piense en una Casa Grande como la hidra mitológica. Si le cortan la cabeza, crecen otras siete sobre el muñón del cuello… y empiezan a comerse unas a otras. Finalmente, sólo una sobrevivirá. Mientras tanto, la Casa se debilita y todas sus viejas alianzas y tratos quedan en el aire. El remolino se expande hacia fuera y pasa a las Casas asociadas… y esos cambios abruptos no son bien recibidos en este lugar. A
nadie
le gustan.
Y mucho menos al barón Fell, supuso Mark.
—Excepto tal vez a sus colegas más jóvenes —sugirió.
Un ademán de la mano de Fell dejó de lado las preocupaciones de los colegas jóvenes. Si querían poder, decía el ademán, que conspiraran, se movieran y mataran como había hecho él.
—Bueno, yo no tengo deseos de quedarme con el barón Bharaputra hasta que se ponga viejo y mohoso —dijo Mark—. Personalmente no me sirve de nada fuera de este contexto. Por favor, pídale a la Casa Bharaputra que se apresure a encontrar a mi hermano.
—No necesitan la presión de nadie. —Fell lo miró con frialdad—. Sepa usted, almirante que si esta… esta situación no llega a un final satisfactorio con rapidez, la Casa Fell puede verse obligada a retirarle su lugar en el puerto.
—Hum… precíseme lo de «con rapidez»…
—Muy pronto. Dentro de otro ciclo diurno.
No había duda de que la Estación Fell tenía la fuerza suficiente para echar a dos pequeñas naves Dendarii cuando quisiera, o incluso algo peor.
—Entendido. ¿Qué tal un pasaje libre para salir del Punto de Salto Cinco? —Si las cosas no salen bien…
—Eso… bueno, por eso van a tener que negociar por separado…
—¿Negociar cómo?
—Si todavía tuviera a su huésped… no quisiera que se llevara usted a Vasa Luigi fuera del espacio local. Y estoy en posición de exigirle que no lo haga.
El puño de Quinn golpeó junto al vídeo.
—¡No! —amenazó—. ¡De ninguna manera! El barón Bharaputra es la única seguridad que tenemos de conseguir otra vez… la crío-cámara. ¡No vamos a entregarlo!
Fell retrocedió levemente.
—¡Capitana! —dijo en tono de reproche.
—Lo vamos a llevar con nosotros si es necesario —amenazó Quinn —y usted puede tomárselo como quiera. O podemos hacerlo volver desde Punto de Salto Cinco sin traje de presurización. Caminando. Si no nos devuelven esa crío-cámara… bueno, tenemos aliados mejores que usted. Y con menos inhibiciones. A ellos no les van a importar los beneficios económicos que tienen tanta importancia para usted ni los tratos o el equilibrio de poder de Jackson's Whole. Lo único que les va a interesar es si les conviene empezar por el polo norte y quemar todo hacia abajo o por el sur y acabar hacia arriba…
Fell hizo una mueca de rabia.
—No sea absurda, capitana Quinn. Habla de fuerzas planetarias.
Quinn se inclinó sobre el micrófono del vídeo y ladró:
—¡Hablo de fuerzas multiplanetarias, barón!
Bothari-Jesek se asustó e hizo un gesto de cortarle el cuello.
¡Basta Quinn!
Los ojos de Fell se pusieron duros y brillantes como piedras preciosas.
—Ésa es una falsa amenaza —dijo por fin
—No es falsa. Le conviene creerla.
—Nadie haría eso por un hombre. Y menos por un cadáver.
Quinn dudó. La mano de Mark se cerró sobre la de ella en el hombro y la apretó con fuerza.
¡Contrólate!
Ella estaba a punto de revelar lo que le había ordenado guardar en secreto bajo amenaza de muerte.
—Tal vez tenga razón, barón —dijo finalmente—. Rece por eso.
Después de un momento de silencio, Fell preguntó con voz tranquila:
—¿Y quién es ese aliado sin inhibiciones, si se puede saber, almirante?
Después de una pausa igualmente larga, Mark levantó la vista y dijo amablemente:
—La capitana Quinn amenazaba en vano, para convencerlo, barón.
Los labios de Fell dibujaron una sonrisa fría.
—Todos los cretenses son mentirosos —dijo con suavidad. Movió la mano para cortar el comu y su imagen se desvaneció en una niebla chispeante. Esta vez fue la sonrisa fría del barón la que pareció quedarse allí, sin cuerpo.
—Buen trabajo, Quinn —ladró Mark en el silencio—. Acaba de hacerle saber al barón Fell lo que nos puede pedir por esa crío-cámara. Tal vez hasta le dijo a quiénes puede pedírselo. Ahora tenemos dos enemigos.
Quinn respiraba con dificultad, como si se hubiera corrido.
—No es enemigo, es amigo. Fell sirve a Fell. Recuérdalo, porque él va a acordarse, te lo aseguro.
—Pero ¿estaba mintiendo o sólo pasaba las mentiras de los de la Casa Bharaputra? —preguntó Bothari-Jesek con lentitud—. ¿Qué línea de rédito independiente puede conseguir Fell de todo esto?
—¿O los dos están mintiendo? —dijo Quinn.
—¿Y si ninguno de los dos miente? —preguntó Mark, irritado—. ¿Lo han pensado? Tenemos que acordarnos de lo que Norwood…
Un silbido de comu interrumpió sus palabras. Quinn se inclinó sobre la comuconsola para escuchar.
—Quinn, Bel. El contacto que he encontrado está de acuerdo con vernos en el muelle del
Ariel
. Si quieres estar en el interrogatorio, ven ahora mismo.
—Sí, sí. Ya voy. Quinn fuera. —Quinn se volvió hacia la puerta, con aire cansado—. Elena, ocúpate de que él —un gesto con el dedo —quede confinado en su camarote.
—Sí, bueno, después de que hables con el hombre de Bel, descansa un poco, ¿eh Quinnie? Has estado a punto de perder todo el control con Fell.
Quinn aceptó lo que le decía con un gesto ambiguo, pero sin hacerle ninguna promesa. Mientras ella se iba hacia las compuertas, Bothari-Jesek se volvió hacia su consola y ordenó un vehivaina personal para la capitana.
Mark se puso de pie y caminó por la sala táctica, las manos metidas cuidadosamente en los bolsillos. Una docena de consolas de tiempo-real y holo-esquemáticas lo miraban, oscuras y quietas desde sus puestos; los sistemas de codificación y comunicación estaban silenciosos. Imaginó el centro nervioso de táctica totalmente ocupado, vivo, brillante y caótico, en la carrera hacia la batalla. Se imaginó el fuego enemigo abriendo la nave como una bandeja automática de comida, toda esa vida aplastada, quemada y acabada en la alta radiación y el vacío del espacio. Fuego de la estación de la Casa Fell en Punto de Salto Cinco, digamos, cuando el
Peregrine
luchara para escapar.
Tembló, sacudido por la náuseas.
Se detuvo frente a la puerta sellada de la sala de informes. Bothari-Jesek estaba concentrada en otra comunicación, algo que tenía que ver con la seguridad de los muelles en Estación Fell. Curioso, puso la palma sobre la almohadilla de seguridad. Para su sorpresa, la puerta se abrió inmediatamente. Alguien tenía que reprogramar las cosas, si todas las instalaciones de seguridad de los Dendarii seguían abriéndose para admitir la palma de la mano de un hombre muerto. Mucha programación que hacer… Miles obviamente lo tenía todo dispuesto para poder pasar por cualquier lugar de la Flota. Eso hubiera sido típico de él, desde luego.
Bothari-Jesek levantó la vista pero no dijo nada. Mark lo interpretó como un permiso: entró en la sala de informes y dio vuelta a la mesa. Las luces se encendieron a su paso. Las palabras que Thorne había pronunciado exactamente en ese lugar, se repetían como un eco en su cabeza.
Norwood dijo: El almirante va a salir de aquí aunque nosotros no lo hagamos
. ¿Hasta qué punto habían revisado las grabaciones de la misión de rescate? Seguramente alguien había visto todo varias veces. ¿Qué podría ver él que ellos no hubieran visto? Ellos conocían su gente, sus equipos. Pero yo conozco el complejo médico.
Yo conozco Jackson's Whole
.
Se preguntó hasta dónde lo llevaría su palma. Se deslizó en el asiento de Quinn, y sí, los archivos volaron para él, se abrieron a su roce como ninguna mujer había hecho nunca. Buscó los registros de la misión de ataque. Los datos de Norwood se habían perdido pero Tonkin había estado con él parte del tiempo. ¿Qué había visto Tonkin? No líneas de color en el mapa sino tiempo real, oído real… ¿Había un registro así? El casco de comando tenía uno y si también había uno en cada casco de los miembros de la tropa… ajá, el audio y la visión de Tonkin llegó a sus ojos fascinados.
Tratar de seguirlos le produjo un dolor de cabeza casi instantáneo. Eso no era una emisión de vídeo firme y con soporte fijo, nada de cámara fija sino más bien las miradas súbitas, sacudidas, de los movimientos de la vida real. Bajó la velocidad de la transmisión para mirarse en el tubo elevador, un tipo agitado, pequeño, en camuflaje gris, los ojos brillantes en una cara dura.
¿En serio soy así?
Las deformidades de su cuerpo no eran tan evidentes como había imaginado con ese uniforme suelto.
Estaba sentado detrás de los ojos de Tonkin y caminaba con él a través del laberinto complejo de los edificios, túneles y corredores de Bharaputra, hasta la última escalera de incendios al final. Thorne había citado a Norwood correctamente: estaba allí en el vídeo, aunque el tiempo no era correcto: Norwood había estado ausente no cinco sino once minutos según el reloj no subjetivo del casco. La cara roja del médico reaparecía, jadeando, la risa urgente sonaba en el aire, y momentos después la granada, la explosión. Casi agachado en el asiento, Mark cerró el vídeo con rapidez y se miró a sí mismo como si esperara otro baño de sangre y cerebro…